miércoles, 28 de abril de 2010

No lloren por Wall Street


El pasado jueves, el presidente Barack Obama fue a Manhattan, donde exhortó a su público, extraído mayormente de Wall Street, a que apoyara la reforma financiera. “Creo”, declaró, “que estas reformas están, a final de cuentas, no solamente en el mejor interés de nuestro país, sino en el mejor interés del sector financiero”.

Bien, desearía que no hubiera dicho eso; y no solo porque él realmente necesita, por cuestiones políticas, asumir una postura populista, poner un poco de distancia en público entre él y los banqueros. El hecho es que Obama debería estar intentando hacer lo que es correcto para el país: un alto total. Si eso les hace daño a los banqueros, está bien.

Más allá de eso, la reforma efectivamente debería hacerles daño a los banqueros. Un creciente cuerpo de análisis deja entrever que una industria financiera excesivamente grande le está haciendo daño a la economía en general. La reducción de esa sobrealimentada industria no alegrará a Wall Street, pero lo que es malo para Wall Street sería bueno para Estados Unidos.

Las reformas que están sobre la mesa ahora –mismas que apoyo– pudieran terminar siendo positivas para la industria financiera, así como para el resto de nosotros. Sin embargo, eso se debe a que ellos solamente lidian con una parte del problema: volverían más seguras las finanzas, pero quizá no las reducirían.

¿Qué pasa con las finanzas? Empecemos por el hecho que la moderna industria financiera genera enormes ganancias y cheques de pago, pero incluso así presenta muy pocos beneficios tangibles.

¿Recuerdan la película de 1987 Wall Street, en la cual Gordon Gekko declaró que “La codicia es buena”? Bajo las normas actuales, Gekko era un cauto corredor. En los años previos a la crisis del 2008, la industria financiera representó un tercio de los ingresos internos totales; aproximadamente el doble de su participación dos décadas antes.

Estas ganancias eran justificadas, nos dijeron, porque la industria estaba logrando maravillas por la economía. Estaba canalizando capital a usos productivos; estaba distribuyendo el riesgo; mejorando la estabilidad financiera. Nada de lo anterior era cierto. El capital fue canalizado no hacia innovadores que creaban empleos, sino a una insostenible burbuja de la vivienda; el riesgo se concentró, no fue distribuido; y cuando estalló la burbuja de la vivienda, lo que supuestamente era un estable sistema financiero terminó estallando desde adentro, con el peor bache desde la gran Depresión como daño colateral.

¿Entonces, por qué los banqueros estaban ganando dinero a paladas? Mi perspectiva, al reflexionar sobre los esfuerzos de economistas financieros por darle sentido a la catástrofe, es que fue principalmente en torno a las apuestas con el dinero de otra gente. La industria financiera corrió grandes y riesgosas apuestas con fondos prestados –apuestas que pagaron grandes dividendos hasta que salieron mal– pero fue capaz de pedir préstamos a bajo costo porque los inversionistas no entendieron el grado de fragilidad de la industria.

¿Y qué hay de los muy promovidos beneficios de la innovación financiera? Estoy con los economistas Andrei Shleifer y Robert Vishny, quienes argumentan en un reciente artículo que buena parte de esa innovación giró en torno a crear la ilusión de seguridad, suministrándoles a los inversionistas “falsos sustitutos” de anticuados activos como depósitos bancarios. Con el tiempo, esta ilusión se vino abajo y el resultado fue una desastrosa crisis financiera.

En su discurso del jueves, por cierto, el presidente Obama insistió –dos veces– en que la reforma financiera no frustrará la innovación. Qué mal.

Y es que hay que considerar: después de recibir un gran golpe en las consecuencias inmediatas de la crisis, las ganancias de la industria financiera se están disparando de nuevo. Parece bastante probable que la industria regrese pronto a jugar los mismos juegos que, para empezar, nos metieron en este caos.

¿Entonces, que se debería hacer? Como dije, apoyo las propuestas de reforma de la administración Obama y sus aliados en el Congreso. Entre otros aspectos, sería una lástima ver el éxito de la campaña en contra de la reforma por parte de dirigentes republicanos; campaña marcada por sobrecogedora deshonestidad e hipocresía.

Sin embargo, estas reformas deberían ser apenas un primer paso. También nos hace falta restarle importancia a las finanzas.

Y no solo son personas ajenas las que están diciendo esto (no que haya algo mal en las personas ajenas que critican, quienes han estado mucho más en lo correcto que supuesta gente con experiencia; véase Greenspan, Alan). Una intrigante propuesta está por ser divulgada desde, de todos los lugares, el Fondo Monetario Internacional. En un artículo filtrado que fue preparado para una reunión del pasado fin de semana, el FMI se pronuncia por la imposición de un Impuesto por Actividades Financieras –sí, FAT (gordo, en inglés), por sus siglas– sobre las ganancias en la industria financiera y remuneraciones.

Un impuesto de ese tipo, argumenta el FMI, podría “mitigar que se corran riesgos excesivos”. De la misma forma, podría “tener a reducir el tamaño del sector financiero”, lo cual es presentado por el FMI como positivo.

Ahora bien, la propuesta del FMI es bastante débil. Sin embargo, si se mueve hacia la realidad, Wall Street dará un alarido.

No obstante lo anterior, el hecho es que hemos estado dedicando demasiada de nuestra riqueza, demasiado del talento de nuestro país, al negocio de crear y promover complejos planes financieros; planes que tienen la tendencia de hacer que la economía estalle. Ponerle fin a esta situación le hará daño a la industria. ¿Y qué?


© 2010 The New York Times News Service.

