viernes, 30 de enero de 2015

La Soledad y la Desolación, por Marcela Lagarde


Marcel Lagarde nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones por miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía, porque desde muy pequeñas y toda la vida se nos ha formado en el sentimiento de orfandad; porque se nos ha hecho profundamente dependientes de los demás y se nos ha hecho sentir que la soledad es negativa, alrededor de la cual hay toda clase de mitos. Esta construcción se refuerza con expresiones como las siguientes “¿Te vas a quedar solita?”, “¿Por qué tan solitas muchachas?”, hasta cuando vamos muchas mujeres juntas.
La construcción de la relación entre los géneros tiene muchas implicaciones y una de ellas es que las mujeres no estamos hechas para estar solas de los hombres, sino que el sosiego de las mujeres depende de la presencia de los hombres, aún cuando sea como recuerdo.
Esa capacidad construida en las mujeres de crearnos fetiches, guardando recuerdos materiales de los hombres para no sentirnos solas, es parte de lo que tiene que desmontarse. Una clave para hacer este proceso es diferenciar entre soledad y desolación. Estar desoladas es el resultado de sentir una pérdida irreparable. Y en el caso de muchas mujeres, la desolación sobreviene cada vez que nos quedamos solas, cuando alguien no llegó, o cuando llegó más tarde. Podemos sentir la desolación a cada instante.
Otro componente de la desolación y que es parte de la cultura de género de las mujeres es la educación fantástica par la esperanza. A la desolación la acompaña la esperanza: la esperanza de encontrar a alguien que nos quite el sentimiento de desolación.
La soledad puede definirse como el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un espacio necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener experiencias en las que no participan de manera directa otras personas.
Para enfrentar el miedo a la soledad tenemos que reparar la desolación en las mujeres y la única reparación posible es poner nuestro yo en el centro y convertir la soledad en un estado de bienestar de la persona.
Para construir la autonomía necesitamos soledad y requerimos eliminar en la práctica concreta, los múltiples mecanismos que tenemos las mujeres para no estar solas. Demanda mucha disciplina no salir corriendo a ver a la amiga en el momento que nos quedamos solas. La necesidad de contacto personal en estado de dependencia vital es una necesidad de apego. En el caso de las mujeres, para establecer una conexión de fusión con los otros, necesitamos entrar en contacto real, material, simbólico, visual, auditivo o de cualquier otro tipo.
La autonomía pasa por cortar esos cordones umbilicales y para lograrlo se requiere desarrollar la disciplina de no levantar el teléfono cuando se tiene angustia, miedo o una gran alegría porque no se sabe qué hacer con esos sentimientos, porque nos han enseñado que vivir la alegría es contársela a alguien, antes que gozarla. Para las mujeres, el placer existe sólo cuando es compartido porque el yo no legitima la experiencia; porque el yo no existe.
Es por todo esto que necesitamos hacer un conjunto de cambios prácticos en la vida cotidiana. Construimos autonomía cuando dejamos de mantener vínculos de fusión con los otros; cuando la soledad es ese espacio donde pueden pasarnos cosas tan interesantes que nos ponen a pensar. Pensar en soledad es una actividad intelectual distinta que pensar frente a otros.
Uno de los procesos más interesantes del pensamiento es hacer conexiones; conectar lo fragmentario y esto no es posible hacerlo si no es en soledad.
Otra cosa que se hace en soledad y que funda la modernidad, es dudar. Cuando pensamos frente a los otros el pensamiento está comprometido con la defensa de nuestras ideas, cuando lo hacemos en soledad, podemos dudar.
Si no dudamos no podemos ser autónomas porque lo que tenemos es pensamiento dogmático. Para ser autónomas necesitamos desarrollar pensamiento crítico, abierto, flexible, en movimiento, que no aspira a construir verdades y esto significa hacer una revolución intelectual en las mujeres.
No hay autonomía sin revolucionar la manera de pensar y el contenido de los pensamientos. Si nos quedamos solas únicamente para pensar en los otros, haremos lo que sabemos hacer muy bien: evocar, rememorar, entrar en estados de nostalgia. El gran cineasta soviético Andrei Tarkovski, en su película “Nostalgia” habla del dolor de lo perdido, de lo pasado, aquello que ya no se tiene.
Las mujeres somos expertas en nostalgia y como parte de la cultura romántica se vuelve un atributo del género de las mujeres.
El recordar es una experiencia de la vida, el problema es cuando en soledad usamos ese espacio para traer a los otros a nuestro presente, a nuestro centro, nostálgicamente. Se trata entonces de hacer de la soledad un espacio de desarrollo del pensamiento propio, de la afectividad, del erotismo y sexualidad propias.
En la subjetividad de las mujeres, la omnipotencia, la impotencia y el miedo actúan como diques que impiden desarrollar la autonomía, subjetiva y prácticamente.
La autonomía requiere convertir la soledad en un estado placentero, de goce, de creatividad, con posiblidad de pensamiento, de duda, de meditación, de reflexión. Se trata de hacer de la soledad un espacio donde es posible romper el diálogo subjetivo interior con los otros y en el que realizamos fantasías de autonomía, de protagonismo pero de una gran dependencia y donde se dice todo lo que no se hace en la realidad, porque es un diálogo discursivo.
Necesitamos romper ese diálogo interior porque se vuelve sustitutivo de la acción ; porque es una fuga donde no hay realización vicaria de la persona porque lo que hace en la fantasía no lo hace en la práctica, y la persona queda contenta pensando que ya resolvió todo, pero no tiene los recursos reales, ni los desarrolla para salir de la vida subjetiva intrapsíquica al mundo de las relaciones sociales, que es donde se vive la autonomía.
Tenemos que deshacer el monólogo interior. Tenemos que dejar de funcionar con fantasías del tipo: “le digo, me dice, le hago”. Se trata más bien de pensar “aquí estoy, qué pienso, qué quiero, hacia dónde, cómo, cuándo y por qué” que son preguntas vitales de la existencia.
La soledad es un recurso metodológico imprescindible para construir la autonomía. Sin soledad no sólo nos quedaremos en la precocidad sino que no desarrollamos las habilidades del yo. La soledad puede ser vivida como metodología, como proceso de vida. Tener momentos temporales de soledad en la vida cotidiana, momentos de aislamiento en relación con otras personas es fundamental. y se requiere disciplina para aislarse sistemáticamente en un proceso de búsqueda del estado de soledad.
Mirada como un estado del ser –la soledad ontológica– la soledad es un hecho presente en nuestra vida desde que nacemos. En el hecho de nacer hay un proceso de autonomía que al mismo tiempo, de inmediato se constituye en un proceso de dependencia. Es posible comprender entonces, que la construcción de género en la mujeres anula algo que al nacer es parte del proceso de vivir.
Al crecer en dependencia, por ese proceso de orfandad que se construye en las mujeres, se nos crea una necesidad irremediable de apego a los otros.
El trato social en la vida cotidiana de las mujeres está construido para impedir la soledad. El trato que ideológicamente se da a la soledad y la construcción de género anulan la experiencia positiva de la soledad como parte de la experiencia humana de las mujeres. Convertirnos en sujetas significa asumir que de veras estamos solas: solas en la vida, solas en la existencia. Y asumir esto significa dejar de exigir a los demás que sean nuestros acompañantes en la existencia; dejar de conminar a los demás para que estén y vivan con nosotras.
Una demanda típicamente femenina es que nos “acompañen” pero es un pedido de acompañamiento de alguien que es débil, infantil, carenciada, incapaz de asumir su soledad. En la construcción de la autonomía se trata de reconocer que estamos solas y de construir la separación y distancia entre el yo y los otros.
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Marcela Lagarde y la creación de la categoría ‘feminicidio’
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jueves, 29 de enero de 2015

