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domingo, 22 de mayo de 2022

The Great Simplification - Full Movie

 This 32 minute animation -in 4 Acts - describes the backdrop for The Great Simplification - an economic/cultural transition beginning in the not-too-distant future.

We made this movie, originally as a framing 'teaser' for the new podcast thegreatsimplification.com, but the project....expanded over time. Part 1 describes how our species got to this point, and the role of energy in our economies Part 2 gives an overview of the relationship between energy, technology, money and the environment and how global human society is (currently) akin to a metabolic heat engine Part 3 gives an overview of individual (and aggregate) human behavior tendencies in a novel modern environment and why these dynamics are relevant to our current challenges Part 4 describes how people look at the future wearing different popular lenses, but when wearing a 'systems' lens, it becomes clear that a Great Simplification is soon approaching. There are show notes pinned in the comments and also at thegreatsimplification.com Please subscribe to this channel or the podcast for more content and context about what we can do to meet the future halfway.
Here are show notes and references hosted on the podcast site: thegreatsimplification.com

viernes, 30 de julio de 2021

Selección de pareja para la modernidad

Vincent Harinam

“Todas las cosas en la naturaleza ocurren matemáticamente”.

— Rene Descartes

Las citas y el proceso de selección de pareja han cambiado. El aumento de la cultura de las relaciones sexuales, la proliferación de aplicaciones de citas y la edad cada vez mayor del primer matrimonio son evidencia de esto. Esta situación actual se puede resumir en cuatro parámetros:

  1. Aumento de los logros femeninos.
  2. Variabilidad creciente en el estatus y la competencia masculinos.
  3. Un deseo evolutivo entre las mujeres de casarse.
  4. La globalización del mercado sexual y el colapso resultante de las jerarquías de estatus locales.

Juntas, estas condiciones han creado pronunciados desequilibrios en el mercado sexual moderno. En pocas palabras, una cohorte cada vez mayor de mujeres exitosas persigue a un número cada vez menor de hombres valiosos y reacios al compromiso.

A un nivel superficial, gran parte de esto se puede explicar por la proporción de sexos y la disponibilidad de pareja. Sin embargo, la estructura subyacente de la selección de pareja moderna es fundamentalmente matemática. Para que entendamos verdaderamente las causas y consecuencias del mercado sexual moderno, se requiere un poco de matemáticas.

Chads, dads e hipergamia

La hipergamia es una estrategia sexual evolucionada en la que las personas se aparean y / o se casan con las personas más capaces de proporcionar seguridad a largo plazo. Es el acto de casarse. Aunque los machos humanos pueden y se involucran en la hipergamia, es un concepto y una estrategia que se atribuye con mayor frecuencia a las mujeres. Es un artefacto nacido de una cruda necesidad darwiniana.

Según el psicólogo evolucionista David Buss, los peligros de nuestro pasado evolutivo favorecieron a las hembras que eran muy selectivas con sus parejas. Tanto para sobrevivir al parto como para criar descendientes sanos, las primeras hembras humanas necesitaban evaluar la posición actual de un hombre, así como su potencial y trayectorias futuras. En consecuencia, las hembras suelen aparearse por encima y a través de las jerarquías de dominación, mientras que los machos suelen aparearse por debajo y a través de ellas.

La hipergamia se manifiesta a menudo a través de la protección física. Por lo tanto, es comprensible por qué las mujeres priorizan las características físicas como el atletismo, la fuerza y ​​la altura. Estos son indicios de soluciones al problema de la protección.

Consideremos la altura. Según un estudio, las mujeres estaban más satisfechas cuando su pareja era 21 cm más alta. Esto es corroborado por otros estudios que encontraron que el 49 por ciento de las mujeres preferían salir con hombres más altos y que el hombre más bajo con el que saldría una mujer medía 5 pies y 9 pulgadas (1,75 m). Además, un estudio de estudiantes universitarios informó que solo el cuatro por ciento de las mujeres aceptarían una relación en la que la mujer fuera más alta. En general, los hombres altos tienen más probabilidades de obtener parejas atractivas, menos probabilidades de quedarse sin hijos y tener un mayor número de hijos en comparación con los hombres bajos.

Sin embargo, la altura no es el único factor que determina el acceso al mercado sexual. Las perspectivas financieras también son importantes.

Un estudio de 1939 encontró que las mujeres estadounidenses calificaron las buenas perspectivas financieras dos veces más que los hombres al evaluar el valor de un cónyuge. Este hallazgo se repitió en estudios realizados en 1956 y 1967. Además, David Buss, en un intento de replicar estos estudios, encuestó a 1.491 estadounidenses en cuatro estados a mediados de la década de 1980. Una vez más, las mujeres valoraban las buenas perspectivas económicas de una pareja aproximadamente el doble que los hombres. Esta diferencia de género no ha cambiado. De hecho, una encuesta de Pew Research de 2014 informó que el 78 por ciento de las mujeres solteras daban mucha importancia a la búsqueda de un cónyuge con un trabajo estable. Solo el 48 por ciento de los hombres compartía este punto de vista.

En un estudio de los atributos valorados en un cónyuge, el psicólogo Douglas Kenrick pidió a hombres y mujeres que indicaran los “percentiles mínimos” de cada atributo que encontrarían aceptables. En cuanto a la capacidad de generar ingresos, las mujeres indicaron que preferían a un hombre que ganaba más del 70 por ciento de todos los demás hombres. En contraste, los hombres deseaban una pareja que ganara más del 40 por ciento de todas las demás mujeres.

Además, los investigadores de la Universidad de Aberdeen encontraron que los hombres podían subir dos puntos más en una escala de atractivo a medida aumentando su salario diez veces. Para que las mujeres logren un efecto similar de dos puntos, su salario debería aumentar 10.000 veces. El estatus socioeconómico de un hombre es un determinante importante de su atractivo para una mujer, pero lo contrario no es cierto.

¿Qué sucede cuando una mujer gana más que su marido? Un estudio encontró que los matrimonios en los que la esposa ganaba más que el esposo tenían un 50 por ciento más de probabilidades de terminar en divorcio. Esto es corroborado por investigadores finlandeses que concluyeron que mientras que “los altos ingresos de un marido reducen el riesgo de divorcio (…) los altos ingresos de una esposa aumentan el riesgo en todos los niveles de los ingresos del otro cónyuge, pero especialmente cuando los ingresos de la esposa superan los del marido”.

