sábado, 25 de octubre de 2025

DiSCURSO DE Byung-Chul Han, AL AGRADECER EL PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS en el área de Comunicaciones y Humanidades 2025.



El filósofo, teólogo católico y ensayista surcoreano, fustigó al neoliberalismo y al correlato socio-cultural.

Este es su discurso completo:
Señoras y señores:
Es para mí un gran honor, a la par que una inmensa alegría, recibir tan alta distinción en esta histórica ciudad de Oviedo.
En la Apología, el famoso diálogo de Platón, cuando Sócrates expone su propia defensa después de haber sido condenado a muerte, explica cuál es la misión del filósofo. La función del filósofo consistiría en agitar a los atenienses y despertarlos, en criticarlos, irritarlos y recriminarlos, igual que un tábano pica y excita a un noble caballo cuya propia corpulencia lo vuelve pasivo, y así lo espolea y estimula. Sócrates compara a ese caballo con Atenas.

Yo soy filósofo. Como tal, he interiorizado esta definición socrática de la filosofía. También mis textos de crítica social han causado irritación, sembrando nerviosismo e inseguridad, pero al mismo tiempo han desadormecido a muchas personas. Ya con mi ensayo La sociedad del cansancio traté de cumplir esta función del filósofo, amonestando a la sociedad y agitando su conciencia para que despierte. La tesis que yo exponía es, efectivamente, irritante: la ilimitada libertad individual que nos propone el neoliberalismo no es más que una ilusión. Aunque hoy creamos ser más libres que nunca, la realidad es que vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad. Ya no vivimos en una sociedad disciplinaria, donde todo se regula mediante prohibiciones y mandatos, sino en una sociedad del rendimiento, que supuestamente es libre y donde lo que cuenta, presuntamente, son las capacidades. Sin embargo, la sensación de libertad que generan esas capacidades ilimitadas es solo provisional y pronto se convierte en una opresión, que, de hecho, es más coercitiva que el imperativo del deber. Uno se imagina que es libre, pero, en realidad, lo que hace es explotarse a sí mismo voluntariamente y con entusiasmo, hasta colapsar. Ese colapso se llama burnout. Somos como aquel esclavo que le arrebata el látigo a su amo y se azota a sí mismo, creyendo que así se libera. Eso es un espejismo de libertad. La autoexplotación es mucho más eficaz que ser explotado por otros, porque suscita esa engañosa sensación de libertad.

También he señalado en varias ocasiones los riesgos de la digitalización. No es que esté en contra de los smartphones ni de la digitalización. Tampoco soy un pesimista cultural. El teléfono inteligente puede ser una herramienta utilísima. No habría problema si lo usáramos como instrumento. Lo que ocurre es que, en realidad, nos hemos convertido en instrumentos
de los smartphones. 

Es el teléfono inteligente el que nos utiliza a nosotros, y no al revés. No es que el smartphone sea nuestro producto, sino que nosotros somos productos suyos. Muchas veces sucede que el ser humano acaba convertido en esclavo de su propia creación. Las redes sociales también podrían haber sido un medio para el amor y la amistad, pero lo que predomina en ellas es el odio, los bulos y la agresividad. No nos socializan, sino que nos aíslan, nos vuelven agresivos y nos roban la empatía. Tampoco estoy en contra de la Inteligencia Artificial. Puede ser muy útil si se emplea para fines buenos y humanos. Pero también con la Inteligencia Artificial existe el enorme riesgo de que el ser humano acabe convertido en esclavo de su propia creación. La Inteligencia Artificial puede ser empleada para manejar, controlar y manipular a las personas. Por eso, la tarea acuciante de la política sería controlar y regular el desarrollo tecnológico de manera soberana, en lugar de simplemente seguirle el paso. La tecnología sin control político, la técnica sin ética, puede adoptar una forma monstruosa y esclavizar a las personas.

Últimamente he reflexionado mucho sobre la creciente pérdida de respeto en nuestra sociedad. Hoy en día, en cuanto alguien tiene una opinión diferente a la nuestra, lo declaramos enemigo. Ya no es posible un discurso sobre el que se base la democracia. Alexis de Tocqueville, autor de un famoso libro sobre la democracia estadounidense, ya sabía que la democracia necesita más que meros procedimientos formales, como son las elecciones y las instituciones. La democracia se fundamenta en lo que en francés se llama "moeurs", es decir, la moral y las virtudes de los ciudadanos, como son el civismo, la responsabilidad, la confianza, la amistad y el respeto. No hay lazo social más fuerte que el respeto. Sin moeurs, la democracia se vacía de contenido y se reduce a mero aparato. Incluso las elecciones degeneran en un ritual vacío cuando faltan estas virtudes. La política se reduce entonces a luchas por el poder.

 Los parlamentos se convierten en escenarios para la autopromoción de los políticos. 

