martes, 24 de enero de 2012

Los científicos se preguntan qué es exactamente la religión y para qué sirve

La religión está por doquier, pero no es universal, lo cual es un enigma para la gente que intenta explicarla. Las personas religiosas, viendo su omnipresencia (aunque no todo el mundo es religioso, todas las sociedades humanas tienen religiones), sostienen que ello es prueba de que la religión es un auténtico reflejo de la naturaleza subyacente de las cosas. Los escépticos se preguntan por qué, si eso es así, hay tantísimas variedades, desde la Iglesia Católica y la Iglesia Apostólica hasta los “cultos del cargo” de Papúa Nueva Guinea; a cada una de estas confesiones, las explicaciones de las demás les parecen anatema.
Para sistematizar un poco el asunto, los investigadores que participan en un proyecto multinacional llamado Explaining Religion han estado tres años recopilando datos sobre diversos aspectos de la práctica religiosa y los comportamientos morales sobre las que las religiones a menudo afirman tener influencia. La fase de recopilación de datos concluyó a finales de 2010, y se están comenzando a publicar los resultados.

Actualmente, la mayoría de los estudiosos del tema coincidirían en que están aún en la fase de “colección de sellos” con la que a menudo comienza una nueva ciencia; se acumulan hechos sin tener claro cómo encajan entre sí. Pero ya han empezado a surgir algunos patrones. En particular, los científicos del proyecto han estudiado las ideas del justo merecido, de la desaprobación divina y de la naturaleza de un ritual religioso.

Una teoría sobre el origen de la religión es que apuntala la extraordinaria capacidad de colaboración que condujo al ascenso del homo sapiens. Una característica de muchas religiones es la idea de que el mal recibe un castigo divino, y la virtud es recompensada. En otras palabras, los tramposos y los avariciosos se llevan su merecido. Esta creencia promueve un desprendimiento que podría explicar cómo evolucionó la religión. Pero ¿la idea del justo merecido universal es de verdad instintiva, como parece sugerir esta interpretación?

Caminos misteriosos

Para poner a prueba esta hipótesis, Nicolas Baumard (entonces en Oxford, ahora en la Universidad de Pensilvania) usó un ordenador para estudiar la reacción de la gente ante una fábula moral moderna. Los voluntarios del Dr Baumard leían un texto sobre un mendigo que pedía limosna, y un transeúnte que no le daba. En algunos casos, el transeúnte no sólo era tacaño, sino que además insultaba al pobre hombre. En otros, estaba sin un chavo y se disculpaba. En ambos casos, a continuación le ocurría algo desagradable (tropezaba con el cordón del zapato, se caía porque el mendigo le había puesto una zancadilla, era atropellado, etc.)

La pregunta que se le planteaba a cada voluntario era si el segundo acontecimiento estaba causado por el comportamiento del transeúnte hacia el mendigo. La mayoría contestó que no, dando a entender que la causa era el cordón, o el pie del mendigo, o el coche. Pero el Dr Baumard también midió cuánto tiempo dedicaba cada voluntario a reflexionar la respuesta – y resultó que cuando el transeúnte se había comportado mal con el mendigo, el voluntario pasaba un tiempo significativamente superior pensándose la respuesta que cuando se había comportado bien, o cuando el mendigo le había puesto la zancadilla.

La interpretación del Dr Baumard, aunque no la puede demostrar, es que los voluntarios estaban estableciendo efectivamente una conexión mental, durante este tiempo adicional de reflexión, entre las acciones del transeúnte y su subsiguiente destino. En otras palabras, estaban considerando la idea de que se estaba llevando su merecido, propinado por alguna especie de destino universal.

Esta interpretación requerirá que se ponga a prueba mucho más. Pero cuadra bien con un segundo resultado del proyecto, relacionado con la idea de que Dios siempre está observándote.

Para investigar esto, el Dr Baumard formó un equipo con Ryean McKay de la Universidad de Londres y Pierrick Bourrat de la Universidad de Sydney. Juntos, estudiaron si unas pistas sutiles sobre el estar siendo observado tenían algún efecto sobre el comportamiento de la gente.

Está en los ojos

En este caso invitaron a los voluntarios a valorar la aceptabilidad de dos actos: quedarse con el dinero de una cartera perdida y falsificar un currículum. A la mitad de los voluntarios se les dio la tarea escrita en un papel que incluía una imagen de unos ojos. La otra mitad tenía en las instrucciones la imagen de unas flores.

