miércoles, 21 de septiembre de 2016

“La importancia del capítulo XXIV de El capital para la historia latinoamericana”: Eduardo Grüner

GrunerQuisiéramos comenzar citando textualmente un párrafo ya canónico, extraído del capítulo XXIV de El Capitalde Marx. El párrafo dice así:
El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de Africa en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de la producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen factores fundamentales de la acumulación originaria. Pisándoles los talones, hace su aparición la guerra comercial entre las naciones europeas, con la redondez de la tierra como escenario [1].
 La verdad es que este párrafo es extraordinario. En pocas líneas plantea, de manera ultra-condensada, prácticamente todos los temas que deberemos desplegar a continuación. Empecemos, entonces, por hacer el listado de esas cuestiones que está planteando el párrafo.
  1. La expansión colonial, y la consiguiente conquista –con superexplotación de sus habitantes incluida –de lo que a partir de entonces se transformará en la “periferia” (América, África, las Indias Orientales) son “factores fundamentales” de la acumulación originaria del capitalismo.
  2. Esta época caracteriza ya “los albores de la era de la producción capitalista”; es decir –como lo dirá Marx mismo más adelante– forma parte ya de la historia de ese capitalismo.
  3. El escenario de este “drama” es ya, desde el inicio, mundial (“…con la redondez de la tierra como escenario”).
  4. En parte como consecuencia de lo anterior, se desplegará sobre este escenario también otro “drama” que se intersecta con el de la colonización: el de la rivalidad entre las grandes potencias “centrales” por el control del nuevo mercado mundial.
  5. La “ideología dominante” –esa colonialidad del poder/saber, como la llama Quijano, que se conformará a partir del proceso de “mundialización” del capital y de “capitalización” del mundo– presentará al proceso de expoliación de la ahora periferia como una serie de “procesos idílicos” destinados a exportar la “civilización” a las sociedades “salvajes”.
Esta sola enumeración plantea un problema adicional, que ha motivado innumerables debates, y que está muy lejos de haber quedado resuelto: ¿Por qué el capitalismo emergió antes yjustamente en Europa, y no en cualquier otra región, facilitando así la identificación “eurocéntrica” entre Europa y la “modernidad”? No hay un nítido consenso al respecto, aunque en términos generales se pueda apostar a que las hipótesis se terminen reduciendo, en definitiva, a variantes de dos propuestas básicas: la de Marx y la de Weber. O una combinación de ambas, como la ensayó en su momento Karl Löwith.
Lo importante es que el párrafo –así como el resto del razonamiento de Marx en este capítulo– permite apreciar hasta qué punto decisivo la construcción de eso llamado centro se hizo sobre los cimientos de la periferización del resto del mundo, y muy particularmente la de América. La paradoja es que, “dialécticamente”, esa “periferización” se llevó a cabo a costa de las lógicas no-capitalistas de las sociedades “pre-modernas”, que fueron incorporadas a la lógica de la producción de mercancías ya siempre como periféricas y subordinadas, como predestinados “perdedores” del tren de la Historia, según lo creía Hegel. Para una gran parte del mundo, pues, la incorporación violenta al capitalismo, lejos de representar un progreso, significó una monumental regresión tanto en el campo “económico” como socio-cultural (esta inferencia, desde luego, desmiente ciertas lecturas apresuradas que hacen de Marx un “pro-colonialista” objetivo).
Es imprescindible introducir en el análisis, asimismo, la variable clase. Dentro de la periferia, las clases coloniales fundamentalmente terratenientes, dominantes a nivel “local”, obtuvieron inmensas ganancias a costa de la superexplotación coercitiva de la fuerza de trabajo esclava o semi-esclava. Al revés, en las sociedades “centrales”, la mayoría de los habitantes rurales, progresivamente despojados de sus tierras y forzados a la proletarización, vieron seriamente afectada su calidad de vida y su seguridad económica. Aquí es importantísimo, pues, introducir la discusión de la perspectiva “clasista” en el análisis del capitalismo, ya que esta perspectiva, en opinión de muchos autores, es antagónica con teorías como la del sistema-mundo o las teorías post/de-coloniales. En nuestra opinión, por el contrario, ambas son estrictamentecomplementarias y perfectamente articulables.
