domingo, 30 de julio de 2017
Lo que está pasando NO ES CASUALIDAD: colaboramos al NWO
Puede que te preguntes qué está pasando, por qué los bancos mandan tanto, por qué tanta corrupción, tanta mentira… por qué los programas de televisión son tan bajos, por qué hay tanta violencia en las películas y videojuegos, por qué la educación escolar es mucho peor que hace 40 años….
Pues no es por casualidad.
Lee esto y al final diré qué es y de dónde lo he sacado:
“El objetivo de la investigación económica, (…) es el establecimiento de una economía totalmente previsible, predecible y manipulable.
A fin de alcanzar una economía totalmente predecible, los elementos de las clases inferiores de la sociedad deben ser llevados a un control total, es decir ser puestos a la calle, sometidos al yugo, y asignados a un deber social de largo plazo desde una edad temprana, antes de que tengan una oportunidad de hacerse preguntas o cuestionamientos sobre la propiedad de la materia. Para llegar a tal conformidad, la célula familiar de las clases inferiores debe ser desintegrada por medio de un proceso de aumento de preocupaciones por parte de los padres.
La calidad de la educación dada a las clases inferiores debe ser la más pobre, de manera que la brecha de la ignorancia que aísla las clases inferiores de las clases superiores sea y permanezca incomprensible para las clases inferiores. Con tal discapacidad, incluso los mejores elementos de las clases inferiores tienen poca esperanza de extirparse del lote que les ha sido asignado en la vida. Esta forma de esclavitud es esencial para mantener un cierto nivel de orden social, paz y de tranquilidad para las clases superiores dirigentes.”
(…)
Cuando el gobierno es capaz de colectar o recaudar los impuestos, y de dimensionar la propiedad privada sin justa compensación, es una indicación que el público está maduro para rendirse y consentir su pase a la esclavitud y al sometimiento legal. (…)
Diversión, la primera estrategia
La experiencia ha mostrado que el método más simple para volver eficaz una arma silenciosa es ganar el control del pueblo, por un lado manteniendo al público ignorante de los principios básicos de los sistemas, llevándole siempre a la confusión y desorganización, y manteniéndole distraído con temas sin importancia real, por otro lado.
Esto se obtiene con:
1 descomprometiendo sus mentes y espíritus; saboteando sus actividades mentales; proveyendo programas educativos de baja calidad en matemáticas, lógica, diseño de sistemas y economía, y desmotivando la creatividad.
2 comprometiendo sus emociones, aumentando su egocentrismo y su gusto por las actividades emocionales y físicas:
a) multiplicando sus confrontaciones y ataques emocionales (violación mental y emocional) por medio de un ataque constante de violencia, de guerra, de sexo en los medios de comunicación social - en particular la TV y los periódicos.
b) dándole lo que ellos desean - en exceso - "comida basura" para el espíritu, y privándole de lo que realmente necesitan.
3 Reescribiendo la historia y la ley, y sometiendo al público a distracciones, de manera que sean capaces de desplazar los pensamientos de sus necesidades personales hacia prioridades externas, altamente fabricadas (artificiales).
Esto previene su interés y su posible descubrimiento de las armas silenciosas y de la tecnología del automatismo social.
La regla general es que existe beneficio o ventaja en la confusión, cuanto más grande es la confusión, más grande es el provecho. Así, la mejor aproximación o abordaje es la creación de problemas, para enseguida ofrecer soluciones.
Resumen de la Diversión
Medios de comunicación: Mantener distraída la atención del público adulto, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivándolo con temas sin importancia real.
Enseñanza: Mantener al público ignorante de las verdaderas matemáticas, de la verdadera economía, de la verdadera ley, y de la verdadera historia.
Espectáculos: Mantener el entretenimiento público por debajo del nivel de sexto año de primaria.
Trabajo: Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin tiempo para pensar, hasta volver a la granja con los demás animales.”
(…)
“La primera razón por la cual los ciudadanos de un país crean una estructura política es un deseo subconsciente de perpetuar la relación de dependencia de su infancia. Dicho simplemente, quieren un ángel de la guarda para eliminar todo riesgo en sus vidas, tener un plato de carne sobre la mesa en cada comida, vestir sus cuerpos, acostarlos en la cama cada noche, y decirles que todo irá muy bien cuando despierten a la mañana siguiente.
La demanda del pueblo es increíble, entonces su ángel de la guarda (el político) responde a lo increíble con lo increíble, prometiendo al mundo sin aportar nada. Entonces, ¿quién es el mayor mentiroso? ¿El público o el ángel de la guarda (el político)?
El comportamiento del público es dominado por el miedo, la flojera y la facilidad. Esto es la base del estado de bienestar en tanto que arma estratégica, útil contra un público indigesto.
Acción - Ofensiva
La mayoría de la gente quiere ser capaz de someter y/o de matar a otros seres humanos que molestan o perturban sus vidas cotidianas, pero no quieren afrontar los problemas morales y religiosos que un tal acto de su parte podría generar.
En consecuencia, asignan el trabajo sucio a otros (incluyendo a sus propios hijos) para mantener la sangre alejada de sus manos.
Se extasían cuando unos humanos salvan a los animales, y después se sientan ante una deliciosa hamburguesa, en un bar, y fuera de la vista de los demás. Pero, lo que aún es más hipócrita, pagan impuestos para financiar una asociación de profesionales, de hombres célebres, colectivamente llamados políticos, y después se quejan de corrupción en el gobierno.
Responsabilidad
Una vez más, la mayoría de la gente quiere ser libre para hacer cosas (explorar, etc.) pero tiene miedo de fracasar.
El miedo al fracaso es manifestado por la irresponsabilidad, en particular delegando en otros sus responsabilidades personales ahí donde el éxito es inseguro, o implica obligaciones que la persona no está preparada para aceptar. Quieren la autoridad (raíz etimológica: "auteur"), pero ellos no aceptan ninguna responsabilidad u obligación. En consecuencia, encargan a los políticos para que afronten la realidad en su nombre.
Resumen
El pueblo otorga el mandato a los políticos a fin de que el pueblo pueda:
obtener la seguridad, sin tener que organizarse
obtener acción, sin tener que pensar o reflexionar
infligir el robo, las heridas, y la muerte a otros, sin tener que contemplar la vida o la muerte
evitar asumir la responsabilidad de sus propias intenciones
Da a los políticos el poder de crear y dirigir una máquina de guerra para:
apelar a la supervivencia de la nación/útero.
impedir la yuxtaposición de cualquier cosa sobre la nación/útero
destruir a los enemigos que amenazan la nación/útero
destruir a los ciudadanos de su propio país que no se conforman al respeto de la estabilidad de la nación/útero.
(…)
El político puede finalmente volver a la guerra del equilibrio de las cuentas nacionales, porque en última instancia la guerra es, simplemente, el acto de destruir al acreedor, y los políticos son las estrellas públicamente encargadas de justificar el acto y de mantener su responsabilidad de la sangre lejos de la conciencia del público.
Si las personas se preocuparan realmente de su prójimo, controlarían sus apetitos (avidez, procreación, etc.) para no depender de un crédito o de un sistema de asistencia social.
Puesto que la mayoría del pueblo no ejercerá una tal restricción, sólo hay dos alternativas para controlar el sistema:
Dejar que el pueblo se mate entre sí en la guerra, lo que tendría como único resultado la destrucción total de la vida sobre la tierra.
Tomar el control del mundo por medio de la utilización de "armas silenciosas" económicas, bajo la forma de una "guerra tranquila", y reducir la ductibilidad económica a un nivel seguro, mediante un proceso de esclavitud y genocidio.
Evidentemente, la última opción ha sido seleccionada como mejor opción. Llegados a este punto, queda claro para el lector la razón del absoluto secreto necesario al propósito de las armas silenciosas. El público ordinario rechaza mejorar su propia mentalidad y su fe en el prójimo. Se ha convertido en una horda de bárbaros proliferantes, mejor dicho, una plaga sobre la superficie de la tierra.
No se interesan por la ciencia económica para aprender, porque no han sido capaces de evitar la guerra en detrimento de la moralidad religiosa, y su rechazo, religioso o auto-gratificante, para tratar los problemas planetarios pone la solución de estos problemas fuera de su alcance.
Esto queda a cargo de algunos que realmente quieren pensar y sobrevivir como los más aptos, y resolver los problemas para sí mismos así como para aquellos que son realmente conscientes. De otra manera, la revelación pública de las armas silenciosas destruiría su única esperanza de preservar la semilla del verdadero futuro de la humanidad.”
Estos son fragemntos del documento Armas silenciosas para guerras tranquilas, cuyo texto completo puedes encontrar aquí:
http://www.syti.net/ES/SilentWeapons.html
Este documento está fechado en 1979 y, a raíz de su publicación, Noam Chomsky publicó un libro de idéntico título. http://www.elartedelaestrategia.com/manipulacion_mediatica_noam_chomsky_.html
Este manual se debió entregar a algunos participantes a la reunión del Club Bilderberg de dicho año, reunión que celebraba el 25 aniversario de su existencia, pues la primera tuvo lugar en 1954.
Según dice el documento, en 1979 celebraron el 25º aniversario de la III Guerra Mundial, una guerra contra el pueblo americano.
En 1979, la Elite internacional, pues así se autodenominan los que dirigen este mundo, tenían ya muy claro lo que estamos viviendo ahora.
Cuando nosotros vamos, ellos ya han ido y vuelto tres veces.
Cuanta más gente conozca este texto, más luz llegará a todas partes.
No debemos tener miedo, pues es lo que buscan.