Además, un estudio de parejas suecas informó que cuando la esposa contribuía con el 80 por ciento o más del ingreso total, el riesgo de divorcio era dos veces mayor que cuando ella contribuía con menos del 20 por ciento. Curiosamente, un estudio también encontró que los hombres que no eran el principal sostén de la familia tenían más probabilidades de usar medicamentos para la disfunción eréctil en comparación con los hombres que sí lo eran.

La noción de que la mayoría de las mujeres son insensibles extractores de recursos es inexacta. No están necesariamente detrás de los recursos, sino más bien los principales predictores de la adquisición de recursos. Es decir, inteligencia y trabajo duro.

Hasta este punto, los investigadores, al analizar 120 anuncios de citas personales, encontraron que la educación era uno de los dos predictores más fuertes de cuántas respuestas recibía un hombre de las mujeres. El otro fue el ingreso. Además, los investigadores en Australia informaron que las mujeres tenían más probabilidades de iniciar el contacto con un hombre si su educación excedía la de ella. De hecho, los investigadores de la Universidad de Ghent también informaron que las mujeres en Tinder tenían un 91 por ciento más de probabilidades de que les “gustara” el perfil de un hombre con una maestría en comparación con un hombre con una licenciatura. El cliché de que las mujeres prefieren casarse con médicos, abogados y empresarios no es una perogrullada concisa. Es un derivado de la hipergamia.

Si bien la hipergamia se define tradicionalmente a lo largo de las líneas de seguridad y aprovisionamiento, es importante estipular que hay un componente secundario que se ocupa del atractivo sexual crudo y sin restricciones. No se trata solo de signos de dólar y puntos de coeficiente intelectual. Pregúntele a Bill Gates y Jeff Bezos.

La hipergamia es, hasta cierto punto, favorable al estereotipado Chad. Independientemente de su GPA universitario o su puntaje de crédito, el chico malo que encarna los rasgos de personalidad de la tríada oscura es amado. Como tal, la hipergamia en su forma más verdadera da prioridad a una amalgama similar a Rebis de beta y alfa. Entonces, lo que las mujeres realmente desean es el Chad, que finalmente pueda cumplir su papel de padre.

La hipergamia es un elemento evolutivo. Odiarlo equivale a odiar las leyes termodinámicas o los axiomas de Arquímedes. Simplemente es así. Además, es la hipergamia la que creó las jerarquías de competencias que se utilizan para estructurar las sociedades humanas. Si buscar reproducirse con mujeres exigentes impulsa a un hombre a la conquista y la autorrealización, ¿no somos mejores para eso? Pero ¿cuál es el efecto de la hipergamia cuando las mujeres superan a los hombres?

Estar sola en la cima

En comparación con sus homólogos masculinos, las mujeres jóvenes tienen la ventaja en la educación y el poder adquisitivo.

Desde la década de 1990, las mujeres han superado en número a los hombres tanto en la matrícula universitaria como en las tasas de finalización universitaria, revirtiendo una tendencia que se prolongó durante las décadas de 1960 y 1970. En 1960 , había 1,6 hombres por cada mujer que se graduó de una universidad estadounidense de cuatro años. Compare esto con 2003, donde había 1,35 mujeres por cada graduado universitario masculino. Para 2013, el 37 por ciento de las mujeres de 25 a 29 años tenían al menos una licenciatura, en comparación con el 30 por ciento de los hombres en el mismo rango de edad. Además, el 12 por ciento de las mujeres en este grupo de edad tenía un título de posgrado o profesional en comparación con el ocho por ciento de los hombres.

Pero no es solo Estados Unidos; el Reino Unido, Panamá, Sri Lanka, Argentina, Cuba, Jamaica y Brunei tienen algunas de las proporciones más altas entre mujeres y hombres en la educación superior.

Las mujeres jóvenes también ganan más dinero que los hombres. Según los datos compilados por la Asociación de Prensa, las mujeres entre las edades de 22 y 29 generalmente ganaban 1.111£ más cada año en comparación con los hombres en el mismo grupo de edad. En su forma actual, las mujeres contribuyen con 7 mil millones $ al producto interno bruto de los Estados Unidos por año y son el principal sostén de la familia en el 40 por ciento de los hogares estadounidenses.

Fundamentalmente, cuanto más exitosa es una mujer profesionalmente, más fuerte es su preferencia por hombres exitosos.

En un estudio de mujeres recién casadas económicamente exitosas, los investigadores concluyeron que “las mujeres exitosas valoran aún más que las mujeres menos exitosas las parejas que tienen títulos profesionales, un alto estatus social y una mayor inteligencia”. Esta tendencia también está presente en contextos transculturales. Estudios separados de 1,670 mujeres españolas, 288 jordanas, 127 serbias y 1,851 inglesas encontraron que las mujeres de altos recursos deseaban parejas con mayor estatus y más recursos. En general, las mujeres solteras tienen tres veces más probabilidades que los hombres de decir que no considerarían tener una relación con alguien que gane menos que ellas.

Cuando se combina con la verdad fundamental de la hipergamia, el crecimiento del logro femenino (y el estancamiento comparativo del logro masculino) equivale a una ley de rendimientos decrecientes. Cuanto más logra una mujer, menos parejas adecuadas tiene para elegir. De hecho, es difícil casarse por encima y a través de las jerarquías de dominio si se sienta encima de la suya. Esta dificultad se ve agravada por el hecho de que las mujeres mayores de alto poder deben competir no solo entre ellas sino con las mujeres más jóvenes por un número fugaz de hombres de alto valor.

No se equivoque, los criterios evolucionados de los hombres para la selección de pareja dan prioridad a la juventud y la apariencia. A medida que los hombres envejecen, desean mujeres que sean cada vez más jóvenes que ellos. Como tal, los hombres están menos interesados ​​en el éxito profesional de las posibles parejas. Esta dinámica se confirma en los datos.

