lunes, 9 de noviembre de 2015

Ensayos y transiciones hacia un mundo poscapitalista

ANÁLISIS


Ensayos y transiciones hacia un mundo poscapitalista
François Houtart, sacerdote católico y sociólogo marxista
El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), que ha jugado un papel esencial en las transformaciones sociopolíticas recientes, organiza la VII Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales en Medellín entre el 7 y el 13 de noviembre. Dentro de los invitados principales se encuentran el expresidente brasileño Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, el vicepresidente boliviano Álvaro García Linera y el exmandatario uruguayo José Mujica. Actores de la orientación posneoliberal del continente. América Latina fue el único lugar del mundo donde varios países salieron del neoliberalismo, y por eso vale la pena reflexionar sobre esta experiencia. Ya pasaron más de diez años del establecimiento de esta tendencia, lo que permite tomar cierta distancia. Sin embargo, las dificultades económicas y políticas ponen en peligro a lo que se conoce como ‘modelo posneoliberal’, por razones que afectan a todos los países concernidos, como la caída de los precios de las commodities y otros casos particulares. El pensamiento crítico promovido por la Clacso ha sido eficaz en la deslegitimación del neoliberalismo. ¿Cómo actuará frente a la situación difícil de los países posneoliberales?, ¿utilizando un pensamiento funcionalista para legitimar las políticas actuales o un enfoque crítico para preparar el futuro de una orientación poscapitalista? 
Para entrar en materia, utilizaremos el método de Max Weber de los ‘modelos-tipos’, es decir la descripción de cada una de las orientaciones fundamentales: neoliberal, posneoliberal modernizadora y poscapitalista. Sin duda, la realidad de cada nación es más compleja, porque se inscribe en un proceso histórico específico, pero la gran lógica se encuentra como cuadro general.

