martes, 26 de mayo de 2020

Camille Paglia: “El sentimentalismo casi victoriano es lo peor del feminismo actual"

Rechazado por siete editoras, Sexual Personae, de Camille Paglia, fue publicada en 1990 por la editorial de la Universidad de Yale y apoyada decisivamente por el crítico Harold Bloom. Con fuerza persuasiva, actitud punk y notable erudición, el ensayo provocó controversia y encontró una recepción hostil entre el medio académico feminista. Hoy vuelve a librerías con la estatura de un polémico clásico contemporáneo.


Hace 30 años, publicó un libro provocador, ambicioso, intelectualmente desafiante. Un ensayo de gran densidad cultural, elocuente en sus argumentos y de una insolencia temeraria para la corrección política de la época. En sus primera páginas, Camille Paglia resaltó las insalvables diferencias biológicas entre hombres y mujeres, así como la eventual deuda del género femenino con la civilización marcadamente masculina: “El lenguaje mismo y la lógica que emplea la mujer moderna para derribar la cultura patriarcal fueron inventados por los hombres”, escribió.

Rechazado por siete editoras, Sexual Personae fue publicada en 1990 por la editorial de la Universidad de Yale y apoyada decisivamente por el crítico Harold Bloom. Con fuerza persuasiva, actitud punk y notable erudición, el ensayo provocó controversia y encontró una recepción hostil entre el medio académico feminista. Hoy vuelve a librerías con la estatura de un polémico clásico contemporáneo.

“En su momento provocó sensación, pero al mismo tiempo recibí varios ataques, porque yo era muy crítica con el feminismo del momento, que me parecía bastante ‘anti-masculino’, con un odio evidente hacia los hombres”, dice Camille Paglia (1947) desde su oficina en la Universidad de las Artes de Filadelfia. “Paradójicamente, hoy la mayoría puede darse cuenta o ver allá afuera de lo que yo estaba hablando en el libro: actualmente está totalmente institucionalizado en los propios estudios universitarios y en cualquier curso que alguien tome sobre géneros, el concepto de masculinidad tóxica. A los estudiantes se les dice que los hombres son brutos y opresores, y que la historia no es otra cosa que la historia de la opresión de las mujeres en manos de los hombres”.

Reeditado por el sello Deusto, el libro presenta un recorrido y un análisis de la cultura occidental a través de la creación artística, la literatura, la sicología y la religión, a partir del diálogo y la tensión entre arte y sexo, naturaleza y civilización. “¿Qué es el sexo? ¿Qué es la naturaleza? Yo considero que el sexo y la naturaleza son dos brutales fuerzas paganas”, escribe en el ensayo.

Feminista poco ortodoxa, formada bajo las corrientes de influencia del sicoanálisis, Camille Paglia cree más en Hobbes que en Rousseau, y más en Sade que en Locke: bajo la capa de civilización y educación, la naturaleza humana es salvaje y violenta .

Paglia asocia al feminismo progresista la misma contradicción que observa en el liberalismo más radical: su condena del orden social como opresivo, en circunstancias que ese orden garantiza la libertad.

“Uno de los reflejos feministas es el desdén por la ‘sociedad patriarcal’, a la que nada bueno puede atribuirse. Pero ha sido la sociedad patriarcal la que me ha liberado como mujer”, escribe. “Dejemos de ser mezquinas con los hombres y reconozcamos abiertamente los tesoros que su tendencia obsesiva ha dado a nuestra cultura”, dice.

“Si la civilización hubiera quedado en manos de mujeres, seguiríamos viviendo en chozas”, afirma.

Desde los mitos griegos a Shakespeare, de Da Vinci a Elvis Presley, y de Oscar Wilde a Madonna, Camille Paglia se sirve de una enorme y heterogénea gama de referencias para examinar el erotismo, la sexualidad y los arquetipos masculinos y femeninos.

“En el libro también me referí a Alfred Hitchcock, cuya obra he defendido a pesar de las interminables acusaciones contra él referidas a su misoginia, sus neurosis o su vida privada, que probablemente era bastante problemática”, dice. “Eso es lo que les pasa a muchas personas y, por cierto, a muchos artistas. Sin embargo, sus películas están entre los más grandes artefactos y legados culturales del último siglo. Eso no se puede negar. Lo peor es que muchos de los que atacan algunas obras de arte en el cine o en la pintura no tienen idea de nada en términos culturales. Todo lo analizan de manera política, lo que me parece un error. Lo siento, pero no todo es político en la vida”, dice.