El feminismo es una ingenuidad total


Visión de la académica Camille Paglia
Por   | LA NACION
NUEVA YORK.- Hay gente que no conviene tener de enemiga. En el mundo académico anglosajón, a la cabeza de esta clase de personas, y por varios cuerpos, está Camille Paglia. Discípula de Harold Bloom en la Universidad de Yale, más papista que el Papa cuando llega la hora de cargar contra cualquier atisbo de posmodernidad o contra el "feminismo dictatorial" en la cultura, Paglia llama a Foucault, Derrida y Lacan la "tríada terrible de autores pretenciosos, verborrágicos y vacíos que arruinaron la cultura del siglo XX".
Para ella, Naomi Wolf es "la señorita Pravda, llena de cuentos paranoicos sobre el mundo, sin un párrafo coherente". La venerada Susan Sontag es "sinónimo de poses huecas que están a la moda". Y Hillary Clinton es, simplemente "Hitlery". Paglia, profesora deHumanidades en la Universidad de las Artes de Filadelfia, es la autora de tres libros de enorme impacto en la cultura norteamericana: "Sexual personæ" (1990), "Sexo, arte y cultura americana" (1992) y "Vamps & tramps: más allá del feminismo" (2001).
Pero Paglia no sólo elige los libros y las conferencias en las principales universidades para transmitir sus ideas (si bien la que dio en el MIT sobre el estado crítico del estudio de las humanidades es considerada un hito y ha sido citada y reimpresa cientos de veces). Por el contrario, Paglia es la intelectual más mediática de la historia. Siempre vestida de cuero negro, no ha tenido problema en aparecer tanto en los talk shows de la televisión vespertina como en la revista Playboy, para defender a las glorias de la cultura occidental del avance de lo que considera un multiculturalismo banal y un relativismo superficial, apenas "políticamente correcto".
Su nueva batalla es por la poesía. Acaba de publicar "Bleak, Blow, Burn", un libro en el cual The New York Times asegura que Paglia "vuela tan alto como es posible sin meterse en la zona sin aire de la crítica literaria". Allí Paglia construye un minicanon occidental del género poético, tomando 43 de los grandes poemas del inglés, desde sonetos de Shakespeare hasta la letra de una canción de Janis Joplin, e interpretándolos "a la vieja usanza".
"Creo en la lectura detallada, línea por línea, o en lo que solía llamarse explicación del texto, y en nada más pretencioso que eso. No sólo es la mejor técnica para revelar la belleza y el significado en la literatura, sino que es un instrumento extraordinario para el análisis de todo el arte y la cultura. La concentración que requiere la lectura de un poema es cercana a la meditación. A través de ella, uno aprende a focalizar la mente, afilar la percepción y refinar la emoción", explicó a LA NACION.
-Según usted, las universidades no hacen nada al respecto. ¿Por qué sostiene que los profesores ya no enseñan?
-Por la preponderancia del posestructuralismo o posmodernismo. Por la idolatría hacia autores como Foucault, Derrida y Lacan, desde los años 70. Salvo en Oxford y Cambridge, esta falsa ideología está totalmente arraigada en las universidades del mundo anglosajón. Lo que sostiene es que se pueden reducir las artes a unas fórmulas muy cínicas, que ahuyentan al lector al hacerlo sospechar de todo trabajo artístico, al decirle que éste no significa nada por sí solo hasta que él lo reconstruye. Es una falsa ideología que niega la grandeza intrínseca que puede tener un obra. Yo vengo de una familia de inmigrantes italianos muy pobres, pero la cultura en mi casa era algo en serio. Seríamos campesinos, pero Miguel Angel era respetado como un dios. Y en Italia son reverenciados no sólo los autores, sino también los intérpretes de las obras. Yo estoy en guerra con los posestructuralistas, porque insultan y disminuyen el valor del artista. La reverencia por el creador es la actitud correcta. No hay gran arte que pueda salir de las universidades norteamericanas hasta que nos libremos de este veneno. En Harvard, Princeton, Berkeley, todos los profesores famosos son propagandistas de una mediocridad que destruye el entusiasmo de las nuevas generaciones con una falsa sofisticación, que es la interpretación posmoderna.
-Usted sostiene que cualquier poema que no refleje la forma de hablar común y corriente de la gente se vuelve tan esotérico como la sátira del siglo XVIII. Pero ¿un poema no se escribe con un lenguaje más culto que el habitual?
-En la historia de las artes, siempre la poesía empieza con un lenguaje fresco y conversacional. A medida que es succionada por la cultura formal, por ejemplo en las universidades, se vuelve elitista y remota. Cuando esto pasa, viene la revolución, el quiebre con el viejo régimen. Luego lo anti-establishment se vuelve establishment y el ciclo vuelve a comenzar. Así avanza el arte. Yo creo que hoy estamos por llegar a un nuevo punto de inflexión histórica. Es momento de volver a la bases, de responder a la poesía nuevamente de una manera simple y natural, con auténtico entusiasmo y pasión y no con la falsa sofisticación del posmodernismo. Hay mucha gente que piensa como yo, sólo que no se animan a hablar. En Harvard, Berkeley, Princeton, soy una paria. Cuando me invitan a dar conferencias es siempre en los claustros de historia, nunca en los de literatura, en los que hay un particular pánico de ir contra la versión aceptada de la crítica cultural.
-Justamente, la quería consultar respecto del escándalo que se armó cuando Lawrence Summers, el presidente de Harvard, hizo ciertas observaciones sobre las mujeres en las ciencias duras que no cayeron muy bien?
-¡Ajá! ¡Ese es un buen ejemplo! Larry Summers, en un encuentro informal, dijo que podrían existir tres razones por las cuales no hay tantas mujeres como hombres en los puestos más altos en las ciencias duras en las universidades. Uno, distintas aptitudes. Dos, que la maternidad les quita a las mujeres parte de la extrema dedicación, tiempo y energía que se requieren para este tipo de trabajo. Y tres, que se las esté discriminando. Eso fue todo, pero tan sólo sugerir que podría existir una diferencia entre la forma en que funciona el cerebro del hombre y el de la mujer fue incendiario. Yo creo que Summers merece ser criticado, pero solamente por haber sugerido este tema sin presentar evidencia científica al respecto. La teoría de la construcción social del género es absolutamente dominante: indica que niño y niña nacen como una página en blanco y que las diferencias son puramente fruto de las presiones de su entorno. Eso es absurdo, una tontería, como lo sabe cualquiera que haya pasado por la pubertad. Esta negativa a siquiera debatir la posibilidad de la influencia de la naturaleza y la biología humanas muestra cómo hoy, en el sistema universitario norteamericano, proponer una visión distinta de la predominante equivale a pedir que lo quemen a uno en la hoguera.
-¿No le gustan las feministas?
-Hubo un momento en el que el feminismo y yo estábamos de acuerdo. ¡Pero era en 1960 y yo tenía 13 años! Es una posición inmadura. ¡Vamos, chicas, ya pasaron cuarenta años! ¿Cómo puede ser que la sigan sosteniendo ahora? El feminismo tiene unos 200 años, contando desde que Mary Wollestonecraft escribió su manifiesto. Ha tenido varias fases. Podemos criticar la fase presente sin criticar necesariamente el feminismo. Lo que yo quiero hacer, justamente, es salvar al feminismo de las feministas. Hoy, para las feministas, el papel excluyente es el de víctima. La belleza, por ejemplo, es para Naomi Wolf una conspiración de los hombres heterosexuales para evitar que las mujeres avancen, y todo ese tipo de tonterías. También creo que la política feminista es de una ingenuidad total, que esto de echarles la culpa de todos los males del universo a los hombres blancos imperialistas es bastante elemental. No hay humor, todo son sermones, y en el feminismo académico o intelectual lo que se ve es una actitud absolutamente dictatorial.
-Hace poco, hubo en Estados Unidos el caso de un chico que disparó contra sus compañeros en la escuela. En general, cuando suceden estas cosas y todos salen a culpar a los medios de comunicación, usted presenta una visión distinta?
-Tuvimos muchos de esos incidentes. Salvo en este último caso, que tuvo características particulares, por haber ocurrido en una reserva de indios, en general es un tema de la clase media: un síntoma de la falta de raíces culturales y familiares de los chicos que crecen alejados de la comunidad, en suburbios y barrios cerrados, cuyo único contacto con la cultura es en el shopping y en los medios de comunicación. El caso de Columbine es típico: un chico al que no le faltaba nada en lo material, pero que, alienado, armó su propia tribu, un circuito seudomilitar. Ahora, echarles la culpa solamente a los medios de comunicación es dejar escapar con demasiada facilidad a los verdaderos culpables de que estas cosas pasen: los padres y las escuelas temerosos de la disciplina y que no educan a los chicos en las artes para darles una forma positiva de canalizar su imaginación. Hoy la educación se basa en el mínimo denominador común, y la única razón por la que los chicos se dejan influir por los medios de comunicación es el vacío cultural absoluto en el que son criados. Son los padres y los maestros los que tienen que llevarlos a que se interesen por algo que va más allá de ellos, como es el arte. El gran arte nutre la imaginación y da sentido a la vida. A diferencia de la cultura popular, es suficiente para sostenernos a lo largo de la vida. 