La existencia del Dios cristiano es tan probable como la de cualquier otro


«De este mundo físico, sin interés en sí, el hombre es una parte. Su cuerpo, como toda materia, está compuesto de electrones y protones, que, por lo que sabemos, obedecen las mismas leyes que los que no forman parte de los animales o plantas, hay quienes mantienen que la fisiología no puede reducirse a la física, pero sus argumentos no son convincentes, y parece prudente el suponer que están equivocados. Lo que llamamos nuestros "pensamientos" parecen depender de la organización de canales en el cerebro, del mismo modo que los viajes dependen de las carreteras y ferrocarriles. La energía usada en el pensamiento parece tener un origen químico; por ejemplo, una deficiencia en yodo convierte en idiota a un hombre inteligente. Los fenómenos mentales parecen estar unidos a la estructura material. Es tal caso, no podemos suponer que un protón o electrón solitarios puedan "pensar"; como no podríamos esperar que un solo individuo jugase un partido de fútbol. Tampoco podemos suponer que el pensamiento del individuo sobreviva a la muerte corporal, ya que esta destruye la organización del cerebro y disipa la energía que utilizaban los conductos cerebrales. Dios y la inmortalidad, los dogmas centrales de la religión cristiana, no encuentran apoyo en la ciencia. No puede decirse que ninguna de esas doctrinas sea esencial a la religión, ya que ninguna de ellas se encuentra en el budismo. (Con respecto a la inmortalidad, esta afirmación en forma incondicional puede ser engañosa, pero es correcta en el último análisis.) Pero en Occidente hemos llegado a considerarlos como el mínimo irreducible de la teología. Sin duda la gente continuará teniendo estas creencias, porque son agradables, como lo es el considerarnos virtuosos y considerar malvados a nuestros enemigos. Pero, por mi parte, no encuentro base para ninguna de ellas. No pretendo poder probar que Dios no existe. Igualmente no puedo probar que Satán es una ficción. El Dios cristiano puede existir; igualmente pueden existir los dioses del Olimpo, del antiguo Egipto o de Babilonia. Pero ninguna de estas hipótesis es más probable que la otra: se encuentran fuera de la región del conocimiento probable y, por lo tanto, no hay razón para considerar ninguna de ellas. No me extenderé sobre esta cuestión, que ya he tratado en otra parte».

Por qué no soy cristiano (1927)
[Extracto del libro escrito por Bertrand Russell]

martes, 20 de abril de 2010

Cómo ser libre de Tom Hodgkinson – Apuntes Breves


¿Estás harto de pagar facturas? ¿Pensaste alguna vez que el camino a la oficina se convertiría en un nuevo deporte de riesgo o que te daría tiempo a reescribir el Quijote mientras esperabas atascado en la ciudad? Si eres de los que piensan que la vida moderna es absurda, si no encuentras el sentido a tu trabajo, si estás hasta el gorro de ser un esclavo de la publicidad subliminal y una víctima de la compra por impulso… sólo tienes una alternativa: rebelarte.

Tom Hodgkinson nos proporciona un divertido plan para romper las cadenas del aburrimiento y cambiar de vida. Un muestrario de consejos prácticos, de reflexiones edificantes, escrito con ironía y humor desenfrenados que te ayudarán a deshacerte de los obstáculos de la sociedad consumista y te animarán a conseguir tus verdaderos deseos. Un manifiesto ecologista, una llamada a la resistencia contra la burocracia, los gobiernos, las tareas domésticas, los supermercados y el despilfarro. Un alegato a favor del carpe diem.

Agárrate fuerte a las páginas de este libro y despliega tus alas. Ha llegado el momento de echar a volar… ¿Estás preparado para ser libre?

Algunas de las cosillas que aprendí leyendo este libro que no tienen porque ser ni ciertas ni falsas ni todo lo contrario:

