jueves, 22 de febrero de 2018

Rita Segato: “Una falla del pensamiento feminista es creer que la violencia de género es un problema de hombres y mujeres”

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Más allá de todo prejuicio escandalizador, Segato ha propuesto una mirada profunda sobre la violencia letal sobre las mujeres, entendiendo a los femicidios como una problemática que trasciende a los géneros para convertirse en una expresión de una sociedad que necesita de una “pedagogía de la crueldad”.

Por Florencia Vizzi y Alejandra Ojeda Garnero para El Ciudadano
Rita Segato es doctora en Antropología e investigadora. Es, probablemente, una de las pensadoras feministas más lúcidas de esta época. Y tal vez de todas las épocas. Ha escrito innumerables trabajos a partir de su investigación con violadores en la penitenciaría de Brasilia, como perito antropológico y de género en el histórico juicio de Guatemala en el que se juzgó y condenó por primera vez a miembros del Ejército por los delitos de esclavitud sexual y doméstica contra mujeres mayas de la etnia q’eqchi, y fue convocada a Ciudad Juárez a exponer su interpretación en torno a los cientos de femicidios perpetrados en esa ciudad. Su currículum es largo e impresionante.
Más allá de todo prejuicio escandalizador, Segato ha propuesto una mirada profunda sobre la violencia letal sobre las mujeres, entendiendo a los femicidios como una problemática que trasciende a los géneros para convertirse en un síntoma, o mejor dicho, en una expresión de una sociedad que necesita de una “pedagogía de la crueldad” para destruir y anular la compasión, la empatía, los vínculos y el arraigo local y comunitario. Es decir todos esos elementos que se convierten en obstáculo en un capitalismo “de rapiña”, que depende de esa pedagogía de la crueldad para aleccionar.
Es, en ese sentido, que el ejercicio de la crueldad sobre el cuerpo de las mujeres, pero que también se extiende a crímenes homofóbicos o trans, todas esas violencias, “no son otra cosa que el disciplinamiento que las fuerzas patriarcales imponen a todos los que habitamos ese margen de la política, de crímenes del patriarcado colonial moderno de alta intensidad, contra todo lo que lo desestabiliza”. En esos cuerpos se escribe el mensaje aleccionador que ese capitalismo patriarcal de alta intensidad necesita imponer a toda la sociedad.
No es tarea sencilla entrevistar a Rita, que es una especie de torbellino, capaz de enlazar con extrema claridad y sutileza los argumentos más complejos. Se toma su tiempo para responder, analiza cada pregunta, la desgrana, profundiza y vuelve a empezar con una vuelta de tuerca sobre cada concepto. Tiene su propio ritmo y seguirlo puede ser un desafío.
En el marco del alarmante crecimiento de los casos de violencia de género, ¿podría profundizar en el concepto que desarrolló de que la violencia letal sobre la mujer es un síntoma de la sociedad?
—Desigualdad de género, control sobre el cuerpo de la mujer desde mi perspectiva, hay otras feministas que no coinciden, acompañan la historia de la humanidad. Sólo que, contrariamente a lo que pensamos y a eso que yo llamo prejuicio positivo con relación a la modernidad, imaginamos que la humanidad camina en la dirección contraria. Pero los datos no confirman eso, al contrario, van en aumento. Entonces tenemos que entender cuáles son las circunstancias contextuales e históricas.
Una de las dificultades, de las fallas del pensamiento feminista, es creer que el problema de la violencia de género es un problema de los hombres y las mujeres. Y en algunos casos, hasta de un hombre y una mujer. Y yo creo que es un síntoma de la historia, de las vicisitudes por la que pasa la sociedad. Y ahí pongo el tema de la precariedad de la vida.

La vida se ha vuelto inmensamente precaria, y el hombre, que por su mandato de masculinidad, tiene la obligación de ser fuerte, de ser el potente, no puede más y tiene muchas dificultades para poder serlo. Y esas dificultades no tienen que ver como dicen por ahí, porque está afectado por el empoderamiento de las mujeres, que es un argumento que se viene utilizando mucho, que las mujeres se han empoderado y que los hombres se han debilitado por ello y por lo tanto reaccionan así… no. Lo que debilita a los hombres, lo que los precariza y los transforma en sujetos impotentes es la falta de empleo, la inseguridad en el empleo cuando lo tienen, la precariedad de todos los vínculos, el desarraigo de varias formas, el desarraigo de un medio comunitario, familiar, local… en fin, el mundo se mueve de una manera que no pueden controlar y los deja en una situación de precariedad, pero no como consecuencia del empoderamiento de las mujeres, sino como una consecuencia de la precarización de la vida, de la economía, de no poder educarse más, leer más, tener acceso a diversas formas de bienestar.


Y eso también va en dirección de otra cosa que vengo afirmando: que hay formas de agresión entre varones que son también violencia de género. Yo afirmo que los varones son las primeras víctimas del mandato de masculinidad. Con esto no estoy queriendo decir que son víctimas de las mujeres, y quiero dejarlo bien en claro porque se me ha entendido de una manera equivocada muchas veces. Estoy diciendo que son víctimas de un mandato de masculinidad y una estructura jerárquica como es la estructura de la masculinidad. Son víctimas de otros hombres, no de las mujeres.
Muchas mujeres reciben esta violencia como algo normal. ¿Por qué?
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Foto: Colectivo Manifiesto
—Por eso, sobre todo en España, al principio, cuando en las primeras campañas por los derechos de la mujer empezaron a aparecer estas mujeres golpeadas en la televisión, fue muy fuerte y causó mucho impacto. Plantear que la violencia doméstica es un crimen creo que fue el mayor avance de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), es decir, que algo que es una costumbre puede ser un crimen. Es dificilísimo, sobre todo en el campo del derecho dar ese paso, porque el derecho es como la santificación de todo lo que es la costumbre como ley. Pero la Cedaw dice: esta costumbre es un crimen, no puede ser transformada en ley. En ese caso de la violencia doméstica, de las violaciones domésticas, se ha marchado en el camino de comprender que es un crimen.
Ahora, lo que nos da a nosotros una pauta, una luz para entender mejor todo ese tema, es que cuando hay un óbito, cuando aparece un cuerpo, un asesinato de mujer nunca fue natural, ni antes ni ahora ni nunca. Y ahí vemos que hay una dificultad del derecho y del Estado en ganar terreno en este campo. Porque, sin ninguna duda, están en aumentando cada vez los feminicidios, ese verdadero genocidio de mujeres que estamos viviendo, de varias formas. Y eso lo sabemos porque ya hay más de 10 años de estadísticas en la mayor parte de los países. Y además el avance en lo legal y lo forense respalda esta afirmación.
Usted plantea que la violación es un acto disciplinador, un crimen de poder. ¿Qué se juega el agresor sexual en esos casos?
—Bueno, ese concepto es de altísima complejidad. Le cuesta mucho a la sociedad comprender a qué apunto. Mucha gente de bien, muy moral, saltó contra esto e intenta rápidamente diferenciarse de ese sujeto que considera anómalo, criminal, inmoral, en fin todo lo malo que se deposita en ese sujeto, en ese chivo expiatorio que es el agresor… y los otros hombres se salvan y dicen yo no soy eso. Yo eso lo pongo bajo un signo de interrogación.

Yo creo que aquel último gesto que es un crimen, es producto de una cantidad de gestos menores que están en la vida cotidiana y que no son crímenes, pero son agresiones también. Y que hacen un caldo de cultivo para causar este último grado de agresión que sí está tipificado como crimen… pero que jamás se sucedería si la sociedad no fuera como es. Se sucedería en un psicópata, pero la mayor cantidad de violaciones y de agresiones sexuales a mujeres no son hechas por psicópatas, sino por personas que están en una sociedad que practica la agresión de género de mil formas pero que no podrán nunca ser tipificadas como crímenes.


