Mostrando entradas con la etiqueta Consumo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Consumo. Mostrar todas las entradas

domingo, 22 de mayo de 2022

The Great Simplification - Full Movie

 This 32 minute animation -in 4 Acts - describes the backdrop for The Great Simplification - an economic/cultural transition beginning in the not-too-distant future.

We made this movie, originally as a framing 'teaser' for the new podcast thegreatsimplification.com, but the project....expanded over time. Part 1 describes how our species got to this point, and the role of energy in our economies Part 2 gives an overview of the relationship between energy, technology, money and the environment and how global human society is (currently) akin to a metabolic heat engine Part 3 gives an overview of individual (and aggregate) human behavior tendencies in a novel modern environment and why these dynamics are relevant to our current challenges Part 4 describes how people look at the future wearing different popular lenses, but when wearing a 'systems' lens, it becomes clear that a Great Simplification is soon approaching. There are show notes pinned in the comments and also at thegreatsimplification.com Please subscribe to this channel or the podcast for more content and context about what we can do to meet the future halfway.
Here are show notes and references hosted on the podcast site: thegreatsimplification.com

miércoles, 11 de octubre de 2017

La era detox


La era del 'detox' es, según Ramonet, Como si comenzara el ocaso de la sociedad de consumo -establecida en torno a los años 1960 y 1970-, y entráramos en lo que se empieza a llamar la “sociedad del desconsumo”. Foto: Internet


Por Ignacio Ramonet 

Quito, 11 oct (Andes).- El fenómeno se está extendiendo. En nuestras sociedades desarrolladas, un número cada vez mayor de ciudadanos se plantea modificar sus modos de consumo. No sólo de los hábitos alimentarios, individualizados ya hasta tal punto que resulta prácticamente imposible reunir a ocho personas en torno a una mesa para comer un mismo menú. Sino del consumo en general: la vestimenta, la decoración, el aseo, los electrodomésticos, los fetiches culturales (libros, devedés, cedés), etc. Todas aquellas cosas que hasta hace poco se acumulaban en nuestros hogares como señales más o menos mediocres de éxito social y de opulencia (y hasta cierta medida, de identidad), ahora sentimos que nos asfixian. La nueva tendencia es a la reducción, al desprendimiento, al despojo, a la supresión, a la eliminación... En suma, a la desintoxicación. Aldetox pues. Como si comenzara el ocaso de la sociedad de consumo -establecida en torno a los años 1960 y 1970-, y entráramos en lo que se empieza a llamar la “sociedad del desconsumo”.

Se podría objetar que las necesidades vitales de consumo siguen siendo inmensas en muchos países en vías de desarrollo o en las áreas de pobreza del mundo desarrollado. Pero esa realidad indiscutible no debe impedirnos ver este movimiento de “desconsumo” que se expande con ímpetu cada vez más intenso. Por otra parte, un estudio reciente, realizado en el Reino Unido, indica que desde el principio de la revolución industrial, las familias iban acumulando bienes materiales en sus hogares a medida que sus recursos aumentaban. El número de objetos poseídos traducía su nivel de vida y su estatus social. Así fue hasta 2011. Ese año se alcanzó lo que podríamos llamar el “pico de los objetos” (peak stuff). Desde entonces, el número de objetos poseídos no cesa de reducirse. Y esa curva, en forma de ‘campana de Gauss’ (con aumento exponencial mientras sube el nivel de vida, y que luego, después de un período de estabilización, desciende en las mismas proporciones), sería una ley general. Hoy se estaría verificando en los países desarrollados (y en muchas zonas opulentas de Estados del Sur) pero mañana también reflejaría la inevitable evolución en los países en desarrollo (China, India, Brasil).

La toma de conciencia ecológica, la preocupación general por el medio ambiente, el temor al cambio climático y en particular la crisis económica del 2008 que con tanta violencia golpeó a los Estados ricos, influenciaron sin duda esta nueva austeridad zen. Desde entonces, se divulgaron mediante las redes sociales muchos casos espectaculares de detox anticonsumista. Por ejemplo, el de Joshua Becker, un estadounidense que decidió hace nueve años, con su esposa, reducir drásticamente el número de bienes materiales que poseían, para vivir mejor y lograr la calma mental. En sus libros (“Living with Less”, “The more of Less”) y en su blog “Becoming minimalist” (www.becomingminimalist.com), Becker cuenta: “Limpiamos el desorden de nuestra casa y de nuestra vida. Fue un viaje en el que descubrimos que la abundancia consiste en tener menos”. Y afirma que “las mejores cosas de la vida no son cosas”.

Aunque no resulta fácil desintoxicarse del consumo y convertirse al minimalismo : “Comience poco a poco –aconseja Joshua Fields Millburn, que escribe en el blog TheMinimalists.com- intente desprenderse de una sola cosa durante 30 días, comenzando por los objetos más sencillos de suprimir. Deshágase de las cosas obvias. Empezando por las que claramente no necesita: las tazas que nunca usa, ese regalo horrendo que recibió, etc."

Otro caso célebre de despojo voluntario es el de Rob Greenfield, un norteamericano de 30 años, protagonista de la serie documental “Viajero sin dinero” (Discovery Channel) quien, bajo el lema "menos es más", se deshizo de todas sus pertenencias, incluso de su casa. Y anda por el mundo con sólo 111 posesiones (incluyendo el cepillo de dientes)... O el de la diseñadora canadiense Sarah Lazarovic, que pasó un año sin comprarse ninguna ropa y cada vez que tenía ganas de hacerlo, dibujaba la prenda en cuestión. Resultado: un bonito libro de bocetos titulado: “Un montón de cosas lindas que no me compré”. También está el ejemplo de Courtney Carver, que propone en su página web Project 333 (https://bemorewithless.com/project-333/), un desafío de bajo presupuesto invitando a sus lectores a vestirse con sólo 33 prendas durante tres meses.


En la misma línea está el caso de la bloguera y youtuber francesa Laeticia Birbes, 33 años, que se hizo célebre por su desafío de nunca más volver a comprarse ropa : “Yo era una consumidora compulsiva. Víctima de las promociones, de las tendencias y de la tiranía de la moda- dice- Había días en que llegaba a gastarme quinientos euros en prendas... En cuanto tenía problemas con mi pareja o con los exámenes, compraba ropa. Llegué a integrar perfectamente el discurso de los publicitarios: confundía sentimientos y productos...” Hasta que un día decidió vaciar sus armarios y regalarlo todo. Se sintió libre y ligera; liberada de una carga mental insospechada: “Ahora vivo con dos vestidos, tres bragas y un par de calcetines”. Y da conferencias por toda Francia para enseñar la disciplina del “cero basura” y del consumo minimalista.