  • La holgazanería es prácticamente sinónimo de libertad.
  • El mundo occidental ha permitido que la libertad, la diversión y la responsabilidad desaparecieran de él, de nosotros, para sustituirlos por la codicia, la competencia, la lucha solitaria, el color gris, las deudas, McDonald’s y GlaxoSmightKline.
  • La era del consumismo ofrece muchas comodidades pero pocas libertades.
  • La salud y la seguridad se utilizan como excusa para ampliar el poder de los gobiernos.
  • En la anarquía los contratos se hacen entre individuos, no entre ciudad y Estado.
  • En la Edad Media, a pesar de que existían jeraquías, solíamos organizar las cosas nosotros mismos.
  • El objetivo es dejar de esperar que los demás nos resuelvan la vida, y en lugar de ello, confiar en que nosotros mismos podemos hacerlo.
  • El sueño de una utopía tecnológica del futuro en el que las máquinas hacen todo el trabajo es un sinsentido.
  • Te guste o no, eres libre. La cuestión es si decides ejercer esa libertad: existe en el corazón del hombre un vacío existencial.
  • Las personas ansiosas se convierten en buenos consumidores y buenos trabajadores. Los gobiernos y las grandes empresas desean, por tanto, el terrorismo, lo adoran, es bueno para los negocios.
  • Cada boletín de radio o cada telediario, cada periódico y muchas de nuestras conversaciones frecuentes conllevan el mismo mensaje: ansiedad, ansiedad y ansiedad.
  • A los gobiernos les encanta la delincuencia puesto que les proporciona una razón para existir y una excusa para controlarnos.
  • El capitalismo decepciona de forma constante y perpetua. Aquello que promete darte la libertad se convierte en lo que te oprime.
  • Una dieta de buena lectura sin periódicos ni revistas cutres hará que la ansiedad disminuya.
  • El ir en bicicleta proporciona un sentido de la libertad y del autodominio muy estimulante.
  • El concepto de aburrimiento llega con la división del trabajo y la transformación de la placentera y autónoma jornada laboral en tediosa esclavitud.
  • La vida se ha sacrificado en pos del beneficio y su resultado es el tedio a gran escala.
  • El arte y la diversión en épocas anteriores eran un asunto de las clases inferiores.
  • Nos aburrimos con el fin de ganar el dinero que después gastaremos en tratar de desaburrirnos.
  • La libertad de arrojarnos desde un puente atados a una cuerda elástica se considera como uno de los grandes triunfos del capitalismo moderno.
  • Coge una guitarra e intenta componer una canción.
  • La forma más fácil de evitar el aburrimiento es hacer cosas.
  • En la Edad Media las multas las imponía el pueblo, la agrupación local por transgedir las normas.
  • Somos completamente incapaces de imponer multas a las empresas que nos prestan servicios si de algún modo la pifian.
  • La contabilidad debería formar parte de la educación de todo buscador de libertad autosuficiente.
  • El periódico The Sun publicó recientemente que cada año se sacan 500 millones de libras por las domiciliaciones que se han olvidado cancelar.
  • Las domiciliaciones apelan a la trágica realidad de que preferimos la comodidad a la responsabilidad.
  • El hecho de reducir tu dependencia de servicios externos te proporciona tiempo y dinero.
  • La creencia en la abstracta invención de la “trayectoria profesional” es una enfermedad típica de la clase media.
  • El principio de competitividad aplicado al trabajo quiere decir que consigues el éxito a costa del fracaso del otro.
  • Raoul Vaneigem: “La zanahoria de un futuro más feliz ha sustituido poco a poco a la zanahoria de la salvación en el siguiente mundo. En ambos casos el presente está siempre bajo el tacón de la opresión”.
  • En nuestro impulso por competir tendemos a tratar de llegar a ser muy buenos en una pequeña cosa y excluimos todas las demás.
  • Nos invade la idea de que sólo merece la pena hacer algo si te da dinero o te proporciona un reconocimiento por parte de los demás.
  • ¿Cómo encuentras tu vocación, tu don? La respuesta está sencillamente en no hacer nada durante todo el tiempo que puedas.
  • Los libres de espíritu han dejado de esforzarse y, en lugar de eso, dejan que las cosas ocurran.
  • Los medievales tenían el valor de la cooperación.
  • Ahora tenemos la oportunidad de tomar todas las buenas ideas de la vida medieval sin las jerarquías ni el dominio del clero.
  • No tienes que irte de la ciudad para huir de la vida urbana. Alquila un huerto.
  • Lo gracioso del sistema medieval es que había en realidad más igualdad, no menos, de la que existe hoy. Aparte del señor feudal todos los demás estaban en el mismo nivel.
  • Hoy día nos hemos rendido a la tiranía de la ética del trabajo.
  • Aunque soy enemigo de la opresión y la explotación no estoy en absoluto a favor de la disolución de las barreras de clase. Si esto ocurriera nos quedaríamos con una horrible meritocracia protestante como la que hay en Estados Unidos, donde no hay excusas para no ser un amo del universo.
  • Si no te gusta la clase a la que perteneces, la cambias. Un famoso campesino se convirtió en Papa. Y el ser de una clase distinta de otros no es lo mismo que el ser inferior a los demás.
  • En realidad es tremendamente fácil escapar de la clase de la que procedes sólo con rechazar lo que el mundo convencional y preprogramado ofrece, y salir a construir tu propio mundo.
  • El problema no está en que las personas sean diferentes, sino en que no respetan las diferencias.
  • La diferencia de clases da color a nuestras vidas.
  • Mi utopía incluiría probablemente tres niveles de sociedad bastante parecidos a los de la época medieval, con caballeros, clérigos y campesinos.
  • Federalismo y respeto. Mi forma de hacer las cosas no es mejor que la tuya. Nada es mejor que lo de los demás.
  • La misma lucha de clases alimenta a la clase media porque cuando luchas contra algo simplemente lo haces más fuerte.
  • Cuando hablamos de anarquía no nos referimos a una disolución del orden, nos referimos a una descentralización del poder; el poder del pueblo.
  • Construye tu propia vida. Deshazte del resentimiento. Rechaza la idea de tanto “tener que”. No tienes que hacer nada. Tienes libre albedrío. Ponlo en práctica. Sé un bohemio.
  • Los relojes son esposas de oro.
  • A veces pienso si no estaría bien vivir segun el horario africano, en el que las citas no se conciertan sino que simplemente ocurren.
  • Nosotros mismos nos convertimos en esclavos del tiempo.
  • Cuando decimos que no tenemos tiempo de hacer algo lo que de verdad queremos decir es: “Le he dado prioridad a otra cosa”.
  • Si los esclavos compiten entre sí, no es necesario que sus amos sigan obligándolos al trabajo físico.
  • Cómo amar, cómo vivir con alegría, cómo saborear la existencia. Éstos deberían ser nuestros objetivos.
  • La idea del hospital fue inventada por los monjes y monjas que dejaban las puertas de sus monasterios permanentemente abiertas y cuidaban de cualquier vagabundo o ciudadano que estuviera pasando por una mala racha.
  • La revista Permaculture cuenta historias sobre comunidades que hay por todo el mundo, autosuficientes, que practican la artesanía y la vida comunal.
  • La competencia es el credo del esclavo.
  • La banca fue inventada por la gran familia Medici de florencia en el siglo XIII. Combinaron de algún modo la usura con el hecho de ser santos, probablemente porque eran los banqueros del Papa.
  • A los bancos les encanta que estés en deuda. Lo adoran; sacan de ello muchísimo dinero. Por eso es por lo que siempre se nos anima a ser imprudentes a la hora de gastar.
  • Las deudas son las que hacen que el mundo gire.
  • Los hombres de la Edad Media tenían razón: la usura es mala.
  • Es el crédito y no el dinero en efectivo el que produce riqueza: aparentemente la gente rica está menudo más espectacularmente endeudada que el resto de nosotros.
  • Deberíamos centrarnos en producir algunas de las cosas que consumimos.
  • Yo no defiendo el verdadero pauperismo ni, en otras palabras, el estar sin techo y hambriento. Pero la pobreza ligera, cuando se tiene lo suficiente para cubrir las necesidades básicas, estableciendo un límite a las carencias y deseos, es una condición loable.
  • Somos prisioneros de nuestros deseos, estamos constreñidos por las compras.
  • Ir de compras es una lata. Prefiero beber.
  • Estar libre de deseo no significa renunciar a todos los placeres y convertirse en una especie de triste ermitaño. La clave no está en renunciar a todos los placeres, sino en ser su amo.
  • En nuestro extraño mundo, en lo que al placer se refiere, parece que oscilamos entre el atracón y la abstención.
  • Deseamos cosas, estamos sujetas a ellas, creemos que las cosas nos harán mejores.
  • Un truco sencillo para los que buscan la libertad es dejar de comprar revistas de moda que nos hacen sentir mal y gastar dinero.
  • Desterrar el televisión fue una buena decisión. Nos vende productos que no necesitamos y nos hace creer en el dinero como en una especie de religión.
  • Bertrand Russell: “Es mucho mejor hacer algo mal por ti mismo que ver que otro lo está haciendo bien”.
  • La libertad es el poder vivir de acuerdo con tus propias leyes.
  • Los que son de verdad libres no se unen a la búsqueda de las riquezas ni de los honores porque saben que en ese camino se encuentra la esclavitud.
  • Somos una sociedad concentrada en el objetivo.
  • Ver la tele nos convierte en zombies.
