miércoles, 26 de octubre de 2016

¿POR QUÉ EL SEXO NOS INTERESA CADA VEZ MENOS?

NO SOLO LOS MILLENNIALS, TAMBIÉN LOS ADULTOS

El celibato voluntario y el amor sin sexo que proclaman los nativos digitales se expande a la población adulta. El desinterés sexual es cada vez mayor.
Marian Benito - 26/10/2016




Muchos likes, retuits y pulgares hacia arriba, pero el sexo nunca llega. El millennial, nativo digital y demasiado ocupado en perfeccionar su don de compras online, ha perdido el interés por lo que ocurre fuera de la red, que es su hábitat natural. En el trabajo, por ejemplo, prefiere la comunicación virtual a una reunión presencial. Y así transcurre también su vida sexual. “Persiguen la satisfacción inmediata que les permite internet”, dice el novelista y exponente de la Generación X Bret Easton Ellis, después de acusarlos de pusilánimes y hedonistas. Por no querer, no quieren textos romanticones en las fotos que suben a Instagram y detestan cualquier gesto que haga que les confundan con “moñas”.
Pero tal vez Easton Ellis no ha caído en la cuenta de que, aunque faltan estudios exactos, son muchos los indicios que avisan de que la burbuja sexual empieza a pinchar en todos los tramos de edad. “Quienes hacemos consulta de sexología médica apreciamos un descenso muy importante en la frecuencia con que practican sexo las parejas estables, algo impensable hace un par de décadas. No es raro que un matrimonio refiera con absoluta normalidad que el número de encuentros sexuales es de uno o dos al mes”, indica Froilán Sánchez, médico y coordinador del grupo de trabajo de sexología
de SEMERGEN (Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria). ¿Patológico? No. Pero sin frecuencia sexual o, al menos, sin acercamientos o caricias sexuales es difícil superar disfunciones cada vez más frecuentes, como los trastornos eyaculatorios, eréctiles o de excitación femenina. “Es como intentar subir una montaña sin haberse entrenado”, añade Sánchez.






La libido hace aguas
En el primer capítulo de Easy, la nueva serie de Nertflix, sus protagonistas discuten sobre ello. “Habría más sexo si la mujer no se ocupase de la colada”, dice uno de ellos. Otro le replica que lo que está matando el apetito sexual femenino es su afán por ganar dinero. Y la tercera en discordia recrimina a uno y otro por culpar a la mujer de la falta de sexo. Con la ciudad de Chicago como escenario y el sexo, la tecnología y el amor como argumentos, la ficción refleja esa realidad que advierten los sexólogos: la libido hace aguas.
Las parejas jóvenes practican sexo con mucha menor frecuencia de lo que lo hacía a su edad la generación anterior, y esto empieza a ser un tema preocupante
La paradoja es que, según Sánchez, ahora hay un mayor deseo de conocer: “Las redes propician nuevas relaciones y nuevas maneras de comunicarse sexualmente. Y ahí entra el sexo virtual, el intercambio de parejas, el voyerismo”. Pero, como indica Francisca Molero, psicóloga, una cosa son las relaciones y otra es la actividad sexual. “Posiblemente, las prácticas han aumentado. Tenemos más autonomía individual, más hedonismo, más estímulos compensatorios y más distracciones”.
Precisamente, esta saturación está provocando la desaparición del sexo como algo cotidiano. “El sexo convertido en algo excepcional y perfecto hace que ese momento excepcional llegue pocas veces. Se fomenta un prototipo de relación que exige mucha dedicación y esfuerzo, control de la eyaculación, mantener la erección, estar pendiente de la pareja y lograr el disfrute máximo. Todo ello puede resultar cansado y da incluso pereza”.
El autoerotismo, lo más cómodo
Frente al sexo exigente, se impone la masturbación. “Es más rápida, menos cansada y también satisfactoria”, añade Molero. Su opinión es que lo importante no es la frecuencia, sino que la sexualidad no se viva con angustia. Hay parejas que, aunque tienen menos coitos, integran otras prácticas sexuales: besos, caricias y tocamientos”.




Pero cuando los investigadores preguntan a los ciudadanos la razón de la falta de sexo, los argumentos parecen universales: falta de tiempo, exceso de trabajo, estrés o rutina. “Más que causas son excusas para justificar su inapetencia sexual”, apunta Sánchez. Él, igual que otros profesionales de la salud, señala la caída de la testosterona como una de las claves del estallido de la burbuja sexual tanto en hombres como en mujeres. Esto es debido al aumento de estrógenos ambientales y sintéticos. “Es lo que realmente está resquebrajando el deseo de descarga sexual, algo que hasta ahora nunca había sucedido”.
La falta de sexo, asunto de estado
La merma en la función de la testosterona afecta negativamente al deseo femenino y masculino pero, además, según indica el doctor, “provoca trastornos eréctiles en el hombre y de excitabilidad en la mujer. Y cuando se presentan, disuaden de cualquier intento de acercamiento con fines sexuales por miedo a fracasar”.
Tal es la preocupación, que en Suecia, el ministro de Salud, Gabriel Wikström, ha encargado un estudio que destapará qué hay detrás de la ausencia de deseo sexual en sus ciudadanos. Si el informe, que culminará en 2019, llegase a la conclusión de que el estrés u otros problemas de salud están deteriorando la vida sexual del país, el ministro ha anunciado que se trataría como un asunto político de primera magnitud. Como recuerda Sánchez, la falta de actividad sexual repercute negativamente en nuestra salud y es causa de insomnio, nerviosismo, tendencia al desánimo y a la depresión y desgaste en las relaciones sociales. Pero, además, tiene como consecuencia social el descenso de fertilidad y la baja natalidad. Algo que a corto plazo exigirá buscar soluciones.
El gobierno sueco ha decidido investigar qué factores están deteriorando la vida sexual de sus ciudadanos. Teme que sea un problema de salud
En Japón, el desinterés por el sexo ya amenaza con provocar desequilibrios demográficos. La mitad de sus habitantes reconocen sin empacho que su actividad sexual es nula. Cuando las autoridades escarban en qué les lleva a esta apatía, asoman la jornada laboral maratoniana y el hastío que les provoca la idea del sexo. El celibato voluntario de los más jóvenes se ha convertido en un fenómeno cada vez más visible. Pero son inactivos sexual y sentimentalmente.