¿Cuál es su opinión sobre Roman Polanski?

La primera película que vi cuando llegué a la universidad en 1964 fue Cuchillo en el agua, de Roman Polanski. Quedé cautivada por su bello blanco y negro, y en la sociedad cinematográfica que formamos en la universidad vi cada una de sus películas, una después de la otra. Siempre me atrajo su actitud abierta respecto del sexo en sus filmes, que eran bastante más abiertos que lo que se hacía en Hollywood en ese tiempo. Creo que el conjunto de su obra es una de las más importantes en la segunda mitad del siglo XX. Por la misma razón, mi actitud es que uno debe honrar al artista por lo que ha hecho y no debe permitirse censurar su obra por los crímenes que esa persona puede haber cometido. Entiendo que se pueda sentir desprecio por la persona y que se la pueda condenar incluso, pero no entiendo que eso impida apreciar su creación. La historia está llena de ejemplos de artistas emocionalmente perturbados o con comportamientos limítrofes en la ley, en lo permitido, en lo criminal. Esa es la tradición de la vanguardia, sin ir más lejos, en los últimos 200 años, de Charles Baudelaire, Oscar Wilde, André Gide o Jean Genet.

Por esa razón, argumenta, le resulta incomprensible la actitud de feministas que condenan a artistas como Picasso por su trato con las mujeres. “Todo este sentimentalismo casi victoriano, muy similar al que condenó a Oscar Wilde, pero hace 140 años, es lo peor del feminismo actual. Aún más, creo que una de las razones por las que ha disminuido la creatividad en las artes estadounidenses se debe a este tipo de pensamiento que permea a los jóvenes desde la educación secundaria hasta la universidad. Los hace víctimas de una propaganda política y los transforma en clones, sin pensamiento independiente y creativo”, apunta.

¿Qué piensa del movimiento #MeToo?

Oh, Dios mío. Antes que nada tengo que decir que el acoso y la agresión sexual me parecen indignantes. Sin embargo, no por condenar aquello se puede llegar a institucionalizar la injusticia dentro de un movimiento. Suceden cosas como que una mujer afirma que hace 30 años un hombre abusó de ella, y sin pruebas evidentes esto causa daño a la reputación, a la fuente laboral del acusado. Y a él mismo, a fin de cuentas. Lo que digo es que las mujeres no deben aceptar ser abusadas o acusadas cuando las cosas están sucediendo. No después. No le encuentro sentido a esa idea que las mujeres no tienen el poder de defenderse en el momento. Mi madre, por ejemplo, era hija de una pobre familia que venía de los campos de Italia y estoy segura de que jamás habría tolerado la más mínima señal de abuso o acoso de sus empleadores en la fábrica donde trabajaba con su hermana.

Aun así, dice que puede entender a mujeres sin la educación suficiente para defenderse por temor a perder su empleo; no así a profesionales de clases medias y altas. “No me parece que una persona con esa formación sea incapaz de responder verbalmente ante un intento de abuso o acoso. Lo siento, pero es inaceptable para mí. Es sólo una excusa para esconder que tienen ambición por escalar lo más rápido posible y a costa de cualquier cosa en el mundo laboral. Prefieren eso al respeto a sí mismas”.

“Para todo se necesitan pruebas -prosigue- y no me parecen bien estas acusaciones que salen de ninguna parte 30 años después. Eso no es democracia. Eso es fascismo al más bajo nivel. No podemos apoyarnos en esta violación rampante los derechos del hombre. ¿Qué clase de feminismo se puede construir basándose en esa clase se injusticias contra los hombres?”, pregunta. “En definitiva, si el movimiento #MeToo actúa de manera plausible y coherente puede ser un aporte. Por el contrario, si se transforma en una mafia, me temo que será un retroceso para las mujeres”.

Camille Paglia cita el caso de Harvey Weisntein, condenado a 23 años por violación y agresión sexual. “Obviamente, el tipo es un abusador, pero al mismo tiempo un idiota. Un gran bebé al que le gusta practicar juegos con sus regalos nuevos. Basta mirarlo a la cara para darse cuenta de eso. En fin, cualquier mujer que cruzó el umbral de la habitación de hotel donde Harvey Weinstein las recibía con bata es una idiota. O si lo vio así antes y decidió ingresar de todas maneras, quiere decir que su carrera tenía más importancia para ella que su respeto a sí misma. Lo siento, pero es así. Y estamos hablando de Harvey Weinstein, el tipo al que Meryl Streep, la gran feminista de Hollywood, llamó ‘Dios’ alguna vez en TV”.