Tampoco debemos salir a la calle, pues es lo que quieren, porque la revolución refuerza el sistema. Después de la Revolución Francesa vino la dictadura de Napoleón, después de la Revolución rusa vino La dictadura soviética. Ninguna manifestación ha logrado ningún cambio. Jamás. Sólo permite reforzar las leyes policiales.
SI a las huelgas, denuncias, acciones concretas y boicot.
SI a la conciencia y la congruencia.
Las manifestaciones sólo sirven para justificar a los sindicatos inútiles y corruptos, para tranquilizar tu conciencia de que estás haciendo algo para cambiar y, a ellos, para mandar antidisturbios, lanzar gases lacrimógenos y reforzar las leyes y prácticas represivas.
Nuestras armas también son silenciosas:
- La huelga, los que pueden, y huelga de brazos caídos si eres policía o trabajas en el sistema controlador
- El boicot al consumo de ciertos productos y grandes corporaciones
- denunciar en los tribunales de guardia o filtrar, si tienes miedo de dar la cara, a los medios, a la prensa, en la red, en la radio, todo lo que sepas de las corrupciones de las que eres testigo en tu trabajo o entorno
- sacar el dinero del banco o meterlo en cajas corporativas (Triodos Bank está en el club de Roma, más de lo mismo)
y sobre todo: la congruencia, no nos podemos quejar de Botín si luego tenemos nuestro dinero invertido en bolsa y una cuenta en el Santander, porque no cobra comisiones. La fortuna de los Bancos se la hemos dado nosotros también.
No nos podemos quejar de la corrupción del departamento, ayuntamiento o empresa si no denunciamos, pues si lo sabemos y no denunciamos, somos cómplices.
Ha llegado el momento,
denunciemos y actuemos
si no, colaboramos con el sistema que decimos querer cambiar.
Nadie dijo que el cambio iba a ser cómodo y fácil.
Y si prefieres seguir como estás, quejarte tomando cañas e ir a una manifestación,pues adelante, pero les das la razón:
“ Una vez más, la mayoría de la gente quiere ser libre para hacer cosas (explorar, etc.) pero tiene miedo de fracasar.”
martes, 25 de julio de 2017
El rol masculino en Japón y los inmigrantes occidentales
El artículo que trataremos en esta entrada captó mi atención no tanto por la experiencia de los extranjeros, sino por lo que ella revela de los roles de género en Japón. “Piensa por un momento en los hombres occidentales atrapados en Japón” fue escrito por Olga Garnova y publicado en el Japan Times. La traducción al español es obra de Simón Blanco y no ha sido avalada por el Japan Times.
Piensa por un momento en los hombres occidentales atrapados en Japón
Olga Garnova
Traducido por Simón Blanco
Hecho polvo: Sebastian, un estudiante de 32 años con varios trabajos a tiempo parcial y 12 años de servicio en las fuerzas armadas alemanas en su Currículum, fue abandonado por su novia japonesa, con la que había estado durante un año, porque según ella “no tenía futuro” en Japón. | OLGA GARNOVA
En Japón existe un dicho muy común: “Ellos lo tienen más fácil —sobre todo los extranjeros. Son hombres en una sociedad patriarcal y muy conservadora, con todos los beneficios que esto conlleva: estatus, dinero, carrera profesional. Además de todo esto, las chicas japonesas suelen verse atraídas por los extranjeros.
“Estos hombres occidentales no necesitan aprender el idioma para adaptarse. Sus novias o esposas japonesas se ocuparán de la mayoría de las cosas por ellos. Sus carreras, especialmente en la enseñanza, no suelen precisar de un conocimiento del japonés. Nunca son objeto de sexismo, abuso o acoso sexual.” ¿Pero, es éste el relato completo?
Jim, un estadounidense cerca de la treintena, solía ser un joven muy apasionado. Se proclamaba comunista —estalinista, incluso. Se involucraba en debates sobre política durante las pausas para fumar o mientras se tomaba una copa. Soñaba con hacer un postgrado, tener una buena trayectoria académica e incluso, algún día, liderar una revolución. Sin embargo, se casó con una mujer japonesa y antes de terminar su graduación ya había tenido hijos. Ella no quiso dejar Japón e insistió en que él tenía que ganar un sueldo estable, así que terminó como profesor de inglés en un lugar apartado, lejos de cualquier universidad importante. “Tan sólo es por un tiempo”, insiste, pero es complicado adivinar si algún día tendrá el dinero o la movilidad para perseguir su sueño.
Japón puede ser el mejor lugar del mundo para algunos, y una trampa para otros. Algunas veces pienso que es mucho más fácil para los hombres occidentales caer en esta trampa que para las mujeres.
La sociedad japonesa puede ser notablemente conservadora en cuanto a roles de género. Mientras que existen muchos comentarios sobre los efectos negativos de imponer roles tradicionales sobre las mujeres, apenas se menciona cuán restrictivos y destructivos son para el bienestar de los varones.
En Japón, los hombres suelen tener sus opciones bastante limitadas. La cultura les exige que sean “hombres de verdad”, lo cual suele significar ser el sustento de la familia, obsesionados con su carrera profesional. El sistema de “un trabajo para toda la vida” que ha dominado la cultura corporativa durante el periodo de postguerra exige total devoción por parte de los empleados. Los ascensos y aumentos de sueldo han sido, y siguen siendo, normalmente basados en lealtad y antigüedad. La empresa debe ser la prioridad número uno del hombre.
¿Cuáles son las implicaciones de esto? Aunque las horas de trabajo se han ido reduciendo durante los últimos años, los japoneses aún dedican más minutos al año a sus trabajos que cualquier trabajador de los países de la OCDE, aunque muchos de esos minutos no sean remunerados. El cuarenta por ciento de los trabajadores dice que regularmente hacen lo que se conoce como “sabisu zangyo”—horas extra no remuneradas—: 16 horas al mes de media. Las conocidas como “burakku kigyo” (compañías negras) pueden requerir más de 100 horas, y sus empleados más jóvenes —aquellos entre 20-30 años— son los peor parados. “Karoshi” —la muerte por exceso de trabajo— es un problema tan importante que el gobierno aprobó una ley el año pasado destinada a evitar las muertes prematuras y las enfermedades causadas por el exceso de trabajo, pionera en este sentido a nivel mundial.
La jungla corporativa japonesa sigue siendo un mundo dominado por hombres —un mundo del que muchas mujeres se descuelgan al casarse y tener hijos, independientemente de su voluntad. Y cuando se trata del matrimonio, el dinero suele convertirse en la principal prioridad. Según una encuesta realizada por OZmall, una web informativa japonesa orientada a las mujeres, el 72 por ciento de las mujeres no estarían dispuestas a casarse con un hombre “sin dinero” —presumiblemente hablando de un caso en el que ambos miembros de la pareja interesada no tuviesen dinero—.
A la vez que dicho pragmatismo puede ser bastante comprensible en una nación que no ha vivido un crecimiento sostenido por más de 20 años, podría verse como un desafío hacia la noción occidental de que el matrimonio es la culminación de una relación romántica. Por ejemplo, los adultos estadounidenses —casados o solteros— eligieron “amor” (93 por ciento), “un compromiso de por vida” (87 por ciento) y “compañerismo” (81 por ciento) como las principales razones para casarse, en lugar de “tener hijos” (59 por ciento) o “estabilidad financiera” (31 por ciento), en una encuesta a nivel nacional conducida por el Pew Research Center en asociación con la revista Time.
Sebastian, un estudiante de 32 años con varios trabajos a tiempo parcial y 12 años de servicio en las fuerzas armadas alemanas en su currículum, descubrió esta desconexión de la forma más dura al ser abandonado por su novia japonesa, con la que había estado durante un año y a la que había propuesto matrimonio, porque según ella “no tenía futuro”. Según ella, su especialización en el idioma japonés no prometía una trayectoria profesional exitosa y, al no hablar inglés de forma nativa, no podría asegurarse un puesto como profesor. “¿Por qué es siempre el dinero lo único a tener en cuenta?” pregunta.
Tal y como se dice en un titular de una columna de Kaori Shoji de este mismo periódico, “el matrimonio tiene poco que ver con el amor”. No es de extrañar que los maridos extranjeros suelan quejarse sobre mujeres japonesas que pasan de ser novias dulces y lindas a ser “shufu” —amas de casa profesionales emocional y físicamente distantes de sus maridos y con una devoción total hacia su hogar y sus hijos—. Los hombres pueden verse apartados a la hora de participar en la educación de sus hijos y otras tareas relacionadas con el hogar, como controlar la economía casera. En lugar de un refugio a salvo de las presiones del trabajo, el matrimonio puede volverse una fuente extra de stress para los hombres.
No es de extrañar que Japón tenga una de las cuotas más altas de suicidio a nivel mundial, 18.5 por cada 100.000 habitantes —alrededor de un 60% más que la media global, 11.4 por cada 100.000—. Al igual que en la mayor parte del resto del mundo (siendo China la excepción más notable), el número de suicidios es mucho mayor entre los hombres que entre las mujeres.
Los hombres japoneses pueden pasarlo mal, pero los extranjeros pueden pasarlo aún peor. A diferencia de los japoneses, educados en una cultura de roles de género estrictos y jornadas de trabajo muy largas, los extranjeros —especialmente occidentales— pueden tener expectativas, ideales y estilos de vida muy diferentes. Por ejemplo, encontrar un equilibrio entre trabajo, familia y tiempo para uno mismo se considera extremadamente importante en las sociedades europea y estadounidense contemporáneas, pero la cultura corporativa japonesa no lo apoya.