Una tasa para los guapos
Ante tal descalabro, brotan soluciones tan disparatadas como la del economista Takuro Morinaga que, con cierto sarcasmo, propone una tasa sobre los guapos. “La verdadera raíz del declive de las relaciones íntimas en estos últimos años es la incapacidad de los feos para tener citas exitosas con mujeres”, ha escrito en una columna del diario Asahi. En su opinión, un impuesto sobre los hombres más atractivos corregiría tal quebranto y a los menos agraciados les resultaría más fácil encontrar el amor.
Al margen de idear soluciones puntuales, las investigaciones están más centradas en dar con el germen del problema. La mayoría coincide en dibujar un perfil de individuos muy hedonistas y a la vez excesivamente preocupados por escalar puestos en su vida profesional, según un estudio publicado en Harvard Business Review que los define como “orgullosamente mártires del trabajo”. Esto les hace, según sus conclusiones, individuos muy dependientes de la alabanza y de la opinión ajena.
Cuando el Ministerio de Salud nipón indagó en las causas de esta apatía, enseguida detectó que detrás de los argumentos más inocentes, como la falta de privacidad o de tiempo, lo que subyace es el fenómeno virtual. Internet y todos los recursos virtuales al alcance de cualquiera potencian la opción de disfrutar de manera inmediata, sin compromiso y además con un montón de variedades. Estas formas de consumo y de ocio sirven de paraguas bajo el que se cobija un colectivo creciente en el país nipón: jóvenes tímidos, con dejadez física y muy poco habilidosos en la seducción.




En China, por ejemplo, las mujeres jóvenes están adoptando un estilo de vida individualista que las lleva a eludir la presión de su Gobierno para que se casen. Se resisten al matrimonio y se atreven a defender la soltería en un país que estigmatiza a las mujeres que se acercan a la treintena sin tener un esposo. El país vive con perplejidad esta actitud de castidad femenina y más teniendo en  cuenta que se calcula que en 2020 habrá al menos diez millones de varones chinos que no podrán casarse debido al desequilibrio demográfico que ha generado la política del hijo único. Habrá entonces miles de pequeños pueblos como Laoya, al este del país, poblado de “ramas desnudas”, que es como llaman allí a los hombres solteros. No es extraño que solo un 0,5% de la población masculina china declare que goza de experiencias sexuales satisfactorias.
Los últimos bastiones
Cualquier radiografía de la sexualidad en estos tiempos arroja resultados parecidos, independientemente de la idiosincrasia de cada país. Una investigación llevada a cabo en la Universidad de Wageningen (Holanda) concluye que el abandono sexual se puede detectar en la costumbre de los selfies. “La obsesión por los autorretratos no es más que una llamada de auxilio frente a la carestía sexual”, ha indicado su autor, Christyntjes Van Gallagher. El 83% de sus encuestados confesaron que carecen de una vida sexual activa y que evalúan su nivel de bienestar a partir de la imagen que construyen de sí mismos en las redes sociales.
Encuestas realizadas por OK Cupid revelan más datos curiosos. El primero, que el cibersexo es una opción válida para más de la mitad de la población.
Y, si en 2005 el 69% de los participantes contestó que se acostaría con alguien en su primera cita, en 2015 el porcentaje bajó al 50%. Sin embargo, subieron del 50 al 61% los jóvenes que considerarían una amistad basada en el sexo, sin ninguna intención romántica, amorosa o de compromiso. Son resultados que no terminan de aclarar si, como piensa la socióloga francesa Eva Illouz, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, el sexo precede al amor. O si sucede al revés, como reflejaba el ideal amoroso de la era premoderna, cuando el sexo se consideraba la culminación de este sentimiento.
Lo cierto es que, ante las nuevas formas de practicar sexo (poliamor, intercambio de parejas, sexo libre, orgasmos virtuales), parece complicado encajar la caída sexual. Francisca Molero trata de analizar estos comportamientos, en principios contradictorios, con una reflexión: “Es previsible, estamos en una sociedad muy controladora, posiblemente de las menos libres a nivel personal, y el sexo sigue siendo un elemento de control social. Por eso se le pone nombre a todo, lo etiquetamos y le damos visibilidad”. Con ello, la psicóloga aclara que no es que no hayamos avanzado mucho en respeto y derechos sexuales, pero la sociedad es como un agujero negro. “Engulle todo demasiado rápido”.
Si tuviéramos que nombrar una cultura que se encuentre en la vanguardia erótica, sería la homosexual. En una lectura que hizo Illouz a propósito del fenómeno Grey, la socióloga manifestó: “La superación de prohibiciones y de normas que regulan las relaciones, la multiplicación y la brevedad de los encuentros sexuales o la reafirmación del individuo en el placer erótico son formas sociales inventadas o perfeccionadas por los homosexuales”. Si esto es así, al menos queda este colectivo como bastión de la lujuria. 
No es el único. Brasil se mostró como el país del desenfreno. Los Juegos Olímpicos de Río 2016 han sido los más sexuales de todos los tiempos. Más de 450.000 preservativos que se habían repartido para poner protección a las noches fogosas estuvieron a punto de colapsar el alcantarillado de la Villa Olímpica.

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