Los estudios que utilizan datos de sitios web de citas en línea clásicos y de citas rápidas tanto encontró que los hombres mostraron menos de una preferencia para las mujeres cuya inteligencia o la ambición superado su propia. Un estudio realizado por cuatro universidades del Reino Unido encontró que la probabilidad de matrimonio de una mujer disminuyó en un 40 por ciento por cada aumento de 16 puntos en su coeficiente intelectual. Por el contrario, los hombres experimentaron un aumento del 35 por ciento en la probabilidad de matrimonio por cada aumento de 16 puntos en el coeficiente intelectual. Finalmente, los investigadores informaron que los hombres mostraban niveles más bajos de autoestima implícita cuando se enfrentaban al éxito de su pareja femenina. Lo contrario es válido para las mujeres cuando su pareja masculina tuvo éxito.

Curiosamente, algunas mujeres se han dado cuenta de esta dinámica. En un estudio de 2017 de estudiantes de MBA de élite, tres investigadores encontraron que las mujeres solteras y no solteras proporcionaron respuestas similares a preguntas sobre el salario y las aspiraciones de liderazgo cuando pensaban que sus respuestas permanecerían anónimas. Sin embargo, las mujeres solteras mostraron aspiraciones menos ambiciosas cuando creían que sus compañeros de clase verían sus respuestas. Los investigadores concluyeron que las mujeres con un alto nivel educativo pueden evitar señalar ambición profesional porque podría ser penalizada en el mercado del matrimonio.

Las mujeres exitosas enfrentan una escasez de hombres demográficamente superiores para casarse. De hecho, el naciente declive del matrimonio se ha atribuido a una supuesta escasez de parejas económicamente atractivas para las mujeres solteras. Al aplicar métodos de imputación de datos a los datos de encuestas nacionales, los investigadores encontraron que las mujeres solteras enfrentan una escasez general de parejas con una licenciatura o un ingreso anual superior a 40.000$.

Esta asimetría en el mercado sexual ha sido bien documentada en el libro Date-onomics de Jon Birger, así como en un artículo escrito por Rob Henderson y yo.

Con la premisa de la proporción de sexos, un excedente de mujeres en la educación y los grupos económicos satisface el deseo de los hombres de tener múltiples parejas. La relativa rareza de los hombres dentro de estos grupos significa que las mujeres, en competencia con otras mujeres, tienen más probabilidades de ajustarse a la estrategia sexual de los hombres. En estos entornos, la cultura de las relaciones sexuales es más frecuente. Por el contrario, los entornos en los que los hombres son numerosos ven relaciones más duraderas.

Si bien esta observación está lejos de ser nueva, lo que no se comprende bien es hasta qué punto es probable que este desequilibrio empeore.

En 2012, había 88 hombres jóvenes con educación universitaria empleados por cada 100 mujeres jóvenes con educación universitaria que nunca se habían casado. Entre los adultos jóvenes que nunca se habían casado con un título de posgrado, solo había 77 hombres por cada 100 mujeres. Además, la relación entre hombres empleados y mujeres jóvenes que nunca se casaron ha disminuido constantemente. En 1960, había 139 hombres empleados por cada 100 mujeres jóvenes que nunca se habían casado. A partir de 2012, esta proporción se sitúa en 91 hombres empleados por cada 100 mujeres jóvenes que nunca se han casado.

Si cree que estas proporciones son preocupantes, espere a ver cómo se verán dentro de 20 años. Afortunadamente, no tienes que esperar tanto.

La Figura 1 muestra la matrícula universitaria anual entre hombres y mujeres en los EE.UU. Aquí, utilizo el pronóstico logarítmico para mostrar la diferencia total estimada en la matrícula por millón entre los sexos para 2039. En particular, un R 2 alto de 0,8948 nos dice que el modelo es muy preciso.

Desde 1985, la brecha de matrícula universitaria ha aumentado a favor de las mujeres. De hecho, la línea de tendencia logarítmica se mantiene bastante estable, con ligeros incrementos interanuales en la diferencia total por millón. Hay un superávit anual promedio de 2,2 millones de mujeres matriculadas en la licenciatura entre 2020 y 2029. Entre 2030 y 2039, este número aumenta a 2,3 millones. En conjunto, habrá la friolera de 45,1 millones de mujeres sin una pareja masculina igualmente educada entre 2020 y 2039. Este colosal desequilibrio se desangra también en el mercado laboral.

La Figura 2 muestra la tasa anual de participación en la fuerza laboral entre los hombres de EE. UU. Aquí, el pronóstico lineal se utiliza para mostrar la tasa de participación de la fuerza laboral estimada en los años entre 2021 y 2040. Nuevamente, el modelo es muy preciso con un R 2 de 0,9649.

Con base en estos números, la tasa de participación masculina en la fuerza laboral exhibe una disminución lenta pero gradual, cayendo de un máximo del 87 por ciento en 1950 a un mínimo del 68 por ciento en 2019. Excluyendo el confinamiento por el COVID-19 en 2020, la participación masculina en la fuerza laboral ha disminuido en un 0,1 por ciento cada mes desde 1950. Además, ha habido una caída del 5,4 por ciento desde 2005. Según la línea de tendencia lineal, la tasa de participación masculina en la fuerza laboral seguirá disminuyendo, cayendo por debajo del 65 por ciento por primera vez para 2040. Estos las cifras resultan nefastas para las mujeres educadas, ya que las investigaciones de los EE. UU. y Suecia indican que las mujeres educadas tienen más probabilidades de casarse con una pareja menos educada si él gana más que ella.

Juntas, estas cifras apuntan a un futuro solitario para muchas mujeres jóvenes educadas y con orientación profesional. Si bien algunos pueden ser comprensiblemente escépticos sobre mis hallazgos y conclusiones, están corroborados por un informe de 35 páginas publicado por Morgan Stanley en 2019.

Astutamente titulado El ascenso de la economía SHE, Morgan Stanley pronostica que el 45 por ciento de las mujeres trabajadoras entre las edades de 25 y 44 serán solteras y sin hijos para 2030, la mayor proporción de la historia. Se espera que las mujeres solteras crezcan un 1,2 por ciento anual entre 2018 y 2030 en comparación con un crecimiento del 0,8 por ciento para la población general de los EE. UU. Para el 2030, el porcentaje de mujeres solteras se superará la de las mujeres casadas.

