miércoles, 30 de enero de 2019
martes, 29 de enero de 2019
Humberto Maturana: “Los seres humanos no somos monógamos”
Ricardo Olave
29 ENE 2019
Esta entrevista, perteneciente a la extinguida revista APSI del año 1991, estuvo enmarcada en un especial relacionado al erotismo y la sexualidad. Es en este contexto que el Premio Nacional de Ciencias tuvo palabras para analizar a los chilenos, quien desde la emoción, desprende el lenguaje de la biología del amor.
-¿Usted considera que la monogamia es el orden natural del ser humano?
-No. Los seres humanos somos moderadamente polígamos. La monogamia nos puede durar toda la vida o no. Una cosa no niega la otra. Pero si usted me pregunta cuáles son los pilares de una familia larga, permanentemente, yo pienso que es la ternura. Porque la sexualidad, es un modo de ternura. Cuando uno habla de sexualidad, escucha solamente el acto sexual. Y éste es solo un momento en esta relación sensual hombre-mujer. Donde están la caricia, la atención, el cuidado, el juego: todo lo que es encontrarse con el otro en su legitimidad.
En la convivencia, son el control y la exigencia los que generan la angustia: mi impresión es que mientras más se controla la monogamia, más se destruye. El problema es la exigencia y el control. Si la pareja vive en la ternura y la sensualidad, y por lo tanto en la armonía sexual, ni siquiera se tiene que preguntar por la fidelidad. La fidelidad surge como pregunta cuando se perdió la sensualidad y la ternura.
-Usted ha dicho que la felicidad está en la armonía del presente. ¿Cuál es la relación que usted ve entre sexualidad y felicidad?
-El problema con las exigencias es que siempre interfieren con lo que exigen. Se fundan en que no está lo que se exige: usted exige cooperación y no la tiene, porque para que haya cooperación tiene que darse un fundamento distinto, que es la aceptación y el respeto, y el deseo común. Empieza a exigir cuando estas condiciones fundamentales no existen…
La armonía sexual
-Parece ser que estamos mal educados para convivir.
-Yo creo que sí estamos mal educados, porque pertenecemos a una cultura que piensa o que actúa como si la armonía y el orden surgiesen de la exigencia y el control. La armonía no surge de la exigencia, sino de la coincidencia de propósitos, de la coincidencia de deseos; lo que yo llamo la ‘con-inspiración’ en el vivir.
Humberto Maturana acota que él se ha preocupado de estos temas desde un camino distinto de la psicología y la filosofía: desde la biología. “Mis preguntas han sido en general sobre las condiciones constititivas que le dan origen a las experiencias, más que lo que pasa con ellas”.
-¿Pero es una biología integrada a la ética?
-Yo nunca me interesé por la ética hasta que la biología me la mostró.
-¿Hay ética en la naturaleza?
-No, pero en el ser humano sí. Y surge del amor. La ética tiene que ver con la preocupación por el otro. Con tratar al otro como legítimo otro en la convivencia. Pero la preocupación ética nunca va más allá que el dominio social en que surge…
-En Chile en estos momentos, mientras más se “ve” la gente, se siente con mayor status. Y esto, asociado a una sexualidad lo más reprimida, posible, ¿no?
-Yo creo que todos los seres humanos necesitan vivir una vida que tenga sentido. Una vida en la cual su quehacer sea armónico y congruente con un espacio más amplio que su vida individual, y ese sentido históricamente se daba desde lo místico. Eso se ha ido perdiendo. Ahora la religión propone un espacio de integración social. Y usted se va a encontrar con que los que viven en conciencia social, los que sienten su quehacer como parte de la comunidad, están menos amarrados a lo religioso. La religión está -demasiado, para mí gusto- centrada en las exigencias y en las normas. Pero lo que la persona busca es esa integración. Quiere que su quehacer tenga sentido y a veces lo confunde con las normas, que es lo que usted señala cuando dice status: si cumplo tales y tales reglas, pertenezco a una comunidad, soy acogido por ella.