Encontrar un trabajo a tiempo completo estable tras la graduación será muy complicado para Sebastián: como extranjero que se aproxima a los cuarenta años, será víctima de una doble discriminación: debido a la edad y a la nacionalidad. Y aún cuando los extranjeros satisfacen todos los “requisitos” para un ascenso —habiendo soportado largas jornadas, “nomikai” (irse de copas tras el trabajo), viajes de negocios y traslados— pueden verse rechazados simplemente por no ser japoneses.
Patrick, un especialista informático estadounidense de 31 años, decidió abandonar la empresa japonesa en la que había estado trabajando debido a que tras todas las horas extra que había dedicado, había topado con una barrera invisible.
“Según mi jefe, tres ascensos eran lo máximo a lo que podía aspirar”, dice. Patrick dice que su jefe alegó explícitamente a su condición de no japonés como un factor para ello. “Pero ellos querían que fuera a trabajar aún teniendo 40 de fiebre. ¡Por supuesto que lo dejé!”. Patrick añade que algunos de sus amigos extranjeros consiguieron llegar más alto en la jerarquía de sus empresas, pero que “no tenían vida”.
Incluso teniendo un sueldo estable, los hombres que no tienen un trabajo estable pueden ser acosados. Jack, un veterano de la marina estadounidense retirado tras 20 años de servicio, recibe una pensión por jubilación anticipada por parte del gobierno estadounidense. De todos modos, sus suegros japoneses lo ven como una sanguijuela: su mujer trabaja mientras él está estudiando.
“¡Ellos no entienden!” dice, enfurecido. “Me he pasado 20 años en la marina trabajando cada p— día. Estoy cansado de explicar por qué me pagan.”
Otro problema enorme es la integración. De acuerdo con Nana Oishi, una investigadora especializada en emigración y estudios japoneses, la mayor barrera en el trabajo para extranjeros no es el idioma. En su estudio, que recoge entrevistas con trabajadores no japoneses del país, “varios encuestados expresaron frustración ya que sus compañeros japoneses no se comunicaban lo suficiente con ellos o los demás compañeros”.
Un conocido mío, John —que domina el idioma japonés— se mostró exasperado cuando, después de tres semanas en un nuevo empleo y sin entrenamiento o ayuda por parte de sus compañeros de trabajo, se le pidió que completase un proyecto.
“¡Esperaban que supiera como hacerlo perfectamente sin explicarme nada!” se queja. Al final, John tuvo que contactar con la dirección de la empresa al otro lado del océano para pedir ayuda con su integración en el entorno laboral.
La integración fuera del lugar de trabajo también suele ser un reto, especialmente para hombres de los que se espera que trabajen a tiempo completo, ser el principal proveedor de la familia y, por lo tanto, suelen encontrarse con menos oportunidades que las mujeres para implicarse en actividades sociales y crear amistades con otros japoneses. Establecer relaciones personales con la población local es una parte esencial del proceso de ajuste a un nuevo país, pero la sociedad japonesa es conocida por su poca movilidad en cuanto a relaciones, o dicho de otro modo, la gente tiene pocas oportunidades para formar nuevas relaciones y terminar con las anteriores. Es también una sociedad colectivista, y por consiguiente es difícil para los extranjeros entrar en grupos sociales y círculos ya existentes. Casi siempre es necesario pertenecer a algún grupo social para establecer y mantener amistades con los japoneses.
A pesar de todas las dificultades, parece que contraer matrimonio con una japonesa es relativamente fácil para un extranjero. Y mientras esas mujeres suelen ser las menos tradicionales —y las más proclives a evitar la temida transformación en una “shufu”— la comunicación intercultural siempre alberga la potencial falta de entendimiento y afrentas involuntarias. Las expectativas de la pareja en cuanto a matrimonio y familia pueden no ser compatibles. Esta situación puede resultar en bajos niveles de confort a nivel psicológico y malestar en general, ya que la familia es uno de los pilares para mantener una estabilidad emocional.
Nihonjinron —la idea, prácticamente desacreditada pero todavía persistente, de que la sociedad japonesa es especialmente homogénea y única— puede también complicar la situación. A pesar de que es difícil encontrarse con un racismo explícito, la discriminación puede verse camuflada en forma de preguntas educadas relacionadas con el país natal del extranjero, su raza, la fecha de llegada y salida del país, elogios hacia su habilidad con el idioma o el uso de palillos, e incluso explicaciones fuera de lugar sobre cultura, comida, tradición, etc. Estas palabras pueden parecer inocentes, pero también pueden conllevar mensajes muy directos de exclusión e inferioridad.
Estudios sobre asimilación cultural conectan la discriminación percibida y experimentada, las formas sutiles de racismo como las “microagresiones” raciales, con problemas mentales y físicos. Los afectados pueden experimentar ansiedad, stress, furia, frustración, impotencia, síntomas psicosomáticos y problemas académicos y laborales. Todo esto lleva a un menor grado de satisfacción vital.
Por supuesto, las mujeres extranjeras también son sometidas a largas jornadas, discriminación, microagresiones y problemas relacionados con estos fenómenos. De todos modos, existen estudios que han comprobado que las mujeres son más capaces de reconocer y expresar emociones, y por consiguiente piden ayuda con más frecuencia. También suelen tener un mejor acceso al apoyo emocional, que suele ser ofrecido predominantemente por grupos sociales compuestos por mujeres. Hay mucha información escrita y hablada sobre mujeres. Existe una industria únicamente dedicada a lidiar con los efectos del sexismo, la misoginia y otros problemas específicos contra la mujer. Una mujer sabe que no está sola; un hombre no.
Los hombres están atrapados en la mentalidad de “los hombres no lloran”. Se les disuade de expresar cualquier malestar y prefieren mantener sus emociones y estrés para sí mismos. Debido a ello se embarcan en conductas autodestructivas como el alcoholismo, el tabaquismo o la promiscuidad.
Y así llegamos al concepto de los “fiesteros” (“party boys”). ¿Cuántos son puramente hedonistas, vendiendo sus almas por algo de diversión? Existe una forma de depresión que ha sido reconocida recientemente por algunos psicólogos llamada “depresión enmascarada”. Psicólogos clínicos expresan la teoría de que los hombres son más susceptibles de sufrir esta variante que la tradicional “tristeza”. Estar constantemente de fiesta puede ser una de las formas en las que este tipo de depresión se manifiesta, siendo toda esta “diversión” un modo de ocultar su baja autoestima y la tristeza que están sufriendo.
Después de leer esto, las perspectivas para los occidentales pueden parecer desalentadoras, pero los extranjeros —y especialmente los hombres— no tienen por qué estar condenados a una existencia miserable en Japón. Hay ejemplos de inmigrantes que han podido adaptarse y viven una vida feliz. ¿Cuál es su secreto?
Tener compañeros de trabajo y amigos que no sean japoneses ayuda bastante. No sólo puedes hablar en tu lengua materna, sino que los patrones de comunicación, expectativas y niveles de sinceridad suelen ser bastante similares, y por lo tanto suele ser más sencillo construir y mantener relaciones. El hecho de que todos los extranjeros estén “en el mismo barco” es una buena forma de romper el hielo.
Pero quizá lo más importante es admitir y aceptar por completo que nunca podremos adaptarnos totalmente a la sociedad japonesa. Nunca podremos volvernos japoneses, y esto no es necesariamente malo. Ken Seeroi, el autor del popular blog “Regla del 7 japonesa” escribe: “Da la impresión de que puedes pasarte la vida tratando de probar que eres tan bueno como el peor de los japoneses, o dejarlo de lado y simplemente ser un `extranjero´”
Aceptar tu condición de no-japonés, ser simplemente tú mismo, explotar el “gaijin power” que te ofrece tu condición de forastero y simplemente disfrutar del día a día son la mejor manera de evitar la trampa de la soledad y la tristeza.
lunes, 24 de julio de 2017
Jorge Ilegal: «En las más oscuras profundidades del yo están las canciones más crudas y bellas»
Jorge Ilegal: «En las más oscuras profundidades del yo están las canciones más crudas y bellas»
El afilado rockero concede una larga entrevista a ABC por el estreno de «Mi vida entre las hormigas», un documental sobre su espigada figura tras 35 años de canciones descarnadas
Se le nota enflaquecido, con la calavera más demacrada que jamás le hayamos visto, y, con todo, conserva una robustez y un verdor envidiable a sus 62 años. Jorge Ilegal sigue en sus trece, sigue «espiando los juegos de los niños» desde la atalaya del vivir a su manera. Aunque, por descontado, en el recreo también ocurren pesadillas. Pero como posee genética guerrera, no piensa dejarse doblegar ni por el mismo tiempo. Y, ni mucho menos, por la lluvia que ha provocado la suspensión de su concierto en una olvidada tarde de julio en Getafe.
Tras 35 años cantando canciones descarnadas, el líder de Ilegales acaba de ser objeto de un documental sobre su espigada figura, «Mi vida entre las hormigas». Bajo la lupa de los directores, Chema Veiga y Juan Moya, Jorge Martínez no aparece como el insecto aterrador que fantasea con aparentar sino como un tipo lúcido, de proverbial verbo punzante y que en el casino de la vida ha apostado todo por el negro del rock & roll, con el pesado macuto que conlleva.
ABC ha charlado con el músico sobre varios de los temas tratados en la película: desde su participación en los noventa en la tertulia gritona de «Moros y cristianos» hasta la visión miope del mapa musical durante la Movida madrileña. O de su fascinación por las resacas, su supuesta inadaptación social, el Nobel a Dylan... y también sobre cuál será su legado. Por supuestísimo, ha caído pregunta sobre el trap.
- Le llaman vampiro porque se niega a envejecer.
