La tercera Vía, es una tendencia política que cada día gana mas adeptos, es la pesadilla de los liberales, de los conservadores, de los comunistas, socialistas no actualizados e izquierda radical. Muy interesante artículo, recordemos que el fin de historia, es un utopía de los conservadores y los romanos.
Saludos.
Ensalada Filosófica
Autor: Juan Cruz VIEYRA
No son pocos los que advierten que estamos ante una situación inédita a escala global: hoy en día, entran en juego factores de riesgo e incertidumbre a niveles nunca antes experimentados. Han confluido de manera sumamente paradojal transformaciones económicado como un caso de manual para la muerte lenta. Esto es particularmente grave, ya que han quedado en pie tantos s, políticas y culturales. No estamos ante el fin de la historia, sino ante un contexto sumamente revolucionario para motivar nuevos planteos.
Son aún más aquellos que insisten en que cabe resarcirse de ello en pos de recuperar el papel de la política como condición necesaria de la eficacia de la acción del Estado, para el desempeño de cierta autonomía, que está siendo invadida y capturada por el interés privado. Todo esto implica un redimensionamiento de la esfera pública, una apuesta colectiva de confianza en la ciudadanía como protagonista, una democratización de la democracia.
La Tercera Vía, como es obvio, deriva de tal contexto. Sus postulados fueron estudiados y debatidos con gran interés hace sólo algo más de dos años, sin embargo, actualmente parecen ser nada más que el recuerdo de una campaña política exitosa.
En su momento, estos postulados pretendían, en esencia, una respuesta global a un mundo global. Encarnada en las filas de la Socialdemocracia, y sin perjuicio de enarbolar los principios básicos de la economía capitalista, tras la crisis del Estado de Bienestar y el auge del Neoliberalismo a partir de los '80, la Tercera Vía inglesa se había propuesto armonizar las exigencias del mercado internacional con la resolución de los problemas sociales como prerrequisito básico del ejercicio efectivo de la ciudadanía.
Empero, más allá de la teoría, el desafío –tan vigente ayer como hoy- es cómo generar las condiciones requeridas para la participación ciudadana, teniendo como fin último la profundización del proceso democrático tanto horizontal como verticalmente.
Volviendo al punto, la Tercera Vía aparece como una respuesta a dos filosofías fracasadas: el neoliberalismo y la socialdemocracia.
El tema central, postulado por esta doctrina, es cómo conciliar la política socialdemócrata en la época post-neoliberal, tomando como ejes de análisis la quiebra del “consenso de bienestar” que predominó hasta finales de los años setenta en los países industrializados, el descrédito definitivo del marxismo y los profundos cambios sociales, económicos y tecnológicos que contribuyeron a que esto ocurriera.
La Tercera Vía emerge de la realidad europea, valga decir de los fenómenos interestatales desatados con la caída de la Unión Soviética, lo cual hace necesario distinguir entre dos estadios de la socialdemocracia, movimiento político europeo -perteneciente a la izquierda reformista- que actuó como el indicador de las teorías de la mayoría de los autores que se inscriben en esta doctrina.[1]
Lo más importante a tener en cuenta sobre la socialdemocracia clásica es que ésta promovía el Estado interventor, que tenía la obligación de suministrar bienes públicos que los mercados no pueden dar totalmente, regular la vida social y familiar, etc. Este Estado articulaba a la búsqueda de la igualdad con estrategias de nivelación, que se instrumentaban de muy diversas maneras, según el contexto que se trate. Los críticos de la Tercera Vía señalan que bajo las filas de la socialdemocracia clásica, el Estado de Bienestar no tenía una “actitud global” importante.
En el otro extremo, los rasgos más importantes que distinguen la perspectiva neoliberal son la hostilidad hacia el estado interventor, de gobierno extenso y centralizado, la creencia de que la pretendida superioridad del mercado ocupará los vacíos –considerados positivos- del estado de bienestar, y que la solidaridad social se autogenera en el seno de la sociedad civil, por lo tanto no debe ser impulsada por un agente externo a ella, como es el Estado. En consecuencia, los neoliberales se apoyaron en la premisa de que el Estado de Bienestar destruye el orden civil, mientras que el mercado no sólo lo fomenta, sino que librado a su propia dinámica, lo perfecciona continuamente. Respecto a la desigualdad, entre los modelos neoliberales -el tatcherismo en Inglaterra quizá haya sido el paradigmático- hay una posición clara: la indiferencia, y en el peor de los casos el respaldo, lo cual parece contrastar con el liberalismo clásico, en tanto que éste último no sólo considera la igualdad de oportunidades intrínsecamente buena, sino también necesaria en todo medio social.