miércoles, 28 de enero de 2015

“Ecuador no se modernizará si no elimina la cultura rentista”

eNTREVISTA / RENÉ RAMÍREZ / TITULAR DE LA SECRETARÍA NACIONAL DE EDUCACIÓN SUPERIOR, CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN


Thomas Piketty ha dado la vuelta al mundo con su libro El capital en el siglo XXI. El diagnóstico que hace del capitalismo es polémico y sorprendente. Un alto dirigente del gobierno analiza en esta entrevista cómo esta obra se puede interpretar a la luz de los cambios producidos por la Revolución Ciudadana.

“Ecuador no se modernizará si no elimina la cultura rentista”
Orlando Pérez, Director
¿Cuáles son las principales conclusiones que se desprenden del libro de Piketty sobre “El capital en el siglo XXI”?
A mi modo de ver, tres. La primera, que las desigualdades de riqueza y de ingreso son consecuencia de decisiones políticas y no de leyes naturales sometidas a un falso determinismo económico. Tal conclusión lapida la mirada utópica de derecha que defiende la mano invisible del mercado suponiendo que esta llevará inexorablemente a la reducción de la desigualdad. En economía, se suele denominar a tal “ley” la curva de Kuznets. De hecho, Piketty demuestra que esta ley no se cumple revisando la trayectoria de la desigualdad económica a lo largo del siglo XX en algunos países del centro capitalista (como Francia, Inglaterra y EEUU), y mostrando que solo durante el período 1930-1975 hubo reducción de la desigualdad debido a la intervención de los Estados que impulsaron el crecimiento.  
La segunda lección tiene que ver con la evidencia histórica que se desprende de su investigación: si analizamos el largo plazo, el mundo atraviesa mayores niveles de desigualdad en los ingresos en el presente que hace un siglo. Asimismo, se evidencia una altísima concentración de la riqueza acumulada principalmente en el 10% más rico de la población (e híper-concentrada en el 1% más rico), y con una tendencia al alza. Dicha concentración, concluye Piketty, atenta contra la democracia y fortalece el establecimiento de sociedades rentistas en donde el peso de la herencia adquiere mayor importancia en detrimento del trabajo y el mérito. Pero a pesar de dicha concentración, la investigación también concluye que la mayor innovación del siglo XX es el incremento de una clase media patrimonial.
La tercera lección es que tales desigualdades solo pueden revertirse endógenamente con una “mano bien visible”: ya sea a través de impuestos progresivos al capital privado, pero sobre todo, y a mi modo de ver es la conclusión más importante, por medio de la inversión en educación pública inclusiva de calidad y la difusión de conocimiento.
¿Por qué Piketty habla de “desigualdad” y no de “pobreza”?
Hay una diferencia importante entre ambos términos; voy a explicarla con un ejemplo. En el año 2007 publiqué un artículo, junto a la Dra. Minteguiaga, en el que demostraba por qué la equidad no produce igualdad; es decir, por qué las políticas focalizadas hacia los pobres jamás iban a producir convergencia social.  La mayor victoria ideológica de la derecha frente a las políticas de izquierda ha sido instalar en el imaginario social que para superar la pobreza hay que hacer políticas pro-pobres. Mientras creamos que las políticas pro-pobres son las que permitirán la superación de la pobreza, jamás saldremos de la pobreza. Hay que atacar las causas estructurales de la pobreza, y en este caso es la desigualdad producida por sistemas excluyentes de educación, de salud, y por la alta concentración de la propiedad que existe en nuestros países, así como por prejuicios de raza, género, edad, etc. La distribución de ingresos producen una igualdad frágil, razón por lo cual es necesario distribuir capacidades y conocimiento.