- Últimamente he estado chungo, tengo la cara que parece una máscara de miles de años. Pero sí, hasta hace poco no envejecía. Soy un tipo fuerte, incluso en una edad avanzada. Mi padre murió con 99 años y a los 94 era un hombre fuerte y totalmente independiente. Hay que negarse a envejecer. A ver, envejecer probablemente no sea del todo malo, lo digo en el sentido de perder facultades. Hay que resistirse a la pérdida de facultades. La manera es usar todo constantemente, que no se oxide nada. Lo uso todo.
- Ahora prefiere componer sobrio, ergo ¿antes prefería hacerlo ebrio?
- A temporadas. Hay momentos en los que un punto de alcoholemia te abre las puertas a otras realidades, te sirve de llave. O cualquier droga. Aunque le he perdido el gusto a las drogas, no me gustan. Supongo que ese es un síntoma de vejez. Las resacas, por ejemplo, son muy valiosas, hay que saber explotarlas porque es el momento para hacer autocrítica. Es muy interesante la resaca.
- ¿Ha notado merma en su discurrir mental por los excesos?
- No. Desgraciadamente este puede ser un mal consejo. Ahora se ha descubierto que el cerebro se va ampliando, y que se siguen reproduciendo las neuronas. Creo que puedo hacer cosas que antes no podía hacer. Y con la guitarra también. Probablemente tengan que ver con una actividad cerebral antes que con una actividad mecánica, porque mecánicamente debería estar perdiendo facultades. Sin embargo, puedo hacer cosas ahora que antes me resultaban imposibles. De hecho, «Mi vida entre las hormigas» (la última que ha escrito) es probablemente mi canción más literaria de todas. Aquí sí influye el hecho cultural. Esto me pasa por haber leído a todos los autores satíricos romanos, vaya majaras, y a Whitman, a Nietzsche, a Schopenhauer, pero, sobre todo, se nota que todo está erosionado por la lectura atenta de «Las mil y una noches» y otras lecturas orientales. Ahí sí que se nota que la cultura se transpira con facilidad.
- ¿Cómo es un día rutinario en su vida?
- No tengo días rutinarios. La repetición es nefasta para que la vida sea digna de ser vivida. Me levanto depende de qué día a una hora. Depende del plan, si es que hay plan, y voy mirando. A veces puede haber varios planes alternativos. Hay que hacer cosas, dejar la vida pasar es un crimen. Y lo que tengas ganas de hacer es lo que mejor vas a hacer. Es mucho mejor hacer lo que te dé la gana porque lo vas a hacer de puta madre.
- ¿Qué entiende por envejecer mal en el rock?
- Eso le pasa a los artistas de moda. El problema es alcanzar un grado de popularidad muy alto porque se te contrasta con otra época. Y mucha gente pierde facultades. Pero el rock no debería envejecer en absoluto, porque es muy totalitario, sobre todo el punk rock, que está conectado con cosas primitivas como la actitud que tenían la gente que hacía sátira en la antigua Grecia o Roma. Marcial, Juvenal, etc. Ellos no han envejecido en absoluto. Es que ves las sátiras de Juvenal ahora, o a Virgilio o a Catulo, que tienen miles de años, y suenan actuales. Incluso muy duras. Virgilio es lo más punk. Le expulsaron de Roma. Le advirtieron varias veces y le acabaron desterrando por tocahuevos, por pervertidor de la moral. Todos, queramos o no, hemos bebido de Juvenal o Marcial, que te lo vas a encontrar en Quevedo, por ejemplo. Te los vas encontrando constantemente. Es lo que decía de las canciones, las que no son perecederas son las que están profundamente arraigadas en la naturaleza humana.
- Hablando de Dylan... ¿Para cuándo un Cervantes a Jorge Martínez?
- Esta gente es mucho más retrógrada que los del Nobel, que mira que están anticuados. A mí no me gusta nada como escribe Dylan. Cambió muchas cosas, como ese hecho de que proyectase los derechos civiles sobre la canción popular. Porque lo que decían los Beatles eran, francamente, gilipolleces. Un día tuve que cantar una canción de los Beatles y, al traducirles, me dije: «Yo no canto esta mierda. Es horrible». En cambio, las canciones de Dylan las puedes traducir y muchas pueden sonrojarte, pero no todas. Creo que eran mejores Jerry Leiber y Mike Stoner. Y muchos bluesmen eran también mejores letristas que Dylan. Dylan recogió un poco toda esa historia de Jimmie Rodgers y Woody Guthrie, pero no le daría el Premio Nobel.
- ¿Le pareció mal incluso?
- No, me pareció que se le ha dado a toda una generación que luchó por unos derechos civiles. La medalla no era solo para Dylan, así que no se tenía que haber hecho tanto la estrecha para recogerlo. Pero ya sabemos de qué va este, desde el accidente quedó gilipollas.
- En cualquier caso, ¿en España se podría conceder un premio así?
- No sé... Los Panero sí son gente que lo podría recibir. A mí me interesan. Pero tendría que pensármelo más.
- ¿Se ha levantado en medio de la noche a apuntar algo para una canción?
- Hay que levantarse a cualquier hora, hay que ser diligente. Me he ido de en medio de fiestas, con un planazo tremendo, y me han llamado gilipollas y de todo. Una vez en una tienda tenían todas las Fender Jaguar y todas las Fender Jazzmaster con los colores de los años sesenta recién reeditadas. Entré en la tienda y dije: «Ponme esta. Y ponme esa otra». Salí de allí con una en cada mano. Y yéndome volví a la tienda y dije: «Las quiero todas». «¿Cómo que todas, estás seguro?». «Sí, con la tarjeta». «Bueno, ¿te llevo a casa?», me dijo. Y yendo... «Para, que tengo una canción». «¿Que te vas a parar aquí?». «Sí, me voy a parar aquí a hacer una canción». El tío pensó que estaba grillado. Pero si no paras, no tienes la canción.
- ¿Cree que la policía de internet admitiría algunas de sus letras si se publicaran ahora? ¿Hay exceso de indignación?
- La principal culpa la tenemos los artistas con ese afán de ser políticamente correctos. Se intenta caer bien a todo el mundo no diciendo nada ofensivo y las fronteras de la libertad cada día son más pequeñas. Se constriñen, se van cerrando. Lo que tenemos que hacer es transgredir, incluso transgredir con gilipolleces, para que cada vez se hagan más amplias esas fronteras de libertad. Fíjate la tontería que era el destape en su momento, pero ensanchó la libertad. Cuando empezó aquello ya estábamos hartos de montar orgías y de ver culos, tetas y de todo, pero para generaciones anteriores o para personas que vivían en lugares más restringidos o con menos aire, o aire enrarecido, eso fue liberador.
- ¿Qué consejo, solo uno, le daría a alguien que acaba de formar un grupo o a componer?
- Le aconsejaría ir a la fuente más peligrosa. Lo que habla la canción de «Soy un macarra». Eso de mirarse en el espejo, ese ejercicio tan peligroso. Le aconsejaría ir a las más oscuras profundidades del yo, que es un sitio realmente peligroso, pero en el que están las canciones más crudas y más bellas. Y más valiosas. Ese es el sitio donde están las mejores. Ahora... hay que atreverse porque no está exento de peligros.
Se le nota enflaquecido, con la calavera más demacrada que jamás le hayamos visto, y, con todo, conserva una robustez y un verdor envidiable a sus 62 años. Jorge Ilegal sigue en sus trece, sigue «espiando los juegos de los niños» desde la atalaya del vivir a su manera. Aunque, por descontado, en el recreo también ocurren pesadillas. Pero como posee genética guerrera, no piensa dejarse doblegar ni por el mismo tiempo. Y, ni mucho menos, por la lluvia que ha provocado la suspensión de su concierto en una olvidada tarde de julio en Getafe.
Tras 35 años cantando canciones descarnadas, el líder de Ilegales acaba de ser objeto de un documental sobre su espigada figura, «Mi vida entre las hormigas». Bajo la lupa de los directores, Chema Veiga y Juan Moya, Jorge Martínez no aparece como el insecto aterrador que fantasea con aparentar sino como un tipo lúcido, de proverbial verbo punzante y que en el casino de la vida ha apostado todo por el negro del rock & roll, con el pesado macuto que conlleva.
ABC ha charlado con el músico sobre varios de los temas tratados en la película: desde su participación en los noventa en la tertulia gritona de «Moros y cristianos» hasta la visión miope del mapa musical durante la Movida madrileña. O de su fascinación por las resacas, su supuesta inadaptación social, el Nobel a Dylan... y también sobre cuál será su legado. Por supuestísimo, ha caído pregunta sobre el trap.
- Le llaman vampiro porque se niega a envejecer.
- Últimamente he estado chungo, tengo la cara que parece una máscara de miles de años. Pero sí, hasta hace poco no envejecía. Soy un tipo fuerte, incluso en una edad avanzada. Mi padre murió con 99 años y a los 94 era un hombre fuerte y totalmente independiente. Hay que negarse a envejecer. A ver, envejecer probablemente no sea del todo malo, lo digo en el sentido de perder facultades. Hay que resistirse a la pérdida de facultades. La manera es usar todo constantemente, que no se oxide nada. Lo uso todo.
- Ahora prefiere componer sobrio, ergo ¿antes prefería hacerlo ebrio?
- A temporadas. Hay momentos en los que un punto de alcoholemia te abre las puertas a otras realidades, te sirve de llave. O cualquier droga. Aunque le he perdido el gusto a las drogas, no me gustan. Supongo que ese es un síntoma de vejez. Las resacas, por ejemplo, son muy valiosas, hay que saber explotarlas porque es el momento para hacer autocrítica. Es muy interesante la resaca.
- ¿Ha notado merma en su discurrir mental por los excesos?