La orientación neoliberal

1. Características generales: El neoliberalismo es una fase del capitalismo que, para favorecer el proceso de acumulación, acentúa la privatización de la producción de los bienes y servicios y la liberalización de los intercambios, y reduce el papel del Estado a sus funciones de protección de la propiedad privada y de seguridad.
El capitalismo considera la acumulación del capital como el motor fundamental de la economía y el conjunto de los otros factores (sociales, políticos, culturales) como auxiliares de esta meta. La ley del mercado es universal, tanto geográfica como sectorialmente. Es así como la economía se desenclava de la sociedad e impone sus normas al conjunto social (Karl Polanyi). Hoy en día, el capital financiero domina y orienta, por su lógica específica (especulación), la economía mundial. Robert Reich, antiguo secretario del Trabajo del presidente Carter, escribió para ilustrar este fenómeno, en un libro sobre la Globalización: “Siemens es un banco que también fabrica aparatos electrodomésticos”.
2. Consecuencias estructurales para las sociedades latinoamericanas: Las dos estrategias del capitalismo para garantizar o acelerar el proceso de acumulación son: la concentración de los recursos y de las decisiones y la ignorancia de las externalidades, es decir, lo que no entra en el cálculo del mercado (en el caso, los daños ecológicos y sociales). La concentración se realiza en tres dominios precisos. La tierra, con un verdadero proceso de contrarreforma agraria, en manos de grandes productores o de empresas multinacionales, para desarrollar monocultivos de exportación; el capital que se amplía en varios sectores: finanzas, petróleo, minas, agricultura y, finalmente, la riqueza. Esta última se mide con el índice de Gini (distancia entre los ingresos de los más ricos y de los más pobres), que queda alto y se manifiesta también por el aumento del número y del tamaño de las grandes fortunas.
La ignorancia de las externalidades no pagadas por el capital, sino por las comunidades, los pueblos, los individuos, concierne al ambiente natural y la vida colectiva. En el primer caso se trata de consecuencias muy graves, como la destrucción de la selva amazónica, la contaminación de los suelos, de las aguas, del aire, la desaparición de ecosistemas y de la biodiversidad, la pérdida de la soberanía alimentaria. En el segundo, el desplazamiento de poblaciones, las migraciones hacia las grandes ciudades o el extranjero y la desertificación social del campo son algunas de las consecuencias.
Se pueden ofrecer algunos ejemplos. Los agrocombustibles presentados como energía verde y una solución a corto plazo frente al agotamiento de las energías fósiles, de hecho, en sus procesos de producción dañan considerablemente el medioambiente y provocan la expulsión de millones de campesinos de sus tierras (en Colombia con paramilitares). Se observan así: la concentración de tierras, la destrucción de los bosques y de la biodiversidad, el uso masivo de productos químicos y el uso de energía fósil para procesarlos. Las condiciones de trabajo son generalmente malas y la sumisión de los pequeños campesinos por los contratos crea una total dependencia del capital. La producción de agrocombustibles, como de todos los otros monocultivos, afecta gravemente a la salud de los trabajadores y de las poblaciones vecinas. Finalmente, contribuyen a reforzar la división internacional del trabajo y la reprimarización de la economía latinoamericana.
Otro ejemplo es el extractivismo, que afecta a todos los continentes del Sur. A diferencia de la extracción basada en el valor de uso (utilidad para los seres humanos), el extractivismo corresponde al predominio del valor de cambio, introducido en América Latina con el capitalismo mercantil y la colonización. Para el capitalismo existe un solo valor capaz de contribuir a la acumulación, el valor de cambio (todo debe transformarse en mercancía para ser base de ganancia) y el valor de uso debe ser sometido a ella. De riquezas naturales se pasa a recursos naturales. A eso se junta, hoy en día, el agotamiento de las riquezas naturales, que exige nuevas tecnologías (fragmentación, minas a cielo abierto) que provocan también daños ecológicos considerables y en muchos casos significan una agresión territorial a pueblos indígenas.
Un tercer ejemplo es la selva amazónica. En la lógica neoliberal se trata de un recurso natural, que debe ser explotado según el principio del mercado, sin preocuparse de las externalidades, sino cuando afectan la tasa de ganancia. No hay ningún otro límite a la explotación petrolera, minera, de gas o de madera ni al monocultivo o a los megaproyectos de hidroenergía.
3. Otras consecuencias sociales y culturales: Los países neoliberales estiman que la lucha contra la pobreza es importante, pues amplía la base del mercado. Los países de América Latina desarrollan programas en esta dirección, con un alto grado de éxito. Apoyaron los objetivos del Milenio y siguen las orientaciones del Banco Mundial. La educación debe estar al servicio del mercado, en particular la educación superior, con preferencia para el sector privado. Es en este sentido que se orientan las reformas educacionales. La salud es un sector en el que el Estado debe disminuir su intervención para privilegiar al sector privado. Lo mismo vale para el resto de los servicios públicos que solamente contribuyen a la acumulación del capital si son privatizados. Se reduce así al mínimo el espacio del bien común.
Finalmente, los Tratados de Libre Comercio refuerzan la división internacional del trabajo; el sector agroexportador en detrimento de la agricultura tradicional y con pérdida progresiva de la soberanía alimentaria y los derechos de propiedad intelectual monopolizados por las empresas multinacionales... Los países de América Latina que entran en esta categoría, con grados diferentes, son México, Guatemala, Honduras, Panamá, Colombia, Perú, Paraguay y Chile.
Esta orientación de desarrollo entra en la lógica de la absorción del sobreproducto por mecanismos reales (proletarización), formales (deuda externa, políticas monetarias, concentración del capital) y por despojo (expulsión de tierras). Se trata en el Continente de la aplicación de una lucha de clases a escala mundial en que el capital con sus instituciones legales (FMI, Banco Mundial, BID, OMC) e ilegales (paraísos fiscales) actúa para mantener y ampliar su proceso de acumulación.

