En su última novela, José Saramago comparte la tesis sustentada por el antropólogo francés Mauricio Godelier según la cual las sociedades crean sus dioses a su imagen y semejanza. A partir del destino al que Dios condenó a Caín, quien por voluntad divina mató a su hermano, en la novela se desarrolla una trama que se sintetiza en una idea expresada en la frase escrita en la contracarátula: qué diablo de dios es este que para enaltecer a Abel, desprecia a Caín. A través de la disputa que Caín tiene con el Dios que lo condenó a su triste destino y del errante recorrido que el protagonista tiene por los principales pasajes de la biblia, Saramago explora la crueldad que caracteriza a las imágenes religiosas inventadas por los hombres y, en este caso, plasmadas en la biblia. Saramago es un ateo convencido y ha definido a la biblia como un manual de malas costumbres en la que aparece un Dios soberbio, injusto y orgulloso. Saramago, quien según la iglesia católica realiza una “lectura literal” de la biblia, explora las consecuencias que produce en la acción humana un Dios que, entre sus travesuras, elimina ciudades enteras como Sodoma y Gomorra, promueve el asesinato de niños, el diluvio universal, y sin empacho alguno convierte en sal a una mujer.
“Saramago es un ateo convencido y
define a la biblia como un
manual de malas costumbres”
Saramago enuncia una preocupación que no es estética porque constata cómo en las imágenes de la Biblia se promueve la plena convicción de que sólo quienes siguen a Dios están en lo correcto y cómo la condena a los otros no es una mera acción discursiva, sino que viene acompañada de sometimiento, persecución y sojuzgamiento. El autor se inspira en las acciones reales que hechas a nombre de la religión han sometido o destruido a individuos, a pueblos, a naciones y a continentes enteros. Baste pensar la mutua compañía que han tenido la cruz y la espada en toda empresa civilizatoria de ayer y de hoy. Pilar del Río, la esposa y traductora de Saramago, cuenta que un investigador italiano ha contabilizado la suma de 1’700.000 muertos en la biblia por causa de Dios. Saramago está convencido de que si todos fuéramos ateos el mundo sería mucho mejor. Lo dice al concluir que las enseñanzas de la biblia y especialmente las del Antiguo Testamento promueven el miedo, la intolerancia y hacen que las responsabilidades de los actos individuales se deriven a la voluntad divina. El Nobel portugués, quien estuvo muy enfermo, afirma que ha enfrentado sin miedo a la muerte, lo cual es importante ya que para él es el miedo el que origina la religión. Para Saramago es inconcebible que las creencias religiosas vengan acompañadas de la promoción del odio y de la exclusión de quienes no comparten las creencias y con su ateísmo profundiza el pensamiento secular y el humanismo.
Con fino humor nos invita a que reflexionemos sobre el peso que tienen las imágenes que inventan las sociedades para justificar acciones que vistas de otro modo serían totalmente injustificables. El ateísmo de Saramago nos invita a ser responsables y éticos por fuera del miedo y de la intolerancia.
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