Una vez más, esto no demuestra nada. Unos ojos indagadores no indican un ente sobrenatural, y es bien sabido que a la gente también le pica la conciencia cuando están bajo escrutinio humano. Pero sí es indicación de un proceso mental del que podrían sacar partido las ideas religiosas acerca de un dios omnisciente que nos enjuicia.

Para seguir explorando esta idea, el Dr Baumard se unió a Quentin Atkinson, de la Universidad de Auckland. Entre los dos se pusieron a estudiar el World Values Survey, una encuesta de 87 países que pregunta a los encuestados, entre otras cosas, sobre sus creencias religiosas y la aceptabilidad de una serie de infracciones, desde el tirar basura por la calle hasta el adulterio. La conclusión del análisis del Dr Baumard y el Dr Atkinson es que las personas cuya religión incluye a un dios omnisciente y que juzga (cristianos, musulmanes, etc.) evalúan todas las transgresiones de manera más severa que aquellas personas, como los budistas, cuya religión no responde a ese patrón (los agnósticos y los ateos piensan como los budistas).

Cuestiones de rituales

Las ideas del justo merecido y de la mala conciencia son, en esencia, cuestiones privadas del cerebro de cada uno. Pero hay una tercera idea religiosa, muy pública, que podría promover la cooperación: los rituales compartidos:

Los psicólogos distinguen entre dos tipos de memoria a largo plazo. Una, la memoria semántica, registra cosas que se aprenden conscientemente, sin experiencia directa, por ejemplo las lecciones de historia en la escuela. La otra, la memoria episódica, registra sucesos memorables de la vida de una persona.

Harvey Whitehouse, también de Oxford, piensa que estas formas distintas de memorización corresponden a lo que el ve como dos aspectos distintos de la religiosidad. El modo religioso doctrinal, como le llama al primero de éstos, favorece ritos frecuentes pero no especialmente excitantes, que permiten a la memoria semántica almacenar un gran corpus de enseñanza. Esto explica las oraciones del viernes en el Islam, o la misa diaria de los católicos más entusiastas.

El segundo modo, el modo imaginístico, en la terminología del Dr. Whitehouse, se basa en sucesos infrecuentes pero muy excitantes que quedan grabados en la memoria episódica por su intensidad emocional. Ahora bien, como las profundidades del trauma se rememoran más vívidamente que las cumbres de la euforia, las religiones, según esta teoría, deberían optar por lo primero. Y de hecho es lo que hacen.

Sirve de ejemplo una ceremonia de iniciación pavorosa que se inflinge los jóvenes de la tribu australiana de los Aranda. Primero se los somete a la circuncisión, y luego se los sujeta boca abajo mientras varios de los ancianos de la tribu les dan fuertes mordiscos en el cuero cabelludo y la barbilla, para después rajarles la uretra con una cuchilla de piedra. Es el tipo de experiencia de la que uno no se olvida fácilmente. Además, hace que uno sienta una gran afinidad hacia los otros que han pasado por ahí, y tal vez un cierto desdén hacia los que no; un rito que fomenta la solidaridad como el que más.

Para poner a prueba su hipótesis de que hay dos tipos básicos de rituales, el Dr Whitehouse solicitó la asistencia del Dr. Atkinson. Entre los dos elaboraron una base de datos de 645 rituales de 74 culturas, recurriendo a las Human Relations Data Files, una gran colección de material etnográfico. Evaluaron la frecuencia de cada ritual así como el correspondiente nivel de excitación. Tal como habían predicho, aunque los rituales de bajo nivel de excitación son más comunes, la tendencia es que los comportamientos rituales se aglomeren en los dos extremos del espectro: abundan los muy frecuentes y poco o nada desagradables, así como los muy desagradables que se realizan muy infrecuentemente.

El siguiente paso consiste en ampliar el baúl de datos, en particular añadiendo información histórica a la información contemporánea de la que ya se dispone. Las investigaciones también podrían abarcar rituales no religiosos, desde las novatadas de los militares hasta los himnos que se le cantan a la empresa. Esto supone reunir a antropólogos, arqueólogos, psicólogos evolutivos e historiadores, y peinar 5.000 años de historia recogiendo rituales.

Así pues, aunque Explaining Religion no ha alcanzado en realidad el objetivo bastante ambicioso que da nombre al proyecto, sí ha abierto algunas sendas de investigación prometedoras, y ha dado lugar a lo que la ciencia anhela, a más investigación. Y lo más importante es que ha permitido que la investigación racional entre en un área del comportamiento humano que rara vez se somete a este escrutinio. Ya sólo por eso merece que lo celebremos.

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