  • Los coches a motor son una de las mayores causas de mortalidad que existen en la vida moderna. A nivel global los accidentes de tráfico son la novena causa de muerte, en comparación con la guerra que ocupa el lugar 21 y la violencia, que ocupa el 17.
  • El miedo es bastante útil para el buen funcionamiento de una sociedad ordenada. Si estás asustado es poco probable que te rebeles y mucho más sencillo que trabajes duro y gastes mucho.
  • La gente prefiere ver un culebrón más que protagonizar uno.
  • Una fuente de miedo es, sin duda, el sistema educativo.
  • Quizá el mayor obstáculo para la libertad sea nuestro propio miedo a la libertad.
  • Nos quejamos de los payasos que están en el poder y después elegimos a un nuevo grupo de payasos. La esperanza triunfa sobre la experiencia.
  • Hoy tenemos miedo del terrorismo cuando el verdadero enemigo es nuestro propio gobierno.
  • Las cadenas están forjadas en nuestra mente.
  • La culpa es una emoción que te inutiliza en lugar de facilitarte la acción.
  • Los niños pequeños no sienten la carga de la culpa. Es algo que aprendemos a sentir.
  • En la época medieval las multas sustituyeron a la culpa. En lugar de sufrir por tus pecados simplemente tenías que pagar una multa al fondo comunal.
  • Al menos los católicos, por toda su corrupción y moral relajada, fueron más suaves consigo mismos. El puritano se establece niveles de comportamiento imposibles de alcanzar y después se castiga cuando no lo consigue.
  • Cuanto más alto es tu nivel de moralidad mayor será la culpa. Deshazte de todas tus normas de moralidad y serás completamente libre.
  • Las máquinas contribuyen a la soledad y al aislamiento, dos de los problemas fundamentales de la vida moderna.
  • Es divertido convertir tu vida en una serie de experimentos. Si no salen bien, no pasa nada; prueba otro.
  • No hay nada moralmente bueno en la limpieza, del mismo modo que no hay nada malo en lo contrario.
  • La insistencia en que todo sea impecablemente blanco causa un montón de trabajo extra innecesario.
  • Si quieres una casa más limpia, simplemente apaga las luces y enciende una vela. La luz eléctrica es el enemigo.
  • La vida es más fácil cuando se comparte con los demás.
  • El futuro es parte de la clásica idea protestante del aplazamiento de los placeres.
  • Nadie sugiere nunca que la culpa de tu depresión puede que no esté en ti sino en las cosas que se espera que hagas en nuestra sociedad tan tremendamente competitiva, meritocráctica, basada en el dinero y pecaminosa.
  • No cambies para poder integrarte en un mundo inútil; en lugar de eso cambia el mundo.
  • Un truco muy simple para aquellos que busquen un antídoto contra la melancolía es dedicarse a hacer algún trabajo físico.
  • Quejarse significa evitar la responsabilidad. La solución está en guardarte algunas de tus quejas para ti mismo y sencillamente sustituir las cosas que odias por cosas que te gustan.
  • No es tanto la propiedad lo que queremos como un lugar donde poder vivir sin el miedo a que nos echen en cualquier momento.
  • Antes de 1600 el campesino medio vivía muy bien. Era más libre de lo que normalmente se piensa. Vivía exactamente la misma vida que los corredores de bolsa de la actualidad desean: una casa grande en el campo con caballos, animales y tierras. Simplemente tenía que trabajar un día o dos a la semana en la finca de su señor.
  • La ocupación ilegal tiene mucho sentido para el que busca la libertad. Los okupas no hacen más que ocupar edificios vacíos y vivir en ellos.
  • Se dedica mucho tiempo y dinero a las hipotecas y la “casa soñada” no va a ser nunca nada más que algo que te va a distraer del asunto más importante, que eres tú y cómo te sientes.
  • Creo que las familias, por lo general, son sencillamente demasiado pequeñas. Los hogares antiguos eran unidades creativas, activas y productivas.
  • A medida que las empresas han ido creciendo en tamaño las familias han ido reduciendo. Las empresas gigantes han adoptado el papel de creadoras de comunidades.
  • El mundo es duro si decides que así sea. Si ves la vida como una carrera o una competición, eso es lo que será.
  • Programamos demasiado a nuestros hijos y lo que hacemos es crear una nación de inútiles dependientes incapaces de hacer nada por sí mismos. Estamos construyendo una generación de niños que no saben cómo jugar.
  • El miedo al dolor puede ser un impedimento para vivir bien. De hecho el miedo al dolor puede considerarse como miedo a la vida, puesto que ésta es dolor.
  • El dolor no va a dejarnos nunca. Vive con ello. En lugar de destinar nuestra energía a la destrucción del dolor tenemos que dedicarla a crear placer.
  • La creencia en las pensiones provoca una especie de esclavismo. Si no crees en las pensiones creerás en ti mismo y en cuidar de ti. Yo prefiero tener mi dinero ahora y mañana ya veremos. ¿Cómo sabes lo que va a ocurrir mañana o incluso en el próximo minuto?
  • Es gracioso que las personas que animan a otras a que se preocupen por su futuro son las que quieren tu dinero ahora, maximizan sus beneficios en el presente.
  • Olvidamos el poder de la familia, de los amigos y de la comunidad para ayudarnos en los malos tiempos.
  • Si te preocupa saber cómo vas a sobrevivir en el futuro, ¿por qué no piensas en vender tu casa cuando te jubiles?
  • No brillar demasiado es de buena educación y lo es no tener demasiado éxito, no trabajar demasiado y dejar a los demás en paz.
  • El problema de hoy en día con los que tienen comportamiento rebelde es que, desde la época victoriana, los buenos modales se han relacionado con el servilismo.
  • Una pequeña reflexión revelará que comportarse con educación es un acto rebelde y anárquico.
  • Unos modales desintegrados son síntoma de una sociedad desintegrada.
  • La competencia se devorará a sí misma.
  • El resentimiento conduce directamente al engreimiento. Si no eres de carácter resentido es poco probable que envidies las riquezas de los demás.
  • La verdad es que careces de toda importancia y nada importa.
  • Darse cuenta de que nada tiene sentido es tremendamente liberador porque es entonces cuando nos deja completa libertad para construirnos nuestras propias vidas y no hacer caso a los planes que los otros tienen para nosotros.
  • Los supermercados combinan muchas maldades y las convierten en una gran maldad. Una vez que han destruido las comunidades ahora se anuncian como constructores de comunidades.
  • Si quieres vivir libre de supermercados trata de hacer lo siguiente:
    • Haz tu propio pan.
    • Cultiva tus propias verduras.
    • Compra al por mayor.
    • Compra en las tiendas de tu barrio.
  • En la cerámica china existe la tradición de hacer de forma deliberada pequeñas imperfecciones en el objeto para garantizar que cada pieza es diferente y única. El perfeccionismo en sí mismo es una especie de muerte.
  • Las máquinas provocan fealdad; las manos del hombre crean belleza.
  • Hoy día todo parece estar hecho de plástico.
  • No tiene mucho sentido proponer la riqueza como la solución para los problemas de alguien porque en la misma esencia del enriquecimiento está el hecho de que solamente unos pocos puedan alcanzarla.
  • Querer ser rico es el primer deseo que debe desaparecer en la búsqueda de la libertad.
  • Nadie quiere ser pobre. Se considera un síntoma de fracaso.
  • Cuando recuerdo las épocas de mi vida en las que he tenido dinero, la forma en que lo gasté me revuelve el estómago.
  • Si tu dinero es efecto secundario de hacer lo que te gusta, quizá sería estúpido devolverlo por muy convencido que se pueda estar de las sagradas ventajas de la pobreza. Pero buscarlo porque sí parece que puede ser peligroso si lo que en realidad buscas es la libertad.
  • No necesitar dinero mediante la reducción de nuestras necesidades puede tener el mismo efecto liberador que no necesitar dinero aunque ganemos mucho.
  • Tenemos que cambiar el papel de la pobreza voluntaria para convertirla en un fin deseable.
  • El antídoto contra el despilfarro es el ahorro. Ser ahorrador no es lo mismo que ser avaro.
  • También deberíamos ser ahorrativos con nuestro tiempo y eso significa no hacer las cosas lo más rápido posible ni desperdiciar nuestras horas dándoselas a un empresario.
  • La mayor parte del trabajo es un desperdicio y, por tanto, el perezoso es inmesamente eficiente.
  • ¿Quién hará el trabajo sucio? Pues la respuesta es sencillamente que serás tú quien lo haga. Cada uno haremos nuestro trabajo sucio. Y si ese trabajo es el tuyo propio, no parecerá tan sucio.
  • El trabajo y la vida no tienen por qué estar necesariamente enfrentados.
  • Hemos perdido el juego, el alma, la creatividad.
  • Ningún señor feudal del pasado tuvo nunca el poder ni la riqueza de Terry Leahy, el conde de Tesco’s.
  • Puedes ser un esclavo asalariado sin ser escalvo del sueldo. Puedes convertir tu trabajo en algo que se adapte a ti.
  • La jornada laboral estándar debería ser de siete horas y debería dividirse en dos turnos de tres horas o tres y media. De este modo cada semana tendría diez turnos. Y en diferentes épocas de tu vida podrías trabajar más o menos, de formas que en ocasiones podrías hacer diez turnos completos y en otras podrías reducirlos a solamente cinco.
  • Es mejor ser aprendiz de todos los oficios que maestro de ninguno. Deja a un lado el perfeccionismo.
  • La libertad puede comenzar hoy, ahora mismo. Puedes cambiar tu vida en un segundo. La libertad es una actitud mental.