El consumismo es consumir consumo. Es una conducta impulsiva donde ya no importa lo que se compra, importa comprar. En realidad, vivimos en la sociedad del desperdicio, desperdiciamos abundantemente. Frente a esa aberración, el minimalismo de consumo es un movimiento mundial que propone comprar sólo lo necesario. El ejercicio es simple: hay que mirar las cosas que tenemos en casa y determinar cuáles realmente usamos. El resto es acumulación, veneno.

Dos periodistas argentinas, Evangelina Himitian y Soledad Vallejos, pasaron de la teoría a la práctica. Después de haber vivido como millones de consumidores acumulando sin ningún criterio, decidieron cuestionar su propia conducta. Estaba claro que compraban por otros motivos, no por necesidad. Y se impusieron estar un año sin consumir nada que no fuese absolutamente indispensable y contar con gran talento su experiencia.

No solo se trataba de no consumir sino de desintoxicarse, de liberarse del consumo acumulado. Las dos periodistas empezaron imponiéndose una disciplina detox: cada una tenía que sacar diez objetos por día de su casa durante cuatro meses: 1.200 en total. Tuvieron que descartar, donar, desprenderse, despojarse... Como una suerte de purga, para pasar a ser desconsumistas: “En los últimos cinco años -cuentan Evangelina y Soledad- se encendió en el mundo una luz de conciencia colectiva sobre la manera de consumir. Que es una manera de controlar los abusos del mercado. Porque es también una estrategia para dejar al descubierto los puntos ciegos del sistema económico capitalista. Aunque suene pretencioso es exactamente eso: el capitalismo se apoya en la necesidad de fabricar necesidades. Y para cada necesidad fabrica un producto... Esto es especialmente cierto en los países con economías desarrolladas donde los índices oficiales miden la calidad de vida en sintonía con la capacidad de consumo... »

Este hastío cada vez más universal del consumo también alcanza al universo digital. Está surgiendo lo que podríamos llamar un digital detox, que consiste en abandonar las redes sociales por un tiempo y por diferentes motivos. Se va extendiendo el movimiento de los “exconectados” o “desconectados”, una nueva tribu urbana compuesta por personas que han decidido darle la espalda a Internet, y vivir off-line, fuera de linea. No tienen WhatsApp, no quieren oír hablar de Twitter, no usan Telegram, odian Facebook, no sienten simpatía por Instagram, y no hay casi ningún rastro de ellos por Internet. Algunos no poseen ni siquiera una cuenta de correo electrónico y, los que la tienen, la abren sólo muy de vez en cuando… Enric Puig Punyet (36 años) doctor en Filosofía, profesor, escritor, es uno de los nuevos “exconectados”. Ha escrito un libro en el que recopila casos reales de personas que, deseosas de recuperar el contacto directo con los demás y consigo mismas, han decidido desconectarse. “La Internet participativa que, mayoritariamente, es la modalidad en la que estamos viviendo, busca nuestra dependencia –explica Enric Puig Punyet- Al tratarse, casi en su totalidad, de plataformas vacías que se nutren de nuestro contenido, interesa que estemos a todas horas conectados. Esta dinámica la facilitan los teléfonos ‘inteligentes’ que han provocado que estemos constantemente disponibles y nutriendo a la Red. Este estado de hiperconexión conlleva sus problemas que estamos empezando a ver: nos resta la capacidad de atención, de proceso en profundidad e incluso de socialización. Gran parte del atractivo de las tecnologías digitales está diseñado por compañías que desean nuestro consumo y nuestra continua conexión, como sucede con tantos otros ámbitos porque es la base del consumismo. Cualquier acto de desconexión, ya sea total o parcial, debería entenderse como una medida de resistencia que desea compensar una situación que se encuentra descompensada”.

El derecho a la desconexión digital ya existe en Francia. En parte como respuesta a los múltiples casos de burnout (agotamiento por exceso de trabajo) que se produjeron en los últimos años como consecuencia de la presión laboral. Ahora los trabajadores franceses pueden dejar de responder a mensajes digitales cuando termina su jornada laboral. Francia se convirtió así en pionera de este tipo de leyes, pero todavía quedan incógnitas sobre cómo se aplicará esa ley. La nueva norma obliga a las compañías con más de 50 empleados a abrir negociaciones sobre el derecho a estar off-line, es decir no contestar emails o mensajes digitales profesionales en sus horas libres. Sin embargo, el texto no obliga a llegar a un acuerdo ni tampoco fija ningún plazo para las negociaciones. Las empresas podrían limitarse a redactar una guía orientativa, sin la participación de los trabajadores. Pero la necesidad del detox digital, de estar fuera de las redes y darse un descanso de Internet queda planteada.

La sociedad de consumo, en todos sus aspectos, ha dejado de seducir. Intuitivamente sabemos ahora que ese modelo, asociado al capitalismo depredador, es sinónimo de despilfarro irresponsable. Los objetos innecesarios nos asfixian. Y asfixian al planeta. Algo que la Tierra ya no puede consentir. Porque se agotan los recursos. Y se contaminan. Hasta los más abundantes (agua dulce, aire, mares...). Y ante la ceguera de muchos gobiernos, llega la hora de la acción colectiva de los ciudadanos. En favor de un desconsumo radical.

(*) Ignacio Ramonet es periodista español radicado en Francia, considerado una las principales figuras del llamado movimiento 'altermundista'. Actualmente es director de Le Monde diplomatique en español.

ir/yp



La información y el contenido multimedia, publicados por la Agencia de Noticias Andes, son de carácter público, libre y gratuito. Pueden ser reproducidos con la obligatoriedad de citar la fuente. http://www.andes.info.ec/es/noticias/era-detox.html

viernes, 16 de diciembre de 2016

Why Ethical People Make Unethical Choices.






Most companies have ethics and compliance policies that get reviewed and signed annually by all employees. “Employees are charged with conducting their business affairs in accordance with the highest ethical standards,” reads one such example. “Moral as well as legal obligations will be fulfilled in a manner which will reflect pride on the Company’s name.” Of course, that policy comes directly from Enron.  Clearly it takes more than a compliance policy or Values Statement to sustain a truly ethical workplace.