Si bien algunas de estas mujeres pueden muy bien evitar los principios de la hipergamia y conformarse con un hombre por debajo de su posición financiera y educativa, muchas buscarán una pareja de alto valor. Aquí es donde las cosas se vuelven realmente onerosas.

¡Energía! ¡Poder ilimitado!

Al seleccionar una pareja a largo plazo, supongamos que las mujeres solteras de EE.UU. Mayores de 18 años basan sus criterios de selección en la “regla de los seis”. Esta es una heurística de citas que estipula que la pareja ideal de una mujer debe tener 1) un ingreso de seis cifras, 2) abdominales de seis y 3) una altura de seis pies (1,83 m).

Por supuesto, hay muchas cualidades y características más allá de estas tres que hacen atractivo a un hombre. Sin embargo, para los propósitos de esta lección de objetos matemáticos, he seleccionado la regla de los seis, ya que representa un proxy simple para la selección de pareja hipergámica. Analicemos los números.

De todos los hombres en los EE.UU., se estima que el 13 por ciento tiene un ingreso anual de 100.000$ o más, el 14,5 por ciento mide seis pies (1,83 m) o más y el 10 por ciento tiene abdominales marcados. Aunque es probable que el número sea mucho menor, supongamos que el uno por ciento de los hombres estadounidenses posee las tres cualidades. Esto equivale a 1,009 millones de hombres de 18 años o más. En comparación, se estima que hay 33,8 millones de mujeres de 18 años o más que nunca se casaron en los EE.UU.

Si nos mantenemos dentro de los parámetros de este modelo, este grupo de mujeres supera efectivamente en número a sus parejas deseadas por un factor de 34. Además, si cada hombre está emparejado con una mujer soltera, esto deja a 32,8 millones de mujeres sin pareja. Este es un desequilibrio asombroso.

Conocida como la regla 80/20 o principio de Pareto, una distribución de la ley de potencia describe una relación entre dos variables donde una pequeña cantidad de variable A representa una proporción desproporcionada de la variable B.

El mercado sexual moderno se basa en una ley de poder en la que la mayoría de las mujeres desea un pequeño número de hombres de gran éxito. Si bien es poco probable que esta distribución sea perfectamente 80/20, es probable que se produzca un desequilibrio de algún tipo. Es importante destacar que no estoy sugiriendo que un pequeño grupo de hombres salga y se acueste con la mayoría de las mujeres. Eso es una imposibilidad logística. Sin embargo, existe una asimetría en lo que respecta a la atracción y la atención. Esto es evidente a partir de la investigación sobre Tinder.

Según un estudio de la aplicación de citas, mientras que a los hombres les gustaba el 60% de los perfiles femeninos que veían, a las mujeres solo les gustaba el 4,5% de los perfiles masculinos. Además, las mujeres, en promedio, veían al 80 por ciento de los hombres en las aplicaciones de citas como por debajo del promedio en atractivo. Es importante destacar que un estudio , que busca cuantificar las perspectivas de éxito en Tinder, determinó que “el 80 por ciento inferior de los hombres (en términos de atractivo) compite por el 22 por ciento inferior de las mujeres y el 78 por ciento superior de las mujeres compite por el 20 por ciento superior de los hombres”.

Si bien las distribuciones de la ley de potencia ocurren naturalmente en una multitud de entornos, sostengo que su presencia en Tinder es por diseño. El algoritmo central de la aplicación no está calibrado para producir resultados iguales. Esta es una función de su uso del sistema de clasificación ELO.

Creado por el físico húngaro-estadounidense Arpad Elo, el sistema de clasificación ELO fue diseñado para clasificar a los jugadores de ajedrez en torneos nacionales. En pocas palabras, la clasificación de un jugador se genera a partir de las calificaciones de sus oponentes y los resultados anotados en su contra.

Si bien el algoritmo de Tinder es ciertamente complejo, es fundamentalmente un “vasto sistema de votación” basado en ELO. Para desarrollar, la “conveniencia” de un perfil de Tinder se basa en la premisa de cuántos usuarios les ha “gustado” y cuál era la conveniencia de estos perfiles.

Cuantos más ‘me gusta’ acumules, mayor será tu atractivo. Además, su deseabilidad general se dispara cuando a un usuario con una mayor deseabilidad le gusta su perfil. Si un perfil con una conveniencia igual o menor no le gusta el suyo, su calificación se verá afectada. Por supuesto, el algoritmo le proporcionará perfiles cuya calificación de deseabilidad sea similar a la suya. Este sistema de clasificación está hecho a medida para una distribución de ley de potencia.

En teoría, un hombre de apariencia promedio no podrá aumentar su índice de deseabilidad si a las mujeres con calificaciones más altas no les gusta su perfil. ¿Y por qué lo harían? Independientemente de su calificación de deseabilidad, las mujeres que usan Tinder no están allí para Joey Bag o’Donuts. Están ahí para Chad o algún equivalente de alto valor. De hecho, las investigaciones indican que los hombres tienen más del doble de probabilidades de recibir una respuesta de mujeres menos deseables que ellos mismos que de otras más deseables.

Recuerde que a las mujeres en Tinder solo les gustó el 4,5 por ciento de los perfiles masculinos, mientras que a los hombres les gustó el 60 por ciento de los perfiles femeninos. Además, tenga en cuenta que la base de usuarios de Tinder es un 72 por ciento de hombres y un 28 por ciento de mujeres. Esto significa que al 72 por ciento de la base de usuarios le gusta el 60 por ciento del otro 28 por ciento, mientras que al 28 por ciento solo le gusta el 4,5 por ciento del otro 72 por ciento. Como tal, la calificación de deseabilidad de la mayoría de las mujeres en la aplicación está inflada debido al exceso de me gusta de los hombres con calificaciones más bajas, iguales o más altas.

Esta inflación coloca a las mujeres con una calificación de deseabilidad objetivamente más baja en el mismo grupo con los hombres altamente deseables que han sido seleccionados naturalmente. Como tal, una pequeña cantidad de hombres recibe una gran parte de la atención e interés de la mayoría de las mujeres en Tinder.