lunes, 19 de abril de 2010

El sexo de los curas


El florecimiento de denuncias por pederastia contra sacerdotes católicos aviva, en los medios, el debate sobre el celibato obligatorio de los susodichos. A mí, perdonen que lo diga con suma brutalidad, me parece que lo que habría que debatir es por qué los padres católicos –incluso muchos que no lo son– colocan la educación de sus hijos en manos de unos sujetos que, por buenos que sean, y no me cabe duda de que algunos lo son, sufren una mutilación emocional importante: aquella que conlleva la privación de sexo. Eso en el caso de que se priven realmente. Es decir, en el supuesto, que estoy dispuesta a aceptar, de que ofrezcan a Jesús –que jamás requirió ese plus de tortura en sus discípulos– el supremo sacrificio de no dejarse visitar nunca los bajos por mano ajena ni propia.

¿Qué saben de ternura física un hombre o una mujer que jamás han sido abrazados por otros, que jamás han sentido el estremecimiento de la piel desnuda de otro rozando la propia, que nunca han querido dar la vida por ese momento de placer supremo en que el apareamiento se consuma? ¿Qué pueden saber de riesgo, de peligro, de pecado, de redención y de sacrificio, de penitencia y de amor, quienes sólo conocen la teoría por los libros o por las experiencias recibidas en el confesionario? Puede que algunos privilegiados, a fuerza de reprimirse, consigan colocarse y levitar, lo cual es una forma de realización sexual como cualquier otra, en el campo de las rarezas. Pero, en general, lo lógico es que las pasen canutas o que le den a la pederastia, aprovechando la carne fresca que pasa por allí y su absoluta autoridad sobre los infantes.

En el mejor de los casos, que se repriman, ¿qué se puede aprender, que sea útil para la vida, de gente que –por mucho que sepa de ciencias o matemáticas– sostiene que el acto sexual sólo tiene como en la reproducción dentro del matrimonio, que condena la homosexualidad y un etcétera tan largo que me lo salto, de puro tedio?

¿No necesitan esos padres un cursillo previo a su decisión de colocar a su retoño en semejantes laboratorios de retroceso? ¿Por qué el tejido social tiene que soportar las consecuencias de sus decisiones?

No es el celibato forzoso lo único que nos sobra del catolicismo –pues sus víctimas son nuestras, forman parte de nuestra sociedad civil–, sino el ramillete completo. La exaltación de la virginidad, la condena a todo lo que ayude a las personas a liberarse sexualmente. En realidad, la palabra celibato no implica forzosamente castidad; lo que pasa es que la Iglesia Católica se adueñó hasta del significado de ese término. Yo soy célibe, sin ir más lejos. No estoy casada, no tengo pareja. Pero no soy casta. Constituye una gran diferencia a mi favor y el de la gente que me rodea.