Corporate ethical failures have become painfully common, and they aren’t cheap.  In the last decade, billions of dollars have been paid in fines by companies charged with ethical breaches. The most recent National Business Ethics Survey indicates progress as leaders make concerted efforts to pay holistic attention to their organization’s systems. But despite progress, 41% of workers reported seeing ethical misconduct in the previous 12 months, and 10% felt organizational pressure to compromise ethical standards. Wells Fargo’s recent debacle cost them $185 million in fines because 5300 employees opened up more than a million fraudulent accounts.  When all is said and done, we’ll likely learn that the choices of those employees resulted from deeply systemic issues.


Despite good intentions, organizations set themselves up for ethical catastrophes by creating environments in which people feel forced to make choices they could never have imagined.  Former Federal Prosecutor Serina Vash says, “When I first began prosecuting corruption, I expected to walk into rooms and find the vilest people.  I was shocked to find ordinarily good people I could well have had coffee with that morning. And they were still good people who’d made terrible choices.”

Here are five ways organizations needlessly provoke good people to make unethical choices.

It is psychologically unsafe to speak up. Despite saying things like, “I have an open door policy,” some leadership actions may inhibit the courage needed to raise ethical concerns.  Creating a culture in which people freely speak up is vital to ensuring people don’t collude with, or incite, misconduct.  Elizabeth Morrison of New York University, in Encouraging a Speak Up Culture, says “You have to confront the two fundamental challenges preventing employees from speaking up.  The first is the natural feeling of futility — feeling like speaking up isn’t worth the effort or that on one wants to hear it.  The second is the natural fear that speaking up will lead to retribution or harsh reactions.” A manager’s reactions to an employee’s concerns sets the tone for whether or not people will raise future issues.  If a leader reacts with even the slightest bit of annoyance, they are signaling they don’t really want to hear concerns.

There is excessive pressure to reach unrealistic performance targets. Significant research from Harvard Business School suggests unfettered goal setting can encourage people to make compromising choices in order to reach targets, especially if those targets seem unrealistic. Leaders may be inviting people to cheat in two ways.  They will cut corners on the way they reach a goal, or they will lie when reporting how much of the goal they actually achieved.  Says Lisa Ordonez, Vice Dean and professor at the University of Arizona, “Goals have a strong effect of causing tunnel vision, narrowly focusing people at the expense of seeing much else around them, including the potential consequences of compromised choices made to reach goals.”  Once people sense the risk of failure, they go into “loss prevention” mode, fearing the loss of job, status, or at-risk incentives. The Veterans Administration learned this lesson the hard way when trying to address the 115-day wait time in their Phoenix hospital. They set a new goal of reducing the wait to 14 days, which resulted in an alleged 24-day wait. But employees said they felt compelled to manipulate performance records to give the appearance of meeting these goals. As many as 40 veterans died waiting for care at the Phoenix center, some more than a year. Organizations must ensure people have the resources, timelines, skill and support they need to achieve targets they are given, especially ambitious stretch goals.

Conflicting goals provoke a sense of unfairness. And once a sense of injustice is provoked, the stage is set for compromise.  Maureen Ambrose, Mark Seabright, and Marshall Schminke’s research on organizational injustice clearly shows a direct correlation between employees’ sense of fairness and their conscious choice to sabotage the organization.  Consider one organization I worked with whose pursuit of growth created conflicting goals. The head of Supply Chain was given a $3.5 million capital investment to overhaul a plant to triple its production. Some of that funding came from the 25% budget cut in marketing in the same division.  At the same time, Sales divided its quota territories to raise topline performance. The intensity of resentment in the salesforce at having to drive revenues with smaller territories was compounded by having fewer marketing dollars to sell more product.  The conflicting goals created excess product capacity that was bottlenecked getting to market.  Two years later, the organization was indicted for channel stuffing.

Ethical behavior is not part of routine conversation.  Too many leaders assume that talking about ethics is something you do when there’s been a scandal, or as part of an organization’s compliance program.  Everyone gets their annual “ethics flu shot” in the mandatory review of the compliance policy, and all is well for another year. Nick Eply, professor at the University of Chicago, in Four Myths about Morality and Business, says, “It’s a myth to think ‘Everyone is different and everything is relative.’ You actually have to teach people the relative value of principles relative to choices.”  Leaders have to infuse everyday activities with ethical considerations and design policies and norms that keep ethics top of mind.  Jonathan Haidt, Professor of Business Ethics at NYU and founder of Ethical Systems, says, “It’s important to talk about the positive examples of ethical behavior, not just the bad ones.  Focusing on the positive reasons you are in business, and reinforcing the good things people do strengthens ethical choices as ‘the norm’ of the organization.”

A positive example isn’t being set.  Leaders must accept they are held to higher standards than others.  They must be extra vigilant about not just their intentions, but how it is others might interpret their behavior.   While they can’t control every possible misinterpretation, leaders who know their people well make careful choices in how they react to stressful situations, confront poor performance, how politic they are in the face of controversy, and how receptive they are to bad news.  Above all, even in what might be considered the smallest “white lie,” ethical leaders are careful not to signal that hypocrisy is ok.  As an example, a leader may casually review an employee’s presentation and provide feedback like, “I think we need to take these two slides out — that data is inflammatory and we don’t want to derail the ultimate outcome which is to convince the budget committee to give us the resources we want.”  While the leader might presume he has acted in the best interest of the group —  going to bat for resources they need- the person building the presentation has just been told, “We can’t tell the entire truth because it could prevent us from getting what we want.”  Leaders must put themselves in the shoes of those they lead to see what unintended messages they may be sending.