- No. Desgraciadamente este puede ser un mal consejo. Ahora se ha descubierto que el cerebro se va ampliando, y que se siguen reproduciendo las neuronas. Creo que puedo hacer cosas que antes no podía hacer. Y con la guitarra también. Probablemente tengan que ver con una actividad cerebral antes que con una actividad mecánica, porque mecánicamente debería estar perdiendo facultades. Sin embargo, puedo hacer cosas ahora que antes me resultaban imposibles. De hecho, «Mi vida entre las hormigas» (la última que ha escrito) es probablemente mi canción más literaria de todas. Aquí sí influye el hecho cultural. Esto me pasa por haber leído a todos los autores satíricos romanos, vaya majaras, y a Whitman, a Nietzsche, a Schopenhauer, pero, sobre todo, se nota que todo está erosionado por la lectura atenta de «Las mil y una noches» y otras lecturas orientales. Ahí sí que se nota que la cultura se transpira con facilidad.
- ¿Cómo es un día rutinario en su vida?
- No tengo días rutinarios. La repetición es nefasta para que la vida sea digna de ser vivida. Me levanto depende de qué día a una hora. Depende del plan, si es que hay plan, y voy mirando. A veces puede haber varios planes alternativos. Hay que hacer cosas, dejar la vida pasar es un crimen. Y lo que tengas ganas de hacer es lo que mejor vas a hacer. Es mucho mejor hacer lo que te dé la gana porque lo vas a hacer de puta madre.
- ¿Qué entiende por envejecer mal en el rock?
- Eso le pasa a los artistas de moda. El problema es alcanzar un grado de popularidad muy alto porque se te contrasta con otra época. Y mucha gente pierde facultades. Pero el rock no debería envejecer en absoluto, porque es muy totalitario, sobre todo el punk rock, que está conectado con cosas primitivas como la actitud que tenían la gente que hacía sátira en la antigua Grecia o Roma. Marcial, Juvenal, etc. Ellos no han envejecido en absoluto. Es que ves las sátiras de Juvenal ahora, o a Virgilio o a Catulo, que tienen miles de años, y suenan actuales. Incluso muy duras. Virgilio es lo más punk. Le expulsaron de Roma. Le advirtieron varias veces y le acabaron desterrando por tocahuevos, por pervertidor de la moral. Todos, queramos o no, hemos bebido de Juvenal o Marcial, que te lo vas a encontrar en Quevedo, por ejemplo. Te los vas encontrando constantemente. Es lo que decía de las canciones, las que no son perecederas son las que están profundamente arraigadas en la naturaleza humana.
- Hablando de Dylan... ¿Para cuándo un Cervantes a Jorge Martínez?
- Esta gente es mucho más retrógrada que los del Nobel, que mira que están anticuados. A mí no me gusta nada como escribe Dylan. Cambió muchas cosas, como ese hecho de que proyectase los derechos civiles sobre la canción popular. Porque lo que decían los Beatles eran, francamente, gilipolleces. Un día tuve que cantar una canción de los Beatles y, al traducirles, me dije: «Yo no canto esta mierda. Es horrible». En cambio, las canciones de Dylan las puedes traducir y muchas pueden sonrojarte, pero no todas. Creo que eran mejores Jerry Leiber y Mike Stoner. Y muchos bluesmen eran también mejores letristas que Dylan. Dylan recogió un poco toda esa historia de Jimmie Rodgers y Woody Guthrie, pero no le daría el Premio Nobel.
- ¿Le pareció mal incluso?
- No, me pareció que se le ha dado a toda una generación que luchó por unos derechos civiles. La medalla no era solo para Dylan, así que no se tenía que haber hecho tanto la estrecha para recogerlo. Pero ya sabemos de qué va este, desde el accidente quedó gilipollas.
- En cualquier caso, ¿en España se podría conceder un premio así?
- No sé... Los Panero sí son gente que lo podría recibir. A mí me interesan. Pero tendría que pensármelo más.
- ¿Se ha levantado en medio de la noche a apuntar algo para una canción?
- Hay que levantarse a cualquier hora, hay que ser diligente. Me he ido de en medio de fiestas, con un planazo tremendo, y me han llamado gilipollas y de todo. Una vez en una tienda tenían todas las Fender Jaguar y todas las Fender Jazzmaster con los colores de los años sesenta recién reeditadas. Entré en la tienda y dije: «Ponme esta. Y ponme esa otra». Salí de allí con una en cada mano. Y yéndome volví a la tienda y dije: «Las quiero todas». «¿Cómo que todas, estás seguro?». «Sí, con la tarjeta». «Bueno, ¿te llevo a casa?», me dijo. Y yendo... «Para, que tengo una canción». «¿Que te vas a parar aquí?». «Sí, me voy a parar aquí a hacer una canción». El tío pensó que estaba grillado. Pero si no paras, no tienes la canción.
- ¿Cree que la policía de internet admitiría algunas de sus letras si se publicaran ahora? ¿Hay exceso de indignación?
- La principal culpa la tenemos los artistas con ese afán de ser políticamente correctos. Se intenta caer bien a todo el mundo no diciendo nada ofensivo y las fronteras de la libertad cada día son más pequeñas. Se constriñen, se van cerrando. Lo que tenemos que hacer es transgredir, incluso transgredir con gilipolleces, para que cada vez se hagan más amplias esas fronteras de libertad. Fíjate la tontería que era el destape en su momento, pero ensanchó la libertad. Cuando empezó aquello ya estábamos hartos de montar orgías y de ver culos, tetas y de todo, pero para generaciones anteriores o para personas que vivían en lugares más restringidos o con menos aire, o aire enrarecido, eso fue liberador.
- ¿Qué consejo, solo uno, le daría a alguien que acaba de formar un grupo o a componer?
- Le aconsejaría ir a la fuente más peligrosa. Lo que habla la canción de «Soy un macarra». Eso de mirarse en el espejo, ese ejercicio tan peligroso. Le aconsejaría ir a las más oscuras profundidades del yo, que es un sitio realmente peligroso, pero en el que están las canciones más crudas y más bellas. Y más valiosas. Ese es el sitio donde están las mejores. Ahora... hay que atreverse porque no está exento de peligros.
De Alaska a Yung Beef
- Se dice que los 80 no solo eran los colorines de La Movida. Igor Paskual os define como «carpe diem desesperado». ¿Esa desesperación es lo que os diferencia de La Movida?
- La Movida es el fruto de una visión miope. La gente que estaba en Madrid, los críticos, solo se fijan en lo que estaba pasando en Madrid porque carecían de la capacidad de moverse. Probablemente porque estaban adscritos a la tierra, como los ciervos, y no podían ver lo que pasaba más allá. Mi profesión era diferente: yo soy músico. Y mi profesión era itinerante. Sabía lo que pasaba en el País Vasco, que se estaba gestando el Rock Radikal Vasco. Sabía que en Galicia estaban haciendo un rock de broma, con esa socarronería muy gallega. Sabía que en Cataluña el Rock Layetano estaba ahogando a todos los grupos mods y rockers, aunque había cosas. Sabía que en Levante había música para maricones de fin de semana. Conocía que la independencia había empezado en León, con Los Cardiacos, un grupo nuevaolero y con unas pintas... el aspecto físico era muy epatante. La zona centro estaba exhausta. Andalucía estaba exhausta completamente. ¿Por qué razón? Porque habían contribuido muy fuerte al rock andaluz, con Triana, Alameda, incluso los Medina Azahara estos... Esa era la realidad, una realidad amplia. Pero se veía de una forma miope, solo desde Madrid. Nosotros no éramos Movida, estábamos conectados. Pero luego, al ver que lo de La Movida se agotaba tan rápido, que no tenía carne, que no tenía nada, empezaron a absorber todo lo de la periferia. Empezaron a fagocitarlo todo con una voracidad tremenda. Nosotros estábamos al margen de todo el mundo, vivíamos de otra manera. Era verdad lo que hacíamos, reflejaba la forma de vida que teníamos. Veníamos de un medio muy violento. Yo venía de la facultad de Derecho, que era más violenta que el barrio de yonkis más violento. Allí sí había armas de fuego a diario, en la facultad de Derecho de Oviedo. A mí me apuntaron una vez con un arma. Como era un descerebrado en ese momento... Venía del ejercito y estaba desesperado en aquel momento, no tenía nada que perder. E hice frente a la situación con gran solvencia. Tenías que hacerlo si querías salir adelante. Todo eso se juntó con lo que llamaron reconversión, que simplemente es un eufemismo, antiguo pero eufemismo, que significa destrozar todo el tejido industrial, arrasar. Todo en la zona norte, una zona conflictiva tanto para las izquierdas como para las derechas. Porque fue elPSOE el que acabó con los astilleros, por el método de meter en la cárcel a todos los dirigentes. Le ponían una querella y conseguían meterlo, y luego otra al que cogiera la antorcha. Y luego otra... Hasta que consiguieron ahogar todos los movimientos obreros. Ese era nuestro medio, donde había reyertas en la calle a diario. Yo vivía en el centro, pero la gente que conocíamos se había metido en la heroína. Y la heroína es una droga muy destructiva que hizo estragos en toda una generación, la devoró. Era un caldo de cultivo violento. No era fácil vivir allí.
- No tiene pinta. ¿Qué grupos españoles destacaría de entonces? Haciendo un repaso de la época con el Zurdo nos dijo que lo más parecido a un genio en esa época era usted.
