En las sociedades occidentales, el amor romántico se suele presentar mediante el tópico de las dos mitades anhelantes que se buscan la una a la otra
En las sociedades occidentales, el amor romántico se suele presentar mediante el tópico de las dos mitades anhelantes que se buscan la una a la otra para hallar su estado prístino y completo. Pocos alcanzan esa dicha, ya que se trata de un mito que se remonta a Platón. En la mitología griega, los amantes perfectos estaban unidos y fueron divididos en dos. El amor, por lo tanto, es el deseo de cada una de esas partes de encontrar a la que ha perdido.
Este mito pervive en la cultura popular, las historias de amor y las comedias románticas, e influye en nuestra identidad social, que en muchos casos está formada por representaciones estereotípicas y programadas de las relaciones. Con frecuencia, de manera menos consciente, seguimos buscando nuestra “media naranja” –el ideal–, pero las tasas de divorcio demuestran que ese ideal no existe.
Con frecuencia seguimos buscando nuestra “media naranja” –el ideal–, pero las tasas de divorcio demuestran que ese ideal no existe
Hoy en día, mucha gente escapa al mundo virtual en su búsqueda de la relación ideal. Las citas por Internet, el flirteo mediante mensajes y el sextingse suelen utilizar como antídoto para la soledad, la falta de intimidad y la dolorosa experiencia de la pérdida. En el ciberespacio podemos ser quienes deseemos y lo que deseemos. Esto nos proporciona placer, pero nos seduce y nos arrastra a lo imaginario, al universo del inconsciente, donde los deseos que ni siquiera sabíamos que teníamos son satisfechos inmediatamente en el mundo virtual.
Es fácil convertirse en adicto a ese mundo porque el amor de la vida real no puede competir con él. A algunas personas les resulta difícil, o incluso imposible, volver a la realidad, como muestran la creciente adicción a Internet y la infidelidad en la Red. Esto puede dar lugar a diversas reacciones emocionales (estrés, desesperación, ira, dolor) y conductuales (peleas, consumo vengativo de pornografía, divorcio, drogodependencia, bulimia o anorexia). La relación entre el estrés, la herida sentimental (las patologías amorosas), y la salud mental (depresión, trastornos obsesivos compulsivos, insomnio) y física (agotamiento) está bien documentada.
Las consecuencias del amor
Las consecuencias a largo plazo no se conocen tan bien, pero nos las podemos imaginar. Sabemos que la calidad de nuestras relaciones y circunstancias sociales puede tener una repercusión profunda en nuestro cerebro.
A algunas personas les resulta difícil, o incluso imposible, volver a la realidad, como muestran la creciente adicción a Internet
Los recientes avances en epigenética–un conjunto de modificaciones de nuestro material genético que cambia la manera en que los genes se activan y desactivan sin alterar los genes en sí– indica que existe una relación entre las experiencias sociales, la expresión de los genes, los cambios neurobiológicos y la variación en la conducta. Un conjunto de pruebas cada vez más extenso explica cómo el entorno social penetra en nuestra mente mediante mecanismos epigenéticos, y cómo estos afectan a nuestra descendencia. En otras palabras, los efectos físicos producidos por las experiencia sociales se pueden transmitir.
Si las emociones, los pensamientos conscientes y las creencias inconscientes efectivamente forman parte de nuestro entorno social e influyen en nuestros genes a través de los mecanismos epigenéticos, ¿cuáles son las posibles consecuencias a largo plazo del mito del amor romántico? Y si los procesos epigenéticos desempeñan un papel importante en los trastornos psiquiátricos, y las patologías amorosas (las heridas sentimentales) pueden traducirse en problemas de salud mental, ¿es posible establecer una relación entre ambos? A falta de estudios de cohorte longitudinales, en los que se observa al mismo grupo de personas durante un largo periodo de tiempo, sencillamente, todavía no lo sabemos.
Lo que sí sabemos es que las ideas construidas socialmente del amor romántico y el matrimonio son parte integrante de nuestro yo
Pero lo que sí sabemos es que las ideas construidas socialmente del amor romántico y el matrimonio son parte integrante de nuestro yo. Empiezan en la primera infancia y se prolongan a lo largo de la adolescencia y la edad adulta. Teclee “amor romántico” en Google y verá lo que sale. Consciente o inconscientemente, desarrollamos expectativas sobre nuestras relaciones amorosas e intentamos hacerlas realidad. Cuando esas ideas son inalcanzables, el estrés no se puede evitar. Y el impacto del estrés en nuestro sistema inmunitario, en nuestro corazón y en nuestra salud mental ha sido sobradamente atestiguado.
Ya es hora de que dejemos de perseguir un amor ficticio. Los actos de amor son tan diversos como las personas que los intercambian. A menudo son prosaicos, pero solícitos. Si acabamos con el mito del amor romántico, podremos empezar a tener expectativas más realistas de las relaciones y, con ello, a vivir unas vidas más sanas y felices.
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