Hace dos años publiqué un artículo titulado “Good bye pobretología, bienvenida ricatología”  en donde en vez de calcular la incidencia de la pobreza, calculé la incidencia de riqueza; que no es otra cosa que analizar con qué porcentaje de la riqueza de la población más rica se podría redistribuir para sacar a todos los pobres de la pobreza. Los resultados fueron reveladores: en el 2006, aproximadamente con el 1,6% de la riqueza de los ecuatorianos más ricos se podría superar la pobreza de todo el país. El libro de Piketty claramente estudia los factores estructurales de la desigualdad. Esto no significa que no le interesa la pobreza, sino que sabe que la base estructural de la misma es la opulencia. De hecho, podríamos decir que es un libro que estudia la concentración del ingreso y de la riqueza del 1% más rico de los países ricos. Si bien los pobres han sido estudiados a escala “nano”, es tiempo de poner la mirada en el otro extremo de la distribución, si queremos entender cuál es el círculo vicioso estructurante de la reproducción de la pobreza.
¿Por qué se da el crecimiento de la desigualdad según Piketty?
El principal argumento de Piketty se basa en lo que denomina la “fuerza de divergencia fundamental”, que está vinculada al hecho de un mundo caracterizado por una mayor velocidad de crecimiento de la tasa de rendimiento del capital (r = incremento de ganancias, dividendos, beneficios, rentas y otras utilidades del capital) que la tasa de crecimiento económico (g = incremento del ingreso económico y población): r>g. El incremento de la desigualdad y la concentración de la riqueza se deben justamente al estancamiento global en un bajo crecimiento y una alta tasa de rendimiento del capital.
En sociedades de bajo crecimiento, la riqueza originada en el pasado adquiere una relevancia desmesurada, y con ello se eleva la tasa de rendimiento del capital que conduce a sociedades híper-patrimonialistas que se asientan en la herencia.
¿A qué se debe este aumento desproporcionado de la tasa de rendimiento del capital?
Entre otras razones, al proceso de globalización en el cual se ha incrementado el poder de negociación del capital en detrimento del trabajo, con el declive en tal negociación de las organizaciones laborales (sindicatos, etc.). Este poder de negociación del capital ha permitido que aumente la participación del capital en el ingreso nacional. A la par, ha emergido un nuevo estrato social de híper-ejecutivos que determinan sus propios salarios, sin ninguna autolimitación ética.
Por otra parte, a través de la evidencia histórica Piketty también rebate la profecía marxista de que en el largo plazo la tasa de rendimiento del capital disminuiría sistemáticamente, lo que conduciría inexorablemente a la muerte del capitalismo. En estricto rigor, Marx sostiene que a medida que el capital se acumula en forma de medios de producción, la masa de plusvalor extraída del trabajo se reduce, y la tasa de rendimiento del capital también se reduce. Esto tendría como consecuencia la incapacidad del sistema económico de reabsorber las mercancías producidas por la caída de los salarios y, a la larga, la crisis de la reproducción del capitalismo. En este sentido, se puede señalar que el sistema capitalista es intrínsecamente desequilibrado y de forma natural conduce a su propia destrucción.
Pero Piketty nos muestra que, a lo largo de la historia (200 años), esto no se cumple. El crecimiento tiene un aumento autónomo debido al crecimiento poblacional y a que la productividad puede aumentar ad infinitum si consideramos, entre otras circunstancias, que el conocimiento no tiene límites; es decir, que la capacidad inventiva del ser humano es ilimitada y puede impulsar el crecimiento.
En este sentido se da una contradicción fundamental en las sociedades modernas: como consecuencia de la voluntad política de impulsar el incremento sistemático de la tasa de rendimiento del capital por sobre el crecimiento económico, se generan extremas desigualdades que atentan contra los valores propios de la democracia.
En este marco, dos conclusiones históricas dignas de mencionar son: los momentos de reducción de la desigualdad no han sido consecuencia de procesos intrínsecos al desenvolvimiento del mercado (la mano invisible) sino a políticas concretas y shocks externos como las guerras. Por otra parte, Piketty demuestra que, en términos económicos, ni la revolución francesa ni la revolución industrial produjeron cambios radicales en la estructura de la desigualdad y la propiedad; es decir, no fueron tan “revolucionarias” como se piensa.
Piketty habla de modernizar el Estado social, no desmantelarlo, ¿qué implica esta propuesta?
Sobre esta temática Piketty nos deja algunos mensajes importantes. Es necesario construir un Estado social moderno. En primer lugar, la construcción de un Estado social viene de la mano de la edificación de un Estado fiscal que garantice los recursos suficientes para financiar servicios públicos e ingresos de reposición más o menos iguales para todos, sobre todo en el ámbito de la educación, salud y las jubilaciones. Es decir, el Estado social es el que garantiza una redistribución moderna basada en una lógica de derechos y en un principio de igualdad que permita el acceso de bienes considerados como fundamentales.
Este Estado fiscal no va en contra de la eficiencia económica...
Por el contrario, Piketty muestra que en Europa los países más ricos y productivos son los que tienen los impuestos más elevados (50% y 60% del ingreso nacional en Suecia y Dinamarca), y los países más pobres y menos desarrollados son los que tienen los impuestos más bajos (apenas más del 30% del ingreso nacional en Bulgaria y Rumanía). Por otra parte, la modernidad del Estado está ligada a generar instituciones que permitan la deliberación democrática sobre asuntos de interés público.
Este Estado social moderno debe tener la capacidad de responder a los cambios sociales que surgen en las sociedades tales como las reformas necesarias en el sistema de seguridad social frente al incremento en la esperanza de vida o al crecimiento del desempleo juvenil que se da a escala global.
¿Y en el campo de la educación superior que es su área?
Piketty sostiene que un desafío central para el Estado social en el siglo XXI es lograr una verdadera igualdad de oportunidades. El diseño institucional de acceso a la educación superior marca la diferencia entre construir “sociedades meritocráticas” u “oligárquicas hereditarias”. Empero, hay que tener cuidado con aquellas instituciones que inventan el mérito como justificación de su accionar excluyente. Me llamó la atención la denuncia explícita que hace Piketty sobre la falta de transparencia en los procedimientos de selección de Harvard. Piketty señala que el ingreso promedio de los padres de los estudiantes de Harvard es hoy del orden de USD 450.000, es decir aproximadamente el ingreso promedio del 2% de los hogares de estadounidenses más ricos, lo que parece poco compatible con una selección basada solo en el mérito.
En el otro extremo, Piketty pone el ejemplo de Europa, en donde las colegiaturas son bajas o nulas. No es una sorpresa que a principios del 2013, Baviera y la Baja Sajonia decidieran suprimir el cobro de la matrícula universitaria que era de 500 euros por semestre y aplicar, como en toda Alemania, la gratuidad absoluta. Vale señalar que de acuerdo al Ranking de Shangai de las 500 mejores universidades, 300 son europeas y 200 de Estados Unidos. Claramente, el Estado de bienestar y la garantía de derechos están mucho más consolidados en Europa que en Estados Unidos, en donde el acceso a servicios sociales se hace mayoritariamente vía mercado. La pregunta que debemos hacernos es qué tipo de sociedad queremos edificar. En este marco, hablar de transformación educativa es hablar de transformación social.

