viernes, 16 de noviembre de 2018

'Humanity's Phase Shift', Daniel Schmachtenberger



Daniel Schmachtenberger is a futurist, evolutionary philosopher and strategist, and social engineer. This conversation with David Fuller of Rebel Wisdom looks at the growing civilisation-level crisis that we are beginning to see around us, and looks at what a genuine 'phase shift' for human progress might look like. Rebel Wisdom is a platform for the biggest ideas around. 

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jueves, 15 de noviembre de 2018

Franco Berardi: No hay salida del nazismo global


“No hay salida del nazismo global”
Entrevista al filósofo italiano Franco Berardi

Para Berardi, las personas resignaron su capacidad para pensar y sentir y, mientras la falta de diálogo impide la organización, nuevos gobiernos represivos controlan todo sin necesidad de recurrir a ejércitos. “Hoy no nos relacionamos”, asegura.

Por Pablo Esteban
El filósofo Franco “Bifo” Berardi tiene la sonrisa fácil. Es profesor de la Universidad de Bologna desde hace mucho tiempo pero antes, cuando solo tenía 18 años, participó de las revueltas juveniles del 68’, se hizo amigo de Félix Guattari, frecuentó a Michel Foucault, ocupó universidades y fue feliz. Hoy asegura que esa posibilidad fue clausurada: los humanos ya no imaginan, no sienten, no hacen silencio, no reflexionan ni se aburren. Los cuerpos no se comunican y, por tanto, conocer el mundo se vuelve un horizonte imposible. Frente a una realidad atravesada por la emergencia de regímenes fascistas –enmascarados con globos, pochoclos y dientes brillantes– los ciudadanos protagonizan una sociedad violenta, caracterizada por la “epidemia de la descortesía”. Fundó revistas, creó radios alternativas y señales de TV comunitarias, publicó libros entre los que se destacan, “La fábrica de infelicidad” (2000), “Después del futuro” (2014) y Fenomenología del fin. Sensibilidad y mutación conectiva (2017). En esta oportunidad plantea cómo sobrevivir en un escenario de fascismo emergente, de vértigo y agresividad a la orden del día.

–A menudo plantea la frase: “El capitalismo está muerto pero seguimos viviendo al interior del cadáver”. ¿Qué quiere decir con ello?

–La vitalidad y la energía innovadora que el capitalismo tenía hasta la mitad del siglo XX se acabó. Hoy se ha transformado en un sistema esencialmente abstracto, los procesos de financierización de la economía son los que dominan la escena y la producción útil ha sido reemplazada. En la medida en que no se podía pensar el valor de cambio sin primero recaer en el valor de uso, siempre creímos que el capitalismo era muy malo pero promovía el progreso. Hoy, por el contrario, no produce nada útil sino que solo se acumula y acumula valor.

–¿Por qué no nos relacionamos?

–La abstracción de la comunicación ha producido un proyecto de intercambio de signos financieros digitales que, por supuesto, no requiere de la presencia de personas para poder efectuarse. Los cuerpos se aíslan: cuánto más conectados menos comunicados estamos. Me refiero a una crítica al progreso que ya se ha discutido tenazmente con Theodor Adorno y Max Horkheimer en Dialéctica de la Ilustración. En la introducción del libro señalan que el pensamiento crítico y la democracia firman su condena a muerte si no logran comprender las consecuencias tenebrosas de la ilustración. Si no entendemos que la mayoría de la población reacciona de una manera miedosa al cambio todo terminará muy mal.

–¿En qué sentido?

–Creíamos que Adolf Hitler había perdido y no es verdad. Perdió una batalla, pero todavía gana sus guerras. Los líderes Rodrigo Duterte (Filipinas), Jair Bolsonaro, Donald Trump, Matteo Salvini (Italia) y Víktor Orbán (Hungría) representan los signos de un nazismo emergente y triunfante en todo el mundo.

–¿Por qué se vive con tanta violencia y agresividad?

–Puedo responderte con la reproducción de una frase que leí en el blog de un joven de 19 años: “Desde mi nacimiento he interactuado con entidades automáticas y nunca con cuerpos humanos. Ahora que estoy en mi juventud, la sociedad me dice que tengo que tener sexo con personas, las cuales son menos interesantes y mucho más brutales que las entidades virtuales”. Esto quiere decir que al relacionarnos –cada vez más– con autómatas perdemos la expertise, la capacidad de lidiar con la ambigüedad de los seres humanos y nos volvemos brutales. En efecto, miramos con mejores ojos a las máquinas. La violencia sexual es la falta de aptitud del sexo para poder hablar. De hecho, vivimos hablando de sexo, pero el sexo no habla. No logramos comprender el placer del deseo del cortejo, de la ironía, de la seducción y, en este sentido, lo único que queda cuando rascamos el fondo del tarro es la violencia, la apropiación brutal del otro.

–Si la capacidad emotiva se ha perdido y la de razonar se está desvaneciendo, ¿qué nos queda como Humanidad?