Por eso mi argumento no es un argumento antipunitivista de la forma clásica, en el sentido de que no se debe punir o sentenciar. Sí tiene que haber leyes y sentencias que sólo algunas veces llegan a materializarse. Pero en nuestros países sobre todo, en el mundo entero, pero especialmente en América Latina, de todos los ataques contra la vida, no solamente los de género sino de todos en general, los que llegan a una sentencia son una proporción mínima. La eficacia material del derecho es ficcional, es un sistema de creencias, creemos que el derecho lleva a una condena. Pero claro que tiene que existir, el derecho, todo el sistema legal, el justo proceso y la punición. Lo que yo digo es que la punición, la sentencia no va a resolver el problema, porque el problema se resuelve allá abajo, donde está la gran cantidad de agresiones que no son crímenes, pero que van formando la normalidad de la agresión. Ninguno tomaría ese camino si no existiera ese caldo de cultivo.
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Foto: Colectivo Manifiesto
¿Y por qué algunos hombres toman ese camino y otros no? Porque si es un problema social ¿no afectaría a todos por igual?
—Y bueno, porque somos todos diferentes… yo no te puedo responder eso. Lo que sí te puedo asegurar es que los índices serían muchos menores si atacáramos la base, o sea, el hábito, las prácticas habituales. Tampoco hablo de una cultura de la violación, porque se habla mucho de eso, sobre todo en Brasil. Se habla mucho de una cultura violadora. Está bien, pero cuidado con la culturalización, porque el culturalismo, en el abordaje de estos temas, le da un marco de “normalidad”, de costumbre. Como se hace con el racismo por ejemplo… es una costumbre. Yo tengo mucho miedo a esas palabras que terminan normalizando estas cuestiones.
En relación a este tema, sobre que la violación es un crimen de poder, disciplinador, eso, ¿se juega de la misma manera en el caso de los abusos de menores? Ya que generalmente los niños son abusados en su mayoría en las relaciones intrafamiliares o por integrantes de sus círculos cercanos, ¿se puede hacer una misma lectura o es distinto el análisis?
—Yo creo que es un análisis distinto, porque ahí si entra la libido de una forma en que yo no creo que entra en las violaciones de mujeres. Yo no he investigado mucho ese tema, lo que sí puedo decir al respecto es que el agresor, el violador, el asediador en la casa lo hace porque puede. Porque también existe una idea de la paternidad que proviene de una genealogía muy antigua, que es el pater familias, como es en el Derecho Romano, que no era como lo concebimos hoy, como un padre, una relación parental. Sino que el padre era el propietario de la mujer, de los hijos y de los esclavos, todos en el mismo nivel. Entonces eso que ya no es más así, pero que en la genealogía de la familia, como la entendemos, persiste… la familia occidental, no la familia indígena. Pero sí la familia occidental, que tiene por debajo en sus orígenes la idea de la dueñidad del padre. Entonces, eso aun está muy patente. Tengo estudiantes que han trabajado este tema. Por ejemplo, el caso de un pastor evangélico que violaba a todas sus hijas, y lo que sale de ese estudio es que el hombre, en su interpretación, era dueño de esos cuerpos. Eso es algo que no está más en la ley, pero sí en la costumbre. Y el violador también es alguien que tiene que mostrarse dueño, en control de los cuerpos. Entonces el violador doméstico es alguien que accede a esos cuerpos porque considera que le pertenecen. Y el violador de calle es alguien que tiene que demostrar a sus pares, a los otros, a sus compinches, que es capaz. Son variantes de lo mismo, que es la posesión masculina como dueña, como necesariamente potente, como dueño de la vida.
En su experiencia, ¿el violador se puede recuperar de alguna forma, con la cárcel o con algún tratamiento?

—Nunca vi un trabajo de reflexión, no lo podemos saber porque el trabajo que debemos hacer en la sociedad, que es primero entender y luego reflexionar, nunca fue hecho. Sólo después de hacer el trabajo que está pendiente todavía de hacer en el sistema penitenciario, podemos llegar a ese punto. No hay elementos suficientes. No estoy hablando de psicópatas. Porque, a diferencia de lo que dicen los diarios, la mayor parte de las agresiones sexuales no son perpetradas por psicópatas. Los mayores perpetradores son sujetos ansiosos por demostrar que son hombres. Si no se comprende qué papel tiene la violación y la masacre de mujeres en el mundo actual, no vamos a encontrar soluciones.


Quedan pendientes tantos temas… hablar, por ejemplo, sobre el papel de los medios que, según sus propias palabras, colaboran con exhibir públicamente la agresión a las mujeres hasta el hartazgo, haciendo de la victimización de las mujeres un espectáculo de fin de tarde o después de misa, reproduciendo hasta el hartazgo los detalles más morbosos y funcionando así como el “brazo ideológico de la estrategia de la crueldad”…. Esos y tantos otros. Será en otra oportunidad. La estaremos esperando.
*Por Florencia Vizzi y Alejandra Ojeda Garnero para El Ciudadano. Foto: Colectivo Manifiesto.

"HAY UNA CRISIS DE LA MASCULINIDAD PORQUE SE CULPA A LOS HOMBRES POR EL MERO HECHO DE SERLO": LA ENTREVISTA VIRAL DE JORDAN PETERSON


EN UN MUNDO DONDE TODOS SE CUIDAN DE DECIR LO POLÍTICAMENTE CORRECTO Y NO OFENDER, PETERSON PREFIERE DECIR LO QUE CREE QUE ES VERDAD Y EJERCER SU DERECHO A OFENDER

En el último mes el profesor de psicología de la Universidad de Toronto, Jordan Peterson, se ha convertido en el intelectual más popular de Internet. El New York Times lo llamaba hace unas semanas "el intelectual más influyente del mundo occidental en este momento". Por otro lado, muchos intelectuales han atacado a Peterson diciendo que su filosofía es perfecta para las masas no letradas. La revista canadiense Maclean's lo llamó "el hombre inteligente de las personas estúpidas". Se habla de que está en contra de las minorías, de los transexuales, de las mujeres, de los liberales y demás. Es de notarse que la mayoría de estos ataques a la inteligencia de la audiencia de Peterson y a su pensamiento han sido realizados por personas que no tienen logros comparables a los del profesor -y que difícilmente podrían sostener una discusión con él-. Peterson, además de emerger como un gurú de autoayuda, es uno de los psicólogos clínicos más citados en su campo. Alguien que sí podría debatir con él, Slavoj Zizek, recientemente criticó las ideas de Peterson, lamentablemente sin antes haber estudiado realmente lo que dice el psicólogo y basándose en puros lugares comunes, como si sólo hubiera recibido un compendio de lo que dicen los tabloides de su pensamiento unos minutos antes de escribir su artículo. Probablemente existe envidia en la academia ante su éxito y literalmente una operación de contención y contraataque, ya que Peterson ha sido especialmente severo en sus pronunciamientos contra las instituciones académicas, a las cuales considera dominadas por un timorato pensamiento progresista posmoderno. Por otro lado, es lamentable que se utilicen fáciles parangones entre el nazismo y Peterson, cuando el profesor canadiense se ha dedicado extensamente a entender y criticar fenómenos como el nazismo y el stalinismo y en su primer libro, Maps of Meaning, hace un estudio profundo sobre qué es lo que se debe evitar para que estos fenómenos infernales vuelvan a ocurrir. Es bastante obvio que Peterson no es un radical de ultraderecha -lo cual es la crítica principal que se le hace-; el hecho de que critique a la izquierda no lo coloca por default en esta categoría. Él mismo se ubica cercano del centro, si acaso tiene una tendencia moderadamente conservadora. 

Los intelectuales se cuestionan por qué las personas lo encuentran tan convincente. La razón es evidente: Peterson habla con sinceridad, con pasión, y articula lo que muchos piensan. Peterson es un idealista que cree que el ser humano puede alcanzar, más que la felicidad, el bien y el significado espiritual, e intenta inspirar a las personas a conseguir esto. Eso es algo que la mayoría de los intelectuales no logran hacer, ya sea porque no conectan con el zeitgeistdesde sus torres de marfil, porque no tienen el valor de decir lo que realmente piensan -sobre todo si ello les hace correr el riesgo de perder su plaza en la academia- o porque ellos mismos están desencantados, no creen que la vida tenga significado y carecen de fe en el potencial del espíritu humano. Una de las ideas centrales de Peterson, que toma de Nietzsche y de Jung, es que la "muerte de Dios" deja un vacío existencial en el ser humano, porque éste necesita sentido y propósito existencial para vivir. Nietzsche hizo el llamado a que el hombre ejerciera su voluntad y se proveyera a sí mismo de valores y sentido; Jung creía que el ser humano por sí mismo no podía crear estos valores, debía buscarlos en cosas trascendentes. Son pocos los "ubermensch" capaces de valerse y encontrar el por qué en sí mismos y, por otro lado, según Jung existen estructuras de orden que trascienden la existencia individual. De alguna manera Peterson se mueve en ese vacío y se dirige a individuos que sienten esa necesidad de encontrar sentido, porque el mundo actual no lo provee. Nietzsche predijo con acierto que de este vacío -de esta pérdida de un centro de referencia moral- se producirían fenómenos de control totalitario y enajenación de masas -el siglo XX es un testimonio de las atrocidades que pueden ocurrir cuando el individuo, por no tener sentido en su propia vida, lo busca en una identidad grupal que devora su individualidad-. Peterson mantiene que este es el peligro esencial que enfrenta el ser humano cuando no logra encontrar significado y propósito en su propia existencia. Sin embargo, el significado del individuo se encuentra no en hacer lo que se quiere, sino lo que se debe; no en buscar la felicidad sino en buscar la verdad; en introyectar un sentido moral de la existencia, en aspirar a lo bueno y verdadero, en asumir responsabilidades y en vivir en armonía con principios de orden y razón cósmica (lo que los griegos llamaban el Logos). En su primera entrevista en un medio español, El Mundo, Peterson explicó:

Mi mensaje a los jóvenes es sencillo. Espabilad. Dejad de pudriros en casa. Dejad de quejaros y de culpar a los demás. Sed honrados, rectos y disciplinados. Haced algo útil. Asumid vuestra responsabilidad. Buscad sentido a la vida. Haced como las langostas: caminad erguidos con los hombros hacia atrás.