Tomando en cuenta la comparabilidad histórica y geográfica, podría señalar que las transformaciones en el campo de la educación superior que hemos realizado en Ecuador apuntan a la construcción de sociedades más igualitarias, que fomenten la productividad económica. El elevado financiamiento público, que en este momento llega al 2,12% del PIB (superior al promedio del 1% del PIB europeo y del 0,8% latinoamericano), la recuperación de la gratuidad de la educación superior, la ayuda económica para aquellos ecuatorianos de escasos recursos, el acceso meritocrático a través de un examen transparente en función de la capacidad ofertada por las universidades, los procesos sistemáticos de evaluación y acreditación de universidades, y el respeto absoluto de la autonomía responsable de las instituciones de educación superior son la fórmula que produce no solo sociedades más cohesionadas sino economías con altos niveles de productividad; en esto coincidimos con Piketty.
Así como Piketty demuestra en su libro que el trade off que la economía ortodoxa suponía entre crecimiento y desigualdad es falso, nosotros hemos demostrado al mundo que se pueden producir cambios radicales en los sistemas de educación superior, que combinen calidad con igualdad, calidad con democratización. No es fortuito que desde 2006 la matrícula universitaria del 20% más pobre se haya multiplicado por ocho y la de los indígenas por tres.
A la democratización señalada debemos añadir el incremento de la matrícula: de acuerdo a los censos de población y vivienda, de 1982 a 1990 decreció 0,5 puntos porcentuales la tasa neta en la educación superior; y de 1990 al 2000 incrementó 6,4 puntos; en la última década (del 2000 al 2010) dicha matricula aumentó 12,4 puntos porcentuales.
Estructuralmente podemos decir que la sociedad ecuatoriana se está volviendo más igualitaria (y por ende, más cohesionada), más democrática y más productiva. Claro está que existen otras fuerzas que apuntan todavía a la divergencia social y económica, y que principalmente tienen que ver con todo lo que implica las fuerzas económicas que empujan una estrategia de desarrollo primario-exportadora y, sobre todo, secundario-importadora.
Al poner en el centro del debate de la transformación social a la educación pública de calidad y a la democratización del conocimiento, nosotros estamos proponiendo pasar de la sociedad de la plutocracia hacia una democracia real; estamos proponiendo pasar de una sociedad dependiente a una sociedad autónoma; estamos proponiendo pasar de una oligarquía hereditaria y rentista a una sociedad meritocrática; y que antepone el trabajo sobre el capital.
Usted señala que uno de los temas importantes en la propuesta de Piketty para revertir la desigualdad tiene que ver con el rol que juega la educación, ¿podría profundizar en esto?
Efectivamente. Sobre este punto es necesario señalar algunos temas importantes, incluso para entender la propuesta desde el Gobierno de basar la transformación social en la educación, ciencia, tecnología e innovación. En primer lugar, Piketty evidencia a lo largo de su libro que la política más eficaz para incrementar los salarios más bajos y medios y para disminuir la concentración de la riqueza en el 10% de la población (tanto en la masa salarial como en el ingreso nacional) es la inversión fuerte y masiva en la educación superior y formación profesional de calidad.
En otras palabras, el mecanismo más eficaz para reducir desigualdad es la inversión en educación y la difusión de los conocimientos y las competencias. Asimismo, queda claro que el crecimiento económico global se basa en el incremento de la productividad de la mano de obra, y que sin lugar a duda la inversión en educación es la política pública que mayor impacto tiene aumentar el crecimiento de un país, incrementar la productividad del trabajo y reducir la desigualdad económica.
Por otra parte, en una mirada esperanzadora, si bien los límites biofísicos podrían frenar el crecimiento, Piketty sostiene que la capacidad inventiva y la racionalidad del ser humano pueden generar nuevos mecanismos de producir energía renovable y permitir la sostenibilidad ambiental, razón por la cual el crecimiento inmaterial del conocimiento puede continuar todavía al menos por un par de siglos adicionales. No existen razones para pensar que el progreso tecnológico y la capacidad inventiva se detendrán en la humanidad.
¿Qué lecciones se pueden extraer del libro de Piketty para nuestra situación en América Latina?
Algo importante que evidencia Piketty tiene que ver con la historia de la acumulación de la riqueza de Europa y Estados Unidos, sobre lo que es pertinente reflexionar hoy. Existe mucho debate en la bibliografía especializada sobre las razones por las que se ha producido un rezago entre Estados Unidos y América Latina. Más allá de explicaciones culturales que suelen dar ciertos autores, Piketty muestra evidencia histórica contundente de la que se desprenden dos argumentos importantes.
El primero alude a que mientras Europa colonizó buena parte de África, Asia y Latinoamérica, Estados Unidos se enfocó en su propio territorio; es decir, el colonizador europeo tenía activos en el extranjero y los trabajadores de esos países trabajaban para el consumo del colonizador, situación que se prolongó incluso después de los procesos de independencia. Había una transferencia de riqueza, en donde Europa tenía garantizado un cierto nivel de consumo y acumulación sin trabajar. Dicha situación no sucedía en Estados Unidos. Por otra parte, Piketty muestra que durante un siglo Estados Unidos tuvo un 20% de su población esclava. Esto permitía la acumulación originaria de capital a través de la explotación laboral más brutal y sin remisiones. Esa riqueza quedaba en el propio país. En nuestra región había explotación también, pero la riqueza se transfería al viejo continente. Estos hechos son evidencia contundente de las causas que han provocado la divergencia entre Estados Unidos y nuestra región. No podremos constituirnos en países auténticamente soberanos sino nos “poseemos” a nosotros mismos y si preservamos sociedades excluyentes que basan su acumulación en formas de explotación laboral, y en prejuicios de raza, género, religión, etc.
El otro punto que, a mi modo de ver, está en disputa este momento en la región es la elección política de tener sociedades meritocráticas o rentistas.
América Latina es la región más desigual del mundo debido a sistemas educativos y de salud excluyentes, sistemas económicos patrimonialistas/rentistas y racismo. Esto configura sociedades poco meritocráticas y poco democráticas, asentadas en una lógica en donde la riqueza no se genera y se merece, sino que se hereda. Esto ha generado una plutocracia en donde las familias con abolengo y poder económico tienen amplio poder de negociación al momento de la distribución de la riqueza nacional.
En el campo de la educación superior, no es casual que los países que más han privatizado los sistemas universitarios (como Brasil, Chile) sean los países más desiguales; mientras que los países que mantuvieron sus sistemas universitarios públicos (Uruguay, Cuba, Venezuela) sean los menos desiguales (atención, que no estoy diciendo aún nada acerca de la calidad). La oferta educativa (matrícula) del primer grupo de países es mayoritariamente privada y la forma de financiamiento arancelada. Todo lo contrario sucede en el segundo grupo de países donde existen sistemas públicos, gratuitos y masivos.
Puedo señalar que en la actualidad en Ecuador hemos desmercantilizado la educación superior y así hemos recuperado el sentido público de la educación superior en un 70% de las universidades. En el otro 30% todavía la sociedad tiene el reto de democratizar el acceso. Nos referimos a que la universidad particular todavía sigue siendo un espacio de reproducción de clase social: del total de la matrícula en las universidades privadas, el 70% de estudiantes provienen de familias que pertenecen al 20% más rico.  Esto se ha mantenido prácticamente constante en los últimos ocho años.