La orientación posneoliberal de modernización

El resultado del cambio político en América Latina ha sido la adopción de otra orientación con las particularidades siguientes:
1. Retorno del Estado: La característica principal de una fase posneoliberal del capitalismo es el retorno del Estado como regulador de la economía y redistribuidor de la riqueza. No se trata de una transformación del modelo de acumulación: desde el punto de vista político, permite alianzas entre acumulación capitalista y preocupaciones sociales. Es la era del capitalismo social, y hoy en día verde, que no cambia la lógica fundamental del sistema económico (maximización de la ganancia e ignorancia de las externalidades), sino que alivia, en cierta medida según los países, las consecuencias más penosas. Se realiza por políticas económicas (renegociación de la deuda externa en Ecuador) o sociales (medidas asistencialistas de lucha contra la pobreza que creen clientes pero no actores sociales nuevos) y con mejor acceso a los servicios públicos (salud, educación).
2. Modernización de la sociedad: Se trata al mismo tiempo de hacer salir un país de un ‘retraso’ económico, social y cultural que le impide competir en el mercado mundial y edificar una sociedad de bienestar social que sitúe la nación en una escala aceptable dentro del panorama internacional. La concepción de la modernidad adopta implícitamente y de manera acrítica la idea de un progreso lineal sobre un planeta inagotable, es decir, un concepto desviado por la lógica del capitalismo, como decía Bolívar Echeverría. Es lo que pasó también con los países socialistas europeos y asiáticos.
3. Un capitalismo moderno: El nuevo capitalismo o capitalismo moderno acepta la lucha contra la pobreza, porque crea más consumo, lo que a mediano o largo plazo favorece al mercado. Está a favor de un trabajo formal y de un seguro social, porque estabilizan la mano de obra. Pagar más impuestos no molesta si el Estado asegura un grado suficiente de estabilidad política, que permite el proceso de ganancia. Son gastos razonables para garantizar la reproducción del sistema de acumulación. El capitalismo moderno toma sus distancias frente al capitalismo oligárquico tradicional. Una parte de sus protagonistas hacen parte del sistema político nuevo. Otros hacen parte de la oposición, cuando piensan que este último no asegura una tasa de ganancia suficiente. Mucho depende también de las vinculaciones con el capital monopolista exterior. Sin embargo, en caso de crisis de acumulación, las conquistas sociales son las primeras víctimas (Brasil).
En Argentina, los monocultivos de soja son la expresión del vínculo entre el capital local e internacional. En Brasil el código forestal está redactado a favor de la “agricultura moderna”, es decir los monocultivos (soja, palma, caña). En Bolivia un acuerdo vincula al Gobierno con los propietarios de los terrenos de la Media Luna, para extender la frontera agraria de un millón de hectáreas. En Ecuador, la nueva matriz productiva favorece los monocultivos de exportación a pesar de sus consecuencias ambientales y sociales. En Nicaragua, el capital agrario tradicional se transforma en moderno y entra en los nuevos sectores de acumulación (comercio internacional, etc.).
Al mismo tiempo, el petróleo, el gas, la minería, se desarrollan como fuentes de financiación de las políticas sociales, pero hacen también parte del extractivismo mundial (forma capitalista de la extracción) y dan un nuevo espacio a empresas multinacionales. El sector financiero, el gran comercio, las comunicaciones, los intermediarios con los nuevos inversores (China, Qatar, Arabia Saudita), conocen tasas elevadas de ganancias. La desindustrialización relativa, aun de un país como Brasil, es el resultado de la reprimarización de las economías latinoamericanas, impuesta por el capitalismo como sistema-mundo y apoyado por las instituciones financieras internacionales.
4. Las políticas sociales: El retorno del Estado en varios sectores de los ‘comunes’ se traduce en inversiones públicas importantes: infraestructuras (Ecuador), educación y salud (todos), lucha contra la pobreza, con medidas compensatorias (Brasil, Ecuador, Bolivia), ampliación del seguro social, etc. Como se trata de modernizar una sociedad, la iniciativa viene esencialmente del poder político, que por razones de eficacia tiende a centralizarse, dando al ejecutivo un lugar privilegiado, dejando poco espacio a la participación y concibiendo la comunicación como una explicación de lo que se ha hecho. Los valores de excelencia y de competencia son centrales, también en la reforma del sistema educacional (en el Ecuador: escuelas del milenio y las súper-universidades). La agricultura familiar campesina y la agricultura indígena son marginalizadas, porque son poco productivas (en todos los países). A pesar de las constituciones, la pluriculturalidad y la plurinacionalidad tienen poco espacio. Una clase media ha conocido un aumento importante (entre el 30 % y el 50 % de la población según los países), pero su consumo influye mucho sobre la balanza comercial.
Existen en América Latina varias versiones de este modelo. En Brasil, Lula, sindicalista de la metalurgia, siempre ha tenido dos valores claves: la eficacia y la justicia social. La eficacia en el dominio económico es el capitalismo y la justicia, la redistribución de una parte del producto social a los más pobres. En Ecuador, la nueva matriz productiva, que quiere, con razón, favorecer la producción nacional y reducir las exportaciones, reemplaza progresivamente el concepto inicial del ‘buen vivir’.
Con la crisis que afecta al continente se asiste a un agotamiento del modelo posneoliberal. Es lo que la presidenta Dilma Rouseff afirmó en su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre. En Brasil eso significa claramente el retorno a políticas que satisfacen los mercados. El peligro de una evolución del mismo tipo existe para los otros países posneoliberales de América: Argentina, Uruguay, Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia. En este último país, la existencia de reservas importantes (porque hubo menos inversiones) puede retrasar un poco el proceso. El ejemplo de Grecia muestra que dentro de una lógica que no ha salido del modelo de acumulación capitalista, no hay muchas alternativas a las políticas de austeridad, que hacen pagar a los más vulnerables los efectos de la crisis financiera y económica y permiten al capital reanudar un ciclo de acumulación, en particular con el aporte de inversiones exteriores y nuevos préstamos.
No se trata de negar los logros de los países posneoliberales, sino de saber cómo van a reaccionar frente a una crisis mundial que afecta al proyecto: regresar al neoliberalismo o iniciar transiciones hacia una orientación poscapitalista. ¿Cuál será el aporte de la Conferencia de la Clacso sobre este tema?