La violencia contra las mujeres aún tiene índices graves, ¿cómo debería abordarse?

Creo que esta es la verdad del problema que tienen que enfrentar hoy las mujeres. Esto es en lo que el feminismo debería estar enfocado, incluyendo, además, los casos de masacres y torturas contra mujeres en varios países. No en esas actrices de Hollywood que hablan de sus problemas con Harvey Weinstein en una suite de hotel. La realidad es otra. Mi libro Sexual personae se hace cargo del problema de la identidad masculina de una manera bastante más honesta. Me refiero al estado de humillación en que el hombre se encuentra en relación a la mujer, especialmente si no tiene trabajo, dinero ni respeto de parte de la sociedad. Todo mi libro tiene que ver con la sensación de inferioridad con que el hombre se siente en relación a la mujer. Por supuesto que la convención es que los hombres tienen el poder y eso es lo que postula el feminismo. Pero eso es sólo en términos políticos. Desde la perspectiva sicológica las cosas son diferentes. La violencia contra las mujeres es un vestigio del hombre cazador y primitivo: aún persiste, está ahí. Siempre estoy previniendo a las mujeres de esta eventual conducta masculina, pero como respuesta lo único que obtengo de ellas: “¡Estás culpando a las víctimas, estás culpando a las víctimas!”.... Hablando de la mentalidad masculina, una de las frases más famosas de Sexual Personae es: “Así como no hay ninguna mujer equivalente a Jack, el destripador, tampoco hay una mujer que se parezca a Mozart”. Esto tiene que ver con que, en mi opinión, la escala de inteligencia de los hombres fluctúa entre los extremos: desde un genio a un absoluto idiota o un psicópata. Al revés, en las mujeres la inteligencia tiende a ser siempre en un grado medio. Pero las mujeres no entienden que un hombre puede llegar a observar el mundo con la mente de un cazador primitivo. En fin, no estamos totalmente civilizados y me parece que el ser humano está aún en evolución. Creo que Sexual Personae entrega un completo cuadro de la cultura y la sicología humanas, aunque mis competidoras feministas que adoran a Michel Foucault estiman que mi obra no tiene valor alguno y no tiene nada que decir.

lunes, 18 de mayo de 2020

El nuevo contrato sexual (I)