Según el sociólogo A. Giddens,[2] actualmente hay tres grandes cambios que están transformando nuestro mundo:
El primero es el impacto de la globalización, acerca de lo cual puede hablarse de la dimensión económica y la financiera. En general, la primera es sólo la continuación de tendencias que llevan mucho tiempo como lo es la regionalización del comercio, pero la dimensión financiera presenta características totalmente nuevas a causa de la revolución de las comunicaciones y la extensión de la tecnología informática.
Es así que la globalización aparece ligada, por un lado, a esta transformación histórica del capitalismo donde predomina una forma específica de capital: el financiero, caracterizado por la velocidad y la imparcialidad de los flujos; y por otro, a la crisis del modelo reformista encarnado tanto por las políticas socialdemócratas como por el Estado Benefactor.
Cabe advertir que cuando se habla de desreglamentación como rasgo de la integración entre países en esta era globalizada, no sólo se está hablando de un proceso económico, sino de una redefinición de las formas de organización social, redefinición por la cual se organizan las relaciones sociales entre los ciudadanos, cuya trama, está siendo atravesada simultáneamente por una tendencia a la unificación y a la exclusión.
También puede hablarse de una globalización política , en este caso se hace referencia principalmente a la corrosión y redefinición de los espacios sociales y políticos, especialmente por la conjunción del fenómeno del auge tecnocrático con el auge del mercado. Las instancias decisorias se han transnacionalizado y concentrado en el mercado en proporciones inauditas, a la vez que la política se ha reducido a meras decisiones técnicas, muchas veces apartada de criterios de cohesión social, solidaridad y participación ciudadana.
De todos modos, puede sugerirse que la globalización coexiste con espacios nacionales en los cuales se realizan la mayor parte de las transacciones económicas, y donde convergen la mayor parte de las demandas sociales y políticas, por lo cual el desarrollo sigue siendo un proceso de transformación donde interactúan el Estado y la sociedad civil.
El segundo gran cambio es la emergencia de la economía sin peso global o desmaterializada. Es un dato interesante que el volumen total de bienes físicos comercializados en el mundo de hoy no ha aumentado, aunque sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con lo que ha dado en llamarse actualmente el valor de la economía global. En gran medida tal fenómeno resulta del intercambio y comercialización de información, sobre lo cual debe recalcarse distintas -aunque conexas- situaciones: por un lado, la velocidad e imprevisibilidad de los flujos económico-financieros, los cuales no sólo están implicando el redimensionamiento de las capacidades de regulación de los Estados en diferentes escalas, sino que también ha creado las condiciones suficientes como para pensar que la calidad ciudadana en el mundo de hoy, depende directamente de la toma de conciencia de que la dinámica fenomenológica esbozada anteriormente, implica la necesidad de estar informado como una de las primeras condiciones de la adecuación ciudadano - contexto, por lo cual el replanteo de las reales posibilidades de acceso a la información viene a ser, en la época actual, uno de los principios legitimadores de la inclusión social de mayor importancia.
Por otra parte, la economía sin peso ha destruido a la antigua clase trabajadora y ha generado el declive de la industria manufacturera producto del impacto de la tecnología de la información en los procesos de producción.
El tercer gran cambio es la influencia decreciente de la tradición, las costumbres y los hábitos en nuestras vidas. Este fenómeno es explicado como el dilema del individualismo, sobre lo cual se arguye que un componente esencial de la socialdemocracia clásica fue la solidaridad social y el colectivismo. Según Giddens, a partir de los años sesenta este componente se ha venido abajo, pues las sociedades se han vuelto más pluralistas culturalmente, dando como resultado una proliferación de diversos estilos de vida.[3]
El mismo autor propone un nuevo individualismo, llamado “institucionalizado” que se asocia a la búsqueda de nuevos medios de conseguir la solidaridad social, dado que actualmente “la cohesión social no puede garantizarse mediante la acción vertical del Estado ni mediante el apego a la tradición”[4], estos medios están relacionados con el equilibrio, postulado desde la Tercera Vía, entre responsabilidades individuales y colectivas.
Características de la Tercera Vía
En primer lugar, una de las cuestiones más debatidas en el ámbito intelectual es su intento de ir más allá del neoliberalismo y la socialdemocracia, lo cual, según Giddens, no implica un renacimiento, una reedición de los valores o estrategias de la izquierda, sino más bien un intento de preservar algunos de estos, viéndose otros virtualmente abandonados o transformados.[5]
Puede entenderse que el programa político de la Tercera Vía comienza por la reforma tanto del Estado como del gobierno, en ésta, sociedad civil y autoridades políticas deberían actuar asociadas para fomentar la renovación y el desarrollo de la comunidad, teniendo en cuenta el criterio de inclusión social y promoviendo los gobiernos transnacionales.