En mi libro “Igualmente pobres y desigualmente ricos” (Quito, 2008) demostré que las fuentes de ingreso donde más se concentran los recursos monetarios son: el capital financiero, el capital físico y las utilidades de los capitalistas/patronos. No es casual que el 70-80% del ahorro esté concentrado en el 20% más rico. Podría señalar que no produciremos sociedades más cohesionadas e incluyentes y no modernizaremos nuestra sociedad, y esto no lo lograremos mientras no rompamos con la cultura rentista y hereditaria de nuestras sociedades.
¿Podría comentarnos qué ha sucedido en Ecuador en el período de gobierno de la Revolución Ciudadana en la relación entre capital/trabajo?
Es importante señalar y recordar la economía política de las estadísticas. Cuando inició nuestro gobierno habían desaparecido las estadísticas sobre la distribución primaria del ingreso. Como Secretario de Planificación y Desarrollo pedí entonces que se vuelva a recopilar tal estadística. Ahora ya se está produciendo sistemáticamente en el Banco Central. Esto no es fortuito. Esconder las estadísticas capital/trabajo significa esconder la realidad de quién manda en una sociedad.
En el caso ecuatoriano, las estadísticas del Banco Central evidencian que la participación de los trabajadores en el ingreso, entre 2007 y 2013, ha crecido en 4,6% y cayó la participación del capital 9,4%. Una mirada simplista podría decir que el crecimiento de la participación proveniente del ingreso del trabajo resulta muy bajo luego de ocho años. No obstante, si ponemos los datos en perspectiva comparativa podemos darnos cuenta de que no es así. En el último siglo en Europa, donde la participación del trabajo bordea el 70%, si tomamos el nivel más bajo de participación laboral y en el otro extremo el nivel más alto del mismo, nos damos cuenta que el máximo crecimiento que se dio en 100 años ha sido del 10%. Desde esta perspectiva los logros conseguidos en la Revolución Ciudadana son significativos.
Ahora bien, quizá algo que es importante señalar y que Piketty omite en su análisis, pues solo lo menciona marginalmente, es lo que se denomina “ingreso mixto”. Es mixto porque no puede diferenciarse la porción de ese ingreso que corresponde a la retribución al trabajo de la que corresponde a la retribución de los activos que intervienen en el proceso productivo. En Ecuador y la región existe un grupo importante de ciudadanos que son a la vez capitalistas y trabajadores; generalmente se trata de cuentapropistas, personas que trabajan en la economía social y solidaria, en negocios familiares, etc. Su proporción no es menor. Representan alrededor del 38% de la población económicamente activa, y su salario ha tenido un incremento del 49% entre 2006 y 2013. Este grupo de la población ha visto incrementar su participación en la distribución primaria del ingreso en 4,8%.
En suma, podríamos señalar que de la caída de la participación del capitalista en 9,6% entre 2006-2013 la mitad se debe al incremento de la participación de los trabajadores en relación de dependencia y la otra mitad a aquellos trabajadores “cuentapropistas”. La participación del Estado se ha mantenido constante en el período analizado.
Ahora bien, más allá de la propuesta concreta que realiza el autor de gravar impuestos sobre herencias, realizar tributación progresiva e implementar un impuesto global a la riqueza como un posible antídoto a la creciente concentración de riqueza y poder, es fundamental articular políticas sobre los sistemas de propiedad. Sostengo que no solo es necesario redistribuir después de que se genera riqueza, sino que en el mismo momento del proceso productivo es necesario distribuir. Esto únicamente es viable si se genera otro sistema de organización, de gestión de la producción, y obviamente de propiedad.
Los sistemas mixtos pueden romper la lógica del capitalismo y la relación de poder asimétrica entre capitalista y trabajador. El cooperativismo, el asociativismo, la economía social y solidaria, el emprendimiento republicano (en el cual el trabajador es dueño del capital accionario) son formas de organización que buscan romper con la lógica de dominación del capital. Esto es algo que falta profundizar en la investigación de Piketty. Siempre y cuando este tipo de economía no sea reproductora de pobreza, de pobres y para pobres, estas diferentes formas de gestión y organización productiva no solo que contribuyen a buscar una economía menos desigual sino que democratizan las relaciones productivas al romper las asimetrías de poder.
Desde mi punto de vista, es fundamental entender que un componente estructural del cambio en la matriz productiva es diversificar las forma de gestión, organización y propiedad hacia aquellas que tiendan a romper con la relación capital/trabajo. Necesitamos más “Ramadas”, más “Clementinas”.  Lamentablemente, siento que existe una visión que lleva a la inacción, de que este tipo de modos de producción son siempre ineficientes. Existen miles de experiencias a nivel mundial que demuestran lo contrario. El autor señala que el modelo Alemán ha tenido éxito por tomar en cuenta este tipo de modos productivos (modelos de propiedad social o stakeholder model) y nadie podría señalar que Alemania es un modelo de economía ineficiente; al menos podríamos señalar que es tan eficiente –desde parámetros capitalistas- que el modelo de mercado anglosajón (stockholder model). Debemos auspiciar sistemas productivos que redistribuyan creciendo, pero también que crezcan distribuyendo. Este es un reto que tenemos en el proceso de cambio en la matriz productiva y que manda nuestra Constitución.
Así como la educación produce libertad, la democratización de la propiedad y del capital permite romper la relación de dependencia/poder y lograr así mayor autonomía individual; es decir, produce mayor democracia y mayor libertad a la vez.   
¿Cuál es la relación de lo que ha señalado con la propuesta del Gobierno Nacional de construir un “ecosistema de innovación”?
La propuesta que hacemos de innovación busca fomentar nueva riqueza a través de crear nuevo valor agregado ligado al ingenio, al conocimiento del ser humano. A la vez, si logramos establecer un sistema en que la riqueza del emprendimiento sea del innovador y no únicamente del financista (como sucede en el rentismo de los usuales sistemas de propiedad intelectual) estamos rompiendo con la forma de enajenación usual que se da entre capital y trabajo. Esto no solo permite generar riqueza y puestos de empleo, sino que ataca al corazón de la injusticia social y pone por delante al trabajo sobre el capital.
En el capitalismo cognitivo el investigador, el innovador, es un asalariado, y el capitalista es el financista. Es por eso que planteamos en el nuevo “Código Orgánico de los Conocimientos” que el investigador/innovador sea prioritariamente el mismo  emprendedor o sea co-propietario del emprendimiento. Tenemos que cambiar la jerarquía de los valores de la sociedad: más importante es la idea que el capital (hay mayor valor social en el “Banco de Ideas” (repositorio de proyectos creativos), que en cualquier banco comercial corriente).  Es por esto que la regulación del sistema financiero o la banca pública de desarrollo debe jugar un rol fundamental para romper la escasez de oferta de financiamiento para la innovación de tecnología social. Recuperar el sentido público del conocimiento, democratizar el acceso a ciencia y tecnología constituye un eje fundamental; es necesario no solo incrementar productividad, sino disminuir concentración del  los ingresos y de los patrimonios, y en esto estamos de acuerdo con Piketty.   
¿Podría señalar sus críticas al libro de Piketty?
Comparto el comentario de Paul Krugman, premio Nobel de economía, de que quizá estamos frente al libro más importante de la última década. La investigación de dos siglos y el enfoque interdisciplinario no solo atacan miradas dogmáticas sino que ponen en jaque a las propias ciencias económicas. De hecho creo que es el mejor texto de economía que he leído en los últimos años, justamente porque incluye la historia económica.
