miércoles, 25 de marzo de 2015

Adiós a la figura paterna

Tanto feminismo sin mirar más allá de los requerimientos de la mujer, tanta DISCRIMINACIÓN, dicen que positiva (¿Desde cuándo discriminar algo es positivo?), ha hecho que el hombre, quede como un pelele social, y lo peor, le ha anulado en su aportación paternal ¿Aun nos preguntamos qué pasa con las nuevas generaciones? Tan sólo responden a un nuevo patrón de conducta fruto del desequilibrio producido por la anulación de lo masculino como valor positivo en la comunidad. Y aun veremos peores consecuencias a medida que este desequilibrio se afiance.
“El gran énfasis que durante años se ha puesto en conseguir en la emancipación de la mujer ha provocado un fenómeno colateral con el que nadie contaba: un oscurecimiento de los masculino, cierta indiferencia, cuando no desprecio, hacia los varones y una inevitable relegación de éstos a un segundo plano.”
Esta es una de las conclusiones del informe “La importancia de la figura paterna en la educación de los hijos: estabilidad familiar y desarrollo social”, presentado esta semana porThe Family Watch y elaborado por María Calvo Charro, profesora titular de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III.
Este análisis sostiene que “la función paterna ha sido devaluada progresivamente”, pues “existe un convencimiento social” de que los roles del padre y la madre son “intercambiables”. El padre se considera “prescindible” en el “correcto crecimiento y desarrollo personal de los hijos” o sólo es aceptado en la medida que sea una especie de “mamá-bis”. En definitiva, afirma la autora, el rol paterno “está bajo sospecha y es tratado con hostilidad”.
Durante la presentación del informe, se pusieron de manifiesto las conclusiones de varios estudios realizados en EE UU que denotan los problemas derivados de esta situación.
Uno de cada tres niños norteamericanos crece sin padre, así pues se cree algo prescindible.
El 29,7% de éstos ha repetido curso al menos una vez; así pues existe un patrón común que relaciona la falta de padre con el fracaso escolar en los hechos.
El 80% de los adolescentes ingresados en hospitales psiquiátricos procede de familias rotas; demuestra que la falta del varón produce un desequilibrio emocional en el niño que se manifiesta a partir de la adolescencia.
El 43% de los jóvenes que se encuentra en prisión crecieron en hogares monoparentales…
El 90% de los niños que se fuga de casa creció sin padre…
No estamos diciendo que debe tenerse un padre a toda costa, sea como sea, pero sí que se valore bien, con quién se tiene hijos, la responsabilidad que ello conlleva, y que de un hijo ni te divorcias, y si te divorcias, no debes arrancarle ni al padre, ni a la familia paterna, mucho menos bombardearle con mensajes negativos sobre el lado paterno. Tampoco pedir al hombre que sea mujer, para nosotras cumplir como hombres…
Según el informe, la ausencia física del padre biológico no constituye el único problema. También se da lo que los psicólogos conocen como “síndrome de la función paterna en fuga”: aunque el padre está presente físicamente, no ejerce su papel, prevaleciendo “unmatriarcado social y educativo que perjudica el correcto y equilibrado desarrollo de los hijos”.Además, también está el caso de aquellos padres que “desean implicarse, pero no saben cómo ejercer correctamente la paternidad”. “Asumen modelos de-construidos, afeminados o maternales que no les corresponden”, actuando finalmente “como colegas de sus hijos”. Estas ausencias, afirman los autores, son visibles en aquellos padres divorciados que, poco a poco,“van perdiendo el contacto hasta que finalmente dejan de ver a sus hijos definitivamente”.
Reconocimiento el valor de un padre
The Family Watch propone “campañas de concienciación sobre la exclusión social que está sufriendo el padre” y “campañas de reconocimiento social” de su labor, “diferente, complementaria y equilibradora de la madre”. Así, creen que se debe difundir “un nuevo modelo de paternidad moderno, responsable, postpatriarcal y postfeminista, de hombres implicados en las labores del hogar y crianza de los hijos, a la vez que profesionales, pero siemprerespetando su estilo masculino de actuación”.
Dudamos que se lleven a cabo dichas campañas, el feminismo lo entenderá como machismo ¿acaso no nos llaman machistas a nosotras cada día por pedir la custodia compartida, o afirmar que el padre es tan importante como la madre? Se ha alimentado a la bestia, y ahora a ver cómo la amansas.
Ya no lo dice sólo Círculo Atenea, cada vez son más voces las que se alzan, y no son“resentidos divorciados” o “sus nuevas parejas”, de lo que muchas nos acusan en sus “amables”comentarios, cosa muy incierta… Ojalá no tuviéramos razón, ojalá nuestra existencia no fuera necesaria, porque ello supondría que todo sigue en perfecto equilibrio.
Como siempre afirmamos, mamá es imprescindible, papá también, si no, no haríamos falta ambos para traerlos al mundo. La permanencia de la unidad familiar garantiza el 100% de lo necesario para que un niño crezca sano, seguro y feliz.
Celia
Y huelga decir que hay casos y casos, pero los casos, no son la totalidad…