Ahora bien, no cabe duda (y el cap. XXIV vuelve a certificarlo) que la línea divisoria entre esas clases pasa por la propiedad o no de los medios de producción. Pero la formulación precisa del concepto de explotación ha sido muy debatida. Como sabemos ya desde el capítulo I de El Capital, para Marx la ganancia del capitalista se genera en la esfera de (las relaciones de) producción, con la extracción de plusvalía no remunerada de la fuerza de trabajo, y se realiza en la esfera del intercambio, transformada en renta monetaria. ¿Pero es eso todo? Uno de los temas más complejos es el del rol cumplido por los mercados y las relaciones económicas internacionales en la determinación de aquellos excedentes de producto y de trabajo que, “expropiación” mediante, son los objetos de la “explotación” por parte de las clases (y, en el caso del colonialismo, de los “Estados-naciones”) dominantes. La clave de la “ganancia” capitalista es, pues, la explotación objetiva de una clase por otra. El “mercado” realmente decisivo para esta operación es, entonces, el mercado de trabajo. Sobre esto no hay discusión posible, al menos desde una perspectiva nítidamente “marxista”. El problema es cuánto peso efectivo le damos a la esfera de la circulación en tanto “contribuyente” a las relaciones de explotación. Del hecho de que las relaciones de producción sean correctamente tomadas como analíticamente anteriores yprioritarias respecto del mercado, no se deduce necesariamente que las relaciones de intercambio deban ser tomadas como meros epifenómenos secundarios: “Los economistas de esta convicción”, dice Bowles, “parecen haber pasado por alto la ironía de Marx, cuando este se refiere a la esfera de la circulación como el mismísimo Paraíso de los derechos naturales del hombre” [2]. Lo que significa esto es que, si tratamos de ir más allá de un “economicismo” marxista –que por cierto no es el de Marx– que por así decir congela a la “fábrica” como el locusexclusivo de la lucha de clases, e introducimos también otro tipo de variables “superestructurales” (políticas, culturales, etcétera), entonces podemos comprender que los mercados pueden ser también escenarios nada menores del conflicto de clases. Por ejemplo: especial pero no únicamente en el caso de las relaciones económicas internacionales, laformación de precios y el flujo de capitales en el mercado global pueden ser unos determinantes centrales de la tasa de explotación, así como del tamaño del producto excedente. Pero, obsérvese que, mientras a los precios de intercambio los fija, en última instancia, el capital “imperial” de manera unilateral, el “flujo de capitales” se produce en las dos direcciones. En el colonialismo “clásico”, y nuevamente ahora, en la etapa llamada de “globalización”, ese flujo es, a través de varias operaciones, más intenso desde la “periferia” al “centro” que viceversa.
Desde la perspectiva del sistema-mundo, pues, de esa “redondez de la tierra” de la que habla Marx, la lucha de clases no solamente no queda “secundarizada”, sino que se complejiza: lasclases dominadas del país dominado están en lucha simultáneamente contra la fracción de supropia clase dominante que más se beneficia con la relación colonial y con las clases dominantes del “centro”, mientras otra fracción de las clases dominantes “periféricas” puede desarrollar conflictos secundarios con las clases dominantes “centrales” (conflictos que, en el siglo XIX, son el trasfondo de la mayoría de los procesos independentistas, que en muchos casos se llevaron a cabo en beneficio de otras clases dominantes “centrales”: las inglesas en lugar de las españolas, por ejemplo).
Siempre atendiendo al razonamiento del Cap. XXIV, comprobamos que hay una dialéctica compleja: es porque (y no a pesar de que) el sistema-mundo ya ha entrado en la fase avanzada de “acumulación originaria” de capital, que requiere de un “desarrollo desigual y combinado” derelaciones de producción: la esclavitud –o cualquier otra forma “extra-económica” de control de la fuerza de trabajo para la exacción del excedente– le era necesaria a ese proceso de acumulación para dotarse de una fuerza de trabajo lo suficientemente “masiva” como para producir, también “masivamente”, mercancías destinadas a un mercado ya tendencialmente mundial y en acelerada expansión.
Y si quisiéramos complejizar aún más la cuestión, podríamos introducir aquí la importante distinción que hace Istvan Meszáros entre capitalismo y Capital [3]. Este último, entendido como un metafórico “sociometabolismo” o “modo de reproducción económico-social”, no puede reducirse plenamente al primero, ya que implica a todos los niveles o registros del sistema de reproducción (el político, el ideológico-cultural, el institucional, el del desarrollo de la “sociedad civil”, el de lo que Meszáros llama “estructura de comando” del Capital, etcétera, etcétera), y no solamente las relaciones de producción estrictamente hablando. Por supuesto que no puede existir capitalismo plenamente desarrollado sin Capital. Pero el Capital excede las determinaciones específicas del capitalismo “plenamente desarrollado”.
O sea: no puede caber duda de que, por lo menos, el régimen colonial en América Latina pertenece por pleno derecho (más aún: es un factor esencial) a la historia del Capital en su fase acumulativa que daría como resultado el capitalismo “plenamente desarrollado”, y que el control de la fuerza de trabajo mediante relaciones de producción “no-capitalistas plenamente desarrolladas” fue una necesidad de esa fase acumulativa del Capital, además de ser el capítulolocal del proceso mundial de separación entre los productores directos y los medios de producción que Marx, siempre en el capítulo XXIV, sindica como proceso fundacional del capitalismo; pero, nuevamente, “local” y “mundial”, en la lógica de la conformación del sistema-mundo, son dos caras de una misma moneda.
Ensayemos una suerte de resumen de lo que nos permite concluir el cap. XXIV hasta aquí. América Latina y el Caribe, a través del comercio colonial, el control de la fuerza de trabajo forzada, y otros mecanismos subsidiarios pero nada menores como el sistema de impuestos y el contrabando, proveyeron de materias primas y excedentes económicos a una economía-mundoeuropea cuya premisa era la acumulación de capital y la expansión de la ganancia empresarial. En el propio interior de América Latina, combinadamente, los intereses mercantiles y el muy capitalista principio de inversión con fines de rentabilidad constituyeron una poderosa palanca de re-estructuración radical de las economías regionales y urbanas, así como de la tecnología y lasrelaciones sociales de producción utilizadas para esos objetivos. Este proceso motivó el surgimiento de la producción de mercancías, el deterioro y a mediano plazo la destrucción de las “economías de subsistencia”, las impresionantes inversiones de capital en las minas, las plantaciones de azúcar y empresas por el estilo, el crecimiento urbano –donde, al igual que sucedió parcialmente en las minas, se desarrollaron bolsones relativamente importantes de trabajo asalariado–. Todos estos fenómenos convergen inequívocamente en una imagen que está lejos de ser “feudal” –como se debatía en los años 50 y 60–, sino que sigue una nítida lógica “burguesa”, si bien por supuesto en el contexto de su estatuto de periferia colonial, y donde se combinan desigualmente diferentes relaciones de producción bajo la hegemonía mundial de las relaciones capitalistas.