La historia reciente de Peterson es una historia de polémicas. Primero cobró popularidad por oponerse a la ley C-16 en Canadá, que impone el uso de pronombres neutros para dirigirse a los transexuales:

En lugar de él, ella o ellos, palabras como ze, hir o zir. Yo dije, y repito, que no voy a usar esos términos. Primero, porque la imposición de palabras por ley es inaceptable y no tiene precedentes. Y, segundo, porque son neologismos creados por los neomarxistas para controlar el terreno semántico. Y no hay que ceder nunca el terreno semántico porque si lo haces, has perdido.

Confucio había dicho que quien controla el lenguaje controla a la sociedad. El fenómeno viral de Peterson, más allá de que su discurso responde a las principales inquietudes de los jóvenes, y es ininteligible sin la polémica y la polarización que genera. Por otro lado era imposible que no sucediera esto en la medida en que su mensaje se difundía, justamente porque crítica el statu quo ideológico de nuestra cultura que, cree él, se basa en la interrogación posmoderna de la estructura del poder, haciendo énfasis en los derechos y no en la responsabilidad individual. Peterson cree que la gran pérdida de sentido que vivimos a partir de la "muerte de Dios" vaticinada por Nietzsche se acentúa porque las personas, particularmente los hombres, viven en una sociedad liberal en la que no se asumen responsabilidades, sólo se ejercen derechos en busca del placer y se cuidan las apariencias.

La popularidad de Peterson acabó de explotar después de una entrevista con la periodista Cathy Newman de la BBC en el tour promocional de su libro 12 Rules for Life, el cual se ha convertido en el más vendido de Amazon. Newman asumió de entrada que Peterson era el vocero de la masculinidad tóxica y el poder patriarcal y se dirigió a él con estos prejuicios sin realmente tomar en cuenta lo que decía, poniendo palabras en su boca, hablando con un concepto ideológico, no con una persona. Peterson mantuvo una calma de ninja ante la agresividad de la entrevistadora y respondió con elocuencia inusitada. La entrevista no tiene desperdicio.



Es obvio que gran parte de la popularidad de Peterson se debe a que se ha atrevido a decir lo que cree, aunque esto genere incomodidad y ponga en entredicho algunos de los valores o seudovalores que permean nuestra cultura. Lo que lo distingue es que no parece tener miedo a ofender en el ejercicio de su libertad de expresión. En un mundo donde todo debe ser políticamente correcto, donde las personas hipócritamente suelen preferir no decir lo que piensan sino lo que será mejor aceptado por la ideología dominante -creyendo que así cuidan sus propios intereses como expertos políticos- y en el que incluso la verdad suele ser maquillada o suavizada para no agredir a los oprimidos, Peterson ha encontrado una audiencia ávida de ver expresadas las ideas que no se atreven a expresar, particularmente entre hombres jóvenes, quienes constituyen la mayoría de su público (con decenas de millones de views en YouTube). 

No hay derecho a pensar sin derecho a ofender. Porque nada de lo que yo pueda decir será universalmente aceptado y asumido. ¿Y quién decide qué es ofensivo? Tu interlocutor. ¿Y si hablas con mil personas? Como mínimo una de ellas se ofenderá. ¿Y entonces qué haces? Dejas de hablar. Te limitas a decir obviedades: "Este suelo parecería ser de color gris". Con un agravante: cuando acaba el debate empieza la bronca.

También es un aire fresco la defensa de la moralidad fuerte: Peterson, con Nietzsche, cree que quien no tiene voluntad y poder -el llamado nice guy-, una persona débil, no puede realmente ser una personal moral. Su ejemplo de esto es una persona que tiene una espada (un fuerte guerrero), pero decide no usarla. Igualmente refrescante es su énfasis a llevar una vida con significado y buscar la verdad, en la llamada era de la posverdad. La filosofía de Peterson está basada en el principio de "decir la verdad y apuntar hacia el máximo bien posible". A diferencia del relativismo moral posmoderno, Peterson cree que existen cosas que son buenas (que están alineadas con principios o valores universales) y cosas que son malas, que producen caos y destrucción. Es posible que se equivoque en algunas cosas, pero no se le puede acusar de no mostrar congruencia con lo que predica. Peterson es un científico social y enseña basándose en estudios científicos, pero a la vez da voz al pensamiento religioso, particularmente bajo la interpretación jungiana de la psicología profunda o arquetípica. Peterson creen que la ciencia describe cómo es el mundo, pero la religión describe cómo debemos actuar, y de esta manera provee metaverdades que son esenciales para evitar la pérdida del sentido y los abismos de los estados totalitarios, los cuales, basándose en el trabajo de Aleksandr Solzhenitsyn, considera que son producto de la falsedad, de la corrupción moral de los individuos. El infierno, señala, se produce cuando todos dicen mentiras. Por otro lado, cuando el ser humano dice la verdad y alinea su vida con lo verdadero, con los principios universales, genera cosmos sobre el caos, orden y bien que se imponen sobre el desorden, la destrucción, el mal.

Peterson es un acérrimo crítico del relativismo posmoderno y su noción de que la verdad no existe y es sólo una interpretación. Asimismo es crítico de la ideología neomarxista posmoderna que cree que permea las universidades y ha secuestrado el verdadero desarrollo intelectual con una guerra ideológica, una guerra de sexos o el llamado identity politics. Sus críticos lo encasillan como un intelectual de derecha, de la llamada alt-right, e incluso lo comparan con los supremacistas blancos. Sin embargo, Peterson no tiene posturas políticas en contra del movimiento LGBT, del aborto, a favor de las armas y demás; sin embargo, es especialmente crítico del feminismo radical y de la izquierda neomarxista. Hay que señalar que Peterson ha dicho en diversas entrevistas que cree que los logros del feminismo son importantes en materia de equidad y de justicia, que es lo que se debe buscar, no la radical igualdad. Su crítica está centrada en la radicalización del feminismo y en el discurso que coloca a los sexos en guerra. En cuanto a la desigualdad en general, Peterson ha señalado que la considera el problema central que la izquierda debe intentar abordar -ya que a la derecha no le interesa- y es algo letal para el mundo, esto es, que no exista un campo parejo para que las personas puedan desarrollarse y en el cual competir justamente. No obstante, hace énfasis en que la desigualdad no es culpa sólo del capitalismo; todas las sociedades han sido desiguales en cierta medida, si bien actualmente existe un grupo reducido de individuos que ha llevado esto a una escala inaudita.

Peterson cree que es importante crear igualdad de oportunidades para las mujeres y las minorías, pero no igualdad de resultados. Mantiene que no sólo la igualdad es irrealizable -porque la biología dicta diferencias-; es, también, indeseable. "Hemos pasado de intentar convertir a las mujeres en hombres a intentar convertir a los hombres en mujeres. Y eso no conviene a ninguno de los dos sexos", señala. Cita diversos casos en Escandinavia donde se ha tratado de reducir factores socioculturales para promover completa igualdad y aún así se han mantenido grandes diferencias, como el hecho de que los trabajos de ingenieros siguen siendo preferidos por los hombres y trabajos como el de enfermera son preferidos por las mujeres, lo cual confirma las conclusiones de varios estudios que sugieren que los hombres están más interesados en las cosas y las mujeres en las personas. "¿Y qué ha pasado? Exactamente lo contrario de lo previsto: ¡las diferencias de personalidad entre hombres y mujeres se han acentuado! Es un descubrimiento científico impresionante: si erradicas las diferencias culturales, maximizas las diferencias biológicas". Peterson sostiene que esto se debe a que el hombre no es una tabula rasa, sino que tiene una biología que en gran medida determina su personalidad e intereses. Contrario a la ideología posmoderna neomarxista que cree que las jerarquías deben ser eliminadas, Peterson mantiene que la jerarquía es algo que existe a lo largo y ancho la naturaleza, desde las langostas hasta los seres humanos, y juega un papel importante en la evolución que no tiene por qué ser eliminado:

La izquierda posmoderna y sus guerreras feministas han logrado imponer la idea de que la jerarquía es una construcción social del malvado y corrupto patriarcado occidental. Sepultan la biología bajo su ideología. Niegan la naturaleza para culpar al varón. Es absurdo. Sus ideas no tienen base fáctica alguna. La biología evolutiva y la neurociencia demuestran que las jerarquías son increíblemente antiguas. Más que los árboles.