- El Zurdo es lo más parecido a un genio, era el tipo brillante de la época.De la Movida era él. Yo quiero conocer a ese tío. Cuando escuché el «Para ti», que la música se parece a... Es clavada a un disco que tengo de los sesenta, ahora no me sale el nombre. Y la letra me parece muy bien, flipé con esa historia. Nacha Pop era interesante. Tanto Antonio como Nacho. Lo que les pasó fue muy injusto porque les tildaron de babosos. Y no eran babosos, no tenían nada que ver con otros grupos de la época que sí lo eran. Aunque algunos se redimieran como Los Secretos, que empezaron a hacer otras cosas, probablemente, cuando descubrieron la vida. Un día descubrieron que los Reyes Magos no eran los padres y empezaron a hacer otro tipo de música que estaba bien. Me gustaban Los Cardiacos estos de León. Me he reído con Siniestro Total. Lo que pasa es que era una broma. Un tío que cuenta unos cuantos chistes bien se agradece. Ahora, el chistoso constante, por mucho cariño que le tengas, acaba hartándote. Yo veía muy fuertes a Los Rebeldes al principio. Carlos tenía una garra que fue perdiendo. Los grupos vascos eran un poco como el catecismo comunista, me parecían muy ingenuos. Aunque me divertían las cosas de Evaristo y algunas cosas de Kortatu. Evaristo es un tío inteligente.
- ¿Qué le pareció el indie de los noventa?
Mira, empezaron todos a cantar en inglés. Nosotros habíamos estado de gira en Ecuador, y allí querían prohibir el rock en español, por las cosas que se decían que si eran palabras malsonantes y tal. Querían solo inglés. Había unos intereses claros ahí, probablemente recelaban del rock como elemento liberador y que no convenía a las clases. Porque es un lugar muy divido sin clase media, con un bache intersocial muy elevado, y no solo eran las palabras porque también se transmitía información liberadora. Y vengo a España y me encuentro el rollo indie. «Es que nosotros cantamos en inglés». Pero bueno, ¿quién os ha subvencionado, pagan mucho? «No, nos pagan nada. Lo hacemos porque nos expresamos...». Lo que sois, sois gilipollas. Simplemente, no hay más cojones. Sois gilipollas. Porque muchas discográficas os pagarían una pasta porque nos estamos comiendo una cuarta parte de la tarta. Desde México hacia abajo, y, además, el español está penetrando en Estados Unidos. No entiendo el fenómeno indie. Cantaban en inglés pero luego tocaban en España y no salen. Y cuando salen fuera van a garitos de mierda. Van a tocar a a un garito que es como un váter de grande. ¿Y para eso cantas en inglés? Y luego en un inglés muy muy deficiente... Es muy tonto.
- Pero no eran todos los grupos.
Eran casi todos... Muchos son amigos míos pero lo siento: sois unos gilipollas. Ya os lo dije en su momento.
- ¿Ha escuchado trap?
Sí. Buah, es tremendo. Me parece un fenómeno muy a tener en cuenta. Estoy al tanto de todas estas cosas, estudiarlo es muy interesante. Detesto el trap, no me gusta nada. Ni los vídeos, las chicas que salen en los vídeos me parecen sexualmente impracticables... Pero bueno, ¿quién sabe? Quizá alguno de estos llegue a hacer algo interesante a partir de ahí. Muchas cosas han traspasado la pared de mierda y se han convertido en algo realmente bueno. Nunca se sabe. Hay setas cojonudas que nacen en las cagadas de caballo y te aseguro que te ponen que no veas.
- Se dice que los 80 no solo eran los colorines de La Movida. Igor Paskual os define como «carpe diem desesperado». ¿Esa desesperación es lo que os diferencia de La Movida?
- La Movida es el fruto de una visión miope. La gente que estaba en Madrid, los críticos, solo se fijan en lo que estaba pasando en Madrid porque carecían de la capacidad de moverse. Probablemente porque estaban adscritos a la tierra, como los ciervos, y no podían ver lo que pasaba más allá. Mi profesión era diferente: yo soy músico. Y mi profesión era itinerante. Sabía lo que pasaba en el País Vasco, que se estaba gestando el Rock Radikal Vasco. Sabía que en Galicia estaban haciendo un rock de broma, con esa socarronería muy gallega. Sabía que en Cataluña el Rock Layetano estaba ahogando a todos los grupos mods y rockers, aunque había cosas. Sabía que en Levante había música para maricones de fin de semana. Conocía que la independencia había empezado en León, con Los Cardiacos, un grupo nuevaolero y con unas pintas... el aspecto físico era muy epatante. La zona centro estaba exhausta. Andalucía estaba exhausta completamente. ¿Por qué razón? Porque habían contribuido muy fuerte al rock andaluz, con Triana, Alameda, incluso los Medina Azahara estos... Esa era la realidad, una realidad amplia. Pero se veía de una forma miope, solo desde Madrid. Nosotros no éramos Movida, estábamos conectados. Pero luego, al ver que lo de La Movida se agotaba tan rápido, que no tenía carne, que no tenía nada, empezaron a absorber todo lo de la periferia. Empezaron a fagocitarlo todo con una voracidad tremenda. Nosotros estábamos al margen de todo el mundo, vivíamos de otra manera. Era verdad lo que hacíamos, reflejaba la forma de vida que teníamos. Veníamos de un medio muy violento. Yo venía de la facultad de Derecho, que era más violenta que el barrio de yonkis más violento. Allí sí había armas de fuego a diario, en la facultad de Derecho de Oviedo. A mí me apuntaron una vez con un arma. Como era un descerebrado en ese momento... Venía del ejercito y estaba desesperado en aquel momento, no tenía nada que perder. E hice frente a la situación con gran solvencia. Tenías que hacerlo si querías salir adelante. Todo eso se juntó con lo que llamaron reconversión, que simplemente es un eufemismo, antiguo pero eufemismo, que significa destrozar todo el tejido industrial, arrasar. Todo en la zona norte, una zona conflictiva tanto para las izquierdas como para las derechas. Porque fue elPSOE el que acabó con los astilleros, por el método de meter en la cárcel a todos los dirigentes. Le ponían una querella y conseguían meterlo, y luego otra al que cogiera la antorcha. Y luego otra... Hasta que consiguieron ahogar todos los movimientos obreros. Ese era nuestro medio, donde había reyertas en la calle a diario. Yo vivía en el centro, pero la gente que conocíamos se había metido en la heroína. Y la heroína es una droga muy destructiva que hizo estragos en toda una generación, la devoró. Era un caldo de cultivo violento. No era fácil vivir allí.
- No tiene pinta. ¿Qué grupos españoles destacaría de entonces? Haciendo un repaso de la época con el Zurdo nos dijo que lo más parecido a un genio en esa época era usted.
- El Zurdo es lo más parecido a un genio, era el tipo brillante de la época.De la Movida era él. Yo quiero conocer a ese tío. Cuando escuché el «Para ti», que la música se parece a... Es clavada a un disco que tengo de los sesenta, ahora no me sale el nombre. Y la letra me parece muy bien, flipé con esa historia. Nacha Pop era interesante. Tanto Antonio como Nacho. Lo que les pasó fue muy injusto porque les tildaron de babosos. Y no eran babosos, no tenían nada que ver con otros grupos de la época que sí lo eran. Aunque algunos se redimieran como Los Secretos, que empezaron a hacer otras cosas, probablemente, cuando descubrieron la vida. Un día descubrieron que los Reyes Magos no eran los padres y empezaron a hacer otro tipo de música que estaba bien. Me gustaban Los Cardiacos estos de León. Me he reído con Siniestro Total. Lo que pasa es que era una broma. Un tío que cuenta unos cuantos chistes bien se agradece. Ahora, el chistoso constante, por mucho cariño que le tengas, acaba hartándote. Yo veía muy fuertes a Los Rebeldes al principio. Carlos tenía una garra que fue perdiendo. Los grupos vascos eran un poco como el catecismo comunista, me parecían muy ingenuos. Aunque me divertían las cosas de Evaristo y algunas cosas de Kortatu. Evaristo es un tío inteligente.
- ¿Qué le pareció el indie de los noventa?
Mira, empezaron todos a cantar en inglés. Nosotros habíamos estado de gira en Ecuador, y allí querían prohibir el rock en español, por las cosas que se decían que si eran palabras malsonantes y tal. Querían solo inglés. Había unos intereses claros ahí, probablemente recelaban del rock como elemento liberador y que no convenía a las clases. Porque es un lugar muy divido sin clase media, con un bache intersocial muy elevado, y no solo eran las palabras porque también se transmitía información liberadora. Y vengo a España y me encuentro el rollo indie. «Es que nosotros cantamos en inglés». Pero bueno, ¿quién os ha subvencionado, pagan mucho? «No, nos pagan nada. Lo hacemos porque nos expresamos...». Lo que sois, sois gilipollas. Simplemente, no hay más cojones. Sois gilipollas. Porque muchas discográficas os pagarían una pasta porque nos estamos comiendo una cuarta parte de la tarta. Desde México hacia abajo, y, además, el español está penetrando en Estados Unidos. No entiendo el fenómeno indie. Cantaban en inglés pero luego tocaban en España y no salen. Y cuando salen fuera van a garitos de mierda. Van a tocar a a un garito que es como un váter de grande. ¿Y para eso cantas en inglés? Y luego en un inglés muy muy deficiente... Es muy tonto.
- Pero no eran todos los grupos.
Eran casi todos... Muchos son amigos míos pero lo siento: sois unos gilipollas. Ya os lo dije en su momento.
- ¿Ha escuchado trap?
Sí. Buah, es tremendo. Me parece un fenómeno muy a tener en cuenta. Estoy al tanto de todas estas cosas, estudiarlo es muy interesante. Detesto el trap, no me gusta nada. Ni los vídeos, las chicas que salen en los vídeos me parecen sexualmente impracticables... Pero bueno, ¿quién sabe? Quizá alguno de estos llegue a hacer algo interesante a partir de ahí. Muchas cosas han traspasado la pared de mierda y se han convertido en algo realmente bueno. Nunca se sabe. Hay setas cojonudas que nacen en las cagadas de caballo y te aseguro que te ponen que no veas.