Finalmente, quisiéramos usar todo lo anterior para aludir una vez más a un debate recurrente a propósito de la teoría marxista –la de Marx– de la historia. Como es archisabido, esa teoría ha sufrido todo tipo de intentos de recusación. Demos dos ejemplos, no por conocidos menos pertinentes. Uno es el de la célebre secuencia de los modos de producción (“comunista” primitivo, antiguo-esclavista, feudal, capitalista) que muchas veces ha sido impugnado, y no sin ciertas razones, por reduccionismo “evolucionista” –por el intento de condensar la complejidad polifónica de los múltiples tiempos históricos en una secuencia lineal– y “etnocéntrico” –por el supuesto de que la historia en su conjunto necesariamente ha debido seguir una secuencia, aún cuando admitiéramos su linealidad, que en todo caso solo le corresponde al occidente europeo–.
Una consecuencia de este “evolucionismo etnocéntrico” también habría sido, según esta imputación, la de interpretar retroactivamente a los modos de producción no-capitalistas (o pre-capitalistas) con las herramientas teórico-analíticas adecuadas al capitalismo, extrapolándolas para otras formaciones históricas muy diferentes. Pero esta crítica –plausible en sus propios términos– no toma en cuenta suficientemente el hecho de que ya en los Grundrisse Marx analiza exhaustivamente un número de otros modos de producción (y sus correspondientes formaciones económico-sociales) que no pueden en modo alguno ser reducidos a los “tipos ideales” de la aludida secuencia, y que en muchos casos son asincrónicos con esos “modos” europeos. El caso paradigmático es, por supuesto, el del llamado modo de producción asiático (o “sociedad asiática de riego” o “despotismo asiático”), tal como se presentan en las antiguas China o India, y en los no tan antiguos (ya que sus caracteres centrales llegan hasta la conquista española, en los inicios mismos del capitalismo europeo) imperios azteca o incaico, y cuyas características formalesrecuerdan más que sugestivamente a las estructuras políticas despótico-burocráticas de los socialismos “reales” (y es por ello, claro está, que estos estudios fueron ocultados por la jerarquía de la URSS).
Y es en los propios Grundrisse donde –basándose justamente en sus análisis de los modos de producción extraeuropeos– Marx levanta muy serias dudas sobre aquella extrapolación de las categorías del capitalismo hacia otros modos de producción. En efecto, aunque su enunciado –más bien retórico, por otra parte– de que la anatomía del hombre explica la del mono suena a repetición de la fórmula previa acerca de la sociedad burguesa como base para entender la historia en su conjunto, tiene mucho cuidado en aclarar que si bien la sociedad más tardía puede proporcionar ciertas claves sobre el carácter de sus predecesoras, las categorías de aquella no pueden aplicarse de forma mecánica a estas. El ejemplo obvio (y el de más importancia, en vista del proyecto de Marx) es el del concepto moderno de “trabajo” que, pese a (y en cierto sentidodebido a) su abstracción, es un producto de relaciones de producción históricamente particulares, y tiene validez plena solamente en el contexto de tales relaciones.
En los modos de producción precapitalistas, en efecto, la acumulación de riqueza (y menos aún de “capital”) nunca es un fin en sí mismo: no hay una lógica intrínseca a la actividad económica, sino que esta tiende a subordinarse a fines extra-económicos. Por lo tanto, componentes “superestructurales” (para el tipo ideal del modo de producción capitalista) como, digamos, la organización política en la antigua Atenas, o las relaciones de dominación “personalizadas” en el modo de producción feudal, o las estructuras de parentesco en la sociedad “primitiva”, pueden ser esenciales para la propia estructura de esos modos de producción. No son formas sociales en las que pueda aislarse analíticamente –como sí puede hacerse, repitamos, en términos estrictamenteanalíticos– la “base” de la “superestructura”: esta misma posibilidad metodológica es el efecto histórico de un modo de producción como el capitalista, que tiende a “autonomizar” (ficticiamente) la esfera de lo que los economistas llaman “economía”.
Y ello para no mencionar, asimismo, que en muchos de sus estudios históricos Marx no sólo admite sino que interpreta como rasgo constitutivo la existencia de relaciones de producción diferentes –vale decir, pertenecientes a épocas históricas distintas del supuesto continuumesquematizado en el “tipo ideal” evolutivo–, y aún contradictorios, bajo el dominio de un modo de producción “central”, como es el caso característico de la esclavitud en el ya “capitalizado” Sur norteamericano o en las sin duda protocapitalistas formaciones coloniales del Caribe anglosajón o francés, como acabamos de ver.