–No hay salida del nazismo global. Lo único que queda como respuesta es el trauma, a partir de la readaptación del cerebro colectivo. El problema fundamental no es político, sino cognoscitivo: la victoria de Bolsonaro no representa solo una desgracia para el pueblo brasileño, pues, también es una declaración de muerte para los pulmones de la Humanidad. Te lo digo como asmático: la destrucción de la Amazonia que se está preparando implica una verdadera catástrofe. Mientras que el final de nuestros recursos se aproxima, la evolución del conocimiento social, algunas veces, demanda dos o más siglos.

–Si ya no podemos imaginar, será imposible construir futuros.

–Por supuesto, si no imaginamos no podemos actuar. La imaginación depende de lo que conocemos, de nuestras trayectorias y experiencias y, sobre todo, de nuestra percepción empática del ambiente y del cuerpo ajeno. Ya no vivimos emocionalmente de manera solidaria. Los jóvenes hoy están solos, muy solos. Necesitamos construir un movimiento erótico para curar al cerebro colectivo. Se trata de volver a unificar al cuerpo y al cerebro, a la emoción y al entendimiento. Desde aquí, #NiUnaMenos es la única experiencia mundial que, desde mi perspectiva, recupera estos vínculos. Debemos aprender de este fenómeno y extenderlo a otras áreas, recuperar derechos, volver a vivir la vida.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Sir Ken Robinson: el educador más famoso estuvo en Guayaquil



La Espol, que cumple 60 años de fundación, recibió al científico Sir Ken Robinson, quien disertó, ante 500 personas, sobre innovación, creatividad y educación. La Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), que cumple 60 años de vida académica, fue la anfitriona de la visita de Sir Ken Robinson. 

La actividad contó con el auspicio de la Municipalidad de Guayaquil, la Asamblea Nacional –Comisión de Educación-, Banco del Pacífico, Girls in Tech Ecuador, entre otras. Sir Ken Robinson es un educador, escritor y conferencista británico reconocido por sus aportes al cambio educativo. Tiene un doctorado por la Universidad de Londres e investiga la creatividad, la calidad de la enseñanza, la innovación y los recursos humanos. Es considerado el speaker más visto en la historia y uno de los cincuenta pensadores más destacados del mundo, con 300 millones de seguidores en las redes sociales.


 Volver a la naturaleza Conocido por sus trabajos académicos en Estados Unidos, Finlandia y la Unión Europea, Ken Robinson abordó en Guayaquil el tema de la innovación en el sector educativo. Sus dos obras –“Las escuelas creativas” y “El elemento”- son verdaderos íconos que reflejan su pensamiento considerado revolucionario, para quien “la imaginación es la fuente de todo logro humano”. Su mensaje –lleno de carisma y humanidad- es muy sencillo: la alternativa frente a sistemas educativos rígidos, burocráticos y demasiado formales, es volver a la naturaleza de los niños y sus talentos. Recordemos –dice- que los niños tienen capacidades de aprendizaje; sin embargo, los gobiernos tienden a devaluar esos talentos con la estandarización del sistema, al controlar, penalizarlo y normalizarlo todo.

 El resultado es obvio: la indiferencia y el conformismo. Y así no cambia la educación. Robinson insiste en “crear ecosistemas creativos que innoven”. La educación es una forma de aprender cómo cambia el mundo. Lamentablemente, la escuela sigue muy estructurada, nada flexible. 

La escuela y el futuro ¿Saben cuánto tiempo pasan los chicos y chicas frente al televisor, las computadoras y los celulares? ¿Qué escuela está preparando para futuro? “La idea de organizar un sistema educativo probablemente es una mala apuesta”, afirma el científico. Y añade: “Tenemos que ser más creativos, más innovadores.

 Pensar en el ecosistema. Es duro decir pero hemos creado escuelas antagonistas al aprendizaje. La estructura ha matado la misión de educar”. Ken Robinson asegura que la escuela actual se parece a una fábrica del siglo XX. Este tipo de educación cumple ciclos, prioriza los resultados y prepara “productos” donde el estudiante es receptor pasivo de información; el control  mata al aprendizaje. Estudios recientes confirman la reflexión de Robinson. La información –que no es sinónimo de conocimiento- y la actividad cerebral en este caso es comparable con “ver” la televisión. 

La escuela del futuro tiene que reinventarse. Esta reformulación debe articularse con la economía (la producción de conocimientos); con la cultura (el respeto a la diversidad); con la sociedad (la ciudadanía y el ambiente); y con cada persona en particular (su proyecto de vida). La nueva escuela debe partir de otros parámetros: porque la inteligencia artificial está cerca, la robótica, el internet de las cosas y las nuevas profesiones en ciernes: los vigilantes online, los conductores de drones, los brokers personales y otras. La inflexión: el “elemento” 

Según Robinson, el “elemento” de inflexión es responder con creatividad e innovación. La educación nace de cada ser y sus talentos pueden y deben convertirse en habilidades. Por eso es urgente recuperar el “elemento” más sensible de la educación: el arte, la música, la filosofía, la danza, el teatro, el dibujo, la oratoria y el juego, por supuesto. 

El nuevo “elemento” consiste en abrir espacios para innovación. Y que los niños recobren la pasión por aprender, porque “si normatizamos la educación matamos el cambio”. Robinson plantea el perfeccionamiento continuo de profesores y autoevaluación”. (O)