domingo, 7 de septiembre de 2014

"Para casarse hay que estar un poco inconsciente": Margarita Rosa de Francisco

La actriz, cantante y columnista de Ellas habla de las ventajas de la madurez, del éxito, del misterio de la vida y la muerte, uno de los temas en los que, dice, piensa con más frecuencia.

¿Ha sentido la presión de casarse, de ser mamá o de ser exitosa?
Obedecí a esa presión las dos veces que me casé. Nunca reflexioné sobre el significado del matrimonio. Hoy en día creo que para casarse hay que estar un poco inconsciente, ya que si uno analiza a fondo todo lo que conlleva, de pronto no optaría por ese camino. También he sentido la presión de ser exitosa, eso sí, cada vez menos. Experimentar la vida sin ropajes, sentirse ser, sin más, sin metas y al mismo tiempo no verse desgraciado y devorado por el tedio es un desafío mucho más grande que alcanzar reconocimiento público. Mamá nunca quise ser y cada día que pasa me alegro más por no haber tenido hijos. Reproducirme, repetirme en otro, dejar algo mío en un hijo nunca fue mi obsesión.
Hay mujeres que no conciben la vida sin un hombre al lado, ¿cómo ve esa compañía masculina?
He sido una de aquellas mujeres que no concebían la vida en soledad. Hoy en día creo en la soledad más que en cualquier relación. Es un estado que busco cada vez más. Sin embargo, desde que me fui encontrando más a gusto conmigo misma me sentí mejor dispuesta para tener una relación desde un lugar más sereno y así elegí un hombre con el que mi vida transcurre alegre y sencillamente, sin tropeles, y que acepta el carácter de "cuzumba sola" que tengo. ¡Igual no le queda de otra!
¿Cómo se lleva con la soledad?
Creo que es mi elemento. No quiere decir que a veces no la sufra. En soledad puedo verme pasar en estado puro, sin necesidad de sonreír por obligación social, ni conversar de cualquier cosa solo por el hecho de no soportar el silencio al que tanto le tememos estando frente a otro. Me fascina ese silencio y será lo único que me quede cuando muera.
¿Está sobrevalorado el amor?
Creo que tanto bolero y tanta telenovela nos ha hecho confundir amor con enamoramiento. Es el enamoramiento lo que me parece que está sobredimensionado. El común de la gente identifica ese estado de alteración de la conciencia como algo deseable, es la droga del que no tolera la simpleza del amor y prefiere llenarlo de todo ese ruido "romantiquero", esa euforia de las mariposas, el suspiro, la taquicardia. El amor no puede agotar tanto. Pero yo de amor no es que sepa mucho tampoco.
¿Y del sexo qué?
Es curioso que el acto donde se concreta la voluntad de la vida sea mucho más controvertido que la guerra, símbolo de muerte por excelencia. Prefiero que la gente haga el amor consentidamente, así sea de formas procaces y exhibicionistas como pasa en el cine porno, a la obscenidad de ver un hombre matando a otro.
¿Cómo le va con las redes sociales?
Como todo lo que produce la especie humana, ese fenómeno tiene dos caras. Pueden ser muy útiles para iluminar conciencias y tocar el corazón de la gente de forma inmediata y masiva. Su bondad depende del uso que se les da. A través de ellas se ve la radiografía cruda de una sociedad, su idiosincrasia expresada en las tendencias, también se puede medir nuestro nivel de frustración, soledad y necesidad de atención. Yo me entretengo con ellas.
¿Qué le gusta leer?
Me gusta leer literatura clásica y filosofía. Adoro a los autores que le sacan punta a las preguntas que no tienen respuesta y a los que vuelven poesía las miserias del hombre.
¿Y la música que escucha?
Ando muy desactualizada en música. Hace rato no me engancha nada. He llegado a preferir el silencio absoluto por lapsos largos. Me cansan los lugares comunes de la música pop y de todo lo que mercadean. Pero eso sí, la salsa dura es tal vez lo que siempre me levanta.