Pero, si esto es así, entonces la “acumulación originaria” de la que habla Marx en el Cap. XXIV, así como el rol decisivo que tiene en ella la explotación de las “periferias”, no es algo que ocurrió en los orígenes, sino que es algo que sigue ocurriendo, como lógica estructural del modo de producción capitalista. No podríamos decirlo más claramente que como lo hiciera Samir Amin hace ya más de cuatro décadas:
Cada vez que el modo de producción capitalista entra en relación con modos de producción precapitalistas a los que somete, se producen transferencias de valor de los últimos hacia el primero, de acuerdo con los mecanismos de la acumulación primitiva. Estos mecanismos no se ubican, entonces, sólo en la prehistoria del capitalismo; son también contemporáneos. Son estas formas renovadas pero persistentes de la acumulación primitiva en beneficio del centro, las que constituyen el objeto de la teoría de la acumulación en escala mundial [4].
El otro caso, también frecuentemente recusado, es el de las consideraciones de Marx sobre la cuestión nacional/colonial. También aquí Marx habría incurrido en pecado de evolucionismo etnocéntrico, dando por sentada una necesaria “evolución por etapas” que las sociedades “retrasadas” o aún “semifeudales” de la periferia deberían alcanzar antes de que sus rebeliones anti-coloniales o democrático-burguesas pudieran ser calificadas de progresivas para la causainternacionalista de la revolución proletaria (y, dicho sea entre paréntesis, Marx reasume, desde otro punto de vista, su posición en Las luchas de clases en Francia cuando afirma que, dada la dependencia de Francia respecto de su comercio exterior, el proletariado francés jamás podría aspirar a llevar a cabo su revolución dentro de los límites nacionales; posiblemente este sea uno de los primeros lugares en los que Marx, si se nos permite la reducción al absurdo, toma partido anticipadamente por Trotsky y contra Stalin en la famosa controversia sobre la “revolución en un solo país”).
Este “error” sería particularmente manifiesto en los famosos artículos sobre la colonización británica de la India, o en la “defensa” de la ocupación norteamericana del Norte de México, así como en los escritos sobre Latinoamérica o sobre personajes como Bolívar. Sería demasiado largo analizar aquí la no siempre evidente complejidad dialéctica de muchos de esos escritos. Pero aún admitiendo el “error”, y pasando por alto la escasez de información con la que pudo haber contado Marx sobre estas cuestiones, o la (¿por qué no?) inconsciente influencia que pudo haber recibido de las teorías evolucionistas en boga, también habría que recordar que ya a partir de la década de 1860 Marx cambia radicalmente su posición en por lo menos dos casos nada menores: el del movimiento revolucionario irlandés y el de las comunas rurales rusas.
¿A dónde nos conducen estos razonamientos? Ciertamente no a ensayar una defensa a ultranza y obcecada de cualquier cosa que haya dicho Marx, lo cual, ya lo hemos dicho, sería muy poco respetuoso hacia el espíritu insobornablemente crítico de nuestro autor. Simplemente a subrayar, una vez más, que lo que importa en él (y muy especialmente en sus estudios históricos concretos) es la extraordinaria riqueza de una lógica de pensamiento de la historia, que permite incluso hacer la crítica del propio Marx cuando éste, ocasionalmente, se aparta de esa lógica. Lo cual no es en absoluto el caso de, por ejemplo, el capítulo XXIV de El Capital, como hemos intentado mostrarlo. Por el contrario, en este y los otros estudios que hemos citado, Marx despliega un análisis en múltiples niveles articulados, desde el nivel teórico-estructural más general posible hasta el del detalle local y coyuntural más particularizado. Y, sobre todo, lo hace –como no nos cansaremos de repetir– no con fines puramente analíticos y didácticos (que por otra parte están profunda y ampliamente cubiertos) sino privilegiando su función de guía para la acción, y colocando por delante, como matriz de su propio pensamiento, el criterio político-ideológico, pero también filosófico, historiográfico y epistemológico de la praxis social-histórica.


[1] Marx, Karl (1987): El Capital Vol, III, México, Siglo XXI.
[2] Bowles, Samuel (1988): loc. cit., p. 444.
[3] Mészaros, Istvan (2002): Para Além do Capital, São Paulo, Boitempo Editorial, esp. pp. 94/132 (“A ordem da reprodução sociometabólica do capital”).
[4] Amin, Samir (1975): La Acumulación en Escala Mundial, Mexico, Siglo XXI, pp. 11/12.

martes, 6 de septiembre de 2016

Estamos volviendo a las condiciones de trabajo del siglo XIX, que es a lo que apunta el proyecto neoliberal”: David Harvey

En la crisis del mercado inmobiliario de 2007-2008 en los EE.UU., mejor hubiese sido dar dinero a la gente para que pudiesen pagar sus deudas a los bancos y continuar en sus casas, en lugar de dársela a los bancos que “sólo se salvaron a sí mismos “, sostiene el geógrafo británico David Harvey.
Cuando se quiere presentar a David Harvey se suele usar dos palabras, “geógrafo marxista”. Esto es una reducción para describir a este británico de 81 años que desde hace varias décadas vive en EEUU, donde es profesor de Antropología y Geografía de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Autor de más de dos docenas de libros, es profundamente crítico del sistema capitalista, que analiza a la luz de las teorías marxistas, y es un defensor de la idea del “derecho a la ciudad”, que incluye las exigencias actuales de la calidad de vida en las ciudades. En su página web (davidharvey.org) ofrece un curso en video de ayuda a una lectura contemporánea del Capital, de Karl Marx.