Una de sus afirmaciones más polémicas, aunque sustentada en evidencia, es que la brecha salarial es multifactorial y no se debe solamente a la discriminación sexual, sino que obedece también a diferentes factores como la personalidad y los intereses que hacen diferentes a las mujeres -por ejemplo, los hombres son más competitivos y menos agradables (agreeable)-. Entre las varias causas:

La edad es una. La personalidad es otra, muy importante. Y la más importante son los intereses. Un dato contracorriente: las mujeres solteras de menos de 30 años cobran más que los hombres en esa misma franja de edad. La personalidad: las personas agradables cobran menos que las personas desagradables. Les cuesta más pedir un aumento de sueldo. Triste pero cierto. Y resulta que, en promedio, las mujeres son más agradables que los hombres. Dato científico, ¿eh? Esto produce un ligero sesgo a favor de los hombres, que no es fruto de ningún prejuicio machista; si acaso, es una injusticia con las personas amables del sexo que sean. Finalmente, los intereses: a los hombres les interesan más las cosas y a las mujeres, las personas. Y las profesiones relacionadas con las cosas están mejor pagadas que las profesiones relacionadas con las personas. Ingeniero y enfermera. Banquero y maestra. 

Peterson alerta que la guerra de los sexos que se está produciendo en la cultura no es buena para los hombres ni para las mujeres, y señala que en las sociedades occidentales existe una crisis de la masculinidad:

Hay una crisis de la masculinidad. La "tóxica masculinidad", dicen las feministas. Los chicos reciben de la sociedad moderna un mensaje devastador y paralizante. Primero, se les recrimina su agresividad, cuando es innata y esencial a su deseo de competir, de ganar, de ser activamente virtuosos. Luego se les dice que la sociedad es una tiranía falocéntrica corrupta de la que ellos, por supuesto, son culpables de origen por el mero hecho de ser hombres...

Lo peor que han hecho los posmodernos es propagar la confusión entre poder y competencia, aptitud, habilidad. Las jerarquías no son de dominación, sino de competencia. Lea la luminosa obra de Frans de Waal. Los chimpancés tiránicos acaban muy mal: destrozados a pedazos. Los chimpancés más exitosos -también sexualmente- son los que interactúan mejor. Los que hacen amigos y tratan bien a las hembras. La competencia es más eficaz que el poder puro y duro.

Sólo los hombres débiles intentan dominar a las mujeres. Otra lectura imprescindible: Machos demoníacos, de Richard Wrangham. Hay tres géneros de orangutanes: las hembras; los machos dominantes, que cautivan a todas las hembras; y los machos débiles, que morfológicamente parecen adolescentes y que, como no logran aparearse, recurren a la violación. ¡Violan! La lección es evidente: sólo los perdedores recurren al poder para obtener más sexo del que, necesitándolo, pueden alcanzar.

A diferencia de la idea del feminismo radical de despojarnos de todo poder masculino, Peterson sostiene una idea que es irrefutable desde la perspectiva biológica -ya que las mujeres ciertamente eligen a hombres en los estratos altos socioeconómicos más altos para reproducirse- pero que es sumamente polémica desde la perspectiva social actual: que las mujeres lo que quieren son hombres poderosos, y en esto hacen bien:

Hemos pasado de intentar convertir a las mujeres en hombres a intentar convertir a los hombres en mujeres. Y eso no conviene a ninguno de los dos sexos. Tampoco a las mujeres. Las mujeres tienen tanto interés como los hombres en acabar con la crisis de la masculinidad...

Una mujer sensata no quiere un párvulo como pareja. Quiere un hombre. Y si es lista y competente, quiere un hombre incluso más listo y más competente que ella...

Y es también un grave error estratégico. Porque cuando anulas a un hombre, aumentas su amargura y su resentimiento. Lo conviertes en un ser inepto, atormentado, carente de sentido. Y las vidas sin sentido son desdichadas. Y el hombre anulado se enfada. Y entonces sí se vuelve agresivo. El despotismo de los débiles es mucho más peligroso que el despotismo de los fuertes...

En otras palabras, Peterson sugiere que lo propiamente "masculino" en los hombres y lo "femenino" en las mujeres, así como también "lo femenino" en los hombres (el anima) y lo masculino en las mujeres (el animus), no deben suprimirse y neutralizarse sino explorarse y desarrollarse para bien de todos Por ejemplo, es bueno que los juegos de los niños tengan cierta agresividad, pero que aprendan a controlarla y saber cuáles son los límites; una de las reglas de Peterson es: "No intervengas cuando los niños están andando en patineta". La idea es que desarrollen su potencia, y esto incluye desarrollar su propio género en toda su fuerza e integrar el otro -para lo cual es necesario ir a los lugares agresivos de la personalidad, lidiar con nuestra propia monstruosidad-, lo que Jung llamaba individuarse, hacerse todo lo que son en todo su potencial. 

No hay algo intrínsecamente maligno en la masculinidad sino, por el contrario, los elementos tóxicos que generan abuso son resultado de la pérdida de la masculinidad y los valores integrales de una cultura moral. Más que un signo de fuerza, los abusos y demás son un signo de debilidad, y esa debilidad, esa cobardía debe combatirse no suprimiendo la masculinidad y la naturaleza competitiva del ser humano sino guiándolas y complementándolas a partir de la moralidad y el propósito. Lo más alto es la unión del poder y la bondad. Un ejemplo de la crisis de la masculinidad puede verse en el caso de las mujeres exitosas e inteligentes que no suelen encontrar pareja, justamente porque los hombres no se atreven a acercarse a ellas:

[Las mujeres quieren lo mismo que] los hombres si los hombres fuesen los que paren: desplegar todo su potencial y competencia, pero también tener bebés.

A los 19 años, las mujeres anteponen su carrera a la familia. A los 28, ya no tanto. Es una realidad de la que nadie habla. Salvo algunas mujeres de 37 a 40 años que han desaprovechado la ventana de oportunidad reproductiva y se sienten infelices.

Los hombres están peor configurados que las mujeres para el cuidado de niños de menos de 2 años. Esto es así. Podemos aleccionarlos. Pero, ojo: también hay mujeres -inteligentes, fuertes, formadas- que libremente deciden ser ellas las que cuidan de los niños. Lo hacen porque quieren, no porque nadie se los imponga. Y esa decisión les lleva a tomar otra, previa. Cada hijo exige unos 3 años de intensa dedicación. Es mucho tiempo. Y para una madre, una causa objetiva de vulnerabilidad. ¿Qué hacen entonces las mujeres? Practican la hipergamia: buscan pareja en el mismo o en un nivel superior competencial que ellas. Hablemos claro: de igual o más capacidad socioeconómica que ellas. Esto ocurre en todas las culturas. Es una de las revelaciones más notables de la biología y la psicología evolutivas. Y en el caso de las mujeres hipercompetentes, es un problema. Cuanto más alto el coeficiente intelectual de una mujer, más baja la probabilidad de que encuentre una pareja estable.

[Los hombres no se atreven] ni a invitarlas a salir. He trabajado durante décadas con abogadas altamente cualificadas. Me contrataban para mejorar su productividad laboral y sus relaciones afectivas. Sus vidas. Lo tenían durísimo para encontrar pareja. Fíjese en este dato del Pew Research Center. En los últimos 15 años, el interés de las mujeres por el matrimonio ha subido muchísimo. En cambio, el de los hombres se ha desplomado. Una pésima combinación.