Y el neoliberalismo ha creado ya una gran cantidad de perdedores. La brecha social entre ricos y pobres se sigue agrandando cada vez más. El miedo a hundirse socialmente afecta ya a la clase media. Precisamente estos temores son los que lanzan a la gente hacia los brazos de autócratas y populistas.
Creemos que la sociedad en la que vivimos hoy es más libre que nunca. En cualquier ámbito de la vida, las opciones son infinitas. También en el amor, gracias a las aplicaciones de citas. Todo está disponible al instante. El mundo se asemeja a un gigantesco almacén donde todo se vuelve consumible. El infinite scroll promete información ilimitada. Las redes sociales facilitan una comunicación sin límites. Gracias a la digitalización, estamos interconectados, pero nos hemos quedado sin relaciones ni vínculos genuinos. Lo social se está erosionando. Perdemos toda empatía, toda atención hacia el prójimo. Los arrebatos de autenticidad y creatividad nos hacen creer que gozamos de una libertad individual cada vez mayor. Sin embargo, al mismo tiempo, sentimos difusamente que, en realidad, no somos libres, sino que, más bien, nos arrastramos de una adicción a otra, de una dependencia a otra. Nos invade una sensación de vacío. El legado del liberalismo ha sido el vacío. Ya no tenemos valores ni ideales con que llenarlo.

Algo no va bien en nuestra sociedad.

Mis escritos son una denuncia, en ocasiones muy enérgica, contra la sociedad actual. No son pocas las personas a las que mi crítica cultural ha irritado, como aquel tábano socrático que picaba y estimulaba al caballo pasivo. Pero es que, si no hay irritaciones, lo único que sucede es que siempre se repite lo mismo, y eso imposibilita el futuro. Es cierto que he irritado a la gente. Pero, afortunadamente, no me han condenado a muerte, sino que hoy soy honrado con la concesión de este bellísimo premio. Se lo agradezco de todo corazón.
Muchísimas gracias.

domingo, 5 de octubre de 2025

What is Janteloven?






If you’ve spent any time in Scandinavia, you’ve likely heard of the concept of Janteloven, or the Law of Jante. Known as Janteloven in both Danish and Norwegian, Jantelagen in Swedish, Jante laki in Finnish and Jantelögin in Icelandic, this concept illustrates a social code specific to the Nordic region.


What is Janteloven?



Janteloven’s social code dictates emphasis on collective accomplishments and well-being, and disdains focus on individual achievements. It is an underlying Scandinavian philosophy principle that applies across Denmark, Norway, Sweden, Finland, and Iceland. Understanding Janteloven is paramount to understanding both the history and modern-day cultures of these countries.


The History of Janteloven: Where Did The Law of Jante Come from?

The idea of Janteloven first found its name through the work of Danish-Norwegian author Askel Sandemose in his 1933 book A Fugitive Crosses His Tracks (En Flyktning Krysser Sitt Spor).

In the novel, Sandemoose tells the story of a fictional small Danish town, Jante, where all individuals are expected to subsume their identity to the group. Though he first articulated the concept, Sandemoose argues that this is something that can historically be found throughout the villages and cities of Scandinavia.




Above: Aksel Sandemose formulated the Janteloven which he published in the book “En flyktning krysser sitt spor” A Refugee Crosses his Track in 1933. The novel is part of a long series centered on the author’s alter ego, Espen Arnakke, a sailor from Jante.



The Ten Laws of Jante

Rule 1 Do not to think you are anything special.

Rule 2 Do not to think you are as good as we are.

Rule 3 Do not to think you are smarter than we are.

Rule 4 Do not to imagine yourself better than we are.

Rule 5 Do not to think you know more than we do.

Rule 6 Do not to think you are more important than we are.

Rule 7 Do not to think you are good at anything.

Rule 8 Do not to laugh at us.

Rule 9 Do not to think anyone cares about you.

Rule 10 Do not to think you can teach us anything.


The ten laws of Jante, written by Aksel Sandemose, are a fascinating look at the wide net this pattern of behavior casts across society. Notice that they’re directed at “you,” and refer to “us,” meaning the culture or community at-large.

  


                                   



Janteloven in Scandinavia Today

How does Janteloven play out in Scandinavia today? In an increasingly globally-connected world, do the old cultural rules still apply? The answer is: it’s complicated (isn’t it always?).

A general aversion to trumpeting individual excellence continues to be prevalent across Scandinavian cultures. Both international and domestic media emphasis tends to be on how strong the region – the society – is, rather than on individuals. Health care, welfare, gender equality, design, even happiness; these are the things that stand out when Scandinavia countries reference their strengths, not particular prominent individuals or celebrities.


But, in a capitalist society, those with the means of production also get the credit for success. Though all Scandinavian countries have a socialist welfare model, their economic model is capitalism and increased global trade only underscores the fact. The result is that the Scandinavian countries encourage a system in which individuals strive to be financially and socially successful, while also eschewing the self-promotion that often accompanies this kind of success.

An example of the way Danes have both reinforced and poked fun at Janteloven is the popular Carlsberg campaign: “Probably the best beer in the world.” Ironically, the campaign features one of Denmark’s biggest stars, actor Mads Mikkelsen. As he goofily cycles around Copenhagen, head bobbing while he rides over the cobbled streets, there’s a charming mixture of self-effacement and pride that typically marks Janteloven. The commercial wants to showcase the best of Denmark, including Carlsberg beer, while gently undercutting the compliments. It ends with the biggest undercut of all “probably.”:






Header image by Gerd Arntz.



This article was originally published July 2018.