Las reformas que debe impulsar el gobierno, más allá de las diferencias contextuales que presenten diferentes países, están orientadas a: fomentar la descentralización, la cual no debe ser entendida en sentido unidireccional, lo cual equivaldría a debilitar las autoridades centrales del Estado Nación, sino que supone una devolución de poder “hacia abajo”, pero a la vez una mayor atribución “hacia arriba”; aplicar una reforma constitucional dirigida a aumentar el papel de la esfera pública en pos de lograr una mayor transparencia e imparcialidad, dados los altos índices de corrupción de las sociedades modernas; crear administraciones eficientes, evitando dar “soluciones de mercado”, pero aprendiendo de las empresas para tomar decisiones basadas en la eficacia del mercado, dada la desconfianza en la burocratización del gobierno; regir la gestión de riesgo, lo cual implica la regulación del avance científico y tecnológico por las cuestiones éticas que suscita, definir el riesgo desde la Tercera Vía implica básicamente un compromiso público, dado que las decisiones de riesgo deben ser tomadas no sólo por los expertos, sino que deben resultar de un procedimiento deliberativo.
Todas estas reformas se enmarcan en la reconstrucción del Estado del bienestar, pero a diferencia de las políticas neoliberales que sugieren un sistema de seguridad mínimo, éste debe estar basado en una reforma radical que ha de cubrir aspectos como la educación, la formación, la salud, los mercados y los subsidios de desempleo, incluyendo las pensiones, para que el Estado tenga un papel activo, dinámico correspondiente a las necesidades de implicación en una economía global. Lo cual implica que la política no debe estar encaminada ni a reducir las dimensiones del gobierno ni tampoco a proteger al Estado, sino a reestructurarlo en un “Estado social inversor”[6] que requiere un equilibrio entre regulación y desregulación a todos los niveles.
Como última característica, puede esbozarse la idea de tener una actitud diferente hacia la igualdad y la desigualdad, negando la posibilidad de la existencia de una sociedad estable que esté basada puramente en la igualdad de oportunidades, ya que ésta produciría demasiado movimiento hacia abajo, es decir, un sistema con muchos perdedores, y consecuentemente graves divisiones sociales. Además, se correría el peligro de concebir una sociedad basada meramente en la meritocracia, lo cual crearía esencialmente una clase de excluidos, que se autoreconocerían como inferiores, que por otra parte, terminaría en una enorme la desigualdad de resultados, favorecida por la cultura individualista del mercado en que “los ganadores ganan todo”.
Este modelo, según sus defensores, implica una combinación de: meritocracia, igualdad de oportunidades e igualdad de resultados moderadas y apoyadas en la llamada redistribución del ingreso.
¿Usted qué piensa?
* Este artículo fue escrito en torno a una ponencia titulada “Tercera Vía y Democracia. Replanteo del rol de la ciudadanía en el contexto global”, la cual fue presentada en las Jornadas de reflexión académica en Ciencias Sociales “Ciudadanía y calidad democrática”. Universidad de Belgrano, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Malacalza Bernabé y Vieyra Juan Cruz. Octubre de 2000.
[1] Téngase en cuenta aquí que existen otros planteos que se perfilan como alternativos de esta doctrina, que entienden que la política de la renovación socialdemócrata no es el único indicador que convalide una postura de Tercera Vía, entre los cuales están aquellos que sostienen que la Democracia Cristiana europea también ha presentado una reformulación de sus filas –aunque un poco más lento que el de la izquierda- tras el derrumbe soviético, lo cual -teóricamente-, no presenta imposibilidades de enmarcar también a la derecha en un movimiento de “Terceras Vías” . (Véase al respecto a Phillippe Béneton y Wolfgang Shcaube, entre otros)
[2] Giddens, Anthony. “Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas”. Taurus. Buenos Aires, 1999.
[3] Giddens, Anthony. -“La Tercera Vía”. Taurus. Madrid, 1999.
[4] Ibid.
[5] De ser así, Norberto Bobbio, estaría de acuerdo en entender a la Tercera Vía como la opción política de centro llamada “tercero incluyente”, dado que en teoría trata de englobar en una síntesis superadora a dos opuestos.- Bobbio, Norberto. “Derecha e Izquierda”. Taurus. Pag. 57
[6] Giddens, Anthony. “La Tercera Vía”. Taurus. Madrid, 1999. Págs. 119-140