El fin de la filosofía es un anuncio persistente desde la diferenciación profesional de científicos y filósofos. Un conflicto reciente, por más que románticos como Carlo Rovellireivindiquen a Anaximandro como el "primer científico". Es el mismo debate que, en el contexto del empirismo lógico, ya en el siglo XX, hace que Ludwig Wittgenstein enmudezca: "De lo que no se puede hablar, hay que callar" (Tractatus: § 7).
El camino recto para la filosofía de la mente es entregar el campo a los científicos cognitivos y los investigadores de IA. El camino recto para los filósofos de la ética es entregarla primero a los linguistas y los psicólogos del lenguaje para que averiguen qué quieren decir las afirmaciones morales, y de este modo otros científicos (quizás científicos cognitivos) averiguen a qué se refieren las afirmaciones morales dentro del mundo natural. (Y si las afirmaciones morales no pueden referirse a nada del mundo natural, entonces el debate moral debería reconocerse como un debate ficticio). El camino recto para la estética se parece mucho al de la ética. El camino recto para la filosofía del lenguaje es averiguar como entregarse a los linguistas y los científicos de la computación. El camino recto para la epistemología es entregarse a los científicos cognitivos y los investigadores de IA. Y esto ya está ocurriendo.
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