Para el filósofo Emilio Lledó, la educación es el máximo bien, porque solo a través de ella se aprende a pensar, a sentir y a ser libre. Una educación instrumental corrompe la mente y lleva a las tres raíces del mal: la ignorancia, el egoísmo y la codicia.
Emilio Lledó es un filósofo español, miembro de la Real Academia Española y excatedrático de las Universidades de Heidelberg y Barcelona, entre otras. Su obra ha traspasado fronteras y cuenta con el valor de haber sido producida por una de las mentes que ha conocido, casi en intimidad, a los grandes pensadores de la historia. En algunas de sus entrevistas se ha referido a las tres raíces del mal, o más bien, de los males contemporáneos.
Lledó es muy crítico de algunos aspectos contemporáneos, como la divinización del dinero, la falta de formación en los líderes y las profundas desigualdades en el mundo. Cuestiona las transformaciones en la educación que vienen desembocando en una transgresión de valores.
Para Emilio Lledó, las tres raíces del mal son la ignorancia, la codicia y el egoísmo. Aunque se trata de vicios que existen desde siempre, en la época actual han cobrado singular importancia y definen buena parte de la conducta individual y social. Veamos lo que piensa al respecto.
“Hace unos días escuchaba a un señor en una tertulia de la radio diciendo que lo único en lo que creía era en la ley de los mercados. ¿Qué ley de mercados? Que estas grandes empresas que han estado engañando, confundiendo, robando, a la gente, sean las que tengan que merecernos confianza es una barbaridad”.-Emilio Lledó-
1. Emilio Lledó y la ignorancia
Emilio Lledó ha señalado que “El ser humano es lo que la educación hace de él”. En este sentido, la educación no sería instrucción, sino un proceso de formación de la conciencia: un camino hacia la libertad/autonomía de pensamiento.
Lo anterior incluye la educación de la sensibilidad, porque en la verdadera educación no solamente se debe cultivar la racionalidad. A juicio de Emilio Lledó, este es el único camino para salvarse de la manipulación y de la agresividad que sobreviene cuando no hay comprensión.
Piensa que la educación basada y medida en exámenes es deformadora. Lo ve como un sistema inquisitorial que ayuda a los miedos y poco a la inteligencia. La verdadera formación debe estar basada en la libertad; si no es así, se corrompe la mente, con el resto de las corrupciones que vienen detrás, como la económica.
Piensa que buena parte de los políticos actuales solo representan a la ignorancia; un desconocimiento similar al que primaría en su electorado. “Se ponen arriba y lo hunden todo”, indica, comenzando por la educación libre y universal.
2. La codicia, una de las tres raíces del mal
Emilio Lledó piensa que la obsesión por el dinero es la gran desgracia de la sociedad actual. Quienes no se lucran pasan por tontos, porque muchos no pueden desligar el bienestar del dinero, aun cuando son dos realidades que solamente tienen un vínculo frágil. De hecho, se puede ser razonablemente feliz sin mucho dinero.
La auténtica riqueza, personal y social, está en la cultura. Esta es la que permite comprender y vivir principios esenciales como la justicia, el bien, la verdad y la belleza. El dinero, en cambio, vuelve miserables a las personas, desata su codicia, corrompe y degenera. El filósofo dice que esto constituye “la vuelta a la caverna en el sentido más siniestro de la palabra”.
Todos los seres humanos, en cambio, tenemos una necesidad esencial de saber, necesidad de cultura. Solo la educación podría saciar ese deseo y permitirnos la construcción de una conciencia crítica que impida la prevalencia de la corrupción en el poder.
La codicia ha llevado a que actualmente estemos en un mundo que espera mucho de la tecnología y de la economía, pero está lleno de personas desesperanzadas. Las leyes del mercado generan desigualdad y eso es detestable. A la vez, alimentan la codicia, lo cual resulta deplorable.
3. El egoísmo
Para Emilio Lledó el mayor de todos los males es la ignorancia, que no es solo intelectual, sino también incluye la sensibilidad. Esto lleva a la tercera de las tres raíces del mal: el egoísmo, ese impulso que lleva a promover o sostener las dictaduras globales o las pequeñas dictaduras personales.
Señala que se ha impuesto una matriz de pensamiento dominada por el pragmatismo, la “practiconería”, le llama. Esto conduce a un utilitarismo burdo que corrompe. Se ve más en las figuras de poder, a quienes califica de “degenerados con todas sus letras”.
Frente al “bienestar”, Lledó opone el “bienser”. Este supone un mínimo de decencia y esta última implica la posibilidad de ver y sentir más allá del dominio estrictamente privado y limitado. En la actualidad no es eso lo pregona la educación, que compara, que pone a unos arriba de otros y sobre esa base instaura una conciencia de exclusión en lugar de motivar la solidaridad. Eso es lo que debe cambiar.
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