Organizations who don’t want to find themselves on a front-page scandal must scrutinize their actions to far greater degrees than they may have realized.  In an age of corporate mistrust, creating ethical workplaces takes more than compliance programs.  It requires ongoing intensified effort to make the highest ethical standards the norm, and ruthless intolerance of anything less.

domingo, 24 de agosto de 2014

Blur, Alain Resnais y Bioy Casares: el remake y la ironía


Juan Manuel Granja, Periodista y escritor
Un videoclip de una banda británica de rock cita y recrea una película francesa de autor que, a su vez, emplea como referente tangencial una novela argentina. Como en este caso de referencias entrecruzadas, el trabajo artístico suele recurrir a la cita y a la reelaboración como recurso y estrategia. ¿Es el arte un eterno refrito? Temas, motivos, imágenes y sonidos son objeto de un constante rehacerse, de una vampirización de la tradición desde un presente cuyo futuro también servirá de materia reapropiable. Por supuesto, cada reelaboración depende de un contexto, de un tiempo que la perfila tanto desde la escritura o creación como desde la lectura o interpretación. Habría que citar a Jorge Luis Borges y su magnífico cuento/ensayo Pierre Menard, autor del Quijote: la reescritura literal del texto del Quijote (o de cualquier obra) ya lo convierte en otro texto pues se lo lee en un tiempo distinto o desde un horizonte diferente. El lector como creador. El remake eterno.
En este sentido, y usando una figura muchas veces reelaborada y recompuesta, la llamada ‘alta cultura’ puede entenderse como un vampiro. Y también, por supuesto, la llamada ‘baja cultura’. Más que enfrentamiento, miradas de desprecio o celos entre alta y baja cultura existe un diálogo permanente, un canibalismo creativo constante. Ambas se persiguen y se acosan, se citan, se parodian, utilizan sus torrentes sanguíneos como fluidos fértiles para la creación y la recreación de nuevas (pero no tan nuevas) criaturas textuales, audiovisuales, pictóricas, musicales... Algo que aparentemente no pertenecía a la alta cultura más tarde o desde otras perspectivas puede ser revalorado como tal. La historia de Genji, hoy reconocida como el equivalente japonés del Quijote en términos de importancia cultural y como clásico de la literatura universal, fue escrita hace aproximadamente mil años como entretenimiento cortesano entre mujeres y su propósito original ni siquiera era el de perdurar como obra literaria. Otro buen ejemplo puede ser la música clásica —considerada como un canon de sonidos elaborados y académicos— cuyas formas, ritmos y modos originales provienen del folclore y la música popular europea. (Habría que precisar, no obstante, que cultura popular no es exactamente lo mismo que cultura de masas pues esta depende de una industria o de métodos industriales).
La posmodernidad radicaliza este asunto, este rechazo al distanciamiento entre alta cultura y cultura de masas, cuando vemos que han dejado de operar una serie de imperativos críticos que en el pasado producían ciertos distanciamientos o quizá evitaban ciertos acercamientos. Un videoclip de la década de los noventa (‘To the end’ de 1994), por ejemplo, enlaza el britpop de esos años con el cine francés de autor de los años sesenta (El año pasado en Marienbad) y a su vez con la literatura fantástica argentina (La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares). El videoclip de Blur (banda inglesa archienemiga de los siempre más populares Oasis) sirve de conexión para todos estos referentes. ¿Cómo se sostiene estética y teóricamente este vínculo intertextual?

El libro, el filme y el videoclip
Bioy Casares escribe una trama que Jorge Luis Borges califica de perfecta. Se trata de La invención de Morel, novela publicada en 1940. Un fugitivo se oculta en una isla desierta y, de improviso, aparece un grupo de veraneantes vestidos con trajes de hace unos cuantos años, un poco ya pasados de época. El protagonista se pregunta si acaso se trata de una sociedad de bañistas frívolos pero descubre que lo más seguro es que no existan: son una especie de hologramas en altísima resolución, personajes de un filme circular rodado por Morel y su invención. El símil del arte fílmico es preciso: las personas fueron reales, o lo siguen siendo, sus cuerpos captados por sensores se reproducen sin fin en los gestos y palabras de su estadía en la isla. Nada de esto sería un problema si el fugitivo no acabara prendado de Faustine, uno de los fantasmas.
No creo que sea posible —todavía— enamorarse de una Faustine de pixeles, aunque la película Her dirija sus esfuerzos hacia a esa misma preocupación cada vez más plausible dado el avance tecnológico del mundo contemporáneo. Y, sin embargo, el amor nunca ha dejado de ser una experiencia parecida a la realidad virtual.
Dice el personaje de Bioy Casares: “Pero esa mujer me ha dado una esperanza. Debo temer las esperanzas”. Algo similar sucede con un hombre —¿un seductor, un loco?— que busca a una mujer en los corredores de un hotel suntuoso por el que pasean figuras tan pulcramente trajeadas que, más tarde, serían calcadas por Calvin Klein para una de sus campañas. Es una película de 1961 dirigida por el cineasta francés Alain Resnais, El año pasado en Marienbad. (Cinta cuyo cuidado diseño visual también es citado por Lars von Trier en su filme Melancholia pues los patios en los que se encuentran los personajes comparten una misma concepción simétrica y una misma disposición como paisaje asfixiante).
El delirio erótico, o un fallo de la memoria, hacen que el tipo sin nombre le recuerde a la misteriosa mujer un pacto hecho un año atrás durante un encuentro apasionado: los dos se encontrarían en este hotel y ella escaparía de su marido un año más tarde, es decir, en el presente del filme. Pero ella no lo recuerda. Él insiste, ella se resiste y esta película, oscura y a la vez preciosista, se topa con una reflexión como la que articula La invención de Morel: quien ama y quien es amado habitan tiempos y espacios distintos.
El trabajo de quien también dirigió la célebre película Hiroshima Mon Amour fue el punto de partida para la realización del videoclip-pastiche de la canción ‘To the End’ interpretada y compuesta por Blur. Mientras suena la encantadora pseudopsicodelia y los susurros en francés de este homenaje musical de Blur a los Walker Brothers (banda de la invasión inglesa de los años sesenta), se ve a los integrantes de la agrupación como si fueran los personajes del filme de 1961. Mientras la película de Resnais puede leerse como una parodia del típico melodrama hollywoodense, el videoclip resulta una parodia de la parodia. Blur siempre fue una banda con un pie en la tradición guitarrera del pop inglés y con el otro en el art rock. En otras palabras, sus referentes, letras e ideas contaban con una sofisticación de la que carecía el rock más callejero y obrero de sus rivales Oasis.
Así, por ejemplo, la idea para la filmación de este clip, a cargo del director David Mould, provino simplemente de las cortas y evocativas líneas del tema cantadas en francés por Laetitia Sadier, vocalista de Stereolab. De ahí que el video también cuente con unos enigmáticos subtítulos que no provienen de la película y que lo vuelven todo más enrevesado, un gesto desenfadado tal vez en referencia a la complejidad conceptual de la película original.
En el clip, el vocalista Damon Albarn encarna a “X” y el guitarrista Graham Coxon a “M”, ambos están envueltos en un triángulo amoroso con una mujer enigmática. Como en la letra de la canción, en la cual Albarn canta sobre un amor que colapsa y se vuelve desamor luego de que por un instante podía parecer que la pareja lo iba a lograr y llegarían a ser felices; el videoclip ironiza, ya desde su propia puesta en escena, sobre los clichés del romance. Blanco y negro, un gran hotel suntuoso, trajes elegantes, vestidos de noche, armas y diálogos melodramáticos. Todo esto envuelto por una melodía contagiosa y a la vez desencantada. Una vez más los amantes se enfrentan a espacios y tiempos que los separan. Esta cápsula de rock británico nos permite andar por esos mismos corredores de alta moda e hilos intertextuales que remiten al texto de Bioy Casares: amor, fascinación y colapso.