El Sr R es aparejador y la Sra M es enfermera, llevan 39 años casados y ambos tienen trabajo fijo y una vida cómoda y próspera. Tuvieron dos hijos, un niño, Carlos y una niña, Ana, ambos recibieron una educación similar, fueron al mismo colegio y las mismas oportunidades pero aunque Carlos tiene dos años más que su hermana, llevó desde el principio de la ESO cierto retraso con respecto a ella que fue siempre muy responsable y una buena estudiante.
Por el contrario Carlos comenzó a flojear en los estudios hacia los 14 años, solía suspender, mostrar poco interés por casi nada, en una especie de apatía existencial. Pronto comenzó a meterse en líos y peleas, trapichear con drogas, y buscarse problemas con los demás compañeros y profesores. Parecía no tener interés en nada y se mantenía en los márgenes sociales de sus iguales en edad, sin terminar de encajar en ningún grupo de amigos vinculados bien por aficiones, deportes o actividades. Terminó la educación obligatoria de mala manera aprovechando un aprobado casi general. Luego dejó los estudios por completo.
Hoy Ana es enfermera con 35 años con plaza fija, Carlos vive con sus padres y aunque ha ido consiguiendo algunos subempleos lo cierto es que a sus 37 años no tiene oficio ni beneficio. Pasa su tiempo paseando perros ajenos pues es cierto que tiene cierta empatía con los animales. Tiene un plan para montar algo así como una granja educativa para perros.
Lo cierto es que esta historia no es una rareza sino muy frecuente en nuestro mundo actual. Las niñas parecen haberse adaptado bien a esas exigencias educativas que proceden de un mundo basado en la igualdad, una igualdad que los padres asumen de esta manera: “para que no dependa de nadie en el futuro”, mientras que los niños parecen desorientados y confusos tratando de encontrar algún motivo para estudiar, trabajar o hacer algo útil para la sociedad. Lo cierto es que nadie se pregunta para qué debe estudiar o trabajar un hombre.
Adelantaré algo: los hombres estudiábamos o trabajábamos para poder alimentar y gobernar una familia, de manera que queda bastante obvia la apatía de Carlos, simplemente se ha quedado sin función en la vida.
Y es que la igualdad tiene efectos secundarios.
Geoff Dench fue un sociólogo británico, fallecido en 2018, que se dedicó a estudiar temas como la inmigración, los hombres de clase trabajadora y el feminismo. En este libro, Dench intenta mejorar la comprensión de las relaciones entre hombres mujeres y también de la renegociación del contrato entre ambos sexos que estamos viviendo en nuestros tiempos. Dench presenta una visión de los roles que hombres y mujeres cumplen en la sociedad muy distinta a la del feminismo y creo que merece la pena que sea más conocida. Según Dench, el feminismo está equivocado en su comprensión de este contrato entre hombres y mujeres y de cómo hay que renegociarlo y esto es perjudicial para la sociedad en su conjunto y para las propias mujeres.
La hipótesis de la domesticación.-
Richard Wrangham es un primatólogo británico que enunció una hipótesis evolucionista para explicar el hecho de que los humanos éramos cada vez menos agresivos y dóciles tal y como sugiere Steven Pinker en su libro “Los ángeles que llevamos dentro”. El lector interesado puede leer este post con los argumentos de Wrangham.
“El sindrome de domesticación sería el responsable evolutivo de seleccionar nuevos rasgos en mamíferos, siendo la reducción de la agresión uno de los más apreciables, con la disminución aparejada en los niveles de stress o miedo. Muy significativamente, la domesticación humana selecciona una reducción muy considerable de la violencia “reactiva” (violencia familiar, riñas y altercados dentro del propio grupo, etc) en los machos, pero favorece el aumento de la violencia “proactiva”, que implica la organización de coaliciones agresivas cada vez más sofisticadas entre grupos. En cierto modo esta distinción resuelve una controversia histórica: Rousseau tenía razón en cuanto a la violencia “reactiva”, que es realmente menos natural en el hombre, pero Hobbes estaba en lo cierto en cuanto a la “proactiva”.
Resulta sorprendente que, descendiendo de homínidos “robustos”, todas las poblaciones humanas “modernas”, de África a Australia, hayan experimentado un proceso de gracilización relativamente homogéneo en un tiempo evolutivo tan escaso.
Parece que los humanos modernos no reemplazaron simplemente a los robustos, como sugerían las versiones preliminares de la teoría de la “out of África“, sino que fueron los mismos robustos los que se hicieron gráciles. “Tomado de este post “.
Algo que plantea una interesante paradoja evolutiva. ¿Por qué la selección natural privilegió cerebros pequeños, musculaturas gráciles, rostros aniñados y perdida de la tosquedad facial,  pieles más blancas, gusto por el juego y retardo de la maduración si estos rasgos son desventajosos para la supervivencia? El problema que se plantea a continuación es el siguiente
¿Quién domesticó al sapiens? ¿fueron los extraterrestres, fue un proceso de auto-domesticación y si fue así cual fue la razón?
Obviamente fueron las mujeres las que domesticaron a los hombres. Vale la pena releer “El príncipe y la rana” o “La bella y la bestia”
¿Pero quien domesticó a las mujeres?
Las mujeres no necesitan ser domesticadas pues vienen de serie con “la cruel atadura”, es decir con el lastre de la maternidad.