[...] El 95% de los delitos son cometidos por el 5% de la población. La mayoría de esos criminales actúa una o dos veces. Pero existe un pequeño segmento que actúa de forma serial. Depredadores sexuales. Pederastas. Psicópatas que dejan un reguero de víctimas. A partir de ahí, cualquiera puede convertir a todos los hombres en depredadores al manipular la definición de "violencia sexual". Porque no hay un hombre en el planeta que no haya hecho alguna vez un avance sexual no correspondido. En parte por torpeza o falta de sofisticación. En parte porque no sabía cuál iba a ser la respuesta.

La izquierda posmoderna exige a la vez expresión sexual ilimitada, de cualquier gusto o color -ahí está el orgullo gay- y seguridad sexual absoluta. A ver cómo cuadran ese círculo. Su última ocurrencia es una maravilla: el consentimiento afirmativo. Cada paso y etapa de un encuentro amoroso o sexual debe quedar debidamente registrado para evitar equívocos. ¡Es tan orwelliano! Sólo un pobre ingenuo de 13 años puede considerar que esto es no ya positivo, sino viable. A veces da la impresión de que nuestra cultura ha sido tomada por gente con graves trastornos de personalidad. Lo digo seriamente. Clínicamente.

Es evidente que Peterson se enfoca en la perspectiva del hombre, siendo que obviamente tiene mejor conocimiento de este género y su particularidad. Y aunque habla desde su experiencia clínica y con datos precisos de estudios científicos es posible que en algunos aspectos sea demasiado duro, implacable y poco conciliador. Ciertamente podría hacer más énfasis en la importancia de distribuir mejor el poder entre los sexos, aunque esto no refleje el instinto competitivo o la noción de que cada puesto deba pertenecer a quien se lo gane -sin importar su sexo o raza-, sino que esté orientado a capitalizar algunas de las virtudes de la propia personalidad femenina -por ejemplo, existen estudios que han descubierto que las mujeres en puestos de poder son más honestas-. Podríamos crear un sociedad más equitativa a través de las diferencias, más que de lo igual, siendo capaz de dar valor a lo femenino y a lo masculino en aquello en lo que se destacan. 

Es importante aplicar también una conciencia crítica a lo que dice Peterson, pues se puede equivocar, y en estos momentos está alcanzando el estatus de gurú de millones de personas. La audiencia debe juzgar por su propia cuenta. Lo que es indudable es que el atractivo de Peterson es un fenómeno masivo genuino, que está encontrando tierra fértil en los escuchas por su gran elocuencia y autenticidad, y esperamos que no polarice más de lo inevitable, sino que encuentre lectores y oyentes maduros que puedan reflexionar sobre lo que dice sin ponerse una camisa ideológica y sentirse aludidos y ofendidos. Más que las ideologías, que se piensen las ideas, que se pueda estar en desacuerdo y a la vez aprender de aquello en lo que no coincidimos del todo. Lo que ciertamente se puede decir de Peterson es que está completamente abierto al debate y no tiene miedo de decir lo que piensa -esto es algo que podría parecer peligroso, pero es vital para la salud de nuestra cultura-. Peterson cree que el arquetipo del héroe es fundamental para la salud de la cultura en tanto que son los individuos auténticos, que asumen responsabilidades, que defienden lo que creen que es la verdad y que son capaces de afrontar lo desconocido, de luchar contra los dragones simbólicos de su propia psique y de la sociedad, los que sirven como contrapeso para los estados totalitarios y para el conformismo hedonista de la sociedad. 

En lo que Occidente ha atinado, según he podido ver, es en esta vieja idea, mucho más vieja que Occidente. Y es que el individuo que pone atención y dice la verdad es quien sirve como la fuerza que revitaliza al Estado cuando éste se vuelve corrupto y arcaico. Así entonces, la razón por la cual el individuo debe ser considerado como soberano es que, sin el individuo soberano, el Estado se convierte en corrupto y estático. 

miércoles, 14 de febrero de 2018

José de Villamil (1789-1866)



José de Villamil (1789-1866)

Venía de Luisiana, era alto de ojos azules y muy apuesto.
Venía con la desilusión de un idílico amor no cristalizado, porque la novia fue concedida a una pareja de una superior posición económica…
Su espíritu viajero lo había llevado a muchos mares y muchas playas
Había nacido en Nueva Orleans cuando era parte de la Luisiana francesa, que luego paso a formar parte del Virreinato de Nueva España.
De su Padre Don Pedro González de la Galea y Villamil, natural de Oviedo aprendió el español, y de su madre Catherine Joly Lebrún, luisianesa de origen francés heredó la lengua francesa.
Fue usual en tiempos coloniales, que el hijo pudiera usar uno de los varios apellidos paternos, generalmente el de más alta alcurnia.
El apellido paterno iba precedido de la preposición Dy y el materno de la letra Y, quedando entonces José María de Villamil y Joly..
El rio lo acogió familiarizado con su experiencia de marino y aventurero.
En los días del invierno costeño, el aire vacilaba en su carrera, trayendo olores de lluvia…Algún perfume verde se desprendía discretamente y un mundo de sensaciones iba llegando como una primavera eterna siempre abierta..!
Ese era el paisaje multicolor del golfo que percibió a su llegada, saludados por interminables caravanas de delfines saltarines.
Por las noches, las nubes en un decorado hermoso componían una romanza nocturna, como un camino evanescente mientras la nueva luna empieza…
En el cielo sin nubes sobre el rio, era común observar la vía láctea trazando un camino de luz, que habían visto desde tiempos inmemoriales, otras humanidades.
En Guayaquil se casó con Ana Garaycoa, de activa participación en la gesta de la independencia, más luego de unos años enviudó
La independencia se presentaba como la posibilidad abierta de empezar de nuevo todo, para reinstaurar una vida más plena y justa.
En el fondo este ha sido un tema recurrente en todas las sociedades…
Pareciera que un recomienzo verdadero, solo es posible, luego de un fin verdadero de una forma de vivir y de pensar…
De ninguna forma esto implica manifestaciones de violencia.
José de Antepara había llegado a Guayaquil hacia 1818.
Traía el aroma de las ideas del precursor don Francisco de Miranda.
Antepara pensaba que la independencia era posible en esos días...
. Con todo el riesgo del momento Villamil ofreció su casa situada en la entonces calle de la orilla y (actual malecón) y la calle de las damas o los franciscanos (actual 9 de octubre), para efectuar las reuniones preparatorias de la Aurora gloriosa de 1820.
Trabajaron intensamente aquellos días gloriosos junto a los próceres.
Pensaban que Guayaquil que comprendía todo el litoral, al libertar Quito podía construir un destino autónomo.
Al siguiente dia de la independencia, partió en comisión hacia el sur para dar la buena nueva de la libertad a San Martín, a quien encontró en Ancón de Huantar.
De alli regresó con la ayuda del Protector y con el grado de militar que le confiriera el prócer.
Todas las pasiones en torno a la independencia y la inconsulta anexión de Guayaquil a la fuerza por Bolívar, talvez le hicieron pensar que muchas manifestaciones colectivas, son la extensión de los problemas que hay en las siques individuales, de quien tiene el poder… al igual que nuestros comportamientos “sociales” son la expresión de nuestra siquis.
Es tan difícil evitar el movimiento del pensamiento…
Talvez sea necesario de tener una aproximación un poco más amplia y flexible de la vida entera…
Vio desvanecerse su matrimonio por viudez.
Vio la anexión de Guayaquil independiente a la fuerza por Bolívar en 1822…
Vio la desaparición y fragmentación de Colombia la grande en 1830…
Fue contemporáneo de la muerte de Sucre y de Bolívar...
Ya viudo recibió la carta de su primer amor, comunicandole que también había enviudado.
Navegó a los Estados Unidos luego de dos años y se enteró que se había vuelto a casar...
Todo como un proceso de construcción y destrucción, como una manifestación inexorable de la existencia.… expresando la impermanencia de las cosas, quien sabe.
Mas, nada es trivial en la vida, nada es insignificante…
Mas allá de las agitaciones verbales, está el ser frente a su destino.
La vida es un movimiento de relaciones en el cual el descubrimiento de Sí, hace posible la claridad del espíritu...

lunes, 12 de febrero de 2018

Peterson: "Hay una crisis de la masculinidad porque se culpa a los hombres por el mero hecho de serlo"



Lo llaman "el intelectual más odiado por la izquierda", pero es mucho más que eso. Este psicólogo clínico canadiense se ha convertido en una figura de culto entre los 'millennials', sobre todo masculinos. Su reciente libro, 'Doce reglas para la vida', es un tratado de la responsabilidad frente a la cultura del victimismo. Y Jordan B. Peterson arrasa en ventas.