Durante la adolescencia y más adelante, el camino de las personas hacia una sexualidad plena está lo bastante lleno de obstáculos como para no tener que añadirle nuevos –quiero decir viejos– escollos. Adolescentes con padres reprimidos que no hablan nunca de sexo, adolescentes que descubren traumáticamente el sexo viendo hacer el amor a sus padres, adolescentes que, a fuerza de contemplar programas espantosos y series basura en la televisión, creen que la violación y la violencia forman parte natural del acto sexual, adolescentes que han crecido al sexo alimentándolo virtualmente en solitario, y que no saben tocar, no saben abrazar, no saben amar. Todo esto puede ocurrir perfectamente en un mundo laico. Ya es bastante. No necesitamos, con la aportación de una religión desfasada, aumentar el número de psiquiatras per cápita ni de hombres y mujeres decepcionados por la frigidez o la impotencia del otro. Sé lo que van a aducir los padres católicos convencidos, que hayan realizado el meritorio esfuerzo de leer este artículo hasta aquí: “Pues yo fui a un colegio de curas y me ha ido muy bien”. Y lo mismo con monjas. Mi respuesta es: “Defínanme muy bien”. En cualquier caso, todo es mejorable. Y más vale prevenir que curar. Por los clavos de Cristo –escribo en Semana Santa, perdonen la intrusión procesional o saética–, ¡estamos en el año 2010! Cibernética de punta y celibato casto, aliados, sólo pueden producir monstruos.

Fuente: El Telegrado, Maruja Torres
(marzo de 1943, Barcelona), escritora española. Escribe artículos en diario "El País". Se dedica al periodismo desde los 21 años.

martes, 13 de abril de 2010

La Tercera Via


La tercera Vía, es una tendencia política que cada día gana mas adeptos, es la pesadilla de los liberales, de los conservadores, de los comunistas, socialistas no actualizados e izquierda radical. Muy interesante artículo, recordemos que el fin de historia, es un utopía de los conservadores y los romanos.


Saludos.


Ensalada Filosófica





Autor: Juan Cruz VIEYRA
No son pocos los que advierten que estamos ante una situación inédita a escala global: hoy en día, entran en juego factores de riesgo e incertidumbre a niveles nunca antes experimentados. Han confluido de manera sumamente paradojal transformaciones económicado como un caso de manual para la muerte lenta. Esto es particularmente grave, ya que han quedado en pie tantos s, políticas y culturales. No estamos ante el fin de la historia, sino ante un contexto sumamente revolucionario para motivar nuevos planteos.

Son aún más aquellos que insisten en que cabe resarcirse de ello en pos de recuperar el papel de la política como condición necesaria de la eficacia de la acción del Estado, para el desempeño de cierta autonomía, que está siendo invadida y capturada por el interés privado. Todo esto implica un redimensionamiento de la esfera pública, una apuesta colectiva de confianza en la ciudadanía como protagonista, una democratización de la democracia.

La Tercera Vía, como es obvio, deriva de tal contexto. Sus postulados fueron estudiados y debatidos con gran interés hace sólo algo más de dos años, sin embargo, actualmente parecen ser nada más que el recuerdo de una campaña política exitosa.

En su momento, estos postulados pretendían, en esencia, una respuesta global a un mundo global. Encarnada en las filas de la Socialdemocracia, y sin perjuicio de enarbolar los principios básicos de la economía capitalista, tras la crisis del Estado de Bienestar y el auge del Neoliberalismo a partir de los '80, la Tercera Vía inglesa se había propuesto armonizar las exigencias del mercado internacional con la resolución de los problemas sociales como prerrequisito básico del ejercicio efectivo de la ciudadanía.

Empero, más allá de la teoría, el desafío –tan vigente ayer como hoy- es cómo generar las condiciones requeridas para la participación ciudadana, teniendo como fin último la profundización del proceso democrático tanto horizontal como verticalmente.

Volviendo al punto, la Tercera Vía aparece como una respuesta a dos filosofías fracasadas: el neoliberalismo y la socialdemocracia.

El tema central, postulado por esta doctrina, es cómo conciliar la política socialdemócrata en la época post-neoliberal, tomando como ejes de análisis la quiebra del “consenso de bienestar” que predominó hasta finales de los años setenta en los países industrializados, el descrédito definitivo del marxismo y los profundos cambios sociales, económicos y tecnológicos que contribuyeron a que esto ocurriera.

La Tercera Vía emerge de la realidad europea, valga decir de los fenómenos interestatales desatados con la caída de la Unión Soviética, lo cual hace necesario distinguir entre dos estadios de la socialdemocracia, movimiento político europeo -perteneciente a la izquierda reformista- que actuó como el indicador de las teorías de la mayoría de los autores que se inscriben en esta doctrina.[1]

Lo más importante a tener en cuenta sobre la socialdemocracia clásica es que ésta promovía el Estado interventor, que tenía la obligación de suministrar bienes públicos que los mercados no pueden dar totalmente, regular la vida social y familiar, etc. Este Estado articulaba a la búsqueda de la igualdad con estrategias de nivelación, que se instrumentaban de muy diversas maneras, según el contexto que se trate. Los críticos de la Tercera Vía señalan que bajo las filas de la socialdemocracia clásica, el Estado de Bienestar no tenía una “actitud global” importante.

En el otro extremo, los rasgos más importantes que distinguen la perspectiva neoliberal son la hostilidad hacia el estado interventor, de gobierno extenso y centralizado, la creencia de que la pretendida superioridad del mercado ocupará los vacíos –considerados positivos- del estado de bienestar, y que la solidaridad social se autogenera en el seno de la sociedad civil, por lo tanto no debe ser impulsada por un agente externo a ella, como es el Estado. En consecuencia, los neoliberales se apoyaron en la premisa de que el Estado de Bienestar destruye el orden civil, mientras que el mercado no sólo lo fomenta, sino que librado a su propia dinámica, lo perfecciona continuamente. Respecto a la desigualdad, entre los modelos neoliberales -el tatcherismo en Inglaterra quizá haya sido el paradigmático- hay una posición clara: la indiferencia, y en el peor de los casos el respaldo, lo cual parece contrastar con el liberalismo clásico, en tanto que éste último no sólo considera la igualdad de oportunidades intrínsecamente buena, sino también necesaria en todo medio social.

Según el sociólogo A. Giddens,[2] actualmente hay tres grandes cambios que están transformando nuestro mundo:

El primero es el impacto de la globalización, acerca de lo cual puede hablarse de la dimensión económica y la financiera. En general, la primera es sólo la continuación de tendencias que llevan mucho tiempo como lo es la regionalización del comercio, pero la dimensión financiera presenta características totalmente nuevas a causa de la revolución de las comunicaciones y la extensión de la tecnología informática.