Martínez el coach: «Levántante y lucha»
- Los Ilegales tienen canciones lúgubres y sórdidas, pero las hay también vitalistas («He decidido comportarme», «Tiempos nuevos, tiempos salvajes» o «Mi vida entre las hormigas») que promueven el ser tú mismo y luchar por salirte con la tuya. En esta última canta: «Abatido pero erguido, no me dejo derrotar». ¿Qué representaría para usted una derrota?
- La lucha por mantener el yo vivo es una constante pugna. Es una pugna entre ser asumido por el grupo, o por todas las agresiones que trae consigo la propia vida, y mantener ese yo vivo. Al final, la vida acaba mal. Acaba con la muerte, no hay más remedio. Lo guapo es mantenerse en pie. Es como en el rodeo o en los toros mecánicos, cuanto más tiempo estés arriba mejor. Eso es tener éxito en la vida, por eso no tienes que dejarte derrotar. Yo no dejo que me derroten, cuido mucho de mantenerme erguido.
- Hace apología del vivir la vida fuera de convencionalismos castradores.
Antes morir que perder la vida. Para que la vida sea digna de ser vivida no hay más remedio que arriesgarla. Hay momentos que no queda otra que jugárselo todo. Y creo también que vale la pena. Una vida bien enfocada y bien vivida... Mira, tengo ahora 62 años y le he sacado un partido... Me lo pintaban muy negro trabajando en la oficina. Creo que por eso se provoca esa especie de depresión juvenil, al pensar en un futuro llevando la vida que llevan tus padres. Una vida plena solo se consigue siendo valiente.
- ¿Cuál fue su coste?
- Mi coste fue saltar sin red casi siempre. Se pierden amistades, se pierden parejas, se pierden muchas cosas. Pero vale la pena. La verdad es que, a veces, pierdo las amistades y las parejas con un placer... Es una liberación. Eso de vivir sin novia ni reloj, de «La vida es fuego», es una realidad. Es una canción un poco tonta, pero es algo que todo el mundo debería permitirse. Hasta nunca, hasta nunca... Qué pena, dices a veces. Y otras: levito de gozo de perderte de vista. ¿Cuántas posibilidades se me abren ahora? Ese libro que me voy a leer, esa borrachera que me voy a coger... O no, porque las rupturas no es el momento para beber. Unos días más allá, cuando dices qué bien va, sí es el momento.
- En la película varias personas cercanas especulan sobre su personalidad. Le denominan incluso inadaptado social, y se dice que el coste de su actitud ante la vida es la soledad. ¿Qué opina?
- Son opiniones que confluyen y, a veces, se contradicen entre sí. Creo que sí que vale la pena afrontar cualquier cosa, la soledad o lo que sea. Pero, de todas maneras, no estoy solo en absoluto. La soledad es un bien muy preciado, y para estar acompañado y para sentir la compañía, es necesaria la distancia. Igual que cuando ves un cuadro en un museo, sobre todo los impresionistas. O el mismo Velázquez. Si no lo ves a una cierta distancia no aprecias la obra en su conjunto, no entiendes las cosas. Las parejas y las amistades estallan en pedazos por exceso de proximidad. Con un poco más de distancia, con un distanciarse, tendrían muchas más posibilidades de éxito. Estoy convencido. Y luego hay que ser valiente y sincero con uno mismo. Cuando lo eres, y es lo más difícil ser sincero con uno mismo, lo eres con los demás con mucha facilidad. Y puedes decir cosas frontalmente que, a veces, son hirientes. Pero la verdad a la larga tiene menos peligros que la mentira, y es mejor, es menos dañina. Incluso a veces peco de bocazas, porque digo cosas sin que nadie me pregunte. Cosas molestas e inconvenientes, que no me convendría a mí mismo mencionar ni de pasada.
- ¿Por qué se recluye tanto en la casa de Bolgues? (Es una enorme residencia familiar bastante destartalada en ese pueblo).
Voy mucho allí, pero también me pierdo solo por el monte. Necesito el contacto con el medio natural, hace que toda neurosis que te pueda rondar sea inocua. Es realmente bueno. Voy a bucear al Cantábrico, que no son unas aguas amables precisamente, y es una limpieza total, es purificador. A ver, no soy un inadaptado. Conozco el juego perfectamente. Como con cuchillo y tenedor, incluso una naranja. Y no hay nada más estúpido... Consigo incluso cortarla sin que salpique nada. Sé hacerlo, joder. Solo que no vale la pena comer una naranja con cuchillo y tenedor, es una gilipollez. Con el marisco hago una disección perfecta, pero lo hago si me apetece. O, si no, me tiro unos días en el monte y como lo que sea. ¿Sabes qué pasa? Que te llaman raro por cómo puedas administrar a tu cuerpo, tu mente. Es como las posturas, que como tengas más que las que tiene la media ya tienes un problema. No tengo un problema, ustedes tienen un problema. De falta de flexibilidad. Las personas que solo están de pie, sentados o tumbados, tienen un problema de falta de flexibilidad. Yo puedo agacharme y hacer la de dios. Puedo acechar durante horas a un bicho con un arma en la mano sin cansarme. O puedo lograr posiciones realmente raras. Parece que se intenta escayolar a la gente, limitarla, lisiarla de alguna manera.
- ¿Perjudicó su faceta de tertuliano televisivo a su carrera musical, como sostiene Diego Alfredo Manrique?
- Puede ser, pero me divertía. Tiene razón. Él dice que la gente se distrae con las cosas menos interesantes pero que son muy llamativas. No es que no estén en la misma persona. El tener sentido del humor. Toda la gente medianamente inteligente, e incluso los muy muy inteligentes, tienen sentido del humor. Y dice que por ello no se me toma tan en serio como a otros que son más grandilocuentes. Y menciona a Serrat y Sabina, a los que la gente toma por poetas. Tócate los cojones. Sabina sé que no se toma por poeta, Serrat no lo sé.
- ¿Por qué no siguió?
- Me daban una pasta pero me cansé. Un día me sentí muy triste, estaba en Canal Sur y estaba Paquita Rico y Lauren Postigo. Y podía decirles cosas que se merecen que se las pongan en la cara, realmente hirientes. Pero, de repente, sentí como una compasión repulsiva y dije no vuelvo más a estas mierdas.
- ¿Le han confundido alguna vez con un Matamoros?
- No, no... Aunque ahora se lleva mucho este peinado. Cuando empecé lo llevábamos poca gente.
- Quizá lo puso de moda.
- Qué va. Lo empezaron a poner de moda los gays, que siempre andan probando cositas... Fueron los primeros en llevar el pelo al cero.
- ¿Qué le hubiera gustado ser de no haber sido rockero?
- Tengo muchísimos intereses. El rock es lo que más me gusta, pero estuve a punto de ser abogado. Sería un juez que representaría un peligro para los corruptos. Ya en el colegio, por todos los que fui pasando que fueron muchos, siempre protegía a los más débiles. De hecho, había niños que solo jugaban cuando yo jugaba. Era acojonante. «Tíos, quitaos de aquí al lado, nenazas. Id más para allá, que no os va a pasar nada...». Me hubiera metido a caballero andante.
- Esa faceta protectora se comenta en el documental, pero también su «individualidad exacerbada», lo que contradice lo anterior.
- La especie necesita que los individuos se cuiden unos entre otros. Y lo tienen también muchos animales, no solo los simios estos que nos creemos la hostia en el planeta. Sí cuido al grupo y a su seguridad, pero no tengo ese instinto gregario tan marcado. Soy muy individualista, me muevo solo. No me gusta volar en bandada, ¿sabes? Y no tengo paciencia para esperar. Cuando la gente se mueve de bar en bar, con las esperas de que va a venir tal y cual, es un puto coñazo. Generalmente, me despido a la francesa. Y con esa chica que has ligado en el momento y que tienes que esperar para seguirle el rollo pues no tengo paciencia. Me largo. «Pero espera, no...» (con voz de mujer). «Ya no te espero, joder».
- ¿Cuál cree que será su legado?
Hay algunas frases que probablemente sean repetición de autores anteriores. Es una cosa que ocurre mucho, que, aunque no hayas leído al autor, le robas la frase porque parece ser que los pensamientos están en el aire. Pero también va a haber un montón de frases totalmente originales. Y la manera en la que están colocadas también es muy original. Y creo que son efectivas. Es lo valioso que voy a dejar. De todas maneras, si no os gustan, lo tiráis y punto. No me voy a enfadar. Además, del más allá nadie viene para vengarse.
- ¿Cómo acabará Jorge Martínez?
Mal. Esto es un acto de generosidad total. Creo absolutamente en lo que hago. Y me arriesgo. He arriesgado muchas veces capitales enormes para poder hacer lo que hago. Y dejar las canciones que están ahí. Tener para vivir de puta madre y ponerlo todo en riesgo. Y no dar el brazo a torcer pudiendo hacer otras cosas. Al correo, que tuve hasta muy tarde en casa de mis padres, llegaron unas ofertas de trabajo tremendas, para dirigir cosas. Y no acepté ninguna. ¿Cómo puede ser? Creo que es mi obligación. Si tienes un don, o crees que puedes ofertar algo valioso... Hay una cosa animal que te dice no, haz esto. ¿Que voy a acabar mal? Claro. Estoy asumiendo unos riesgos tremendos. Solo me estoy ocupando de conseguir la obra. Y me gasto en herramientas lo que haga falta. Si necesito una guitarra de 40.000 euros, no me lo pienso. Los riesgos son de todo tipo. Económicos, de quedar en la indigencia y de todo. He arriesgado cantidades enormes. Y lo voy a hacer. Tengo que hacerlo.