“En el libro, Dench desarrolla la idea de que el núcleo de la sociedad es femenino y surge de la necesidad de organizar la reproducción de forma eficaz. Las actividades más esenciales de la sociedad son la que tienen que ver con el cuidado de los niños. La maternidad compartida es la base de toda la sociedad humana. Las mujeres son las que tienen los hijos y la mayor responsabilidad por ellos las hace conscientes de que van a necesitar apoyos en el futuro. Las estructuras para apoyarse entre ellas serían probablemente el contrato social original (la aloparentalidad)”.
La monogamia fue el siguiente paso: encontrar a un hombre para compartir las cargas de la crianza y la alimentación y protección de la prole, evidentemente dos son siempre mejor que uno y es por eso que la pareja humana se seleccionó positivamente como una estrategia social estable. La monogamia favoreció a ambos sexos pues los hombres si no son sujetados por obligaciones “patriarcales”, es decir, de ocuparse de personas que dependen de ellos (su mujer e hijos), acaban viviendo vidas muy cortas y brutales.
Los hombres son más asociales que las mujeres y tienen mucha tendencia a lanzarse al monte, es decir, a llevar una vida improductiva: alcohol, juego, porno, videojuegos. Asumir la responsabilidad de una mujer y unos hijos tiene una influencia civilizadora sobre los hombres y Dench recalca a lo largo del libro que trastocar este punto tiene un influencia devastadora para la sociedad. Actualmente estamos viendo un aumento en el número de hombres jóvenes infrasocializados y escasamente empleables, que han optado por una apatía narcisista y que se están quedando en los márgenes de la sociedad mientras las mujeres ocupan los lugares que otrora ocuparon los hombres, medicina, abogacía, y casi todas las profesiones tienen mayoría de mujeres por no hablar de aquellas que precisan de una memorística especial como preparar oposiciones.
La mala noticia es que los hombres son superfluos y es por eso que Carlos no encuentra motivación para hacer nada en la vida sino seguir dependiendo de sus padres mientras mantiene escarceos sexuales continuos cada vez con una pareja bien distinta (one night stand). Pues la igualdad de las mujeres ha terminado por dar a los hombres lo que desean: sexo fácil sin compromisos familiares, algo que es letal para hombres, mujeres y la sociedad en general.
Sin embargo las mujeres ven estas actitudes y comportamientos como egoístas. Pero la condición fundamental de los hombres que les permite ser más egoístas (y que las mujeres no han disfrutado hasta fechas más recientes con la píldora anticonceptiva, etc.) no es un tema de elección moral sino una adaptación biológica. Las mujeres han sido la columna vertebral de las sociedades a lo largo de la historia no porque sean virtuosas. Es al revés. Las mujeres han sido virtuosas porque sus propias necesidades han hecho que tuviera más interés para ellas adjudicar menos importancia a la libertad personal y mayor valor que los hombres al apoyo mutuo y la seguridad. Y esto valores son definidos como virtuosos porque conducen al bienestar colectivo.
Las mujeres prefeministas domesticaron a los hombres haciéndoles más parecidos a ellas, pero el feminismo actual lo que pretende es que sean las mujeres más parecidas a los hombres, dejando a estos sin el rol social y los beneficios de ser un cabeza de familia a cambio de ser su proveedor. De modo que el patriarcado no es la enfermedad sino la solución cultural que benefició a hombres, mujeres y sociedades.
Los hombres hoy se dividen en dos grupos: los adictos al trabajo que tratan de proveer a sus familias a pesar de ya no ser tan necesarios para ellas o bien se niegan a jugar en ese entorno lleno de trampas y hacen como Carlos, simplemente no compiten ni entran en el juego del trabajo y la responsabilidad pues no ven que haya un papel para ellos en la sociedad. Estos son principalmente hombres de clase baja o los llamados incels, ese grupo de hombres que carecen de atractivo suficiente para entrar siquiera en el juego de la “libertad sexual” pues ahí llevan mejores boletos los más solicitados.
Lo que nos devuelve a una organización social ancestral previa a la monogamia y a la instauración del patriarcado como forma de organización social: los hombres proveen a cambio de ser los cabezas de familia.
De manera que Carlos no es un enfermo mental tal y como sus padres me lo presentaron sino un rebelde sexual y social si bien su futuro es tan incierto como el de su hermana pero es seguro que no sea tan próspero ni feliz como el de sus padres. Por otra parte su hermana que es una mujer emancipada, en el sentido que puede cuidar y autoproveerse, lo cierto es que tampoco ha logrado establecer una relación de pareja satisfactoria y presenta una vida errante desde el punto de vista sentimental, claro “ya no hay hombres” dice. Ninguno tiene hijos.
Es necesario pues un nuevo contrato sexual que vaya más allá de nuestras adaptaciones ancestrales pero que las tenga en cuenta, pues no hay peor forma de enfrentar los problemas sino con la falacia de la “tabula rasa”  o “pizarra en blanco” que tanto gusta a la izquierda. No todo es posible y cambiar a la fuerza a los hombres generará una reacción agresiva que ya estamos viendo en algunos ámbitos de nuestra convivencia como por ejemplo la violencia llamada de género.
En el próximo post me ocuparé de cómo gestionar ese cambio del contrato sexual de una forma eficiente y positiva para todos.