jueves, 5 de marzo de 2015

La mano visible de Wal Mart

Paul Krugman

En febrero, Wal Mart, el mayor empleador de Estados Unidos, anunció que aumentará los salarios de medio millón de empleados. Para muchos de ellos, la ganancia será reducida, pero, con todo, el anuncio es algo importante por dos razones. Primera, habrá efectos secundarios: Wal Mart es tan grande que es probable que su acción lleve a aumentos para millones de trabajadores que emplean otras compañías. Segunda, una que se puede decir es muchísimo más importante, y es lo que esa medida nos dice; me refiero a que los salarios bajos son una opción política y podemos, y deberíamos, decidir en forma diferente.
Algunos antecedentes: normalmente, los conservadores –con el respaldo, debo admitir, de muchos economistas– arguyen que el mercado de trabajo es como el de cualquier otra cosa. La ley de la oferta y la demanda, dicen, determina el nivel de los salarios, y la mano invisible del mercado castigará a cualquiera que trate de desafiar esta ley.
Específicamente, este punto de vista implica que cualquier intento por subir los sueldos fallará o tendrá consecuencias malas. Establecer un salario mínimo, se dice, reducirá el empleo y creará un excedente de mano de obra, en la misma forma en la que los intentos por poner piso bajo los precios de los productos agropecuarios solía llevar a montañas de mantequilla, lagos de vino, y así sucesivamente. Presionar a los empleadores a pagar más o alentar a los trabajadores a organizarse en sindicatos, tendrá el mismo efecto.
Sin embargo, hace mucho que los economistas del trabajo han cuestionado esta perspectiva. “Cuando el destino nos alcance” –quiero decir, la fuerza de trabajo– se trata de personas. Y, debido a que los trabajadores son personas, los salarios no son, de hecho, como los precios de la mantequilla, y qué tanto se les paga a los trabajadores depende lo mismo de las fuerzas sociales y el poder político que como sucede con la oferta y la demanda.
¿Cuál es la evidencia? Primera, está lo que sucede realmente cuando se aumentan los salarios mínimos. Muchos estados fijan el salario mínimo por encima del nivel federal, y podemos ver lo que sucede cuando uno aumenta el suyo cuando sus vecinos no lo hacen. ¿El estado que subió los sueldos pierde una gran cantidad de empleos? No; la conclusión abrumadora al estudiar estos experimentos naturales es que los incrementos moderados al salario mínimo tienen poco efecto negativo o ninguno sobre el empleo.
Y también está la historia. Resulta que la sociedad de clase media que solíamos tener no evolucionó como resultado de fuerzas del mercado impersonales; fue la acción política la que la creó, y un breve periodo de tiempo. Estados Unidos seguía siendo una sociedad muy desigual en 1940, pero, para 1950, se había transformado debido a una reducción drástica en las desigualdades en el ingreso, a lo cual economistas como Claudia Goldin y Robert Margo calificaron de Gran compresión. ¿Cómo pasó eso?
Parte de la respuesta es la intervención directa del gobierno, en especial, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se utilizó su autoridad para fijar los salarios para estrechar las brechas entre los mejor pagados y los peor pagados. Parte de eso, sin duda, fue un incremento brusco en la sindicalización. Parte de ello fue la economía del empleo pleno de los años de la guerra, la cual generó una demanda muy fuerte de trabajadores y los empoderó para buscar un mayor pago.
Lo importante, no obstante, es que la Gran compresión no desapareció tan pronto como terminó la guerra. En cambio, el empleo pleno y las políticas en pro de los trabajadores cambiaron las normas del pago, y una clase media fuerte aguantó por más de una generación. Oh, y las décadas posteriores a la guerra también estuvieron marcadas por un crecimiento económico sin precedente.
Lo que me trae de vuelta a Wal Mart.
El alza en los salarios del minorista reflejan las mismas fuerzas que llevaron a la Gran compresión, aunque en una forma mucho más débil. Wal Mart está bajo presión debido a los salarios tan bajos que una cantidad considerable de sus empleados dependen de los vales de despensa y de Medicaid. Entre tanto, los trabajadores están ganando influencia gracias a un mercado laboral que está mejorando, lo cual se refleja en una disposición mayor para renunciar a los malos empleos.
Lo que es interesante, no obstante, es que estas presiones no parecen ser tan graves, al menos hasta ahora, aunque, de cualquier forma, Wal Mart está lista a aumentar los salarios. Y su justificación para hacerlo refleja lo que los críticos de la política de salarios bajos han estado diciendo durante años: pagarles mejor a los trabajadores llevará a reducir los reemplazos, a una mejor moral y a una productividad más alta.
Lo que esto significa, a su vez, es que es casi seguro que planear un aumento significativo en la paga de decenas de millones de estadounidenses sería mucho más fácil de lo que sugiere la creencia popular. Incrementar el salario mínimo en una cantidad considerable; facilitarles a los trabajadores su organización para aumentar su poder de negociación; una política monetaria y fiscal directa hacia el empleo pleno, en comparación con mantener deprimida a la economía por temor a convertirnos, en forma repentina, en la Alemania de Weimar. No es una lista que sea difícil implementar, y si hiciéramos estas cosas daríamos pasos agigantados de retorno al tipo de sociedad en la que queremos vivir la mayoría de nosotros.
El punto es que la desigualdad extrema y las fortunas devaluadas de los trabajadores estadounidenses son una decisión y no un destino impuesto por los dioses del mercado. Y podemos cambiar esa decisión si queremos.
El punto es que la desigualdad extrema y las fortunas devaluadas de los trabajadores estadounidenses son una decisión y no un destino impuesto por los dioses del mercado. Y podemos cambiar esa decisión si queremos.
© 2015 New York Times
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