El pop y la ironía
Según el análisis de José Luis Pardo, la distinción teórica entre alta y baja cultura puede rastrearse en la distancia que la filosofía platónica interpuso entre la copia de la idea —es decir, la Cultura, así con mayúscula— y el simulacro, es decir, la cultura popular(1). En la noción platónica —y, por lo tanto, en buena parte de la tradición estética y filosófica occidental— opera el privilegio otorgado a la noción de correspondencia frente a una idea de lo trascendente. En contraste, la noción de inmanencia plantea la oposición a una aspiración o contemplación de lo trascendental (que también puede comprenderse como lo divino, es decir, como la búsqueda de un sustento metafísico) fuera del orden espaciotemporal y de la coyuntura histórica(2)
El arte pop, su estilo irónico, ya no pretende dar cuenta de lo trascendente sino que se remite a la imposibilidad de formar una ilusión artística sin fisuras, así hace del simulacro su fundamento. Su constante referencia al arte del pasado, a la cultura pop y a lo banal abre las formas artísticas a distintos modos de enunciación no necesariamente serios o pertenecientes a la cultura letrada(3)
Los residuos de la industria cultural se vuelven tales pues se convierten en referencia y cita, es decir, son recuperados por una mirada que los recontextualiza. Al respecto cabe la reflexión de Paul Ricoeur acerca de la narrativa como una categoría epistemológica que fue tradicionalmente confundida con un género literario(4).  Es decir, todo ordenamiento que pueda ser circunscrito a lo narrativo —ya sea de tipo visual, audiovisual, sonoro, textual u otros— pertenece en el fondo a la capacidad y la necesidad humana de articulación y comprensión. Así, tanto la cultura de masas como la cultura letrada provienen de esa misma necesidad que articula narraciones en tanto formas de aproximación cognoscitiva frente a lo real.
La resignificación que hace la cultura pop de otros referentes denominados cultos también puede leerse a partir de la reflexión de González Echevarría en Mito y archivo: cada artista construye su propia tradición(5).  En la configuración de aquella tradición de uso personal y para fines creativos propios ya no opera una distinción categórica que separe la alta cultura de la baja cultura o la cultura de masas. Sus referentes son apropiados a partir de las necesidades artísticas puntuales en medio de un determinado contexto de producción simbólica.
Por su parte, Walter Benjamin entiende el arte pop como un arte esencialmente político, un arte que se ha desplazado de su origen ritual-religioso hacia el orden del consumo, de la reproductibilidad y, por lo tanto, de una forma no tradicional de entender el arte(6). 
En este sentido, si la novela de Adolfo
Bioy Casares (que en la reflexión de Benjamin ya pertenece a la era de la reproductibilidad técnica) ofrece una elaborada y profunda metáfora del amor y la existencia, así como del paso del tiempo y su percepción, el videoclip de Blur —quizá sin siquiera conocer el referente literario— solo opera como cita o como cita de la cita. Su estética estaría subordinada a su función: promocionar una de las canciones del álbum Parklife. La ironía como medio y también como fin.
Habría que comprender la ironía, entre las múltiples formas de entenderla, como una enunciación que no se hace cargo de lo expresado en términos de verdad. Esta ironía desestabiliza tanto lo referido como la forma de articular la referencia. Es decir, la enunciación se vuelve una forma de decir sin decir, una manera indirecta de articular la realidad dando cuenta de que no se la puede abarcar sin referirse a la forma de articularla. Por lo tanto, la realidad no es tal sino una inscripción en el lenguaje, un lenguaje que pasa a ser puente y a la vez muralla.
El uso de los referentes massmediáticos o de la literatura culta puede entenderse como ironía puesto que no existe un grado cero desde el cual se mira le realidad. Todo aparece mediatizado, filtrado por un imaginario pop que hace de la obra/producto en el cual se toman esos referentes, un referente más. Un referente que está en construcción durante la lectura o consumo pero que constantemente da cuenta de su propia artificialidad. Una radical artificialidad que el posmodernismo se ocupa de exacerbar. Esto se hace muy claro a la hora de ver el mencionado videoclip de Blur: todo en él se vuelve una pose irónica, la autoconsciencia hace que la narratividad y la visualidad del propio filme estén cargadas de humorismo, de un desapego a la posibilidad de una emotividad que busque algún canal de trascendencia.
El escritor estadounidense David Foster Wallace decía que los posmodernos se habían sobrepasado con tanta ironía y proponía volver a Dostoievski. Al parecer lo dijo muy en serio pero el escritor español Enrique Vila-Matas apunta que cada vez que lee dicha propuesta la lee justamente como una propuesta irónica. Como podemos ver asimismo en el video de Blur, la ironía pude convertirse en esa serpiente que se muerde la cola y que, al hacerlo, se ríe de sí misma y de su propio remake.

Notas:
 1. Pardo, José Luis (2008). Esto no es música. Introducción al malestar en la cultura pop. Barcelona: Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores.
2. Deleuze, Gilles (2001). Pure Immanence, Essays on A Life. Nueva York: Zone Books.
Baudrillard, Jean (2007). El complot del arte (ilusión y desilusión estéticas)Buenos Aires: Colección Nómadas, p. 20-25.
3. Frith, Simon (1988). Music for pleasure. Essays in the sociology of popCambridge, s/r, p. 105-128.
4. González Echevarría, Roberto (1998). Mito y archivo (Una teoría de la narrativa latinoamericana). México: Fondo de Cultura Económica.
5. Cuenca Sandoval, Mario (2009). ‘El mundo se está acabando’, en 22 Escarabajos (Antología hispánica delcuento Beatle). Madrid: Páginas de espuma, p. 13.