-Hay una inseguridad “típica” o básica de los chilenos que explicaría, entre otras cosas, algunas formas distorsionadas de vivir la sensualidad y la sexualidad.
-Claro, pero la inseguridad nace de una mala integración a la comunidad a la que uno pertenece.
-Y también hay un malestar con el cuerpo…
-Bueno, pero todo eso va junto. Por qué tengo yo incomodidad con mi cuerpo, si no es porque estoy mal integrado a la comunidad a la cual pertenezco. Y por qué estoy mal integrado a la comunidad si no me conecto con ella adecuadamente en ser aceptado, en aceptar, en que mi quehacer tenga sentido en ella y que ella me acoja en mi quehacer.
-Usted comentaba que los seres felices son los que han sido aceptados por la madre, ¿será que los chilenos no han sido muy acogidos por sus madres, si es que podemos generalizar?
-No podemos generalizar. Yo creo que debe haber muchos chilenos felices (se ríe). Pero creo que tenemos problemas con el futuro. Nuestra cultura se hace cada vez más exigente en el competir, en el éxito. Y la mamá piensa que tiene que estar preocupada por el éxito de su hijo o de su hija en el futuro. Entonces no se encuentra con el niño o la niña. No lo ve. Le regala un juguete porque lo prepara para el futuro, no un juguete que tenga relación con el jugar solamente. Lo manda al colegio para que se prepare para el futuro y para el mercado profesional y no se escucha la queja del niño o de la niña en relación a cómo está viviendo su vida cotidiana en el colegio. Eso crea una tensión y una distancia, y por lo tanto una inseguridad en el niño. Porque el niño está en el presente, no en el futuro. A mí no me importa si el colegio en el que estuve era el mejor o el peor, lo único que me importa es si mi relación con mi mamá y con mis compañeros era armónica.
La muerte no es una novedad
Cabe destacar que a inicios de los años 90, Chile era un país desinformado respecto a las consecuencias del VIH, siendo un tema tabú y una enfermedad marcada por los prejuicios. El profesor Maturana, encontró palabras para comprender este fenómeno desde la contemplación.
En ese sentido, si bien los tratamientos actuales permiten mantener una vida tranquila controlando el virus, Maturana tuvo visión para pensar que esta enfermedad tendría cura en tiempos en que el miedo no permitía encontrar una respuesta.
-Hay una realidad que cambia, para los niños de hoy, la película del futuro: el sida…
-La película cambia hasta que haya un remedio contra el sida. Optar por vivir el presente no significa no hacerse cargo del futuro. La revolución sexual fue en realidad una revolución contra la hipocresía adulta. Surge con el movimiento hippie en Estados Unidos, como una reacción contra la guerra de Vietnam. Y contra la vida adulta que es mentirosa. Y entre otros aspectos de la vida adulta, contra la restricción de la sexualidad. Pero la gente tendrá que llegar a vivir su sexualidad como polisexual o como monógamo, no en contra de la restricción, sino en la armonía de su vivir.
– O sea que todo no se ha perdido, a pesar del sida.
-Por supuesto que todo no se ha perdido: el sida es una interferencia seria, y muy grave para mucha gente, pero se encontrará el remedio; si es como la sífilis. Mientras no se tenía el remedio contra la sífilis, era igual el sida…Antes la gente se moría de tuberculosis. Esto de estar cercano a la muerte no es una cosa nueva. Lo que pasa es que el sida tiene que ver con la sexualidad. Entonces uno tiene que preocuparse de su pareja: se puede ser monógamo o polígamo ordenado.
-Pero la cultura impone a las enfermedades una carga simbólica, metafórica, dice Susan Sontag. Se buscan “culpables”.
-Las enfermedades son pasares de la vida. Si el sida contiene una manipulación, usted no tiene por qué vivir esa manipulación. Es que toda la historia evolutiva del hombre tiene que ver con la sensualidad y la ternura. Por eso su negación es tan distorsionante.
-Usted dice que ser monógamo o polígamo son dos opciones legítimas. El problema es que la sociedad solo acepta una posibilidad como legítima.
