miércoles, 2 de febrero de 2011

¿Las relaciones y el sistema monetario?







Toda nuestra cultura está basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercam­bio mutuamente favorable. La felicidad del hombre moderno consiste en la excitación de contemplar las vidrieras de los ne­gocios, y en comprar todo lo que pueda, ya sea al contado o a plazos. El hombre (o la mujer) considera a la gente en una forma similar. Una mujer o un hombre atractivos son los pre­mios que se quiere conseguir. "Atractivo" significa habitual­mente un buen conjunto de cualidades que son populares y por las cuales hay demanda en el mercado de la personalidad. Las características específicas que hacen atractiva a una persona dependen de la moda de la época, tanto física como mental­mente.

A fines del siglo XIX y comienzos de éste, un hombre debía ser agresivo y ambicioso (hoy tiene que ser sociable y tolerante) para resultar atractivo. De cualquier manera, la sensación de enamorarse sólo se desarrolla con respecto a las mercaderías humanas que están dentro de nuestras posibilidades de intercambio. Quiero hacer un buen negocio; el objeto debe ser deseable desde el punto de vista de su valor social y, al mismo tiempo, debo resultarle de­seable, teniendo en cuenta mis valores y potencialidades mani­fiestas y ocultas. De ese modo, dos personas se enamoran cuando sienten que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado, dentro de los límites impuestos por sus propios valores de intercambio.
En una cultura en la que preva­lece la orientación mercantil y en la que el éxito material cons­tituye el valor predominante, no hay en realidad motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema de intercambio que gobierna el mercado de bienes y de trabajo.



¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo. ¿O es el amor una sensación placentera, cuya experiencia es una cuestión de azar, algo con lo que uno "tropieza" si tiene suerte?(...) No se trata de que la gente piense que el amor carece de importancia. En realidad, todos están sedientos de amor; ven innumerables películas basadas en historias de amor felices y desgraciadas, escuchan centenares de canciones triviales que hablan del amor, y, sin embargo, casi nadie piensa que hay algo que aprender acerca del amor.


¿Sucede acaso que sólo se consideran dignas de ser apren­didas las cosas que pueden proporcionarnos dinero o prestigio, y que el amor, que "sólo" beneficia al alma, pero que no pro­porciona ventajas en el sentido moderno, sea un lujo por el cual no tenemos derecho a gastar muchas energías?


El primer paso a dar es tomar conciencia de que el amor es un arte, tal como es un arte el vivir. Si deseamos aprender a amar debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte, música, pintura, carpintería o el arte de la medicina o la ingeniería.

                                                
                        Erich Fromm - El Arte de Amar

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