¿Qué tienen en común Deepak Chopra, Paulo Coelho y Brian Weiss?
Hay una avalancha de autores que tratan el tema de los valores humanos desde una perspectiva no religiosa pero profundamente ética. Y aunque la ética no suele ser considerada un tema comercial, los libros de estos autores son best-sellers. ¿Por qué?
Estos no son precisamente los llamados libros de autoayuda que han circulado en las últimas décadas. Estos son libros de filosofía. ¿Libros de filosofía best sellers? Hay algo raro aquí.
Un planeta confundido
Para entender este fenómeno, empecemos por decir que en el mundo se está imponiendo un ideal de libertad que hace que las reglas sobre el sexo y los placeres hayan dejado de existir para mucha gente.
La publicidad y la cultura pop no han hecho más que alimentar ese ideal de “sé libre, sé feliz” a un nivel sin precedentes en la historia de la humanidad, pero sin dar al ser humano los elementos necesarios para saber usar esa libertad.
El hecho de que haya tanta gente viviendo sin importarle lo que está mal o lo que está bien es un indicador de tiempos de caos moral.
Lo interesante es que a la hora de plantear soluciones a este caos, la humanidad está dividida. Unos quieren regresar a los valores tradicionales u otro tipo de moralidad con reglas. Pero otros –como los autores mencionados-- piensan que estamos listos para dar un salto como especie.
El salto como especie consiste en pasar de la esfera de las reglas a la esfera de los principios. “No mentir” es una regla. “No hacer daño” es un principio.
Las religiones tradicionalmente han preferido la seguridad de las reglas ante la posibilidad de que la gente no sepa interpretar correctamente los principios.
La filosofía del futuro
Hay una extraña coincidencia entre el ideal de felicidad y libertad que promete la publicidad en el mundo de hoy y la avalancha de libros que ofrecen enseñar a la gente cómo ser libres y felices. Deepak Chopra ha vendido 20 millones de copias de sus libros.
Y si sumamos a los otros autores mencionados, llegamos a decenas de millones de libros hablando de lo mismo. ¿Es coincidencia que tanta gente esté leyendo las mismas ideas?
Estos autores proponen un estilo de vida responsable pero alejado de reglas y dogmas absolutos. Todos estos autores hablan de un concepto de dios que habita en el interior de cada ser humano en forma de energía amorosa.
Coinciden en que los actos nobles pueden llevar a un éxtasis más satisfactorio que las satisfacciones materiales. Recomiendan un estilo de vida en contacto con la naturaleza, rodeado de personas con quienes existe simpatía y confianza.
Endosan un estilo de vida solidario y fiel a sus propios principios. Ellos coinciden en que todo lo que importa está en el interior de cada persona, y el secreto de la vida está en que cada uno descubra la fuente de felicidad en su interior.
Una nueva especie
Es posible que el mundo lentamente esté avanzando hacia un modelo de sociedad en la que los individuos están cobrando conciencia de su rol como defensores del planeta de quienes insisten en destruirlo.
Es posible que tanta lectura de este tipo esté empezando a crear una nueva especie de seres humanos –pocos aún-- sin fundamentalismos religiosos o políticos.
Un ser humano más inteligente, más evolucionado, no tan estancado en la “forma” de las cosas sino más interesado en la esencia de ellas.
Es posible que aquel ideal romántico de un futuro con seres “superevolucionados mentalmente” no esté tan lejos.
Curiosamente, hay profecías ancestrales de los Mayas y de los Hindúes, así como predicciones astrológicas, que pronostican un cambio en la conciencia de la humanidad a inicios del sigo 21. Pero ese es tema de otro artículo.
Reflexiones adicionales
Un punto importante que cabe analizar es hasta qué punto autores como Deepak Chopra o Paulo Coelho son auténticos y consistentes con sus creencias. ¿Es consistente que alguien que proclame que lo material no es lo más importante sea tan millonario?
Una persona que tenía planes de llevar a Deepak Chopra a su país me decía lo decepcionada que se había sentido cuando le informaron que una presentación de Chopra costaba más de cien mil dólares. “Si el hombre de verdad fuera un humanista, debería ser más considerado con lo que cobra”, fue el comentario de mi amiga.
Recuerdo haber estado en muchas conversaciones en las que se cuestiona al místico hindú Osho por haber tenido entre sus bienes mansiones, automóviles de lujo y demás accesorios innecesarios, cuando existe tanta necesidad en el mundo. Conozco gente que piensa que Paulo Coelho es un mercantilista de las letras que simplemente descubrió una fórmula vendedora y dedicó el resto de su vida a repetirla y a llenarse de dinero.
En la mayoría de los casos, discrepo con estas críticas y voy a explicar por qué. Parte de nuestra dualidad dios-animal es precisamente ser animal. Nuestro lado animal está equipado para gozar de las satisfacciones materiales, y eso no es en sí criticable.