viernes, 22 de agosto de 2014

El mito 100% renovables

Renewable-Energy2

Lo que dicen los técnicos y las evidencias

No es posible mantener una generación eléctrica estable de origen 100% renovable debido a la intermitencia y a la falta de una tecnología de almacenamiento adecuada. Siempre es necesario mantener un respaldo de fuentes convencionales.
El pasado 27 de junio se inauguraba un proyecto de especial importancia para la industria de las renovables y para un pequeña isla del archipiélago canario de poco más de diez mil habitantes. Se trata de la Central Hidroeólica de El Hierro, un intento de crear un sistema de almacenamiento hidráulico para abastecer la isla con energía eólica. La noticia ha sido recibida con mucho entusiasmo desde muchos sectores, y he leído en muchos medios que se trata de la primera isla del mundo auto-abastecida con energía renovable al 100%.
Pues tengo que convertirme en el indeseado aguafiestas que va a explicar que El Hierro no es la primera isla en intentar el abastecimiento de renovables y que no ha conseguido, al menos de momento, el publicitado 100% renovables. Analizaremos detalladamente los tres casos de islas que han reivindicado el autoabatecimiento 100% renovables y extraeremos algunas enseñanzas con el objetivo de que los lectores puedan valorar con mayor criterio las noticias relacionadas con las posibilidades reales de las fuentes de energía renovable.
Antes de continuar me gustaría hacer una aclaración para no dar pie en los comentarios a juicios de intenciones:
Soy pro-renovables y considero que deberían ser –y sin duda lo serán– una parte importante del mix energético del futuro.
Pero también soy pro-aritmética y, como veremos, hay cuentas que no están nada claras en el marketing general de las virtudes de las renovables. Por otra parte también tengo que dejar claro que estoy a favor de reducir –y eliminar lo antes posible– el uso de combustibles fósiles en la producción de energía, puesto que la reducción de emisiones de CO2 es una estrategia prioritaria –y urgente– en la mitigación del cambio climático.

La isla danesa del viento

samso
En 1985 y poco después del accidente de Chernóbil,  Dinamarca abandonó sus planes para construir centrales nucleares y decidió apostar por la energía eólica. Mantuvo sin embargo su flota de centrales térmicas con la imposición, eso sí, de un impuesto que gravase el uso de fósiles con el fin de incentivar el de renovables.
Los daneses se comprometían en Kyoto a reducir durante los noventa sus emisiones un 21% respecto a los niveles de 1990. Esa decisión tuvo al menos tres consecuencias: el desarrollo de un industria eólica que ha lanzado internacionalmente a empresas como Vestas y Bonus –esta última absorbida por el gigante Siemens–, generosos subsidios para i+D+i en renovables –gracias al impuesto sobre los combustibles fósiles– y la victoria en 1997 de la isla de Samsø en un concurso de desarrollo sostenible que la llevaría a partir de 2005 a producir más energía eólica de la que consumían sus habitantes. [1]
Mapsamso
Isla de Samsø
Samsø es una isla de unos 4.000 habitantes que se encuentra en la costa este de Jutlandia (la península de Dinamarca) y un lugar perfecto para montar aerogeneradores fuera de la costa. De hecho 10 espectaculares aerogeneradores de 2,3 MW y 63 metros de altura forman parte del paisaje costero de la isla, que se ha convertido en atracción turística a unos 6 euros el ticket de visita en bote –más de medio millón de visitantes pasan por Samsø cada verano–. A esos aerogeneradores se unen otros 11 sobre tierra que añaden la potencia suficiente para producir más energía de la que necesitan sus habitantes, que además utilizan biomasa y placas solares con el objetivo de cortar completamente su dependencia del petróleo. También se produce biodiésel a partir de aceite de colza.
Pero la realidad es que el viento no siempre sopla en la isla y las tareas de mantenimiento de rotores de 40 m de pala girando hasta 17 rpm provocan que sea una de las centrales térmicas de carbón de la península de Jutlandia la que mantenga las luces siempre encendidas en Samsø. La isla se encuentra rodeada al sur, este y oeste por tres de estas centrales térmicas de carbón. Sólo una de ellas emite más CO2 en un mes del que ahorran los aerogeneradores en una año, lo que nos sirve para hacernos una idea de la escala del proyecto.
Ese mismo inconveniente se traslada a escala nacional. Después de casi tres décadas de apuesta eólica [2],  el país ha disminuido sus emisiones de CO2 un 10% respecto a los niveles de 1990 –todavía lejos del objetivo del 21%– y, sin embargo, las emisiones per cápita son un 22% más elevada que la media europea [3].  El consumo de carbón básicamente se ha mantenido estable desde 1981 y  el consumo de gas ha aumentado de cero a unas 10.000 tep en el mismo periodo. Su excedente de emisiones es de unos 5 millones de toneladas equivalentes de CO2 (EUA), curiosamente coincidente con el superávit  de su vecina nuclear (e hidráulica) Suecia. No sólo la apuesta nuclear sueca ha compensado el incumplimiento danés de emisiones de CO2, sino que sus presas hidráulicas sirven como almacenamiento del excedente en los picos de producción eólica de los aerogeneradores daneses. Por supuesto, los suecos pagan por el servicio pero cobran más caro cuando exportan de nuevo su electricidad a Dinamarca en los valles de producción eólica: ¡Magnífico negocio!
Podemos extraer algunas enseñanzas del caso danés:
  1. Una mayor penetración de renovables no garantiza necesariamente una disminución importante de las emisiones de CO2. Depende de la fuente de energía que se utilice como carga base de la red. No es lo mismo utilizar para ello térmicas de carbón que ciclo combinado y/o nuclear.
  2. Sin un medio de almacenamiento adecuado, una red eléctrica no puede gestionar el problema de la intermitencia de generación de las renovables.
Volveremos a estos aspectos en las conclusiones.