¿Por qué no siguió con el lado musical?
Cuando salió Bailarina, mi último disco, pensar en cantar en vivo mis canciones me producía un pánico fuera de lo normal. Las oportunidades que tuve de cantarlas no pude aprovecharlas por eso. Me temo que ya compuse todas las canciones que tenía dentro y cantar me mata del susto, o sea que el "chuzo" está cerrado.
El mejor momento de su vida...
Cuando nos inventábamos comedias con mis hermanos.
Es obsesiva con el cuidado del cuerpo?
Sí. Nada qué hacer. El ejercicio es mi droga, soy adicta a la sensación del deber cumplido después de entrenar duro.
¿Piensa en el futuro?
En lo que más pienso es en la muerte. En el gran misterio que es esta vida, veo el futuro como la nada misma. En el futuro solo veo olvido, pero esto no me desanima, al contrario, es un alivio pensar que no hay presión por hacer más cosas.
¿Para qué le ha servido la belleza? 
Mi concepto sobre la belleza ha ido cambiando. Pero acepto que he estado fuertemente ligada al hecho de sentirme bella aunque mis estándares difieran de los que propone la sociedad. La belleza sola no alcanza, no sirve para nada mientras no haya una armonía en el ser. Puede que sea útil para abrir una que otra puerta pero para mantenerlas abiertas se necesita mucho más contenido.
¿Se arrepiente de alguna cosa?
Me arrepiento de haberme dejado faltar al respeto cuando creía que era mejor seguir siendo "querida" con la gente.
¿Reza? ¿Cree en Dios? 
No creo que Dios sea alguien, como una persona en la que se pueda creer. No puedo rezar repitiendo una oración aprendida a la fuerza, ni pedirle a un Señor "allá arriba" que me favorezca. No creo ni siquiera que lo merezca. Me inclino más a pensar que la vida es una terrible maravilla que tiene una voluntad intrínseca e inevitable que compartimos todos.
Lo mejor de la madurez
Aprender a decir que no sin inventar excusas.
Lo malo
A mí me gusta todo, especialmente la calma para observar, la certeza de que no hay afán. Ser joven es desgastante. Va uno dando tumbos, sin saber quién es y creyendo que se puede comer el mundo, para luego descubrir que el mundo es indigesto. Incluso físicamente me prefiero ahora que cuando tenía veinte.
¿Cree en la familia?
No participo del romanticismo de esa idea. Todas las familias son disfuncionales en algún grado. Sin embargo, adoro la mía y con esa me basta. No estoy interesada en formar una nueva.
¿Qué le falta por hacer? 
Sacarle partido a un personaje que me ha acompañado desde hace muchos años a quien llamo, La Ranga. Creo que es una especie de alter ego, mi lado más torcido, más decadente y sin embargo cómico. Una mujer en el ocaso de su vida, borrachina, medio loca y medio sabia. Con ella tengo que inventarme algo.
¿Un sueño? 
Esta vida.
¿El día perfecto?
Levantarme temprano, hacer una hora y media de ejercicio, ir a trabajar en lo que más me gusta y de tanto que me gustó trabajar darme cuenta de que se me pasó rapidísimo el día perfecto.
El peor enemigo de la mujer
No cuestionar las herencias culturales y religiosas que la ubican en un lugar inferior dentro de la sociedad.
¿Le teme a algo? 
A mis propios pensamientos sobre lo insólito que es existir.
Lo más difícil de ser bonita, reconocida...
Dejar de serlo, pero no por eso menos fascinante como experiencia.
¿Qué es ser famoso en Colombia?
No muy diferente que serlo en cualquier otra parte. Es estar continuamente expuesto a ser el recipiente de todas las fantasías, frustraciones, odios, pasiones e ideales de miles de personas. En Colombia y en el mundo esta dinámica humana se comporta igual. Tanto para los que tienen fama de buenos como de malos.