Las mujeres tienen un 75% más de probabilidades que los hombres de informar sobre haber sufrido recientemente una depresión. Las mujeres también tienen un 60% más de probabilidades de informar sobre un desorden de ansiedad. Estas claras discrepancias observadas por el profesor de Oxford Daniel Freemen se encontraron en 8 de las 12 naciones que figuraban en las estadísticas. También apoyan un estudio que descubrió que las mujeres afirmaban tener mayores niveles de felicidad que los hombres en los años 60 pero que esa brecha de género hoy se había revertido. ¿A qué se debe el cambio?
¿Qué quiere decir esto en un momento en que las mujeres son más saludables, están mejor educadas y disfrutan de mayor libertad económica y de más oportunidades de las que tenían hace 35 años? Desde los años 60 se ha convertido en socialmente aceptable dejar los matrimonios infelices. El estigma que existía alrededor de la libre expresión de la sexualidad femenina se ha suavizado. La legislación está ahí para proteger a las mujeres del acoso sexual. Según muchas medidas objetivas, las mujeres en occidente están más liberadas que nunca.
Pese a estas mejoras muchas mujeres son infelices. Freeman, un psicólogo clínico, se dio cuenta de la brecha en la literatura sobre diferencias de sexo en condiciones de salud mental e investigó las encuestas de salud mental tomadas en el Reino Unido, Estados Unidos, Europa, Australia y Nueva Zelanda. Averigüó que las mujeres tienen un 40% más de posibilidades que los hombres de desarrollar desórdenes de salud mental, dándose las discrepancias más claras en la depresión y la ansiedad.
Freeman fue cuidadoso examinando si las mujeres tenían más probabilidades de informar sobre problemas de salud que los hombres o si estaban más dispuestas que los hombres a buscar ayuda. En The stressed sex (El sexo estresado), coescrito con su hermano Jason, y publicado por Oxford University Press, los autores concluyen que aunque estos factores podrían tener un impacto, no explican por sí mismos las diferencias halladas entre géneros.
Muestran que mientras los hombres sufren mayores tasas de abuso de substancias, TDAH y autismo, las mujeres se llevan la peor parte en los desórdenes emocionales, mucho más comunes, y la tasa de estas afecciones está en alza. Parece que la salud mental de las mujeres de hecho es un “gran problema de salud pública”.
Las causas de la enfermedad mental son complejas. No existe un sólo factor que lo explique todo, y los psicólogos mirarán a un conjunto de variables en un intento de entender la etiología. Están implicados factores biológicos, procesos de pensamiento y estructuras sociales. Estilos de pensamientos como la rumición están gravemente implicados en la ansiedad y la depresión, y la genética también juega su papel. Pero Freeman señala que el factor principal que contribuye al declive de la salud mental de las mujeres podría ser realmente el stress.
Las mujeres toman decisiones constantemente sobre cómo parcelar su tiempo de forma más eficaz. Tenemos que hacer juegos malabares con carreras y niños y también con las relaciones y el trabajo doméstico. Dar prioridad a un área siempre lleva a la negación de otras (aunque sea sólo por poco tiempo). Los hombres también se enfrentan a estos desafíos, pero estas negociaciones crean más presión sobre las mujeres. La negociación sin fin de dominios vitales en conflicto pasa factura emocional.
Es interesante que los hallazgos de Freeman fueran anticipados hace cuatro años por un artículo de los economistas Betsey Stevenson y Justin Wolfers, que encontraron que la felicidad de las mujeres había declinado con respecto a los hombres. Analizando datos que se extienden durante 35 años, a lo largo de América y Europa, se descubrió que las mujeres informaron sobre niveles superiores de felicidad en los años 60 y que eran más felices en relación a los hombres. Esta brecha de género ahora se ha revertido, con los hombres siendo el sexo más feliz. Se ha descubierto que el declive en bienestar subjetivo femenino atraviesa tanto clases como razas y sigue siendo cierto para las mujeres de toda edad, con niños y sin ellos.
Los autores de este provocativo estudio evitaron proporcionar respuestas simples a las cuestiones que planteaba su artículo. Pero un declive en 35 años no puede atribuirse a cosas como la genética, la causa debe ser en buena parte ambiental. Algunos dirán que el declive se debe a prejuicios persistentes contra las mujeres, barreras estructurales y opresión patriarcal. Los tradicionalistas podrían señalar que hoy han muerto el cortejo y el romance. Quizás los hombres están disfrutando de una licencia para la irresponsabilidad y la conducta egoísta que no era permisible en el pasado.
Aunque estos factores pudieran haber contribuido, podría ser simplemente que las mujeres se han liberado pero se han estresado. Más oportunidades para tener éxito significa más oportunidades para fracasar. La ansiedad y la depresión a menudo nos golpean cuando sentimos que no damos la talla. Y con tantos dominios en los que sobresalir, no podemos culparnos por sentirnos menos que adecuados por no aspirar a la excelencia en todos ellos. En todas las discusiones sobre el equilibrio entre trabajo y la vida se echa en falta conversar sobre cosas como el cuidado de sí y el tiempo de ocio. Variables importantes como el ejercicio, el sueño, una dieta saludable y conectividad social dejan sitio a la carrera y el trabajo doméstico en la vida de muchas mujeres.
Tras el descubrimiento de que la felicidad era mayor en las mujeres de hace 35 años, quienes hablan en defensa de las mujeres acaso tengan que repensar la obsesión feminista con el poder, el status y la producción económica, y reconsiderar la importancia de otros resultados como la salud y el bienestar. Si las mujeres realmente se están llevando la peor parte de los desórdenes emocionales, tenemos que afrontar algunas verdades difíciles con respecto al por qué.
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