En los últimos años, Tinder ha mantenido que se ha alejado de ELO. Sin embargo, esto es difícil de creer. Si bien se pueden haber realizado cambios sutiles en el algoritmo, es probable que la mecánica central permanezca intacta.

El metajuego financiero de Tinder depende de la facilitación de una distribución de la ley de poder entre sus usuarios. Dado que el 78 por ciento superior de las mujeres en la aplicación compite por el 20 por ciento superior de los hombres, Tinder hará todo lo posible para mantener a estos hombres deslizándose. Se preocupa poco por el 80 y el 22 por ciento más pobre de los hombres y mujeres, ya que estos usuarios no generan mucho tráfico.

Este desequilibrio de la ley de poder en el mercado sexual es una posible explicación del aumento de la falta de sexo masculino. Según la Encuesta Social General, la proporción de hombres menores de 30 que informan que no tienen sexo casi se ha triplicado del ocho por ciento en 2008 al 28 por ciento en 2018.

¿Incluso tienes matemáticas, hermano?

Durante los últimos meses, intenté crear un modelo matemático para describir este desequilibrio en el mercado sexual. El modelado matemático es una herramienta de investigación útil para comprender el comportamiento humano.

Aunque diseñé varios modelos lineales, polinomiales y de umbral, ninguno fue capaz de capturar adecuadamente cómo los hombres y las mujeres seleccionaban a sus parejas. Afortunadamente, encontré un artículo de 2016 de los psicólogos evolucionistas Daniel Conroy-Beam y David Buss que proponía el uso de un algoritmo de integración euclidiana para determinar cómo se vinculaban la preferencia de pareja y la selección.

El problema con mis modelos anteriores era que trataban las preferencias de pareja de forma aislada. Las parejas potenciales no se presentan un rasgo a la vez. Más bien, evaluamos a las parejas potenciales en función de una serie de rasgos.

Un algoritmo de integración euclidiana incorpora preferencias de pareja mientras captura la gama completa de parejas potenciales y sus rasgos. La atracción hacia una pareja se calcula como la distancia inversa entre la preferencia de una persona y los rasgos correspondientes de cada pareja potencial. En términos sencillos, el modelo compara lo que está buscando en una pareja con si los posibles compañeros poseen estos rasgos. Cuanto más cerca estén estas dos cosas, más se adaptará un compañero a tus preferencias. El modelo matemático de Conroy-Beam y Buss era como tal:

donde n = el número de rasgos, p = valor de preferencia de una persona y t = valor del rasgo de una pareja.

Este modelo matemático ofrece información clave sobre nuestro mercado sexual desequilibrado. El número y el peso de las preferencias de pareja de una mujer se correlacionan negativamente con el número de parejas elegibles que están disponibles para ella. Por lo tanto, la distancia de un posible cónyuge a una mujer aumenta con cada nueva preferencia que agrega. En pocas palabras, cuanto más exijas, menos recibirás.

De manera más general, existe una desconexión entre lo que quieren las mujeres y lo que realmente tienen a su disposición. Mientras que un mayor logro masculino aumenta el número de opciones románticas que tiene un hombre, un mayor logro femenino reduce el número de opciones que tiene una mujer.

Este desequilibrio en el mercado sexual no es bueno. Una sociedad repleta de mujeres solitarias y hombres sexualmente frustrados es una que se precipita hacia el desastre. Es imperativo que nosotros, como sociedad, pensemos detenidamente en las soluciones a esta creciente crisis.

Vincent Harinam

Vincent Harinam es científico de datos, consultor de aplicación de la ley y candidato a doctorado en la Universidad de Cambridge. Puedes seguirlo @vincentharinam.