Harvey fue orador invitado en la inauguración de la conferencia IX Congreso Portugués de Sociología, del 6 al 8 de julio en la Universidad de Algarve. Comenzó su discurso de dos horas hablando de la cantidad de cemento que China consumió los últimos tres años, “más que los EEUU en todo el siglo pasado.” Según Harvey fue China la que “salvó al capitalismo de la gran depresión que pudo haber ocurrido” tras la crisis que comenzó en 2007-2008 en los EEUU, con el estallido de la burbuja inmobiliaria. Una de las consecuencias de esta crisis ha sido un enorme aumento del desempleo en China, que es uno de los principales proveedores de materias primas para la construcción en EEUU. Para absorber esta masa de parados y evitar el malestar social, China se lanzó a un auge de la construcción (que según cifras citadas por Harvey, absorbió 27 millones de trabajadores), creando nuevas ciudades, algunas todavía sin habitantes.
La carrera por construir, dice el geógrafo, es una salida clásica de las crisis: fue lo que hizo EEUU cuando tuvo que absorber los soldados que regresaban de la Segunda Guerra o lo que hizo Luis Bonaparte en la Francia del Segundo Imperio, a partir de 1848. En todos estos casos “fue la urbanización lo que salvó la economía capitalista del colapso económico.” Pero, recuerda Harvey, esto se hace a costa de un enorme aumento de la deuda pública.
El gran problema, señala, es que “las nuevas formas de urbanización son una locura” no sólo por la escala y el hecho de que las ciudades se llenan de casas vacías que se compran más que nada para especulación y no para vivienda”. Hoy en día, gran parte del capital se concentra en bienes raíces y rentas” Y, advierte Harvey, el malestar social está surgiendo vinculado cada vez más a las cuestiones de la vida cotidiana en las ciudades, como ocurrió en Brasil en las protestas que estallaron en 2014 por el transporte público. Al final de la conferencia, el geógrafo habló con el público acerca del “Brexit”, el futuro del trabajo, las crisis y las posibles alternativas al capitalismo.
ENTREVISTA
¿Ves al “Brexit” como la democracia funcionando, una distorsión de la democracia en la que las personas han sido manipuladas, o una forma de protesta contra la desigualdad?
En primer lugar, hay una pregunta en cuanto a lo que constituye la democracia. Tenemos democracias parlamentarias en que la mayoría de las decisiones se toman en otros lugares, hay un déficit democrático en los EEUU y Europa. No entiendo por qué el primer ministro británico David Cameron convocó a un referéndum que era una locura. Creo que nunca creyó que perdería. El resultado debe ser interpretado como un gran voto de protesta. Es el equivalente a decir “no”, y la gente habría dicho “no” a casi todo.
Hay un enorme descontento que fue canalizado en esta votación. Una parte no tiene nada que ver con la UE, sino contra la forma en que las élites toman las decisiones, les dijeron que estas decisiones beneficiarían a todos, y la mayoría no ve ningún beneficio en su nivel de vida o su ingreso. De hecho, muchos han perdido en los últimos siete u ocho años.
Hay algunas buenas razones para que la gente se pregunte sobre para qué quieren esta UE cuando hace lo que hicieron Grecia y ahora está amenazando con hacer a Portugal. Se supone que es una unión de ayuda mutua y parece ser cada vez más una unión de los grandes sin ningún sentido para los pequeños. Por eso hubo algunas buenas razones para el voto, más allá de lo que comúnmente se conoce como xenofobia. Hay un lado de la xenofobia, pero sería erróneo interpretar el voto únicamente como resultado de eso.
Se argumenta que el descontento de la población tiene más que ver con las condiciones de vida en las ciudades que con problemas de desempleo. ¿Por qué? Siempre he sostenido que el descontento que se plantea en el espacio en que vivimos es tan importante como lo que tiene que ver con el desempleo.
La izquierda tiende a enfatizar el tema del empleo y devaluar las protestas sobre la calidad de vida.
Pero muchas de las grandes protestas globales que han surgido en los últimos 15 años tienen que ver con la calidad de vida en las ciudades. La política de la vida cotidiana es un área a la que se debe estar muy atento. Mucha explotación ocurre allí. Pregunten a la gente si están satisfechos con cómo funcionan las tarjetas de crédito y las empresas de comunicación que cobran cargos adicionales, una gran cantidad de riqueza se extrae de la vida cotidiana.
Por lo tanto, ¿el desempleo no es la preocupación dominante?
Sin duda es una preocupación, pero si le preguntas a la gente que tiene empleo, sienten que está haciendo un trabajo de relleno, con poco sentido. No sólo hay una gran cantidad de personas que no tienen ingresos por el trabajo, también una gran parte que vive una existencia sin mucho sentido en relación al trabajo que hace. Se han realizado estudios recientes en los EE.UU., preguntando a la gente si estaban satisfechos con su trabajo y el 70% dijo que lo odiaban o le era indiferente. Hay un problema más grande que el desempleo, y los políticos ponen demasiado énfasis en la idea de empleo, empleo, empleo, en lugar de preguntar ¿qué tipo de trabajo? Se requieren trabajos en los que las personas sientan que están contribuyendo a la sociedad, y del que estén orgullosos.
Se habla ahora mucho del espíritu empresarial, que la gente cree sus propios puestos de trabajo, nuevas empresas por todos lados. ¿Cómo ves esto?
Hay maravillosas historias de personas que se han convertido en empresarios brillantes, pero hay muchos que han intentado y han fracasado. Aun cuando los resultados implican inmensa auto-explotación. Hay cálculos sobre la cantidad de trabajo que se hace colectivamente en Internet y les pagan menos de dos dólares la hora. Y sólo se cuentan los casos de éxito que aparecen en los periódicos. ¿Cuántas personas fracasan? ¿Cuántas hacen el trabajo del que otros se apropian? Las organizaciones como Google o Amazon son grandes en apropiarse del trabajo de otros.