Es así que la globalización aparece ligada, por un lado, a esta transformación histórica del capitalismo donde predomina una forma específica de capital: el financiero, caracterizado por la velocidad y la imparcialidad de los flujos; y por otro, a la crisis del modelo reformista encarnado tanto por las políticas socialdemócratas como por el Estado Benefactor.

Cabe advertir que cuando se habla de desreglamentación como rasgo de la integración entre países en esta era globalizada, no sólo se está hablando de un proceso económico, sino de una redefinición de las formas de organización social, redefinición por la cual se organizan las relaciones sociales entre los ciudadanos, cuya trama, está siendo atravesada simultáneamente por una tendencia a la unificación y a la exclusión.

También puede hablarse de una globalización política , en este caso se hace referencia principalmente a la corrosión y redefinición de los espacios sociales y políticos, especialmente por la conjunción del fenómeno del auge tecnocrático con el auge del mercado. Las instancias decisorias se han transnacionalizado y concentrado en el mercado en proporciones inauditas, a la vez que la política se ha reducido a meras decisiones técnicas, muchas veces apartada de criterios de cohesión social, solidaridad y participación ciudadana.

De todos modos, puede sugerirse que la globalización coexiste con espacios nacionales en los cuales se realizan la mayor parte de las transacciones económicas, y donde convergen la mayor parte de las demandas sociales y políticas, por lo cual el desarrollo sigue siendo un proceso de transformación donde interactúan el Estado y la sociedad civil.

El segundo gran cambio es la emergencia de la economía sin peso global o desmaterializada. Es un dato interesante que el volumen total de bienes físicos comercializados en el mundo de hoy no ha aumentado, aunque sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con lo que ha dado en llamarse actualmente el valor de la economía global. En gran medida tal fenómeno resulta del intercambio y comercialización de información, sobre lo cual debe recalcarse distintas -aunque conexas- situaciones: por un lado, la velocidad e imprevisibilidad de los flujos económico-financieros, los cuales no sólo están implicando el redimensionamiento de las capacidades de regulación de los Estados en diferentes escalas, sino que también ha creado las condiciones suficientes como para pensar que la calidad ciudadana en el mundo de hoy, depende directamente de la toma de conciencia de que la dinámica fenomenológica esbozada anteriormente, implica la necesidad de estar informado como una de las primeras condiciones de la adecuación ciudadano - contexto, por lo cual el replanteo de las reales posibilidades de acceso a la información viene a ser, en la época actual, uno de los principios legitimadores de la inclusión social de mayor importancia.

Por otra parte, la economía sin peso ha destruido a la antigua clase trabajadora y ha generado el declive de la industria manufacturera producto del impacto de la tecnología de la información en los procesos de producción.

El tercer gran cambio es la influencia decreciente de la tradición, las costumbres y los hábitos en nuestras vidas. Este fenómeno es explicado como el dilema del individualismo, sobre lo cual se arguye que un componente esencial de la socialdemocracia clásica fue la solidaridad social y el colectivismo. Según Giddens, a partir de los años sesenta este componente se ha venido abajo, pues las sociedades se han vuelto más pluralistas culturalmente, dando como resultado una proliferación de diversos estilos de vida.[3]

El mismo autor propone un nuevo individualismo, llamado “institucionalizado” que se asocia a la búsqueda de nuevos medios de conseguir la solidaridad social, dado que actualmente “la cohesión social no puede garantizarse mediante la acción vertical del Estado ni mediante el apego a la tradición”[4], estos medios están relacionados con el equilibrio, postulado desde la Tercera Vía, entre responsabilidades individuales y colectivas.





Características de la Tercera Vía



En primer lugar, una de las cuestiones más debatidas en el ámbito intelectual es su intento de ir más allá del neoliberalismo y la socialdemocracia, lo cual, según Giddens, no implica un renacimiento, una reedición de los valores o estrategias de la izquierda, sino más bien un intento de preservar algunos de estos, viéndose otros virtualmente abandonados o transformados.[5]

Puede entenderse que el programa político de la Tercera Vía comienza por la reforma tanto del Estado como del gobierno, en ésta, sociedad civil y autoridades políticas deberían actuar asociadas para fomentar la renovación y el desarrollo de la comunidad, teniendo en cuenta el criterio de inclusión social y promoviendo los gobiernos transnacionales.

Las reformas que debe impulsar el gobierno, más allá de las diferencias contextuales que presenten diferentes países, están orientadas a: fomentar la descentralización, la cual no debe ser entendida en sentido unidireccional, lo cual equivaldría a debilitar las autoridades centrales del Estado Nación, sino que supone una devolución de poder “hacia abajo”, pero a la vez una mayor atribución “hacia arriba”; aplicar una reforma constitucional dirigida a aumentar el papel de la esfera pública en pos de lograr una mayor transparencia e imparcialidad, dados los altos índices de corrupción de las sociedades modernas; crear administraciones eficientes, evitando dar “soluciones de mercado”, pero aprendiendo de las empresas para tomar decisiones basadas en la eficacia del mercado, dada la desconfianza en la burocratización del gobierno; regir la gestión de riesgo, lo cual implica la regulación del avance científico y tecnológico por las cuestiones éticas que suscita, definir el riesgo desde la Tercera Vía implica básicamente un compromiso público, dado que las decisiones de riesgo deben ser tomadas no sólo por los expertos, sino que deben resultar de un procedimiento deliberativo.

Todas estas reformas se enmarcan en la reconstrucción del Estado del bienestar, pero a diferencia de las políticas neoliberales que sugieren un sistema de seguridad mínimo, éste debe estar basado en una reforma radical que ha de cubrir aspectos como la educación, la formación, la salud, los mercados y los subsidios de desempleo, incluyendo las pensiones, para que el Estado tenga un papel activo, dinámico correspondiente a las necesidades de implicación en una economía global. Lo cual implica que la política no debe estar encaminada ni a reducir las dimensiones del gobierno ni tampoco a proteger al Estado, sino a reestructurarlo en un “Estado social inversor”[6] que requiere un equilibrio entre regulación y desregulación a todos los niveles.