Hacia una opción poscapitalista

Esta orientación solo se puede proponer como una meta, porque no tiene realización política, aun si existen muchas iniciativas económicas, sociales y culturales que van en este sentido. Hablaremos de los ensayos en América Latina y después de los principios y aplicaciones posibles.
1. Los ensayos: La Revolución cubana ha sido el resultado de la voluntad de constituir una sociedad poscapitalista, pero con todas las dificultades, los obstáculos y las limitaciones, por una parte del aislamiento en un océano capitalista (y con un embargo) y por otra parte, de un socialismo del siglo XX: concepción acrítica de la modernidad, una división del trabajo interna al mundo socialista (monocultivo del azúcar dentro del Comecom), un socialismo de guerra y últimamente ensayos para salvar los logros socialistas frente a las nuevas relaciones económicas y políticas con un mundo dominado por la ley del mercado. Sin embargo, muchas enseñanzas pueden servir de base a la reflexión.
La Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) se construyó sobre una base de teoría económica opuesta al capitalismo: no sobre la competencia, sino sobre la complementariedad y la solidaridad. Varias aplicaciones concretas resultan de estas primicias. En plan económico, Petrocaribe, con un precio preferencial por los países no productores de petróleo; en el plan social, con la ‘operación milagros’ (curación de los ojos con la técnica medicinal cubana y el apoyo económico venezolano), y en lo cultural con TeleSur. A escala del continente, la experiencia se queda relativamente marginal y muy vulnerable, dependiente en mayor parte de una Venezuela bolivariana.
2. Los pasos de una transición posible: Un paradigma poscapitalista de la vida colectiva sobre el planeta exige una redefinición de sus ejes fundamentales: la relación con la naturaleza (de explotarla a respetarla como fuente de toda vida); la producción de la base material de la vida (privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio); la generalización de los procesos democráticos en las instituciones sociales y políticas y en todas las relaciones sociales (incluidos hombres y mujeres), y el fin de la hegemonía de la cultura occidental para adoptar la interculturalidad.
Podemos dar algunos ejemplos de transiciones hacia un poscapitalismo, que llamamos Socialismo del siglo XXI, el Buen Vivir, el Bien Común de la Humanidad o cualquier nombre, a condición de preocuparse del contenido del concepto.
Transformar la relación con la naturaleza: Se trata de realizar el paso del extractivismo (basado en el valor de cambio) a la extracción (basada en el valor de uso), implicando como primer elemento la aplicación de estrictas leyes sociales y ambientales; una acción a escala de la integración continental, porque un solo país no puede afrontar solo la fuerza de las multinacionales del sector y una legislación internacional para evitar las ‘ventajas comparativas’ de países sin respetar normas sociales y ambientales.
Medidas similares valen para los monocultivos de exportación. Frente a la destrucción de las selvas y bosques, una reforestación masiva con plantas y árboles nativos sería un inicio de cambio, acompañado por la creación de condiciones necesarias para la ampliación de la agricultura familiar campesina e indígena.
Privilegiar el valor de uso: La transición en este sector podría consistir en abolir los paraísos fiscales en la región y nacionalizar las principales instituciones financieras; realizar una reforma agraria integral y popular (como el programa del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra en Brasil); promover el mercado interno, los circuitos cortos y la soberanía alimentaria y luchar contra la reprimarización para promover la economía popular solidaria.
Generalizar los procesos democráticos y la participación: Luchar para erradicar la pobreza por políticas centradas sobre la manera de producir más que sobre el aumento del consumo, construyendo actores sociales y no clientes (políticas de compensación), es una primera propuesta. También se puede ampliar los mecanismos de participación en todos los sectores (la economía, la política, la cultura, el deporte, los sindicatos, las religiones, etc.). Un punto esencial será la descentralización de los Estados desde abajo, y la comunicación y el diálogo como formas de participación.
Promover la interculturalidad: Asegurar la participación de todas las culturas, los saberes, las espiritualidades para la construcción de un paradigma poscapitalista, es un paso indispensable para la construcción de una ética adecuada, de un pensamiento crítico y de valores espirituales capaces de transformar lo cotidiano y de dar un sentido a la vida.
Muchos otros ejemplos de transición a una orientación poscapitalista podrían ser citados, porque ya funcionan a pequeña escala o son realizados por iniciativas y movimientos populares, en varias partes del mundo, prueba de que no se trata de una utopía en el sentido de ‘ilusión’. La nueva etapa consiste en construir los nuevos actores políticos, lo que no será fácil frente a la presión del capitalismo de monopolio y al ritmo de la necesaria transformación de la cultura política. Sin embargo, es una tarea esencial, en que las ciencias políticas y sociales tienen su lugar.

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