Lo que es criticable es la poca disposición de mucha gente a compartir lo que tiene, pero la riqueza en sí no puede ser criticable. Demuestra vacuidad de espíritu tener al dinero como el objetivo de la vida, pero aceptar el dinero como un medio para tener más confort y llevar una vida más libre no creo que debería ser criticable. Dentro de cada ser humano existe un lado animal y un lado divino, y la única manera de tener un equilibrio saludable es no reprimir ni negar ninguna de las dos partes. Negar nuestro lado animal es casi tan peligroso como negar nuestro lado divino.
Lo que a veces ocurre es que ciertas personas evolucionan espiritualmente a un nivel tal que las satisfacciones materiales pasan a un segundo plano frente a las profundas satisfacciones espirituales que se pueden llegar a alcanzar. Aquí tenemos a médicos que no cobran, a personas que consagran su vida a ayudar a los demás genuinamente sin estar nunca interesadas en obtener nada a cambio. A eso es lo que se puede llamar un ser de luz. Para ser un ser de luz no basta ayudar: se trata de ayudar sin que esto sea una obligación. Sólo cuando la fuerza del amor es tan poderosa que literalmente produce a la persona satisfacción ayudar, se puede hablar de un ser de luz.
Seres de luz
Personas como la Madre Teresa, Gandhi o Jesucristo fueron sin duda personas con un grado de evolución tal que trascendieron las satisfacciones materiales. Pero ese es un proceso muy personal que cada individuo vive a su propio ritmo.
No se puede decir que porque alguien no haya llegado al nivel de ellos necesariamente sea un hipócrita. De hecho, lo que tienen en común Deepak Chopra, Osho y Paulo Coelho es que son excelentes comunicadores y tienen el gran mérito de haber llevado a muchísima gente conceptos muy sencillos de manera extremadamente clara. Pero eso no quiere decir que tengan que ser seres de luz. De hecho, no hace falta ser un ser de luz para comprender y aceptar los principios proclamados por ellos.
Desapegarse de lo material es un proceso largo en la evolución de cada individuo (según el budismo, es un proceso que se extiende de una vida a otra). Sublimar por completo la necesidad de satisfacciones materiales es uno de los últimos pasos en la evolución de un ser humano, pero pretender que sólo quienes han llegado al máximo escalafón son personas de valor equivale a descalificar injustamente a personas que llevan vidas de bien pero todavía son sensibles a los estímulos materiales.
Es más, creer que es indispensable ser un ser de luz para ser virtuoso da pie a la creación de reglas que pueden dar lugar –ahí sí— a una doble moral.
Es algo similar a lo que ocurre con el sexo. El sexo es una actividad perfectamente natural, enmarcada dentro de nuestro lado animal. Pero siempre va a haber ciertas personas que han evolucionado mucho y logren sustituir las satisfacciones sexuales por satisfacciones mucho más profundas y dejen de lado el sexo. Pero, nuevamente, es un proceso muy personal que cuando es dirigido o impuesto, corre el riesgo de convertirse en una conducta sin sustento de fondo.
Nunca entendí cómo es posible que chicos jóvenes que estudian para sacerdotes, tengan que realizar un voto de castidad cuando en la mayoría de los casos siquiera ha satisfecho su natural curiosidad por el sexo. No es de extrañar que haya cada vez más casos de sacerdotes que abusan sexualmente de sus fieles. No estoy diciendo que esto le ocurre a todos los sacerdotes que hacen el voto de castidad. Hay algunos que de verdad están preparados para ello, y hay muchos otros muchos que a punta de sacrificio logran controlar su deseo sexual. Pero mi punto es que la castidad tiene más sentido cuando no es una obligación sino algo que surge de adentro.
Entendiendo los apegos
Un punto que los autores de los que hemos venido hablando suelen coincidir es advertirnos contra los apegos. Los apegos más comunes del ser humano son, oh casualidad, los bienes materiales y el sexo. Aprender a detectar los apegos es una habilidad que posiblemente quienes mejor la practican son los budistas. El budismo basa parte de su filosofía en que el origen del sufrimiento humano está en la forma en que reacciona nuestra mente frente a las necesidades no satisfechas. Por eso, aprender a detectar los apegos es una muy útil herramienta para ser más fuerte que ellos.
Volviendo al tema inicial, el hecho de que estos autores se hayan enriquecido con sus libros o cobren cuantiosas sumas para hablar en público podría significar que no han llegado al tope de su evolución espiritual, pero eso no necesariamente los descalifica como divulgadores de conocimiento útil.
Yo estaría más pendiente de si han modificado su postura filosófica para vender más libros, porque eso los haría personas falsas. O si son incapaces de compartir su conocimiento con gente de pocos recursos. O si son víctimas de excesivos apegos a lo material, que no creo sea el caso. Los autores mencionados son conocidos por invertir su dinero en difundir el conocimiento por el mundo.
Tener dinero no equivale a estar apegado a él. Como todas las cosas en la vida, no es tan importante lo que hagamos sino cómo las hagamos. La forma no es tan importante como el fondo. Esa es precisamente la ética propuesta por estos autores: una ética basada en una conducta responsable y un compromiso --de fondo, no de forma-- con los valores positivos del ser humano.
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