Energía solar y cocos: el caso de los atolones de Tokelau

Tokelau_on_the_globe
Tokelau es un pequeño grupo de atolones del sur del pacífico, protectorado de Nueva Zelanda,  de unos 1.500 habitantes asentados en tres atolones: Atafu, Nukunonu y Fakaofo. El punto más elevado está a tan solo 5 m por encima del nivel del mar, por lo que sus habitantes son conscientes del peligro que suponen los efectos del cambio climático en última instanciadebido a la quema de combustibles fósiles, aunque la contribución de una población tan pequeña al problema global es obviamente insignificante.  Y sin embargo, en la conferencia del clima de Dubai en 2011, el presidente de Tokelau anunciaba que al año siguiente la comunidad se abastecería en un 100% de energía solar y aceite de coco como biodiésel.
En octubre de 2012 se conseguía nominalmente el objetivo. Dejaron de utilizar los generadores diésel que consumían 200 litros diarios con un coste de 800,000 dólares anuales y que sólo proporcionaban diariamente entre 15 y 18 horas de electricidad. Y ahora poseen tres plantas fotovoltaicas en tres de los atolones con 4.032 paneles con una capacidad aproximadamente de 1 MW en cada atolón, con 392 inversores y 1.344 baterías de almacenamiento. En momentos de baja producción, los generadores diésel utilizan el aceite de coco como combustible para cargar las baterías. Un estudio de viabilidad estima que se necesitarán un 20-30 litros de biodiésel diarios por atolón, lo que supone una producción de unos 200 cocos diarios.
Sin embargo, los datos de funcionamiento real no son tan optimistas, aunque se acercan bastante (88%) al estimado 90% de generación solar y 10% de generación diésel. En la siguiente tabla vemos que sólo se ha logrado que la energía solar genere 100% de la electricidad en determinados meses y en un solo atolón
El proyecto ha costado algo más de 7 millones de dólares, para una comunidad con un PIB de algo más de 300.000 dólares, aunque con el ahorro de importaciones de diésel podrán recuperar la inversión en aproximadamente una década.
Sin embargo, la vida media de las baterías y los inversores está en torno a 10 años, por lo que tendrán que ser reemplazadas a un coste estimado de unos 4 millones de dólares. En unos 25 años tendrá que ser reemplazado el generador diésel que sirve como respaldo y la mayoría de los paneles solares. Los costes anuales de mantenimiento se estiman en algo menos de 150.000 dólares con lo que el proyecto no parece que supondrá un ahorro significativo para los habitantes de la isla (ver última tabla en [4])
¿Qué enseñanzas podemos extraer de este caso?
1. Toda instalación de solar (y en general de renovables) necesita contar con una instalación paralela convencional, en este caso un generador diésel.
2.La independencia energética es una quimera, puesto que una comunidad pequeña depende del exterior para la fabricación y el reciclaje de los elementos necesarios para la instalación.
3. La generación de energía solar — como la generación con cualquier tipo de fuente– produce residuos. Si bien la generación solar es mucho más “amigable” con el medio que la generación utilizando fósiles, no debemos obviar este hecho.

El proyecto Hidroeólico de El Hierro.

cartel-garonas-del-viento-el-hierro
Comentábamos al principio de esta entrada que el pasado 27 de junio se ha inaugurado laCentral Hidroeólica (CHE) de la isla de El Hierro, un proyecto que trata de crear una cierta independencia del petróleo en una pequeña isla de 10.000 habitantes.
El País nos proporcionaba algunos datos sobre la CHE, de los que destaco:
El sistema consiste por tanto en dos depósitos de agua (el superior, con capacidad para 380.000 metros cúbicos; el inferior de 150.000) conectados por dos tuberías de tres kilómetros y entre los que se produce un salto de agua de 700 metros; un parque eólico; una central hidroeléctrica; una central de bombeo y la actual de motores diésel.
La central, que ha costado 67,5 millones de euros, está promovida por Gorona del Viento El Hierro, S. A., empresa participada por el Cabildo de El Hierro en un 60%, Endesa con un 30% y el Instituto Tecnológico de Canarias con un 10%. Endesa también es la propietaria de la central térmica.. Según explica la promotora, el nuevo sistema evitará el consumo anual de 6.000 toneladas de diésel (equivalentes a 40.000 barriles de petróleo que llegan en barco a la isla) y supondrá un ahorro de más de 1,8 millones de euros anuales. Además, se evitará la emisión a la atmósfera de 18.700 toneladas al año de CO2, añade.
Aprovecharé en este ejemplo  para hacer un par de cálculos sencillos para valorar en primer lugar los costes de las renovables. Utilizaré como comparación los costes de la energía nuclear.
Aclaración importante: comparo con la energía nuclear por dos razones. La primera porque se trata de otra fuente con bajas emisiones de CO2 como las renovables. La segunda, porque argumentos sobre costes han sido utilizadas como crítica a la construcción de nuevos reactores nucleares. Utilizaré en principio los datos oficiales para ver a continuación que son excesivamente optimistas o, siendo políticamente incorrecto, que se trata de propaganda.
Un primer cálculo simple nos lleva a deducir que la Central se amortizará en unos 40 años (67,5 millones/1,8 millones anuales de ahorro), más o menos del mismo orden que la amortización de una central nuclear.
La potencia eólica instalada en El Hierro es de 11,5 MW. Un reactor como el de la criticada planta nuclear de Olkiluoto en Finlandia tiene una potencia de 860 1600 MWe y se calcula que costará finalmente unos 8.500 millones de euros, con un sobrecoste sobre el previsto de unos 5.500 millones.
Asumiendo una factor de carga generoso del 50% para el parque eólico (menos de un 25% sería algo más realista, como veremos más abajo) y uno tirando a lo bajo del 80% para la central nuclear, tenemos que el escalado del coste del proyecto de El Hierro a la potencia del reactor nuclear sería
860 MW 1600 MW/11,5MW × 80/50 × 67,5 M€ ~ 15.000 M€
Es decir, el coste por unidad de energía parece del mismo orden en ambos proyectos es más de el doble aún incluyendo el sobrecoste del reactor de Olkiluoto. No he escuchado a nadie utilizar ese coste como argumento en contra de la construcción de la CHE. Pero no se vayan todavía, aún hay más.
Sergio González  y Juan Lorenzo Falcón son dos ingenieros que participaron en el proyecto y que han salido al paso recientemente con algunas aclaraciones interesantes. Respecto a los costes, parece ser que el ahorro de 1,8 M€ que mencionaban las fuentes oficiales no sólo es ficticio sino que el nuevo sistema de generación de la isla supondrá un sobrecoste de entre 1,8 y 4,7 M€.
El coste actual (año 2012) del sistema eléctrico de El Hierro sin la CHE es de 13,1 millones de euros, de los que 3,3 son costes fijos de la inversión y 9,8 son costes variables de combustibles. Por tanto, es la central con el coste medio de generación más alto de toda España.
El coste futuro del sistema eléctrico de El Hierro con la CHE será 14,9 millones de euros, de los cuales 7,8 son para la Diesel y 7,1 para la nueva central si consigue producir el 55% (24.000 MWh) de la energía eléctrica de la isla.
Pero si no consigue producir sino el 25 % de la demanda (10.900 MWh, más cercano a la realidad) el coste sería entonces 17,8 millones de euros, de los cuales 10,8 ingresaría la Diesel y 7,0 ingresaría la C.H.E. (Nótese que a medida que se reduce la producción de la central hidroeólica aumentan los ingresos de la diesel, debido al diferencial en los costes variables entre ambas tecnologías).
Y respecto al eslogan 100% renovables, se muestran así de contundentes
En la isla se consumen cada año unos 15.150 teps en hidrocarburos (177.000 MWh aprox.) de los cuales el 23% se destina a la generación eléctrica con grupos diésel. La producción eléctrica a partir de las energías renovables es actualmente insignificante con un 0,8%.
No hay ningún documento escrito que indique que la producción de la nueva central renovable fuera a sustituir más allá del 70 % de la energía eléctrica consumida en la isla. Sin embargo, debido a la estacionalidad del régimen de vientos en la isla, la mejor estimación de producción de la CHE no supera el 55 % de la demanda, sin entrar en ninguna otra restricción técnica para garantizar la seguridad del sistema eléctrico insular.
¿Qué queremos decir con esto? Que la máxima producción teórica de la CHE sería de unos 24.000 MWh al año, lo que equivaldría al 13,6% del consumo energético de la isla, porcentaje que, con una estimación incluso de 8 MWh adicionales por el coche eléctrico, alcanzaría un tope de un 15,5% de renovables. Nos podemos preguntar qué pasa con el resto. La respuesta es que seguiremos abasteciéndonos de fuentes derivadas del petróleo.
 ¿Qué enseñanzas podemos extraer de este caso?
  1. Otra vez aparece el “renovables 100%” como un eslogan que no es realista.
  2. De nuevo la CHE demuestra que es necesario contar con una instalación paralela convencional de generadores diésel.
  3. La implementación de un sistema eléctrico basado en renovables puede ser extremadamente caro.