La crítica fácil que -creo yo- se haría desde cierta izquierda es que el libro no plantea o no genera una alternativa al capitalismo. Me queda claro que el libro es una lectura desde un marco teórico neoclásico y desde el mismo capitalismo. No busca nunca salirse de aquel esquema. Si bien no estoy de acuerdo con tal mirada, no podemos pedir a una investigación algo que no pretende hacer.
Con esta advertencia, mencionaré cinco críticas que podría hacer a esta investigación:
La primera tiene que ver con escaso o marginal análisis que hace el autor sobre China. Sin lugar a dudas las decisiones que tome China afectarán el desenvolvimiento del capital en las próximas décadas. Solo por mencionar un aspecto principal en este sentido, Piketty señala la importancia del rol que juega el crecimiento poblacional en el crecimiento económico general. Podría pensar que la decisión tomada por el gobierno chino de permitir más de un hijo/a a aquellas parejas que vienen de familias de “únicos hijos”, en “algo” afectará a la demografía y al crecimiento mundial. No es justificación que no existe información disponible. Recordemos el libro excelente Adam Smith en Pekín  en donde Giovanni Arrighi hace un análisis extraordinario de las relaciones productivas y económicas en el capitalismo del siglo XXI y el papel que jugará China en este. El vacío de reflexión exhaustiva sobre China en el libro de Piketty creo que es una falencia grande que incluso podría distorsionar la prospectiva que se realiza en el libro. En ese marco, peca de una mirada muy occidental y eurocéntrica del capital.
En segundo lugar, es un libro que habla sobre todo de la macroeconomía y no de las relaciones sociales de producción. Esto lleva a una crítica de David Harvey, que comparto, en la cual se señala que Piketty comete el error de tratar al capital como un stock físico y no como un sistema de relaciones productivas y de poder.
También llama la atención que al tomar la decisión de analizar la composición del ingreso y la riqueza en función de percentiles o deciles (esto es, dividir la población del más pobre al más rico en 100 o 10 partes iguales ordenadas ascendentemente) se deja de lado en buena medida el análisis de clases socio-económicas. Dicha decisión impide que se analice minuciosamente la proporción de la riqueza en función de la población económicamente activa en su relación capital/trabajo. Si bien señala que la riqueza se concentra en el 1% más rico, podríamos preguntarnos: ¿qué porcentaje de ese 1% es capitalista y qué porcentaje es trabajador? Una sociedad en la que crece la acumulación de la riqueza de los capitalistas pero se mantiene el número de capitalistas es menos desigual que una sociedad con una menor población capitalista (mayor concentración de la riqueza). En el análisis de Piketty hubiera sido importante analizar la evolución de la población económicamente activa en la relación entre número de trabajadores frente al número de capitalistas. Si bien se analiza históricamente la relación capital/trabajo en dólares, no se analiza la relación entre población de capitalistas frente a población trabajadora, y la relación de esta última con la primera.
En cuarto lugar, es necesario discutir en el capital del siglo XXI (quizá no en el del siglo XX o XIX) la unidad de análisis para contemplar la concentración de la riqueza. Si Facebook ha producido igual riqueza que el PIB del Perú, lo más seguro es que no necesariamente la unidad de análisis para medir la concentración de la riqueza deben ser los países. Es un tema debatible pero las transnacionales a nivel mundial adquieren mucha más importancia que muchos Estados-nación en el siglo XXI.
Finalmente, podríamos señalar que si bien Piketty hace una crítica sustancial a la economía política de las estadísticas de construcción del PIB y menciona paradojas de la economía ortodoxa como el hecho de que si un país privatiza la educación y la salud incrementa el PIB (o que no se contabiliza ninguna remuneración sobre el capital público), no trata un tema fundamental que todo economista del siglo XXI debería al menos dejar planteado cuando aborda el tema de la riqueza: la contabilidad del patrimonio ambiental (aunque sea desde la misma mirada capitalista). Seguro no existen datos para contabilizarlo en el período que analiza Piketty. No obstante, no mencionar este tema es una ausencia teórico-conceptual a mi modo de ver bastante importante dado el objeto de su tratamiento.
No nos referimos aquí a su planteamiento de poner un impuesto a la emisión de CO2 sino de incorporar en el análisis del capital al patrimonio natural. ¿En qué medida la acumulación de la riqueza y su concentración se sustenta en la dilapidación de la riqueza natural existente en el mundo? Un análisis del capital en el siglo XXI no puede dejar de lado el análisis del patrimonio natural y su relación con los modos de producción y acumulación de riqueza dentro de una economía (nacional o mundial).
Si bien la entrada metodológica de Piketty es interdisciplinaria lo cual rompe las tradicionales formas monolíticas de hacer investigación, su marco conceptual no deja de ser ortodoxo y neoclásico. El tema del patrimonio medio ambiental adquiere importancia a nivel mundial en el análisis de la división internacional del trabajo. ¿Cuánto cambiaría la distribución mundial de la riqueza si se le da valor al patrimonio ambiental de cada país? ¿Qué sucedería en la distribución de la riqueza a nivel mundial si se contemplase el pago a la deuda ecológica?
En este marco, así como debemos empujar más investigación y uso de energías renovables es necesario fomentar la reducción del consumo de hidrocarburo. A propósito del COP21 que se realizará este año en París (Conferencia sobre el cambio climático), la mejor estrategia de poner límites biofísicos al capital es concretar la propuesta ecuatoriana de compensación sobre Emisiones Netas Evitadas (ENES). A más de que dicha política permite caminar en un mundo más sostenible ambientalmente, creería yo que sería un cambio estructural en la distribución de la riqueza mundial a favor de los países del sur.
El tema ambiental debe ser trabajado a la par de la recuperación del sentido público del bien conocimiento. No es casual que a nivel mundial, el bien común “conocimiento” se privatice a través del manejo de la propiedad intelectual híper-patentizada en los ADPIC, en los TLC y los TBI; y que el patrimonio ambiental siga siendo contemplado como un bien público/común mundial de libre acceso. No solo debemos concretar la nueva arquitectura financiera regional sino también la nueva arquitectura cognitiva del sur que dispute la normativa de OMC referente a los derechos de propiedad hiper-patentizados. Esto solo será posible si se concreta la integración en UNASUR/CELAC y caminamos de la mano en el tratamiento del conocimiento como un bien público y común de la humanidad. No sólo se necesitamos una democratización del conocimiento al interior de los países sino entre países.   
Problematizar los temas ecológicos en el análisis del capital del siglo XXI es también considerar una mirada desde el Sur global. Siento que las 667 páginas del libro que estamos comentando tienen una perspectiva centro-periferia: observado desde el centro hacia los “márgenes” del mundo. Claramente se evidencia que las ausencias analíticas de la academia también evidencian relaciones de poder.
1 “¿Queremos vivir juntos? Entre la equidad y la igualdad”, publicado en Ecuador Debate No. 70. Disponible en http://repositorio.flacsoandes.edu.ec/bitstream/10469/3891/1/RFLACSO-ED70-06-Minteguiaga.pdf
2 Publicado en Alfredo Serrano, coord. ¡A (re)distribuir! Ecuador para todos. Disponible enhttp://www.planificacion.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2012/08/%C2%A1A-Redistribuir-Ecuador-para-Todos.pdf.
3 En referencia al Hotel Ramada y a la Hacienda La Clementina: el hotel fue incautado por el Estado ecuatoriano a los hermanos Isaías en el caso del feriado bancario, y en el año 2012 su administración fue traspasada a una compañía integrada por sus trabajadores; por otra parte, la hacienda bananera fue embargada a Álvaro Noboa por evasión de impuestos, y en 2013 fue adquirida por una cooperativa formada por sus trabajadores, con un crédito de la CFN.
  4 Para mayor información sobre el Banco de Ideas visitar http://senescyt.boostlatam.com/.