lunes, 7 de diciembre de 2015

José Antonio Mazzotti: un valor supremo de absoluta plenitud


José Antonio Mazzotti: un valor supremo de absoluta plenitud
Víctor Vimos, escritor y periodista
La visión de un poeta se sabe amplia y conflictiva en la medida en que no está conforme con la realidad dada. Como respuesta, por supuesto, tiene de su lado a las palabras. José Antonio Mazzotti (Lima, 1961) las ha escogido para transitar de un mundo concreto a uno propio, fundado, como apuntaba Galileo, en la arquitectura de la voluntad.
Su poesía, agrupada en más de una decena de publicaciones que lo han destacado como un autor singular y en búsqueda constante. Residente en Estados Unidos, desde la década de los ochenta, Mazzotti ejerce la cátedra de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Tufts, en Bostón, donde además lleva adelante investigaciones sobre poesía virreynal peruana.
A su paso por Lima, compartió varias reflexiones alrededor de su oficio poético.
Henry Thoreau propone la existencia de dos espacios de libertad: el civil y el natural. ¿En cuál de ellos se ubica el poeta?
Creo que en los dos, dependiendo del tipo de poeta, por supuesto. Uno nunca vive fuera de contexto. Lo que Thoreau llamaba libertad natural es la misma que gozan los seres vivos para crecer, moverse, sobrevivir; el poeta naturalmente posee esa libertad en su búsqueda de la mayor plenitud que pueda ofrecerle este mundo. Pero a la vez existen las leyes y, como vivimos en una sociedad codificada por reglamentos y límites, uno tiene que conocer esos límites y, para no caer en problemas mayores, tratar de vivir dentro de ellos. Sin embargo, en estos límites las leyes son injustas, parciales, favorecen a unos más que a otros. El poeta como ser cultural y ético también tiene derecho a subrayar su libertad civil y por lo tanto participar de las causas justas por el cambio social.
¿Tomar partido por las causas de su realidad?
Es una cuestión más que estrictamente poética, simplemente humana y ética. Hay poetas que se desentienden completamente de este asunto y que incluso son conservadores frente a ello. Es su opción. Yo pienso que eso les resta grandeza.
¿En qué medida?
Aunque pueden ser muy buenos poetas, los conservadores no avizoran la posibilidad de un cambio utópico, de un mundo que existe en la posibilidad, ese es el mundo de la poesía: un valor supremo de absoluta plenitud y realización de todas las posibilidades de la experiencia humana. Un poeta amplio va a tender a ello, va a querer alcanzarlo, y eso puede hacerlo muchas veces a través del lenguaje. Los grandes poetas son también grandes experimentadores del lenguaje, están tratando de sacarle el jugo e incluso cambiarlo, al punto que van a crear realidades nuevas en el lenguaje. Pero a veces eso no basta, porque para tener esa visión utópica de la realidad también se necesita una visión utópica de la sociedad, de la vida misma. Se alimentan mutuamente. Prefiero a poetas de la tendencia de Vallejo, de Cernuda, inconformes, disidentes, los que están contra formas de pensamiento chatas o autoritarias, sea bajo el socialismo o bajo el capitalismo. El capitalismo puede ser sumamente autoritario y dictatorial. Vende una ideología de libertad individual que en el fondo es la ideología de libertad del más fuerte. Ser poeta también puede oponerse a esa visión adulterada, engañosa, de la realidad, y no perder de vista el impulso inicial que lo llevó precisamente hacia la poesía.
Otro de los roles culturales del poeta es el uso de una lengua que teje relación con la idea de lo nacional.
Matizaría más la idea de nacionalidad y la idea de lengua en el sentido de lengua nacional, por ejemplo. Si bien todos hablamos castellano, mayoritariamente, hay una variante ecuatoriana, pero dentro del mismo Ecuador hay variantes: la de Quito, la de Guayaquil, la de la Amazonía. En el Perú es lo mismo. Partiendo de eso, aunque no se trata de lenguas diferentes, sino de variantes locales o regionales, socioestráticas, no podemos olvidar que en toda América Latina hay muchísimas otras lenguas indígenas, marginadas, discriminadas y, a veces, esas lenguas sirven de sustrato para el castellano. Lo van haciendo evolucionar, lo enriquecen y el poeta debe tratar de estar atento a esas posibilidades.
No es nada nuevo, Garcilaso, el Toledano, en el siglo XVI, metía palabras o versos enteros en italiano, eran expresiones que no se podían reproducir fielmente en el español de ese momento. Un poeta puede estar atento a esas tonalidades específicas que le dan un sabor local a su dicción poética, y en ese sentido está contribuyendo a la construcción de un lenguaje nacional.
¿Hay el peligro de que por ese lenguaje se entienda un lenguaje homogéneo para el grupo que lo usa?
El concepto de nación que circula en nuestros países es el de la nación burguesa capitalista de fines del siglo XVIII. Olvidamos que ese es un concepto nuevo en la historia de la humanidad frente al concepto más arcaico y de mayor duración histórica que es el de la nación en sentido étnico. Retomando este concepto, la nación es un grupo homogéneo con las mismas raíces lingüísticas, culturales y racionales. Entonces nuestros países están compuestos de muchas naciones, principalmente de los llamados pueblos originarios. Tradicionalmente lo que ha ocurrido en nuestros países es que una nación, la criolla, ha prevalecido y nos ha contado un cuento de que debemos de tender a la fusión, al mestizaje como una especie de ideal de homogenización. Eso nunca va a ocurrir mientras el mestizaje sea blanqueado y sigan existiendo discriminaciones terribles hacia la población indígena o afrodescendiente. En buena medida la conquista continúa porque los sectores criollos no quieren entender que son nada más uno entre otros muchos. Sus políticas desde el siglo XIX han sido de discriminación, de continuidad colonial, jerárquicas y violentas sobre las poblaciones indígenas y afrodescendientes. Es bueno cuestionar todos estos conceptos, empezando por el concepto de la lengua nacional.
Los países andinos y otros del continente, con alto porcentaje de población indígena, son proyectos fallidos por la falta de coherencia entre el discurso y la práctica: una práctica colonial, neocolonial o de colonialismo interno —como se decía en los sesenta—, y un discurso que quiere ser modernizante, igualitario, pero que se queda ahí, en las constituciones y en ciertas leyes porque no sirven para nada a la hora de eliminar la explotación y la discriminación.
La cultura oficial huye de esa crítica, musealiza las expresiones artísticas dándoles el carácter de nacional. ¿Qué puede la poesía frente a eso?