-Esta sociedad, pero no todas. Hay otras culturas en las cuales no es así. Note usted que si las enfermedades venéreas y el sida se propagan como se propagan es porque no somos monógamos. Eso tampoco quiere decir que tengamos una estructura de gente perversa. Los seres humanos no somos monógamos. O no lo somos toda la vida. A lo mejor somos polígamos, y esa poligamia tampoco significa necesariamente promiscuidad.
El derecho a cambiar de opinión
“Es interesante lo que usted ha escrito sobre los errores”, mencionaba la periodista Mili Rodríguez, a lo que Maturana responde:”Para darnos cuenta de que comentemos errores, el error tiene que ser legítimo. Si el error no es legítimo, no lo podemos ver ni superar”.
Es aquí, donde la periodista de Apsi nota que el biólogo cuenta con una copia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, documento en el que tiene anotado bajo los 30 artículos de la Carta Fundamental, tres acotaciones: 31: Derecho a cometer errores, 32: Derecho a irse y 33:derecho a cambiar de opinión.
-Son artículos fundamentales. Si el error no es legítimo no puede ser comprendido ni superado. El derecho a cometer errores y el derecho a cambiar de opinión los agregué yo. El derecho a irse, lo pusieron mis alumnos.
Tras el término de la conversación, la periodista y el científico ven un pequeño pizarrón que dice: “Silencio. Palomas entrenando”. Maturana, al ver esto, explica que “las palomas vienen a la universidad a aprender y después son liberadas. Todas las palomas ven colores. Nosotros les pedimos que nos digan cómo los ven”.
El amor es fundamentalmente ‘ver’ al otro. Es decir, que bajo su concepto, el amor no es ciego registró revista Apsi.
sábado, 26 de enero de 2019
jueves, 17 de enero de 2019
Gillette fell into the 'progressive man' trap
Embracing the shift in masculinity is vital for brand success, but Gillette has missed the mark, according to a former Lynx marketer.
It would be easy to ride the wave of popular sentiment and write a whole article on what Gillette has done wrong with its new commercial. Like a number of male-focused brands that have attempted to absolve themselves of any part in creating historical and unrealistic stereotypes of men, Gillette has fallen into the "progressive man" trap.
But let’s begin with the positives.
For a start, Gillette seems to have understood that the concept of masculinity is in crisis. Furthermore, it has acknowledged the importance, from a commercial and social perspective, of changing the narrative about what it means to be a man. It's a timely decision, given that Gillette has been responsible for reinforcing so many outdated and unhelpful male stereotypes.
As a leading brand that has spent years building an image of success for men that has got us where we are now, it’s only right – and, probably, commercially imperative – that it acknowledges this (even tacitly, as in this case). It is laudable, too, that Gillette now appears willing to take responsibility by being a champion for a new kind of men.
And about time, too, given the number of shaving brands that have entered the market that have made Gillette look dangerously out of touch.
So, what went wrong? Well…
Men are in crisis, but they are not the enemy. It’s of course true that some men have done things that hurt women as well as other men, but it is also true that most men are good people, with good intentions and values. Yet this film uses lazy stereotyping that is little better than the rugged models stroking their chiselled chins that populate Gillette’s past advertising campaigns.
The underlying issue is that most men were told since they were boys to behave in a particular way, despite who they really are. They were expected to repress certain emotions and exaggerate others; to perform appropriately so to be considered "real men". The real enemy, here, is the word "perform". If we perform who we are instead of being who we are most of the time, we will live in pain. And so we are.
Anxiety, addiction, a disproportionate number of male suicides, increasing levels of violence to themselves or to others, as well as other symptoms, are showing this clearly. The situation is so bad that the American Psychological Association recently issued guidelines on how to improve male health.
Men are in crisis and not necessarily through their own making. Change is needed. And brand communications can – and must – be part of the solution.
My main issue with Gillette, however, is that the ad has fallen into what I call the "progressive man" trap.