Pro-renovables sí. Pero pro-aritmética también.

El ex-director de Red Eléctrica en Canarias, Santiago Marín, ya proporcionaba interesantes datos sobre la CHE del El Hierro en una entrevista de 2009 que coinciden básicamente con las afirmaciones recientes de Sergio González y Juan Lorenzo FalcónEso no significa ni mucho menos, que todos los proyectos que hemos mencionado –y en particular el de la CHE de El Hierro– no sean necesarios para implementar en la práctica ensayos del potencial real de este tipo de energías. Porque siendo sin ninguna duda nuestro principal problema medioambiental el cambio climático, no tenemos demasiadas opciones a la hora de implementar una generación eléctrica libre de emisiones de CO2. Máxime en pequeñas redes eléctricas aisladas como la de la isla de El Hierro o los atolones de Tokelau.
Pero todavía hay problemas que no hemos resuelto, como el de la intermitencia en la generación que en última instancia es un problema de almacenamiento. Ya hemos visto como Dinamarca tiene que re-comprar más caro su exceso de producción eólica como cuotas de almacenamiento hidráulico en las presas suecas. La CHE de El Hierro resuelve ese problema de la misma manera, con la ventaja de que para la construcción del depósito superior de agua se contaba con un cráter volcánico que disminuyó mucho los costes, siendo aún así un proyecto muy caro, como hemos visto. Aparte está el hecho de que un sistema que tiene que convertir la eólica en hidráulica para luego generar electricidad es especialmente ineficiente.
saharasolar
En principio no tiene por qué ser un problema irresoluble, aunque sí caro y complejo de implementar, por lo que requerirá tiempo. La idea básica es conectar redes eléctricas para aprovechar los recursos de generación renovable y almacenamiento a nivel regional. A nivel europeo existe una iniciativa de interconectar una red de alta tensión en continua con menos pérdidas y mayor capacidad de transporte, además de mayor estabilidad ante conexiones de redes que sufren la intermitencia regional de la generación de fuentes renovables. Por ejemplo, el proyecto INELFE de un tendido de 2 GW de 64 km entre Francia y España supondrá un desembolso de unos 700 millones de euros. Si añadimos la mayor complejidad y los costes de mantenimiento, podremos entender fácilmente por qué cuando alguien menciona el hecho de que la producción solar de una pequeña fracción del Sahara (menor de unos 200 × 200 km) sería suficiente para cubrir las necesidades energéticas de la humanidad, se olvida del inmenso problema que supone el transporte de esa energía sin excesivas pérdidas a centenares de kilómetros de distancia. De hecho, la idea, que fue formalizada en el proyecto DESERTEC, ha sidoabandonada recientemente.
Tenemos un problema urgente del abastecimiento de una demanda creciente de energía a nivel mundial. Y asociado, tenemos el problema aún más urgente del cambio climático. Necesitamos actuar pronto. Pero las renovables no están listas todavía para asumir ellas solas el reto –para una visión más optimista ver este enlace–. Sólo tenemos la posibilidad de seguir con el desarrollo de las renovables mientras decarbonizamos la generación eléctrica con más nucleares y más gas natural que vayan sustituyendo progresivamente al carbón y al petróleo. Pero la realidad contradice nuestros deseos. En un mundo donde extraer petróleo y gas es cada vez más caro, el regreso al carbón parece inevitable. El consumo mundial de carbón está aumentando. Y como está demostrando  recientemente la política energética alemana, una visión de las renovablespoco realista puede llevarnos a empeorar la situación. Tras su apagón nuclear, Alemania ha reabierto viejas e ineficientes centrales térmicas de carbón y programado la construcción de nuevas centrales, aumentando sus emisiones de CO2 en estos últimos años. El pensamiento mágico asociado a las renovables llevó al gobierno alemán a creer que podría sustituir su producción nuclear por renovables básicamente en una década. Sonaba realmente bien, sobre todo en los oídos de Los Verdes. Pero nadie mencionaba el lado oscuro del plan: el regreso al carbón. Y en el fondo nuestro objetivo no es la generación 100% renovables. Es la generación 100% libre de CO2. Y como hemos visto, ambos objetivos no tienen por qué ir siempre necesariamente de  la mano.
Mi agradecimiento a Jesús Rosino por sus comentarios y sugerencias.
[2] Jamet, S. (2012), “Towards Green Growth in Denmark: Improving Energy and Climate Change Policies”,OECD Economics Department Working Papers, No. 974, OECD Publishing. http://dx.doi.org/10.1787/5k962hjpwwvj-en
[4] TOKELAURENEWABLE ENERGY PROJECT CASE STUDY. New Zealand Ministry of Foreign Affairs and Trade (MFAT) to showcase the Tokelau Renewable Energy Project. IT Power Renewable Energy Consulting 2013.