¿Qué valor tiene hoy el trabajo en comparación con otros períodos históricos?
Solía enseñar Marx, cuando había un mundo socialdemócrata que nos rodeaba, y no tenía mucho sentido. Pero trata de leer ahora el Libro I de ‘El Capital’ y verás que es exactamente lo que está sucediendo.
Leer a Marx hoy tiene sentido. En cierto modo, estamos volviendo a las condiciones de trabajo del siglo XIX, que es a lo que apunta el proyecto neoliberal: reducir el poder de los trabajadores y ponerlos en una posición en la que no sean capaces de resistir los procesos de explotación masiva.
Luego está el desarrollo de tecnologías que hacen del trabajo cada vez más redundante. En Baltimore, en 1969, había 37.000 personas que trabajan en la industria del acero. En 1990, la industria producía la misma cantidad de acero con 5.000 personas. Esta ha sido una característica de los últimos 30, 40 años. Mucho trabajo se ha vuelto redundante por primera vez en la industria manufacturera y ahora también en el sector de servicios. Cada vez más, como consumidor, soy yo el que hago el trabajo. Soy explotado en el consumo. Terminamos en una masa de personas sin medios de producción y que va haciendo pequeños trabajos aquí y allá.
La teoría de la destrucción creativa -en parte, por cierto, el pensamiento de Marx- dice que cada avance tecnológico importante se destruye muchos puestos de trabajo y tipos de trabajo, y emergen otros nuevos. ¿No ocurrirá ahora lo mismo?
Rápidamente un trabajo de ser una tarea que requiere una cierta calificación pasa a ser algo que cualquiera puede hacer. Hace 20 años, los programadores de computadoras eran muy hábiles, ahora todo el mundo sabe cómo crear un sitio web. Surge la necesidad de trabajo especializado que se descalifica casi al instante. Al capital no le gusta que el trabajo tenga algún poder de monopolio en el mercado, por eso se asegura que una gran masa desarrolle estas habilidades rápidamente. Los programadores informáticos ya no reciben salarios como los de hace veinte años. Y esto sucede en todas las áreas.
Y se da además otro paso importante con la evolución de la inteligencia artificial.
La inteligencia artificial conducirá a una transformación radical del sector de servicios. Del mismo modo que vemos la desindustrialización por los cambios tecnológicos en los años 70 y 80, veremos el equivalente en el sector de los servicios en los próximos años.
Estás hablando de altos niveles de desempleo…
Sí. Y esto nos lleva a un tema que plantean algunos en Silicon Valley: si sucede eso, ¿cómo se va a alimentar el consumo en el mercado? De ahí que este sector, y también en la izquierda, se haya comenzado a discutir la cuestión de la renta básica. Porque si no hay tal estrategia…
… No podemos ser consumidores
Exactamente. Hay que darle a la gente medios para que pueda seguir consumiendo y que el sistema se mantenga.
¿Crees en un escenario en el que no necesitemos trabajar, y sólo tengamos que consumir?
Es posible, ya tenemos una cierta experiencia en este sentido, como el “Bolsa Familia” en Brasil, que da a la gente un ingreso mínimo. Es una redistribución del ingreso que permite que el mercado siga funcionando y que está condicionado a cosas como mandar a sus hijos a la escuela.
Enviar a sus hijos a la escuela para que puedan tener un trabajo cuando no hay trabajo…
Exactamente. Pero tenemos que pensar que la educación deberá centrarse más en que las personas adquieran conocimientos para desarrollar diferentes actividades que las satisfagan. Hay un crecimiento considerable en el mundo de la cultura, con la gente haciendo actividades culturales en las que no ganan mucho dinero, sino diversión. Y hay trabajo voluntario para hacer, porque esas necesidades existen, incluso siendo tareas no remuneradas. En la industria del cuidado, por ejemplo. Las familias abandonan el cuidado de la gente de tercera edad a menos que haya una retribución para los que lo hacen. Hay mecanismos de este tipo, algunos que funcionan bien, pero no resuelven el problema macro, que es la dinámica del cambio tecnológico basada en convertir la mano de obra en cada vez más redundante, en un momento en que hay cada vez más fuerza de trabajo. Antes de los años 80, China no era parte de la fuerza de trabajo, así como todo el antiguo bloque soviético. Además, está el crecimiento de la población, hay muchas más personas disponibles para trabajar, y al mismo tiempo la dinámica de la transformación capitalista tiene por finalidad ahorrar trabajo.
¿Cómo podemos pagar ese ingreso mínimo para toda la población?
Veamos lo que sucedió durante la crisis financiera de 2007/2008. Las autoridades dijeron básicamente esto: tenemos que salvar al sistema bancario y financiero. Los bancos centrales les adelantaron gran cantidad de dinero – la flexibilización cuantitativa – y este dinero se dirigió al mercado de valores, lo levantó, dio buenos rendimientos a las clases más altas. Ahora, podría haber hecho lo mismo pero que se beneficiase a las clases más bajas, apoyando el derecho del pueblo a tener un hogar. Y todas estas propiedades que estaban en manos de los bancos podrían estar en las de las personas que las necesitan. Con la crisis, las clases altas en los EE.UU. aumentaron sus ingresos en un 12%. Estos 12% debería haber ido a las clases más bajas. Hubo una clara opción, se podría salvar a los bancos y hacer que las personas perdiesen sus hogares, o darles el dinero y evitar que se diese la crisis bancaria, porque las personas pagarían los préstamos. Pero si en el momento en que dijésemos esto, ellos dirían “esto es ridículo”, y no lo verían como una opción.