La poesía en sí misma no es el mejor vehículo para ese tipo de transformación, pues tiene como finalidad principal transformar el lenguaje. Trata de acercar nuestro lenguaje, limitado, comunicativo, contextual, referencial, a esa otra posibilidad que es la construcción de una realidad diferente, la poesía como visión del mundo. La prácticas culturales musealistas que tienden a congelar la visión, y en el caso de los poetas cuando están consagrados y se vuelven oficiales, pueden ser peligrosas, incluso para la continuidad creativa de un determinado autor. Está bien que existan formas de apoyo estatal, becas, fondos para ediciones, promoción, pero eso es un riesgo porque una vez que se establece un canon desde la política, estos escritores, en mayor o menor grado, van a tender a ser obsecuentes con el poder, y eso, producto del figuretismo, del servilismo y del arribismo, es natural en los seres humanos y, con el tiempo, equivale a que el poeta se va a retorizar, a estancar como productor de creación verbal. Es un reto: siempre mantener un mínimo de distancia y coherencia crítica con el poder para conseguir salvar la poesía.
¿La creación es la materialización de ese poder?
Por supuesto, en el caso de la creación reconocida como tal desde el poder, institucional o mediático. El canon no es otra cosa que la selección hecha por un aparato cultural de poder, que incluye, en el mejor de los casos, la crítica académica. Siempre es arbitrario, no necesariamente refleja la riqueza discursiva de un territorio o la variedad de su literatura. La idea importada de Europa de que a una nación le corresponde una literatura nacional prolonga el gesto colonial, la ilusión de que existe una sola nación y que ella es la representante de toda la población cuando buena parte no habla español, no le interesa o no es su primera lengua. Su producción creativa verbal está en otros idiomas.
La literatura nacional cuando se establece como canon desde el poder, en el plano ideológico, prolonga el mismo poder. Hay casos que conviene examinar con más cuidado, por ejemplo, César Vallejo. Poeta, comunista, que salió del Perú perseguido por la policía, que nunca quiso volver y que en su obra evidentemente despliega una visión utópica marxista de la realidad, con toques religiosos, por supuesto. Es muy complejo Vallejo (valga la rima). Pero empezó a ser canonizado casi inmediatamente, sobre todo desde la primera edición de Poemas humanos en 1939. Y de Vallejo, desgraciadamente, lo que se suele recoger en los textos escolares, en los programas universitarios, es el Vallejo más llorón, más existencial, que es un aspecto de su obra, pero no es el aspecto que, quizá, al mismo Vallejo le hubiera gustado que trascendiera. Lo que hace el canon, incluso con autores revolucionarios, es cortarles las alas. Ahora, no hablemos ya de una enorme cantidad de autores que simplemente no entraron al canon, que pueden ser muy buenos y que no les interesó promocionarse, o que no fueron promocionados para que los comisarios del canon los conocieran. De eso hay mucho. Siempre se dice que “el tiempo es el mejor juez”, sí, pero en el tiempo hay distintos comisarios también que pueden marginar eternamente a un autor de muchísimo valor. Al canon siempre hay que cuestionarlo, siempre hay que reírse un poco de los cánones de los programas escolares, de las lista de lectura en las maestrías, en los doctorados, de las cosas que se comentan en los periódicos, todo eso forma parte de un aparato ideológico de Estado. Hay que desconfiar de esas cosas e ir a la raíz: quién está estableciendo el canon, quién critica y clasifica qué y por qué. Muchas veces es el amiguismo, por simple ignorancia al creer que no hay otras cosas, y lo que realmente hace falta para poder rebatir cualquier canon es la investigación profunda, reflexionar a partir de la investigación detallada de canónicos y no canónicos, y ver qué pasa ahí. Por qué algunos han sido elegidos y por qué otros han sido dejados de lado. Si el criterio es la calidad, bueno, cómo se define la calidad literaria. Eso también hay que cuestionarlo y dar espacio a distintos sistemas culturales. Hay ocasiones en que gente sin mayor formación intelectual canoniza a determinados autores. Eso se ve mucho en los periódicos o en los burócratas de los ministerios, que reparten medallitas de vez en cuando. Yo lo veo con cierta sorna porque a veces te encuentras con especímenes poco deseables que son canonizados y todo es porque le conviene a determinado aparato de poder, no son incómodos, son sencillamente franeleros de determinados poderes o del mismo sistema. Es lo que pasa con buena parte de la narrativa peruana y latinoamericana actual. Ahí lo que interesa es ser publicados en España y salir en los periódicos para poder vender. Su idea es vender. Y así te das cuenta de que el canon es sumamente cuestionable. Estas consagraciones rápidas, mediáticas, son producto de intereses completamente ajenos a la complejidad del trabajo poético, literario, pero que pasan por literatura porque guardan ciertas convenciones discursivas.
¿Sucede lo mismo con la poesía?
No. Por suerte no. Siempre repito que en buena medida es porque la poesía no se vende. En los dos sentidos: comercialmente, la gente no suele consumir mucha poesía porque requiere otro esfuerzo que la narrativa, que al final es más fácil de leer y que, por razones de mercado, no llega a cuestionar profundamente las estructuras del sistema. Me refiero —obvio— a cierta narrativa y no a toda. Y claro, la poesía no se vende moralmente porque no sacrifica su razón de ser en función de la publicidad o del éxito. Es el último refugio de la creatividad y de la pureza de los valores fundamentales que garantizan esa libertad humana de la que hablábamos al principio. El resto es literatura.
Desde la década del ochenta resides en Estados Unidos. ¿Cómo miras el exilio?
Hay distintos tipos de exilio. El exilio universal de todo poeta, esté donde esté, es el de la patria primigenia, la infancia, el descubrimiento del lenguaje. Huidobro decía que la poesía es el lenguaje del paraíso, en el sentido que es el lenguaje del mundo recién creado, y eso ocurre en la infancia. Uno es muy creativo a esa edad: inventa palabras, cambia los verbos; eso es lo que deben hacer los poetas toda la vida, descubrir posibilidades. Por qué llamar a esto “botella” cuando podríamos llamarle blablablá. Un niño lo hace con total libertad. Pero la sociedad de a poco nos va disminuyendo, nos va castrando hasta el punto que nos obliga a hablar un lenguaje gramaticalmente correcto, se supone que para entendernos mejor. Cuando los poetas ya son adultos viven otro tipo de exilios, políticos, económicos, intelectuales. Puede funcionar de diferentes maneras: porque un gobierno te bota del país, como era antes, o por la falta de oportunidades, de hostigamiento, el ninguneo, ese deporte que practican los infelices. Y los poetas tienen que irse porque se asfixian. Vallejo hablaba mucho de la risita limeña. Era algo tan frustrante como el hecho de que lo hubieran metido a la cárcel de manera injusta. Esa es la imbecilidad del poderoso. O, peor, del que se cree poderoso, porque en el fondo están tan colonizados como en el siglo XVIII.
Y en el caso de la lengua, ¿qué resulta de ese exilio?
Suele ser un shock. Uno tiene que reconstruir la capacidad de conectarse con el mundo en otra lengua y, hasta cierto punto, eso significa volver a la misma actitud del niño cuando está aprendiendo su lengua materna: estar abierto a múltiples significados, tratar de identificar palabras con objetos que antes tenían otro nombre. Siempre es saludable aprender otra lengua porque uno se pone en otras mentalidades, entiendo cómo apreciar la inmensa riqueza de la mente humana.