Dalí dijo que "los crustáceos son duros por fuera y blandos por dentro; o sea, lo contrario de los hombres". Usted también compara a los hombres con las langostas.
La izquierda posmoderna y sus guerreras feministas han logrado imponer la idea de que la jerarquía es una construcción social del malvado y corrupto patriarcado occidental. Sepultan la biología bajo su ideología. Niegan la naturaleza para culpar al varón. Es absurdo. Sus ideas no tienen base fáctica alguna. La Biología evolutiva y la Neurociencia demuestran que las jerarquías son increíblemente antiguas. Más que los árboles.

Tanto como las langostas.
Para una langosta, un dinosaurio es un nuevo rico que llegó y, puf, desapareció. Ya hace 350 millones de años las langostas vivían en jerarquías. Su sistema nervioso hace que aspiren a un estatus elevado. Los machos tratan de controlar el territorio y las hembras de seducir a los machos más fuertes y exitosos. Es una estrategia inteligente, que utilizan las hembras de distintas especies, incluida la humana.

Somos blandas por fuera y duras por dentro...
¿Son machistas las langostas? Existe un hilo de continuidad entre las estructuras sociales de los animales y los humanos. Nuestro cerebro tiene un mecanismo que opera a base de serotonina: cuanto más elevada nuestra posición en el grupo, emociones más positivas. Las langostas tienen el mismo mecanismo. Pruebe a darle un Prozac a una langosta deprimida por una derrota: se pondrá como Clint Eastwood y volverá a la pelea.

¿De dónde viene la idea de la jerarquía como pura construcción social?
En parte, del pensamiento de la Ilustración. A muchos intelectuales y filósofos les cuesta asumir las lecciones de la Biología evolutiva: descubrir lo mucho que tenemos en común con los animales, que no todo es cultura o razón... Les escandaliza profundamente. Y se entiende. La revelación de que un antidepresivo funciona a lo largo de la cadena evolutiva sacude nuestra visión del hombre.

 Usted señala sobre todo a la izquierda.
La izquierda en general considera que las jerarquías son malas. Es normal: las jerarquías producen ganadores y perdedores. Y ser un perdedor o convivir con perdedores -gente que lucha pero malvive- es existencialmente doloroso. Además está demostrado que el exceso de desigualdad genera sociedades inestables. La izquierda tiene derecho a preocuparse. A lo que no tiene derecho -porque es científicamente falso- es a culpar de la desigualdad al capitalismo, a Occidente o al presunto patriarcado. Ocurre también con la riqueza. Dicen: es injusto que la riqueza se distribuya de forma desproporcionada y que pocas personas acumulen la mayor parte.

Lo cual es verdad.
Pero no es culpa de nadie. Es un fenómeno enraizado en la naturaleza: los que más tienen, más acumulan. Se ve en el tamaño de las ciudades. En las masas de estrellas. En la altura de árboles. Ahora hay unos señores que se hacen llamar "econofísicos". Estudian la Economía a partir de las leyes de la Física. Y han descubierto cosas fascinantes: las mismas leyes que rigen la distribución del gas en el vacío rigen la distribución del dinero en la economía. El problema de la desigualdad no tiene una explicación simple. Las cosas son complejas. Y la izquierda debe asumir esa complejidad y, a partir de ahí, iniciar una profunda renovación intelectual. La izquierda de hoy es tan previsible. Está tan obsesionada con la identidad, la raza, el género, la victimización... Lleva más de 30 años de retraso intelectual...

Desde que Derrida dijo: la verdad no existe, todo es interpretación.
La constatación del fracaso del comunismo, de su criminalidad estructural, fue un shock para la izquierda.

Archipiélago Gulag es su libro de cabecera.
Sí, después de Solzhenitsyn ni los más dogmáticos, ¡ni los intelectuales franceses!, pudieron seguir justificando el comunismo. ¿Qué hicieron entonces Derrida y los posmodernos? Una maniobra tramposa y brillante. Sustituyeron el foco del debate: de la lucha de clases a la lucha de identidades.

En la que seguimos enredados.
La premisa de los posmodernos era correcta: el mundo está sujeto a un número infinito de interpretaciones. Pero variedad no denota viabilidad. Lo corroboran a diario la Psicología del desarrollo, la Biología evolutiva, la teoría del juego, el estudio comparado de humanos y animales... hay infinitas interpretaciones potenciales, pero muy pocas interpretaciones viables.

Un ejemplo.
Vaya al Smithsonian Museum en Washington. Verá expuestos cientos de esqueletos de mamíferos. Son todos increíblemente parecidos. Las extremidades varían de longitud, pero el plan básico del cuerpo no ha variado. Lleva así decenas de millones de años porque no hay tantas configuraciones que funcionen. Y cuando una funciona, se conserva. Lo mismo ocurre con la jerarquía: es la solución evolutiva al problema de que muchos elementos del mismo tipo de una cosa convivan en un mismo lugar. Y hasta ahora no hemos dado con una alternativa. Si los posmodernos tuvieran razón, habría cientos de formas distintas de organizarse socialmente. Y no las hay.

¿Y qué sentido tiene negar la naturaleza?
Los posmodernos son tercamente ideológicos: fijan un axioma, que puede ser válido, y luego lo aplican indiscriminadamente hasta invalidarlo. Foucault, por ejemplo: todo lo explica en función del poder. No acepta la multicausalidad. El sexo, el hambre, el calor, estatus, el juego, la exploración, la esperanza, el dolor... También influyen.

Pero insisto: ¿por qué negar la biología?
Por política. En el fondo, la obsesión de los posmodernos con el poder y las relaciones de dominio refleja sus ansias de poder y su afán de dominio. Niegan la biología porque la biología desmiente su idea de que las personas son de plastilina. Y ellos las quieren de plastilina para poder moldearlas. La existencia de la naturaleza imposibilita la ingeniería social.

Se intentó en el Siglo XX.
Auschwitz. El Gulag. No podemos percibir el mundo sin una jerarquía ética. Lo demuestran la Psicología y la Biología, y lo saben hasta los ateos. Necesitamos un orden. Sin orden se impone el vacío ético y moral. El relativismo absoluto. El caos.

Hablemos del caos. Sus vídeos y conferencias arrasan entre adolescentes y millenials, sobre todo varones. ¿Por qué?
Hay una crisis de la masculinidad. La "tóxica masculinidad", dicen las feministas. Los chicos reciben de la sociedad moderna un mensaje devastador y paralizante. Primero, se les recrimina su agresividad, cuando es innata y esencial a su deseo de competir, de ganar, de ser activamente virtuosos. Luego se les dice que la sociedad es una tiranía falocéntrica corrupta de la que ellos, por supuesto, son culpables de origen por el mero hecho de ser hombres. Y finalmente se les advierte: «No se os ocurra intentar prosperar o avanzar, porque entonces además de culpables seréis cómplices activos de la tiranía feminicida». El resultado es que muchos varones, sobre todo jóvenes, tienen la moral por los suelos. Están empantanados, perdidos. No tienen rumbo ni objetivos.

Usted insiste en la diferencia entre poder y competencia.
Es esencial. Lo peor que han hecho los posmodernos es propagar la confusión entre poder y competencia, aptitud, habilidad. Las jerarquías no son de dominación sino de competencia. Lea la luminosa obra de Frans de Waal. Los chimpancés tiránicos acaban muy mal: destrozados a pedazos. Los chimpancés más exitosos -también sexualmente- son los que interactúan mejor. Los que hacen amigos y tratan bien a las hembras. La competencia es más eficaz que el poder puro y duro.

El periodista Andrew Sullivan asegura que las relaciones gays son tan "agresivas" como las relaciones heterosexuales. Niega que exista una voluntad de dominio específica del hombre sobre la mujer y advierte contra la idea de guerra de sexos por falsa y peligrosa.
Sólo los hombres débiles intentan dominar a las mujeres. Otra lectura imprescindible: Machos demoníacos, de Richard Wrangham. Hay tres géneros de orangutanes: las hembras; los machos dominantes, que cautivan a todas las hembras; y los machos débiles, que morfológicamente parecen adolescentes y que, como no logran aparearse, recurren a la violación. ¡Violan! La lección es evidente: sólo los perdedores recurren al poder para obtener más sexo del que, necesitándolo, pueden alcanzar.