jueves, 22 de enero de 2015

Ecuador Innova




jueves, 15 de enero de 2015

«Los padres que quieran hijos felices tendrán adultos esclavos de los demás»


Día 15/01/2015 - 12.21h

El filósofo navarro advierte que la sociedad no tratará a los niños por el grado de felicidad que tengan, sino por aquello que sepan hacer.

Para el filósofo Gregorio Luri, buen conocedor del mundo educativo, y autor de «Mejor Educados» (Ariel), es mucho más sensato enseñar a nuestros hijos a superar las frustraciones inevitables que hacerles creer en la posibilidad de un mundo sin frustraciones. Luri, además, es especialmente crítico con aquellos que desean hijos felices. «Primero, yo creo que lo que hay que hacer es amar a la vida, no a la felicidad. Y no se puede amar a las dos al mismo tiempo. Porque la felicidad solo se puede conseguir jibarizando a la vida. Es decir, por medio de la idiocia. Además, no creo que existan los niños felices». Así lo asegura el ensayista navarro para quien la infancia no solo no es feliz, sino que suele ser una edad «terrible». «La vida es muy compleja. Otra cosa es que pueda haber momentos de gran alegría en la infancia. Pero también puede haberlos diez minutos antes de tu muerte», advierte. «Eso sí, teniendo también claro que no queremos hijos infelices y que lo contrario de la felicidad no es la infelicidad», matiza.
—A cualquier padre que se le pregunte responde que quiere un hijo feliz. Y es abrumadora la sobreoferta de obras de psicología y de noticias que indican el camino más corto para llegar a la felicidad.
—A esos padres les pediría que abrieran los ojos y que me dijeran qué ven. La vida es compleja, llena de incertidumbres, y con un sometimiento terrible al azar. Estoy empezando a pensar que hay un sector de educadores postmodernos que se han convertido en el aliado más fiel de la barbarie, que lo que hacen es ocultar la realidad y sustituirla por una ideología buenista, acaramelada, y de un mundo de «teletubbies». Personalmente, me resultan más atractivas la valentía y el coraje de afirmar la vida. Tenga usted un hijo feliz y tendrá un adulto esclavo, o de sus deseos irrealizados o de sus frustraciones, o de alguien que le va a mandar en el futuro. Personalmente, me resulta mucho más atractiva la valentía, el coraje de afirmar la vida. Algo que ha sido, por otra parte, la gran tradición occidental desde Homero hasta hace dos días: Querer a la vida a pesar de que esta es injusta, tacaña, austera. No querer a la vida porque encontramos la forma de diluirnos todos en un acaramelamiento que hasta me parece soez. Ahora la felicidad se entiende como un recorte de las aspiraciones.
—Tampoco queremos hijos infelices.
—En absoluto, eso sería de juzgado de guardia. Hay que tener claro que lo contrario de la felicidad no es la infelicidad, es la realidad. Hay que asumir la complejidad del mundo. Como seres humanos nuestro deber no es ser felices, es desarrollar nuestras capacidades más altas. Y la felicidad es una ideología que milita contra esto. ¿Por qué? Por la simpleza de nuestros teóricos, que nos llevan a una felicidad en cursivas. Procure que sus hijos no sean infelices, y después enséñeles la realidad, a sobrellevar sus frustraciones, a sobrellevar un no. Estamos creando niños muy frágiles y caprichosos, sin resistencia a la frustración, y además convencidos de que alguien tiene que garantizarles la felicidad. Y si alguien no se la garantiza, se encuentran ante una desgracia metafísica. Porque cuando nuestros hijos salgan al mercado, la sociedad no les va a medir por su grado de felicidad, sino por aquello que sepan hacer, que es exactamente lo que se le pide a las personas con las que nos relacionamos. Cuando vamos al dentista, no nos importa que sea feliz, sino que sea profesional en lo que hace. Si necesitamos un fontanero, querremos que sea eficiente, rápido, y a ser posible barato. Hombre, si es amable, mejor. Pero desde luego no vamos a valorar si es un fontanero feliz. Además, me parece muy sano que nuestras relaciones sociales, especialmente con los desconocidos, no estén mediadas más que por su profesionalidad, sin necesidad de estar pendientes de la emotividad.
—En su libro «Mejor educados» tiene un capítulo que reza: «Desconfíe del profesor que quiere hacer feliz a su hijo». ¿También de la escuela?
—De las que prometen «experiencias». Una escuela lo que tiene que ofrecer es la posibilidad de realizar trayectorias, no experiencias. Y en el caso concreto de los niños pobres, la posibilidad de cambiar de trayectoria, de liberarse, y de abrirse puertas. Si vuestros hijos van a una de esas escuelas en las que Bucay es el intelectual de referencia, competir está prohibido, cuando juegan, todos ganan y nadie pierde, y se considera más importante educar emocionalmente que enseñar álgebra, entonces, manteneos vigilantes. El mundo, sea lo que sea, no es un fruto de nuestro deseo. Y está muy bien que no sea así, porque si no cada uno tendríamos el nuestro. Y la realidad es aquello que un escritor catalán decía: «Ante la realidad, siempre se está en primera fila». Esto hay que saberlo. Y de todas formas, te llevas unos cuantos sopapos en la vida. Lo cierto es que hay que estar listo para eso. Pero... ¿para qué estamos preparando nosotros a nuestros hijos? Para ser felices, mientras las madres «tigre» chinas, por ejemplo, entrenan a sus hijos para que sean capaces de ir a cualquier universidad del mundo. Nos puede parecer que son demasiado estrictas, pero la realidad de los resultados de sus hijos nos obliga a no hacer demasiadas bromas con ellas, porque existe la posibilidad de que en el futuro sean los jefes de los nuestros. ¿Conclusión? Queramos hijos felices, que tendremos que ir con nuestro currículum de la felicidad a buscar trabajo en empresas chinas.
—En este sentido, usted aboga por las escuelas tradicionales, frente a otras modernidades pedagógicas. ¿Por qué?
—Mire, hay escuelas, tanto públicas como privadas, que ponen gran entusiasmo en dejar bien claro que no son tradicionales. Viven en la fantasía de que una escuela no puede ser buena si no ha roto con la tradición pedagógica. Quieren ser exclusivamente escuelas del siglo XXI. No es raro que se definan a sí mismas con fórmulas retóricas muy sofisticadas detrás de las cuales no hay ningún contenido claro. Pienso en la psicología positiva, la educación emocional, las inteligencias múltiples... etcétera. Frente a esto, están las escuelas tradicionales, llenas de imperfecciones sí, pero que acumulan una larga experiencia de ensayos y de errores que deberíamos tener en cuenta antes de jugarnos la educación de nuestros hijos a la única carta de nuestra ingenuidad. Es más, con frecuencia la pedagogía beata añade a su propuesta de hacer felices a los niños algo que parece más serio: «hacerlos mejores personas». ¿Pero se puede puede ser mejor persona sin conocimientos, sin capacidad para mantener la atención, sin competencias, sin hábitos? Piense usted en su propio mundo antes de responder a esta pregunta: ¿Se puede ser creativo sin tener conocimientos? ¿Y la memoria, es un estorbo para tener conocimientos?
—Los padres de ahora, ¿son demasiado flexibles con sus hijos?
—No, lo que están es perplejos. Y existen elementos objetivos para su perplejidad. En contra de lo que se dice de que los padres han dimitido, pienso que están más preocupados que nunca, quizá demasiado. En este sentido, soy partidario de reformular los derechos de los niños. El primero de todos sería que los hijos tienen derecho a tener unos padres tranquilos, que no estén continuamente preocupados, pendientes de qué tienen que hacer en el momento en que se encuentran sus hijos. Segundo, que tienen derecho a tener unos padres imperfectos. Porque así tienen relación con seres humanos. Voy a decir algo que me parece esencial: ser adulto, o hacerse adulto, es aprender a querer a los que te rodean a pesar de que estén llenos de faltas. La clave de todo esto de la felicidad es una ideología muy extraña que considera que la vida es un conjunto de problemas, cuya respuesta nos la puede dar no sé qué sabiduría, y en el momento en que tengamos respuesta a esa sabiduría seremos felices. Eso es un cuento chino.

Las redes sociales y la felicidad: «Nadie puede considerarse feliz hasta el día de su muerte»