Esta es una decisión política. ¿No deberían los políticos tomar en cuenta a la gran masa de los votantes?
Depende del país. En los EE.UU. tenemos la corrupción generalizada del proceso electoral. No hay control sobre la capacidad de los ricos de comprar elecciones. Al principio de la campaña republicana este año, 136 familias fueron las principales contribuyentes a los candidatos. Hubo una fotografía en The New York Times en la que veían los hogares de seis de estas familias en la misma zona. Hay que sacar el dinero de los procesos electorales y garantizar el libre acceso a la televisión. La prensa es otro problema: es un medio capitalista, por lo que muchas de las decisiones políticas se nos presenta en una forma distorsionada.
Pero el poder que tenemos como consumidores, ¿no es muy grande?
Hay algunos grupos que lo utilizan. Hay algunos ejemplos en Internet, hemos visto que en la campaña Bernie Sanders en EE.UU., por ejemplo. El gran problema es cómo convertirlo en un movimiento social que se mantenga unido.
Cuando se trata de salvar a los bancos, el argumento es que son esenciales para el funcionamiento de la economía.
No estoy diciendo que hay que dejar caer a los bancos, pero si hubiéramos estado tratando con la crisis en el mercado inmobiliario de otro modo, los bancos tampoco irían a la quiebra. Se guardaron a sí mismos, sin salvar a nadie. Sólo digo que hay otras opciones.
¿Hubo cambios significativos en relación con el control del sistema financiero después del estallido de la crisis?
Esto sería algo extraordinario en el capitalismo. Siempre pensamos que un capitalismo justo y razonable es posible, pero hay que ver la cantidad de ilegalidades y robos que suceden. Ellos deben ser controlados, y allí es donde el Estado entra, pero es muy difícil de controlar muchas de estas cosas como vimos con los documentos de Panamá. Lo que es extraordinario es que estamos hablando de personas inmensamente ricas que podrían pagar impuestos, pero que se toman una gran cantidad de trabajo para no pagar nada. Ellos pusieron el dinero en Panamá o las Islas Caimán para evitar el pago de impuestos. La idea de que el capitalismo puede ser desarrollado con honestidad… en un momento nos preguntamos si esto es posible.
¿Esto es en gran parte debido a la globalización ha hecho que sea posible llevar las cosas a otro nivel?
¿Cuál es la forma de capital que puede ser más movido fácilmente? Se puede mover una unidad de producción, pero todo el mundo verá que cambiar dinero de un lugar a otro es lo fácil. Se hace un montón de dinero con estas manipulaciones financieras. Era necesario resolver el problema de los paraísos fiscales, pero ocultar el dinero es un arte que ya existía en la clase capitalista en el siglo XIX.
¿No ves, entonces, posibilidad de un capitalismo más ético?
Hoy en día existe mucha literatura sobre el capitalismo ético y responsable. No digo que todos los capitalistas son piratas, hay por supuesto personas que se preocupan y que quieren crear un capitalismo con ética. Lo que les puedo decir es: tengo muchas dudas, pero me alegro de que haya personas que quieren probar “buena suerte, espero que tengas éxito, avísame cuando lo logres”.
Las reglas para controlar el sistema tendrían que ser integrales y aplicadas por todos, lo cual es difícil. No es imposible. La mayor parte de la deuda es en dólares, y, como hemos visto, en el caso de la quiebra de la Argentina las negociaciones terminaron en los tribunales de Nueva York, debido a que el contrato era en dólares. En los años 90, cuando se argumentaba que había que seguir la pista del dinero, nos dijeron que era imposible. Después del 11 de septiembre se empezó a investigar y se ha demostrado que se puede hacer. La pregunta es cómo van a utilizar esta información.
Si no crees en el capitalismo “con rostro humano”, ¿qué abogas como sistema alternativo?
Los cambios revolucionarios no suceden de la noche a la mañana, pero hay muchos que creen que algo mejor es posible. Si vas a China, verás que ocurrió una transformación revolucionaria y todo el mundo es optimista acerca de la idea de que se puede cambiar el mundo y hacerlo muy rápidamente.
Por otro lado, soy lo suficientemente viejo para recordar al mundo antes del neoliberalismo, era un mundo muy diferente, las relaciones sociales existentes, e instituciones en que las que las personas confían o no. Mucho de esto se ha terminado. Hubo una revolución, o más bien una contrarrevolución, que nos llevó de la socialdemocracia a esta política de austeridad de derecha.
¿Estás hablando de los 50, 60?