¿Y qué pasa con los perdedores que aun así fracasan en sus propósitos?
Para eso existe la monogamia, que está enraizada en la biología y reafirmada culturalmente. Para evitar que los hombres rechazados acaben desarrollando conductas antisociales. En las relaciones humanas también funciona el patrón de distribución de Pareto: pocos hombres acaparan buena parte de las oportunidades sexuales. Esto es malo para los chicos que no ligan, claro. Pero tampoco es bueno para las chicas. Se ve en los campus universitarios americanos más progres, donde en los últimos años se ha producido una caída notable en el número de estudiantes varones precisamente por la presión ideológica. Las probabilidades que tiene una chica de trabar algo parecido a una relación estable son ínfimas. Alguno pensará: "¡Qué suerte para los chicos, el sueño de todo adolescente!" Falso. Porque las relaciones de pareja se convierten en una secuencia infinita de ligues de una noche sin continuidad ni perspectiva ni utilidad en el medio o largo plazo. Es un juego degenerativo, que devalúa a los participantes de ambos lados.

Usted denuncia el "intento de feminizar a los hombres".
Hemos pasado de intentar convertir a las mujeres en hombres a intentar convertir a los hombres en mujeres. Y eso no conviene a ninguno de los dos sexos. Tampoco a las mujeres. Las mujeres tienen tanto interés como los hombres en acabar con la crisis de la masculinidad.

Explíquelo.
Una mujer sensata no quiere un párvulo como pareja. Quiere un hombre. Y si es lista y competente, quiere un hombre incluso más listo y más competente que ella.

Veo ya a las feministas radicales rasgándose las túnicas.
Las feministas radicales se equivocan ¡radicalmente! No distinguen entre un hombre competente y un déspota. Su pánico cerval a cualquier exhibición de habilidad masculina es revelador de una pésima experiencia personal. Dicen: "¡Arranquemos a los hombres sus garras y sus colmillos! ¡Socialicémoslos! ¡Hagámoslos blandos, flácidos y femeninos, porque así no podrán hacernos más daño!" Es una manera patológica de contemplar el mundo y las relaciones humanas. Y es también un grave error estratégico. Porque cuando anulas a un hombre, aumentas su amargura y su resentimiento. Lo conviertes en un ser inepto, atormentado, carente de sentido. Y las vidas sin sentido son desdichadas. Y el hombre anulado se enfada. Y entonces sí se vuelve agresivo. El despotismo de los débiles es mucho más peligroso que el despotismo de los fuertes.

Usted vincula la crisis de la masculinidad con el auge de la extrema derecha.
Cuando las únicas virtudes sociales son lo fofo e inofensivo, la dureza y la dominación se vuelven fascinantes. Mire el fenómeno de Cincuenta sombras de Grey. Seis meses estuve riéndome cuando se publicó. Pensé: ¡Qué apropiado! La cultura entera arde en exigencias de que el hombre envaine las armas y el libro más vendido de la historia es una fantasía sadomasoquista. Es extraordinario. Freud estaría a la vez horrorizado y exultante.

¿Y las consecuencias políticas?
Son evidentes. No sé si se enteró del escándalo que provocó mi oposición a la ley C-16.

Sí.
La ley impone el uso de pronombres neutros para transexuales. En lugar de élella o ellos, palabras como zehir o zir. Yo dije, y repito, que no voy a usar esos términos. Primero, porque la imposición de palabras por ley es inaceptable y no tiene precedentes. Y, segundo, porque son neologismos creados por los neomarxistas para controlar el terreno semántico. Y no hay que ceder nunca el terreno semántico porque si lo haces, has perdido. Ahora, imagine que ya hubiésemos cedido. Que hubiésemos aceptado que una persona se define por su identidad colectiva, por cualquiera de sus fragmentos: género, raza, etnia, el que sea. ¿Qué pasaría? La narrativa opresor-oprimido se habría impuesto. Y los radicales de derechas dirían: "Vale, vamos a jugar el juego de la izquierda. Eso sí, nosotros no vamos a ser los culpables perdedores. Nosotros vamos a ser híperagresivos y vamos a ganar". Y entonces sí entraríamos en una lucha identitaria. En una guerra de sexos. En la polarización total.

Está ocurriendo.
La izquierda cree que puede ganar arrojando toneladas de culpa sobre los presuntos opresores. Quizá lo consiga, pero yo no apostaría mi dinero.

Hablemos ahora de las mujeres. Me da la impresión de que existe una brecha entre el discurso de las élites feministas -actrices, políticas ¡y políticos!- y las mujeres de verdad.
Claro que hay una brecha. Abismal.

¿Qué quieren de verdad las mujeres de verdad?
Lo mismo que querrían los hombres si los hombres fuesen los que paren: desplegar todo su potencial y competencia, pero también tener bebés.

¿En qué proporción?
A los 19 años, las mujeres anteponen su carrera a la familia. A los 28, ya no tanto. Es una realidad de la que nadie habla. Salvo algunas mujeres de 37 a 40 años que han desaprovechado la ventana de oportunidad reproductiva y se sienten infelices.

Bastaría con que los hombres ayudasen más con los niños.
Los hombres están peor configurados que las mujeres para el cuidado de niños de menos de dos años. Esto es así. Podemos aleccionarlos. Pero, ojo: también hay mujeres -inteligentes, fuertes, formadas- que libremente deciden ser ellas las que cuidan de los niños. Lo hacen porque quieren, no porque nadie se lo imponga. Y esa decisión les lleva a tomar otra, previa. Cada hijo exige unos tres años de intensa dedicación. Es mucho tiempo. Y para una madre, causa objetiva de vulnerabilidad. ¿Qué hacen entonces las mujeres? Practican la hipergamia: buscan pareja en el mismo o superior nivel competencial que ellas. Hablemos claro: de igual o más capacidad socioeconómica que ellas. Esto ocurre en todas las culturas. Es una de las revelaciones más notables de la Biología y la Psicología evolutivas. Y en el caso de las mujeres hípercompetentes, es un problema. Cuanto más alto el coeficiente intelectual de una mujer, más baja la probabilidad de que encuentre una pareja estable.

Los hombres no se atreven...
... Ni a invitarlas a salir. He trabajado durante décadas con abogadas altamente cualificadas. Me contrataban para mejorar su productividad laboral y sus relaciones afectivas. Sus vidas. Lo tenían durísimo para encontrar pareja. Fíjese en este dato del Pew Research Centre. En los últimos 15 años, el interés de las mujeres por el matrimonio ha subido muchísimo. En cambio el de los hombres se ha desplomado. Una pésima combinación.

Quiero preguntarle por la brecha salarial entre hombres y mujeres.
Para empezar, es menor de lo que dicen. Los que hacen las estadísticas suelen confundir la media y la mediana. Y la media se desfigura por la existencia de un segmento ínfimo de billonarios, que en su mayoría son hombres.

Bien. Pero existe.
Sí. Lo que no existe es lo que llaman la brecha salarial "de género". Es decir, una brecha fruto de un prejuicio machista. Para que el argumento feminista funcione habría que asumir que el empresariado mundial es masoquista, tonto, suicida: "¡Ajá! Les pagamos menos y también las contratamos menos". Es absurdo. La realidad es que la diferencia salarial tiene unas 20 causas, de las que apenas una sería atribuible al prejuicio.

¿Cuáles son esas causas?
La edad es una. La personalidad es otra, muy importante. Y la más importante son los intereses. Un dato contracorriente: las mujeres solteras de menos de 30 años cobran más que los hombres en esa misma franja de edad. La personalidad: las personas agradables cobran menos que las personas desagradables. Les cuesta más pedir un aumento de sueldo. Triste pero cierto. Y resulta que, de media, las mujeres son más agradables que los hombres. Dato científico, eh. Esto produce un ligero sesgo a favor de los hombres, que no es fruto de ningún prejuicio machista; si acaso es una injusticia con las personas amables del sexo que sean. Finalmente, los intereses: a los hombres les interesan más las cosas y a las mujeres, las personas. Y las profesiones relacionadas con las cosas están mejor pagadas que las profesiones relacionadas con las personas. Ingeniero y enfermera. Banquero y maestra.

Las mujeres holandesas son las que más trabajan a tiempo parcial. Y eso a pesar de una intensa política de incentivos para que lo hagan a tiempo completo. Parece que les gusta.
Es su elección. Incluso para mujeres que no tienen hijos ni quieren tenerlos. Pero nadie lo dice. Unos por ideología. Otros por miedo.

¿Miedo? Se refiere a los sectores liberales y conservadores.
Claro. No se atreven a decir nada que contravenga el relato feminista por pánico a ser linchados por la turba.

En España, el presidente del Gobierno se opuso a la intervención en las empresas para imponer la igualdad salarial. Lo llamaron machista y se retractó.
Lo explicó hace años Thomas Sowell: "Si le das al Gobierno el suficiente poder como para imponer la igualdad efectiva de resultados le habrás dado el suficiente poder como para convertirse en una tiranía".

