Paul Krugman
En febrero, Wal Mart, el mayor empleador de Estados Unidos, anunció que aumentará los salarios de medio millón de empleados. Para muchos de ellos, la ganancia será reducida, pero, con todo, el anuncio es algo importante por dos razones. Primera, habrá efectos secundarios: Wal Mart es tan grande que es probable que su acción lleve a aumentos para millones de trabajadores que emplean otras compañías. Segunda, una que se puede decir es muchísimo más importante, y es lo que esa medida nos dice; me refiero a que los salarios bajos son una opción política y podemos, y deberíamos, decidir en forma diferente.
Algunos antecedentes: normalmente, los conservadores –con el respaldo, debo admitir, de muchos economistas– arguyen que el mercado de trabajo es como el de cualquier otra cosa. La ley de la oferta y la demanda, dicen, determina el nivel de los salarios, y la mano invisible del mercado castigará a cualquiera que trate de desafiar esta ley.
Específicamente, este punto de vista implica que cualquier intento por subir los sueldos fallará o tendrá consecuencias malas. Establecer un salario mínimo, se dice, reducirá el empleo y creará un excedente de mano de obra, en la misma forma en la que los intentos por poner piso bajo los precios de los productos agropecuarios solía llevar a montañas de mantequilla, lagos de vino, y así sucesivamente. Presionar a los empleadores a pagar más o alentar a los trabajadores a organizarse en sindicatos, tendrá el mismo efecto.
Sin embargo, hace mucho que los economistas del trabajo han cuestionado esta perspectiva. “Cuando el destino nos alcance” –quiero decir, la fuerza de trabajo– se trata de personas. Y, debido a que los trabajadores son personas, los salarios no son, de hecho, como los precios de la mantequilla, y qué tanto se les paga a los trabajadores depende lo mismo de las fuerzas sociales y el poder político que como sucede con la oferta y la demanda.
¿Cuál es la evidencia? Primera, está lo que sucede realmente cuando se aumentan los salarios mínimos. Muchos estados fijan el salario mínimo por encima del nivel federal, y podemos ver lo que sucede cuando uno aumenta el suyo cuando sus vecinos no lo hacen. ¿El estado que subió los sueldos pierde una gran cantidad de empleos? No; la conclusión abrumadora al estudiar estos experimentos naturales es que los incrementos moderados al salario mínimo tienen poco efecto negativo o ninguno sobre el empleo.
Y también está la historia. Resulta que la sociedad de clase media que solíamos tener no evolucionó como resultado de fuerzas del mercado impersonales; fue la acción política la que la creó, y un breve periodo de tiempo. Estados Unidos seguía siendo una sociedad muy desigual en 1940, pero, para 1950, se había transformado debido a una reducción drástica en las desigualdades en el ingreso, a lo cual economistas como Claudia Goldin y Robert Margo calificaron de Gran compresión. ¿Cómo pasó eso?
Parte de la respuesta es la intervención directa del gobierno, en especial, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se utilizó su autoridad para fijar los salarios para estrechar las brechas entre los mejor pagados y los peor pagados. Parte de eso, sin duda, fue un incremento brusco en la sindicalización. Parte de ello fue la economía del empleo pleno de los años de la guerra, la cual generó una demanda muy fuerte de trabajadores y los empoderó para buscar un mayor pago.
Lo importante, no obstante, es que la Gran compresión no desapareció tan pronto como terminó la guerra. En cambio, el empleo pleno y las políticas en pro de los trabajadores cambiaron las normas del pago, y una clase media fuerte aguantó por más de una generación. Oh, y las décadas posteriores a la guerra también estuvieron marcadas por un crecimiento económico sin precedente.
Lo que me trae de vuelta a Wal Mart.
El alza en los salarios del minorista reflejan las mismas fuerzas que llevaron a la Gran compresión, aunque en una forma mucho más débil. Wal Mart está bajo presión debido a los salarios tan bajos que una cantidad considerable de sus empleados dependen de los vales de despensa y de Medicaid. Entre tanto, los trabajadores están ganando influencia gracias a un mercado laboral que está mejorando, lo cual se refleja en una disposición mayor para renunciar a los malos empleos.
Lo que es interesante, no obstante, es que estas presiones no parecen ser tan graves, al menos hasta ahora, aunque, de cualquier forma, Wal Mart está lista a aumentar los salarios. Y su justificación para hacerlo refleja lo que los críticos de la política de salarios bajos han estado diciendo durante años: pagarles mejor a los trabajadores llevará a reducir los reemplazos, a una mejor moral y a una productividad más alta.
Lo que esto significa, a su vez, es que es casi seguro que planear un aumento significativo en la paga de decenas de millones de estadounidenses sería mucho más fácil de lo que sugiere la creencia popular. Incrementar el salario mínimo en una cantidad considerable; facilitarles a los trabajadores su organización para aumentar su poder de negociación; una política monetaria y fiscal directa hacia el empleo pleno, en comparación con mantener deprimida a la economía por temor a convertirnos, en forma repentina, en la Alemania de Weimar. No es una lista que sea difícil implementar, y si hiciéramos estas cosas daríamos pasos agigantados de retorno al tipo de sociedad en la que queremos vivir la mayoría de nosotros.
El punto es que la desigualdad extrema y las fortunas devaluadas de los trabajadores estadounidenses son una decisión y no un destino impuesto por los dioses del mercado. Y podemos cambiar esa decisión si queremos.
El punto es que la desigualdad extrema y las fortunas devaluadas de los trabajadores estadounidenses son una decisión y no un destino impuesto por los dioses del mercado. Y podemos cambiar esa decisión si queremos.
© 2015 New York Times
News Service . (O)
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