Como última característica, puede esbozarse la idea de tener una actitud diferente hacia la igualdad y la desigualdad, negando la posibilidad de la existencia de una sociedad estable que esté basada puramente en la igualdad de oportunidades, ya que ésta produciría demasiado movimiento hacia abajo, es decir, un sistema con muchos perdedores, y consecuentemente graves divisiones sociales. Además, se correría el peligro de concebir una sociedad basada meramente en la meritocracia, lo cual crearía esencialmente una clase de excluidos, que se autoreconocerían como inferiores, que por otra parte, terminaría en una enorme la desigualdad de resultados, favorecida por la cultura individualista del mercado en que “los ganadores ganan todo”.

Este modelo, según sus defensores, implica una combinación de: meritocracia, igualdad de oportunidades e igualdad de resultados moderadas y apoyadas en la llamada redistribución del ingreso.



¿Usted qué piensa?





* Este artículo fue escrito en torno a una ponencia titulada “Tercera Vía y Democracia. Replanteo del rol de la ciudadanía en el contexto global”, la cual fue presentada en las Jornadas de reflexión académica en Ciencias Sociales “Ciudadanía y calidad democrática”. Universidad de Belgrano, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Malacalza Bernabé y Vieyra Juan Cruz. Octubre de 2000.

[1] Téngase en cuenta aquí que existen otros planteos que se perfilan como alternativos de esta doctrina, que entienden que la política de la renovación socialdemócrata no es el único indicador que convalide una postura de Tercera Vía, entre los cuales están aquellos que sostienen que la Democracia Cristiana europea también ha presentado una reformulación de sus filas –aunque un poco más lento que el de la izquierda- tras el derrumbe soviético, lo cual -teóricamente-, no presenta imposibilidades de enmarcar también a la derecha en un movimiento de “Terceras Vías” . (Véase al respecto a Phillippe Béneton y Wolfgang Shcaube, entre otros)

[2] Giddens, Anthony. “Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas”. Taurus. Buenos Aires, 1999.

[3] Giddens, Anthony. -“La Tercera Vía”. Taurus. Madrid, 1999.

[4] Ibid.

[5] De ser así, Norberto Bobbio, estaría de acuerdo en entender a la Tercera Vía como la opción política de centro llamada “tercero incluyente”, dado que en teoría trata de englobar en una síntesis superadora a dos opuestos.- Bobbio, Norberto. “Derecha e Izquierda”. Taurus. Pag. 57

[6] Giddens, Anthony. “La Tercera Vía”. Taurus. Madrid, 1999. Págs. 119-140

sábado, 10 de abril de 2010

The Venus Project - World Lecture Tour 2010

La ignorancia del que no sabe que no sabe, pero cree que sabe, es la más peligrosa


«Al cabo de mucho ir y venir, Sócrates llega, finalmente, a comprender "...que Apolo no ha querido decir en absoluto que yo soy sabio. Simplemente se ha servido de mi nombre para citarlo como ejemplo, como si hubiese dicho: Mortales, el más sabio de vosotros es aquel que, como Sócrates, reconoce que no tiene saber alguno".

A partir del texto citado podríamos fijar tres grados de ignorancia: a) la del que no sabe. Ignorancia absoluta a la que los latinos llamaban 'nescientia' (no ciencia); b) la del que no sabe que no sabe, pero cree que sabe. Esta ignorancia, la más peligrosa, es la más difícil de erradicar, puesto que, confiada como está de sí misma, se niega a prestar oídos a la verdad; c) la ignorancia que sabe que no sabe y que humildemente aspira al saber. Esta es la ignorancia que define a la sabiduría puramente humana, a la filosofía.

EL METODO SOCRATICO
Toda la obra práctica de Sócrates va a reducirse a convertir a sus conciudadanos a ese estado de honrado reconocimiento de ignorancia en que cada uno se encuentra. Pero, tal reconocimiento no se da sin resistencia. Es preciso, entonces, encontrar la forma de vencer la resistencia a la verdad. En el fondo se trata de una forma de purificación (catarsis). Para ello Sócrates inventa un método que consiste en halagar la ignorancia a tal punto que ésta se muestra y no pueda menos que hacerse visible, incluso ante los ojos de su propia víctima. Y a esto se llega mediante un aparente preguntar inofensivo: 'Oh Gran Juez, que juzgas a los ciudadanos, ateniéndote siempre a lo justo, solamente tú podrás enseñarnos qué es la Justicia... a nosotros, que estamos impacientes por reconocerla y practicarla... ¡Oh Capitán! que tantas hermosas victorias has ofrecido a esta ciudad, dinos, para poder alabar con más razón a ti y al ejército ateniense, ¿qué es la valentía?', etc... Y entonces, el Juez o el Capitán de ejército, se erguían satisfechos, engolaban la voz y se disparaban por cualquier lado y con las más peregrinas respuestas sin lograr siquiera comprender a lo que Sócrates quería conducirlos, es decir, a una Definición real de la Justicia, de la Valentía, etc».

Breve historia de la Filosofía (1997)
[Extracto del libro escrito por Humberto Giannini]

martes, 6 de abril de 2010

No hay liberación del yo mediante el dogma y la religión


La educación y el significado de la vida (1950)«Mientras la mente se deje dominar y controlar por el deseo de su propia seguridad no podrá libertarse del yo y de sus problemas; y es por eso que no hay liberación del yo mediante el dogma y la creencia organizada que llamamos religión. El dogma y la creencia son sólo proyecciones de nuestra propia mente. Los ritos, el "puja", las formas aceptadas de meditación, las palabras y frases constantemente repetidas, aunque pueden producir ciertos efectos agradables, no libertan la mente del yo y sus actividades, porque el yo es esencialmente el resultado de las sensaciones.

En momentos de tristeza, nos volvemos a lo que llamamos Dios, que es sólo una imagen de nuestra propia mente; o encontramos explicaciones satisfactorias, y esto nos da consuelo temporal. Las religiones que seguimos son creaciones de nuestras esperanzas y temores, de nuestro deseo de seguridad interna y reafirmación; y con el culto de la autoridad, ya sea la de un salvador, un maestro o un sacerdote, viene la sumisión, la aceptación y la imitación. De suerte que se nos explota en el nombre de Dios, tal como se nos explota en nombre de los partidos y de las ideologías y continuamos sufriendo».

La educación y el significado de la vida (1950)
[Extracto del libro escrito por Jiddu Krishnamurti]