- Los Ilegales tienen canciones lúgubres y sórdidas, pero las hay también vitalistas («He decidido comportarme», «Tiempos nuevos, tiempos salvajes» o «Mi vida entre las hormigas») que promueven el ser tú mismo y luchar por salirte con la tuya. En esta última canta: «Abatido pero erguido, no me dejo derrotar». ¿Qué representaría para usted una derrota?
- La lucha por mantener el yo vivo es una constante pugna. Es una pugna entre ser asumido por el grupo, o por todas las agresiones que trae consigo la propia vida, y mantener ese yo vivo. Al final, la vida acaba mal. Acaba con la muerte, no hay más remedio. Lo guapo es mantenerse en pie. Es como en el rodeo o en los toros mecánicos, cuanto más tiempo estés arriba mejor. Eso es tener éxito en la vida, por eso no tienes que dejarte derrotar. Yo no dejo que me derroten, cuido mucho de mantenerme erguido.
- Hace apología del vivir la vida fuera de convencionalismos castradores.
Antes morir que perder la vida. Para que la vida sea digna de ser vivida no hay más remedio que arriesgarla. Hay momentos que no queda otra que jugárselo todo. Y creo también que vale la pena. Una vida bien enfocada y bien vivida... Mira, tengo ahora 62 años y le he sacado un partido... Me lo pintaban muy negro trabajando en la oficina. Creo que por eso se provoca esa especie de depresión juvenil, al pensar en un futuro llevando la vida que llevan tus padres. Una vida plena solo se consigue siendo valiente.
- ¿Cuál fue su coste?
- Mi coste fue saltar sin red casi siempre. Se pierden amistades, se pierden parejas, se pierden muchas cosas. Pero vale la pena. La verdad es que, a veces, pierdo las amistades y las parejas con un placer... Es una liberación. Eso de vivir sin novia ni reloj, de «La vida es fuego», es una realidad. Es una canción un poco tonta, pero es algo que todo el mundo debería permitirse. Hasta nunca, hasta nunca... Qué pena, dices a veces. Y otras: levito de gozo de perderte de vista. ¿Cuántas posibilidades se me abren ahora? Ese libro que me voy a leer, esa borrachera que me voy a coger... O no, porque las rupturas no es el momento para beber. Unos días más allá, cuando dices qué bien va, sí es el momento.
- En la película varias personas cercanas especulan sobre su personalidad. Le denominan incluso inadaptado social, y se dice que el coste de su actitud ante la vida es la soledad. ¿Qué opina?
- Son opiniones que confluyen y, a veces, se contradicen entre sí. Creo que sí que vale la pena afrontar cualquier cosa, la soledad o lo que sea. Pero, de todas maneras, no estoy solo en absoluto. La soledad es un bien muy preciado, y para estar acompañado y para sentir la compañía, es necesaria la distancia. Igual que cuando ves un cuadro en un museo, sobre todo los impresionistas. O el mismo Velázquez. Si no lo ves a una cierta distancia no aprecias la obra en su conjunto, no entiendes las cosas. Las parejas y las amistades estallan en pedazos por exceso de proximidad. Con un poco más de distancia, con un distanciarse, tendrían muchas más posibilidades de éxito. Estoy convencido. Y luego hay que ser valiente y sincero con uno mismo. Cuando lo eres, y es lo más difícil ser sincero con uno mismo, lo eres con los demás con mucha facilidad. Y puedes decir cosas frontalmente que, a veces, son hirientes. Pero la verdad a la larga tiene menos peligros que la mentira, y es mejor, es menos dañina. Incluso a veces peco de bocazas, porque digo cosas sin que nadie me pregunte. Cosas molestas e inconvenientes, que no me convendría a mí mismo mencionar ni de pasada.
- ¿Por qué se recluye tanto en la casa de Bolgues? (Es una enorme residencia familiar bastante destartalada en ese pueblo).
Voy mucho allí, pero también me pierdo solo por el monte. Necesito el contacto con el medio natural, hace que toda neurosis que te pueda rondar sea inocua. Es realmente bueno. Voy a bucear al Cantábrico, que no son unas aguas amables precisamente, y es una limpieza total, es purificador. A ver, no soy un inadaptado. Conozco el juego perfectamente. Como con cuchillo y tenedor, incluso una naranja. Y no hay nada más estúpido... Consigo incluso cortarla sin que salpique nada. Sé hacerlo, joder. Solo que no vale la pena comer una naranja con cuchillo y tenedor, es una gilipollez. Con el marisco hago una disección perfecta, pero lo hago si me apetece. O, si no, me tiro unos días en el monte y como lo que sea. ¿Sabes qué pasa? Que te llaman raro por cómo puedas administrar a tu cuerpo, tu mente. Es como las posturas, que como tengas más que las que tiene la media ya tienes un problema. No tengo un problema, ustedes tienen un problema. De falta de flexibilidad. Las personas que solo están de pie, sentados o tumbados, tienen un problema de falta de flexibilidad. Yo puedo agacharme y hacer la de dios. Puedo acechar durante horas a un bicho con un arma en la mano sin cansarme. O puedo lograr posiciones realmente raras. Parece que se intenta escayolar a la gente, limitarla, lisiarla de alguna manera.
- ¿Perjudicó su faceta de tertuliano televisivo a su carrera musical, como sostiene Diego Alfredo Manrique?
- Puede ser, pero me divertía. Tiene razón. Él dice que la gente se distrae con las cosas menos interesantes pero que son muy llamativas. No es que no estén en la misma persona. El tener sentido del humor. Toda la gente medianamente inteligente, e incluso los muy muy inteligentes, tienen sentido del humor. Y dice que por ello no se me toma tan en serio como a otros que son más grandilocuentes. Y menciona a Serrat y Sabina, a los que la gente toma por poetas. Tócate los cojones. Sabina sé que no se toma por poeta, Serrat no lo sé.
- ¿Por qué no siguió?
- Me daban una pasta pero me cansé. Un día me sentí muy triste, estaba en Canal Sur y estaba Paquita Rico y Lauren Postigo. Y podía decirles cosas que se merecen que se las pongan en la cara, realmente hirientes. Pero, de repente, sentí como una compasión repulsiva y dije no vuelvo más a estas mierdas.
- ¿Le han confundido alguna vez con un Matamoros?
- No, no... Aunque ahora se lleva mucho este peinado. Cuando empecé lo llevábamos poca gente.
- Quizá lo puso de moda.
- Qué va. Lo empezaron a poner de moda los gays, que siempre andan probando cositas... Fueron los primeros en llevar el pelo al cero.
- ¿Qué le hubiera gustado ser de no haber sido rockero?
- Tengo muchísimos intereses. El rock es lo que más me gusta, pero estuve a punto de ser abogado. Sería un juez que representaría un peligro para los corruptos. Ya en el colegio, por todos los que fui pasando que fueron muchos, siempre protegía a los más débiles. De hecho, había niños que solo jugaban cuando yo jugaba. Era acojonante. «Tíos, quitaos de aquí al lado, nenazas. Id más para allá, que no os va a pasar nada...». Me hubiera metido a caballero andante.
- Esa faceta protectora se comenta en el documental, pero también su «individualidad exacerbada», lo que contradice lo anterior.
- La especie necesita que los individuos se cuiden unos entre otros. Y lo tienen también muchos animales, no solo los simios estos que nos creemos la hostia en el planeta. Sí cuido al grupo y a su seguridad, pero no tengo ese instinto gregario tan marcado. Soy muy individualista, me muevo solo. No me gusta volar en bandada, ¿sabes? Y no tengo paciencia para esperar. Cuando la gente se mueve de bar en bar, con las esperas de que va a venir tal y cual, es un puto coñazo. Generalmente, me despido a la francesa. Y con esa chica que has ligado en el momento y que tienes que esperar para seguirle el rollo pues no tengo paciencia. Me largo. «Pero espera, no...» (con voz de mujer). «Ya no te espero, joder».
- ¿Cuál cree que será su legado?
Hay algunas frases que probablemente sean repetición de autores anteriores. Es una cosa que ocurre mucho, que, aunque no hayas leído al autor, le robas la frase porque parece ser que los pensamientos están en el aire. Pero también va a haber un montón de frases totalmente originales. Y la manera en la que están colocadas también es muy original. Y creo que son efectivas. Es lo valioso que voy a dejar. De todas maneras, si no os gustan, lo tiráis y punto. No me voy a enfadar. Además, del más allá nadie viene para vengarse.
- ¿Cómo acabará Jorge Martínez?
Mal. Esto es un acto de generosidad total. Creo absolutamente en lo que hago. Y me arriesgo. He arriesgado muchas veces capitales enormes para poder hacer lo que hago. Y dejar las canciones que están ahí. Tener para vivir de puta madre y ponerlo todo en riesgo. Y no dar el brazo a torcer pudiendo hacer otras cosas. Al correo, que tuve hasta muy tarde en casa de mis padres, llegaron unas ofertas de trabajo tremendas, para dirigir cosas. Y no acepté ninguna. ¿Cómo puede ser? Creo que es mi obligación. Si tienes un don, o crees que puedes ofertar algo valioso... Hay una cosa animal que te dice no, haz esto. ¿Que voy a acabar mal? Claro. Estoy asumiendo unos riesgos tremendos. Solo me estoy ocupando de conseguir la obra. Y me gasto en herramientas lo que haga falta. Si necesito una guitarra de 40.000 euros, no me lo pienso. Los riesgos son de todo tipo. Económicos, de quedar en la indigencia y de todo. He arriesgado cantidades enormes. Y lo voy a hacer. Tengo que hacerlo.
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