Recently, many brands have sought to counter traditional ways of being a man by presenting men in a more progressive – but equally stereotypical and unrealistic – way. Telling men that all they need is to be vulnerable and emotional is simply trying to force one trait on to them to replace another. And in the Gillette ad, this message is clumsy and patronising.
The end result is a kind of "conservative versus neo-liberal" fight that doesn’t serve men – and, arguably, doesn’t exist in real life either.
A nuanced view
Our recent research at New Macho paints a more nuanced picture of male identity. Traditional men and progressive men are not who you think they are, as we found after talking to 2,000 men and women in the UK. In fact, neither seems like a particularly useful category any more, since men can be very progressive and very traditional simultaneously.
At issue is Gillette’s focus on telling men how they need to behave and its failure to help them feel comfortable being who they really are.
There is no demonstration of any understanding that not all men are the same. Yet this is a message that brands can convey. So let’s build a new aspiration for men – one where men are not defined by performing what they think is expected, but by being true to their honest values and beliefs, and understanding that others might be different.
Time to wake up, Gillette. Because there’s only one thing that will make men the best a man can be: himself.
Fernando Desouches is managing director at New Macho and a former global brand director for Lynx at Unilever
But let’s begin with the positives.
For a start, Gillette seems to have understood that the concept of masculinity is in crisis. Furthermore, it has acknowledged the importance, from a commercial and social perspective, of changing the narrative about what it means to be a man. It's a timely decision, given that Gillette has been responsible for reinforcing so many outdated and unhelpful male stereotypes.
As a leading brand that has spent years building an image of success for men that has got us where we are now, it’s only right – and, probably, commercially imperative – that it acknowledges this (even tacitly, as in this case). It is laudable, too, that Gillette now appears willing to take responsibility by being a champion for a new kind of men.
And about time, too, given the number of shaving brands that have entered the market that have made Gillette look dangerously out of touch.
So, what went wrong? Well…
Men are in crisis, but they are not the enemy. It’s of course true that some men have done things that hurt women as well as other men, but it is also true that most men are good people, with good intentions and values. Yet this film uses lazy stereotyping that is little better than the rugged models stroking their chiselled chins that populate Gillette’s past advertising campaigns.
The underlying issue is that most men were told since they were boys to behave in a particular way, despite who they really are. They were expected to repress certain emotions and exaggerate others; to perform appropriately so to be considered "real men". The real enemy, here, is the word "perform". If we perform who we are instead of being who we are most of the time, we will live in pain. And so we are.
Anxiety, addiction, a disproportionate number of male suicides, increasing levels of violence to themselves or to others, as well as other symptoms, are showing this clearly. The situation is so bad that the American Psychological Association recently issued guidelines on how to improve male health.
Men are in crisis and not necessarily through their own making. Change is needed. And brand communications can – and must – be part of the solution.
My main issue with Gillette, however, is that the ad has fallen into what I call the "progressive man" trap.
Recently, many brands have sought to counter traditional ways of being a man by presenting men in a more progressive – but equally stereotypical and unrealistic – way. Telling men that all they need is to be vulnerable and emotional is simply trying to force one trait on to them to replace another. And in the Gillette ad, this message is clumsy and patronising.
The end result is a kind of "conservative versus neo-liberal" fight that doesn’t serve men – and, arguably, doesn’t exist in real life either.
A nuanced view
Our recent research at New Macho paints a more nuanced picture of male identity. Traditional men and progressive men are not who you think they are, as we found after talking to 2,000 men and women in the UK. In fact, neither seems like a particularly useful category any more, since men can be very progressive and very traditional simultaneously.
At issue is Gillette’s focus on telling men how they need to behave and its failure to help them feel comfortable being who they really are.
There is no demonstration of any understanding that not all men are the same. Yet this is a message that brands can convey. So let’s build a new aspiration for men – one where men are not defined by performing what they think is expected, but by being true to their honest values and beliefs, and understanding that others might be different.
Time to wake up, Gillette. Because there’s only one thing that will make men the best a man can be: himself.
Fernando Desouches is managing director at New Macho and a former global brand director for Lynx at Unilever
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