¿Pero podría hacerse?
 Habría que crear una estructura burocrática monstruosa. El libre mercado existe precisamente porque es imposible llevar a la práctica la fórmula "a igual trabajo, igual salario". ¿Quién y cómo determina que dos trabajos son idénticos? Ya se intentó bajo la Unión Soviética. Y así acabó.

¿Por qué hay tan pocas mujeres al frente de grandes empresas?
Tengo un amigo que dirigía una de las principales empresas tecnológicas de Canadá. No cogió vacaciones en 20 años. Ni un sólo día. Y no eran jornadas de ocho horas, la mitad en el yate. Eran de 18 horas. Todo el día en un avión. Ya, en primera clase. Pero lejos de casa. De su familia. En hoteles anónimos. Nada de juerga y tequila. Para vivir así hay que estar configurado de una manera muy particular. Hay gente así, claro. Y la mayoría son hombres. ¿Son mejores? No. Son distintos. Incluso podríamos decir que sus prioridades son peores que las de las mujeres que optan por una vida más equilibrada, trabajando media jornada y cuidando de sus hijos. En todo caso, es su elección. ¿Usted qué haría?

Humm...
Ya.

Bajas de paternidad: hay oferta pero no hay demanda. ¿Por qué?
Cuando tienes un negocio del que depende tu familia no te coges cuatro meses de baja. Lo mismo pasa en las profesiones muy competitivas. Los despachos de abogados, por ejemplo. La mayoría de los socios son hombres. ¿Machismo? No. Hacen lo posible por fichar y mantener a los mejores. Del sexo que sea. El problema es que, a partir de cierta edad, las mujeres se marchan o reducen su nivel de compromiso. De nuevo, es una elección legítima. ¿Vamos a criticarlas por ello? ¿Vamos a llamarlas falocéntricas?

Susan Pinker cuenta que en la Unión Soviética muchas mujeres estudiaban carreras relacionadas con las Ciencias y en cuanto llegó la democracia, y pudieron escoger libremente, se produjo un trasvase hacia las Humanidades.
Y fíjese en la última gran sorpresa.

¿Cuál?
Los países escandinavos han hecho lo imposible por imponer una igualdad formal entre hombres y mujeres. De la cuna hasta la tumba, han eliminado todos los elementos culturales que pudieran condicionar o acentuar las diferencias de género. Hasta los juguetes son neutros. ¿Y qué ha pasado? Exactamente lo contrario de lo previsto: ¡las diferencias de personalidad entre hombres y mujeres se han acentuado! Es un descubrimiento científico impresionante: si erradicas las diferencias culturales, maximizas las diferencias biológicas.

¿Es todo hombre un agresor sexual en potencia?
¡Tanto como la mujer una manipuladora caza-ricos en potencia! En todo individuo existe una capacidad muy elevada de hacer el mal. La pregunta es: ¿por qué se difunden estas ideas sobre los hombres?

¿Por qué?
El 95% de los delitos son cometidos por el 5% de la población. La mayoría de esos criminales actúa una o dos veces. Pero existe un pequeño segmento que actúa de forma serial. Depredadores sexuales. Pederastas. Psicópatas que dejan un reguero de víctimas. A partir de ahí, cualquiera puede convertir a todos los hombres en depredadores al manipular la definición de "violencia sexual". Porque no hay un hombre en el planeta que no haya hecho alguna vez un avance sexual no correspondido. En parte por torpeza o falta de sofisticación. En parte porque no sabía cuál iba a ser la respuesta.

Hoy eso basta para forzar la dimisión de un ministro o liquidar la carrera de un actor.
La izquierda posmoderna exige a la vez expresión sexual ilimitada, de cualquier gusto o color -ahí está el Orgullo Gay- y seguridad sexual absoluta. A ver cómo cuadran ese círculo. Su última ocurrencia es una maravilla: el consentimiento afirmativo. Cada paso y etapa de un encuentro amoroso o sexual debe quedar debidamente registrado para evitar equívocos. ¡Es tan orwelliano! Sólo un pobre ingenuo de 13 años puede considerar que esto es no ya positivo, sino viable. A veces da la impresión de que nuestra cultura ha sido tomada por gente con graves trastornos de personalidad. Lo digo seriamente. Clínicamente.

¿Cómo definiría el #MeToo?
Actrices vestidas de riguroso negro... Eso sí, de forma sexualmente provocadora... Hollywood, quejándose de manipulación sexual... ¡Hollywood, que se erigió literalmente sobre la manipulación sexual! Parece una broma. Pero vamos a hablar en serio. Existe un fenómeno que he visto en mi consulta... A ver, esto podría causarme un problema... Algunas mujeres no saben decir que no. Son mujeres vulnerables o dañadas, que se exponen una y otra vez. Tienen relaciones anómalas, no sólo con los hombres. Una mujer está en casa. Llega el repartidor. Es amable y simpático. Y acaba teniendo con él una relación sexual que no supo cómo evitar y de la que al minuto se arrepiente gravemente. No es culpa suya. Ni del repartidor. Ni de nadie. Es un fenómeno más frecuente de lo que parece y en las universidades se agrava por el consumo de alcohol.

¿A veces decir que no es decir que ?
¿Cómo?

Un no es casi siempre un no rotundo. Pero alguna vez puede ser un quizás. O incluso un . Depende de muchos factores.
Yo no me atrevería a decir eso.

Lo digo yo.
Si usted dijera eso en el típico campus progre americano sería denunciada ante un comité de discriminación, sometida a una investigación, linchada y despedida.

¿Y de que me acusarían exactamente? ¿De promover la violación?
Probablemente.

La verdad es compleja. Salvo que aceptemos que todas las mujeres, y todos los hombres por cierto, somos débiles, incapaces de expresar nuestra voluntad y sentimientos, o incluso de jugar con las palabras y los tiempos.
Creo que fue Mike Pence el que dijo que no se reuniría a solas con una mujer a puerta cerrada. La gente se escandalizó. A mí me han aconsejado lo mismo cientos de veces. Yo paso, porque me parece ofensivo, para mí y desde luego para las mujeres. Para eso, pongamos una cámara en cada despacho. O mejor aún: impongamos la obligación de que todo encuentro sexual sea grabado y colgado en YouTube, así nadie podrá tener la más mínima duda de que cada fase del acto se desarrolló de forma perfectamente cordial, civilizada y consentida.

¿Qué le pareció el manifiesto de las actrices francesas en respuesta al #MeToo?
No lo conozco.

Se lo enviaré. Distingue entre el acoso sexual y el derecho a importunar.
El derecho a importunar es elemental. Como el derecho a ofender. Se lo dije a la entrevistadora de Channel 4 con la que tuve una discusión, digamos, intensa.

Viral.
No hay derecho a pensar sin derecho a ofender. Porque nada de lo que yo pueda decir será universalmente aceptado y asumido. ¿Y quién decide qué es ofensivo? Tu interlocutor. ¿Y si hablas con mil personas? Como mínimo una de ellas se ofenderá. ¿Y entonces qué haces? Dejas de hablar. Te limitas a decir obviedades: "este suelo parecería ser de color gris". Con un agravante: cuando acaba el debate empieza la bronca.

¿Y qué papel juegan los medios?
Lo que necesitamos en los medios es pocas personas súperinteligentes dispuestas a decir la verdad. Lo que tenemos son hordas de columnistas de segunda poseídos por el miedo y la ideología. Y pronto dejarán de ser leídos y escuchados.

Su libro es un tratado de responsabilidad contra la cultura de la sobreprotección.
Otro legado de la progresía: una generación de mimados y quejicas, cero preparados para encarar la vida. Esos padres edípicos, que hacen un pacto con su niño: "No nos abandonarás jamás y a cambio nosotros haremos todo por ti". Puro egoísmo envuelto en mimos. El resultado es que los niños crecen sin madurar. No tienen sentido de la responsabilidad. Son victimistas. Se vuelven inútiles y acaban resentidos.

¿Y cómo se inculca el sentido de la responsabilidad?
 Mi mensaje a los jóvenes es sencillo. Espabilad. Dejad de pudriros en casa. Dejad de quejaros y de culpar a los demás. Sed honrados, rectos y disciplinados. Haced algo útil. Asumid vuestra responsabilidad. Buscad sentido a la vida. Haced como las langostas: caminad erguidos con los hombros hacia atrás.

Lo que no dicen los políticos.
Lo que deberían decir. Porque al mundo le sobran niños. Lo que necesita son hombres adultos.