¿El efecto de ese shock se manifiesta en la estética del poema?
Muchas veces sí. Hay términos que son difíciles de traducir o no tienen traducción. Tienes que echar mano de las palabras existentes y, a veces, resulta más fácil escribir un término en inglés; eso le puede dar un nivel mayor de penetración en esa realidad inmediata. No tengo ningún problema si es que hace falta escribir un término en inglés, o una construcción sintáctica en inglés, que puede tener una resonancia o un efecto poético también en castellano. Cuantas más lenguas maneje uno, mejor, porque pueden prestarse a una multiplicidad de combinaciones.
Y desde esa perspectiva, ¿cómo enfocar la idea de filiación o distanciamiento de una tradición poética?
Siempre una tradición es permeable. Puedo sentirme parte de una tradición peruana, pero también me siento parte de una tradición poética latina en los EE.UU., y eso no implica traicionar ninguna nacionalidad, al contrario, es enriquecerla. Creo que es bueno no quedarse en una sola tradición, como no es bueno quedarse en un solo país, en una sola práctica cultural. Puede resultar hasta muy aburrido porque terminas repitiendo los mismos hábitos de la provincia. Cuanto más se pueda revolucionar la tradición es mejor para esa misma tradición.
La idea revolucionaria, fuera del poema, parece desmentir el eje rector de que el poeta debe distanciarse del compromiso político para crear.
Pienso que todo compromiso político tiene que partir de una convicción personal. Pero hay que tener mucho cuidado porque eso, en ningún poeta, en ningún escritor, garantiza la calidad literaria. De hecho, muchos poetas revolucionarios son muy malos como poetas. Así como hay extraordinarios poetas que son conservadores o no les interesa el activismo político. Lo ideal para mí es tratar de conjugar las dos cosas. Si eres revolucionario en el lenguaje, ¿por qué no tener una visión revolucionaria de la vida? Entonces ahí entras en un terreno de peligro porque por pensar así te pueden encerrar, reprimir, acusar de terrorista aunque nunca hayas tocado una pistola. Solidarizarte con las causas populares te puede costar muchas cosas en el establishment.
La poesía en sí misma, al no ser un lenguaje cotidiano, supone un alejamiento de la realidad inmediata. Es el acercamiento, a la vez, a otra realidad, la realidad poética. Mal que bien existe, aunque sea en la cabeza de los poetas, pero existe, es imaginable, palpable en el lenguaje. Uno tiene que alejarse de la llamada realidad por esas razones, porque si seguimos repitiendo los mismos esquemas, las mismas retóricas, las mismas visiones, la poesía envejece cada vez más rápido.
¿Es fruto de este alejamiento la utilización de términos cibernéticos o televisivos que parecen restarle el sentido al discurso, como recurso para la poesía?
José Kózer publicó hace meses un artículo en el que esbozaba lo que diferenciaría a la nueva poesía de estirpe neobarroca, de la poesía de hace pocas décadas. Para él, el recurso de la poesía anterior en el mejor de los casos eran la metáfora y la metonimia. Pero con la poesía neobarroca el mejor recurso es el anacoluto, es decir, la interrupción ilógica del discurso, buscando matices sonoros de variedad lógica, la creación de mundos que no son necesariamente coherentes. Por eso, mucho de la sintaxis de autores como Espina, Perlongher, o el propio Kózer, están llenos de estos cambios momentáneos de interrupción discursiva, de ruptura de la sintaxis, que aparentemente junta elementos que no tienen nada que ver entre sí, pero el efecto que te produce ese tipo de construcción es de extrañamiento y, a la vez, de maravillamiento, según lo bien que se haga. No todo discurso ilógico va a ser artístico. El discurso esquizofrénico, que ya tiene una categoría clínica, puede ser muy incoherente, pero eso no es necesariamente poesía. Y la poesía juega con esa idea: lo esquizofrénico, lo arbitrario, lo ‘rupturista’ y sin lógica gramatical; en suma, el asombro ante lo desconocido. Pero hay que tener mucho talento para saber usarlo.
Ahora diriges la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. ¿Qué debería aportar la crítica a países como los nuestros?
Siempre es bueno recordar que la crítica académica altamente especializada y la crítica de los medios masivos son dos cosas muy diferentes. Rara vez encuentras seriedad y profundidad en la crítica mediática y, a veces, en la crítica altamente académica el interés general no es necesariamente el rasgo más importante. La crítica literaria especializada es una disciplina que tiene mucho de científica, sin llegar al grado de verificación que pueden tener las ciencias naturales. Pero el rigor en la documentación, la coherencia en la exposición y las argumentaciones demuestran por qué vale la pena leer tal novela, por qué tales fenómenos culturales son importantes. Para escribir un artículo de ese tono y rigor se necesita mucho estudio, mucho conocimiento de la bibliografía, mucha imaginación también para interpretar cosas que otros críticos no pudieron ver. Eso hace avanzar el conocimiento, enriquece la sabiduría que podemos tener. En el caso latinoamericano, a eso de dedica la revista que yo dirijo, siguiendo los postulados de Antonio Cornejo Polar, el fundador de la RCLL en 1975, que luego pasó a manos de Raúl Bueno, hasta que en 2010 entró a mi cuidado. La misión es seguir promoviendo el debate, dando cabida y difusión a investigaciones valiosas, porque eso hace avanzar intelectual y humanísticamente a las generaciones que vendrán y tomarán la posta. Se trata de un tipo de investigación que no entra en los periódicos, en magazines y revistitas culturales que quieren hacerse pasar como literatura. Lamentablemente, no siempre llega al gran público.
Finalmente, luego de recorrer parte de tu panorama vital, ¿dónde crees que está tu identidad como poeta?
Mi identidad está en la conciencia de que mi quehacer no se ha agotado ni se va a agotar mientras no sienta que haya agotado las posibilidades de usar el lenguaje en función de la visión de la poética del mundo. Eso es algo inherente a cada poeta.
De lo que sí hay que tener cuidado es de que algunos que se creen poetas, en el fondo, lo único que están buscando es reconocimiento. Ahí hay un problema de deficiencia emocional o psicológica que utiliza la poesía como medio de redención. Generalmente, son autores que se olvidan muy rápido.
Porque como decía Cernuda: “A aquel que te enseñara adónde y cómo crece:/ Gracias por la Rosa del mundo./ Para el poeta hallarla es lo bastante/ E inútil el renombre u olvido de su obra”. Es decir, para el poeta, encontrar la Rosa del mundo, que es la poesía en estado puro, debe ser más que suficiente para justificar la vida. Es inútil el renombre o el olvido porque todo eso es accesorio. Pero si el escritor no ha descubierto la Rosa del mundo, de la creatividad, va a ser olvidado, así le den el Nobel. El que es poeta de raza se da cuenta de estas cosas. Hay poetas que son poetas de abrigo, y a veces de abrigos muy pomposos y reconocidos, pero que no la han visto, así de cerca, desnuda y peluda, y que no la van a poder describir ni escribir, así de simple.