Sí, los 70 y 80 fueron el punto de inflexión. Estos grandes cambios ocurren. Esta es una historia que no ha sido bien contada. La clase capitalista estaba hasta ese momento bastante desorganizada, y se organizó en los años 80, el nivel ideológico y de estrategia. La izquierda ha fallado por varias razones, en parte por la represión sobre muchos de sus movimientos, pero también por tener ideas equivocadas sobre cómo podría funcionar una economía alternativa. Por desgracia, el modelo soviético no es un buen modelo, el chino se convirtió varias veces en un desastre, por lo que la izquierda quedó muy confundida acerca de qué tipo de modelo alternativo podría ser creado. Esto permitió que el neoliberalismo ganase espacio. Hoy en día hay experimentos en marcha en torno a una economía solidaria, o formas colectivas de propiedad, o formas alternativas de gobierno y los sistemas monetarios. No sabemos qué va a resultar de ellas al pasar a una escala mayor, debido a que muchas de estas experiencias son apenas locales. Sin embargo, hay una forma sencilla de empezar a pensar en estas cosas. En mi tiempo, la educación superior era gratuita. Desde entonces se ha convertido cada vez más en un commoditie. Bernie Sanders vino a defender un sistema de educación superior gratuita. No hay ninguna razón para no hacerlo. Se acabaría con las enormes deudas que tienen los estudiantes. Y muchos piensan ahora, “eso no es una mala idea”. No parece molestarles que eso sea socialismo, si tiene sentido para ellos. Debe haber un sistema de salud para todos y terminar con esta tontería de las compañías de seguros, que pierden su tiempo y el nuestro en un trabajo inútil como es el de buscar como negarnos nuestros derechos.
Hablas de socialismo y marxismo, pero para mucha gente son palabras estrechamente asociadas con regímenes represivos sin libertad política…
Las personas pueden preferir ser libres sin acceso a la salud. Marx siempre hablaba de la libertad: los trabajadores son libres en un doble sentido, para hacer un contrato con quien quieran, y también libres de cualquier acceso a los medios de producción. Tienen que comprarlos. Si usted no es capaz de comprar, pasa hambre. Sí, hay un intercambio. Hay un sistema de completa libertad. Un sistema libre siempre se basa en un porcentaje de falta de libertad. La libertad es a menudo un contexto de ciertos tipos de dominación.
Por Alexandra Prado Coelho / La Haine. 26 julio 2016.
Fuente: Avispa Midia

lunes, 5 de septiembre de 2016

El amor eterno es de inteligentes


Fragmento de una entrevista con el gran neurocientífico colombiano Rodolfo Llinas
¿Qué es la conciencia y donde está?
Es un estado funcional del cerebro, que está en continuo movimiento y donde los valores y las implicaciones de lo que se está pensando forman parte de las mismas cosas. Yo veo una línea azul y puedo decir al mismo tiempo "qué color tan feo". Por supuesto que esto no tiene un lugar específico en el cerebro, está disperso en él.
¿Qué son cerebralmente los valores?
Son patrones de acción fijos que nos impulsan a actuar por un proceso de negociación que se hace desde que se nace. Le pegaron a él y a mí no. Él debe ser culpable...
¿En qué parte del cerebro se elaboran el amor y las emociones?
El cerebro emocional es muy viejo. Es el cerebro truhán, el de los reptiles, donde no existen más que patrones de acción fijos; por eso ellos se acercan o se van si quieren comida; atacan si quieren defenderse, y tienen sexo si quieren reproducirse. Así mismo es el amor...
Si es tan simple, ¿entonces por qué se le da tanta importancia?
Porque el sexo, que es vital para la reproducción, está involucrado. En el afán de controlarlo, por razones sociales, se ha modulado ese patrón cerebral de acción fijo al punto de convertirlo en algo vital para todos.
En definitiva, ¿qué es el amor?
Es un estado funcional, como una golosina, y los enamorados son golosos ("que me ame, que me ame"). Eso hace que se sienta rico y que se activen los sistemas de gratificación. Por eso gusta. Claro, eso es indistinto de lo que se ame o a quién se ame. Amar la plata o a alguien del mismo sexo es, funcionalmente, la misma vaina. Eso sí, nunca es demasiado, nadie se muere por exceso de amor. No es como la epilepsia.
¿Y el odio y la envidia?
Son estados funcionales automáticos de los núcleos de la base del cerebro.Como todos los pecados capitales, no son negociables: el señor se enamoró y, como el que se va de rabo, no hay nada que hacer.Ahora, como todos los patrones de acción fijos, se pueden modular con otros. Por ejemplo, en el caso de la señora que ama a su marido y luego lo odia por infiel, hay un cambio de patrón de acción fijo, que era el amor, por otro, que es el odio... ¡Simple!
¿Y el amor a primera vista?
Funciona como en el cerebro de los pájaros: el patrón de acción fijo estaba activado, disponible y listo cuando apareció la persona que le gustó, y listo.
¿Y el amor eterno?
Ese es de inteligentes que estructuran y modulan los patrones de acción fijos sobre la base de ver al otro como la mano de uno. Cuidarla es mi responsabilidad y viceversa. Saber que no habrá puñalada trapera es la norma. ¡Nunca, primero me matan tres veces! Esa es la clave neuronal del amor eterno, la que mantiene el estado funcional activo y bloquea cualquier cosa que le sea contraria. Es una calidad de estado mental. Si se entiende no hay otra posibilidad que amar al otro; en cambio, querer acostarse con otro y pasarla rico no es amor. Amor es compromiso y cerebralmente está en el cerebro truhán. Uno no se enamora de una mujer porque tiene unas tetas buenísimas, uno se enamora de su cerebro, porque con él se interactúa y se avanza, con las tetas no. Amar es cerebralmente un baile y hay que bailar con el que pueda danzar con el cerebro de uno. Amar es bailar, no hacer gimnasia. Encontrar eso es muy difícil; hallarlo es un tesoro.